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Buenos días.
Siéntese, por favor.
Bueno. Pues... ¿En qué le puedo ayudar?
¿De qué tipo?
¿Es para usted?
Ya, claro, perdone. Quería decir que si lo va a regalar usted.
Pues que el amor llama a la puerta en cualquier momento de la vida.
¿Oro, platino? ¿Oro blanco, quizás? ¿Oro rosa?
Existe cualquier cosa que pueda usted pagar.
Mire.
Mire usted qué maravilla. ¿Eh?
El sueño de cualquier mujer. Mire éste.
Qué bonito, ¿eh?
Zafiro multicolor, precioso. Además, un diseño muy elegante.
225.000 pesetas.
Estoy seguro de que la señorita lo merece.
Porque si es una señora sabrá apreciar la calidad.
En estas ocasiones hay que hacer un esfuerzo
porque es solamente una vez en la vida.
¿Y qué mejor manera de empezar una nueva vida?
Ah, ya, entiendo.
Bueno, pues hay que volver a ilusionarse
porque la pérdida de un ser querido es muy triste, pero...
¡Ah, entonces usted es de los míos!
De los de "Tú a Boston y yo a California".
Como en la película.
¿Con la misma?
Qué bonito.
¿Sabe lo que le regaló Burton a la Taylor?
Una de las perlas más grandes y más simétricas del mundo.
Y la adquirió en una subasta donde tuvo que competir
con el Duque de Cádiz.
Métala en el bolsillo del abrigo. Para no perderla.
...el día de ayer, señor presidente,
aun cuando usted manifestara que no lo era,
vendrían a corroborar que estamos asistiendo
a un cierto y preocupante distanciamiento
entre la realidad social y los poderes públicos.
Solo desde este distanciamiento
permitiría explicarse...
...la distinción de la política económica del gobierno...
-Es que no quiero que esto se estropee.
Es que es por mi padre.
Quedan cuatro días para el juicio y...
Está aterrorizado.
No quiere volver a la cárcel.
Tú sabes lo que es eso.
Es capaz de cualquier cosa por no volver a la cárcel.
Bueno, porque fue un momento de locura. Ya está.
Estuvo a punto de pegarse un tiro, Carlos.
Me contó lo de la cacería, lo de la serpiente.
Bueno, ¿es que tu familia no sabe perdonar o qué?
¿Por qué no hablas con ella?
Hazlo por mí.
Por favor.
Doña Mercedes, ha llegado su marido. Pase.
El señor Salcedo les atiende enseguida.
El señor Salcedo ha estudiado el caso en profundidad.
Y es un excelente profesional.
Buenos días.
Sé lo que están pensando.
No hace falta que mientan.
Tranquilos, no tienen de qué preocuparse.
Soy enano, pero, por suerte, el talento de un abogado
no se mide por metros.
No se preocupen, estoy acostumbrado.
Evaristo Salcedo.
Voy a representarles en la causa contra Mauro Valcárcel.
Me he estudiado a fondo toda la documentación.
Pueden estar muy tranquilos.
El juicio lo tenemos ganado, obviamente.
Basta con ser firmes en su declaración.
Lo tenemos ganado por la vía penal y por la vía civil.
Tenemos los testimonios de la Guardia Civil,
las pruebas forenses y la propia hija del acusado.
Ustedes sólo tienen que contar las cosas tal y cómo ocurrieron
y cuando les pregunten, respuestas cortas,
sin dejarse enredar y sin dejarse llevar por la emoción.
Pues se enfrenta a una acusación de detención ilegal,
amenazas, lesiones y homicidio en grado de frustración.
Vamos a pedir de 15 a 30 años.
Aparte de lo que le saquemos por la vía civil.
Sin embargo, no voy a negarles
que tiene alguna posibilidad de salir impune.
Al menos, desde el punto de vista penal.
Se habrá provisto de dictámenes psiquiátricos.
Así que tienen que ser muy firmes en eso.
Deben dejar bien claro que el señor Valcárcel
estaba en plena posesión de sus facultades aquella noche.
¿Cree que estaba fuera de sí? ¿Había bebido?
Su declaración es capital en este juicio.
Así que la vamos a preparar muy bien.
Sí, ahora mismo. ¿Se siente con fuerzas?
(TELEVISIÓN) Resulta, por lo menos, paradójico
que sean ahora los votos de este lado del hemiciclo, del centro,
y los votos del centro o la derecha
los que tengan que sacar las castañas del fuego
en este tema...
-Jefa, le he preparado una tila.
-Si no quería una tila.
-Es que le tengo que contar una cosa muy delicada, jefa.
-Vamos a ver.
Este año es imposible mirar lo del sueldo.
Lo vamos a mirar el año que viene, Cruz.
-No, que no es eso, jefa, que no...
¿Por qué no se sienta?
-Me estás poniendo nerviosa. -No sé cómo decírselo.
-¡Pues diciéndomelo! -Vale, está bien, está bien.
Aquel cuyo corazón está en el Señor libre y confiado
no temerá recibir malas noticias.
-Déjate de tonterías y di lo que tengas que decir.
Si no, me voy a poner a gritar. - Vale, vale, está bien, no grite.
Esta mañana mi madre ha estado hablando
con una amiga suya de la congregación.
-¿Y? -Pues que invirtió en la pirámide.
-Muy bien.
-Ella había invertido bastante dinero.
50.000 pesetas. -Bueno, eso no es nada.
-A mi madre le llamó la atención
porque la Biblia dice claramente que no puede ser.
-Dios mío de mi vida. ¿Puedes ir grano, Cruz?
-Que es un timo, jefa.
-¿El qué? -Una estafa.
-¿El qué es una estafa? -La pirámide.
-Eso es imposible, hombre.
Pero si estoy cobrando los intereses ya.
-Sí, sí, sí, los intereses, sí, pero el capital...
-¿Qué le pasa al capital?
-La amiga de mi madre ha intentado recuperar todo el dinero,
pero no hay forma de localizar al que la metió en la pirámide.
Se ha fugado con el dinero de todo el mundo, jefa, ¿entiende?
-Eso es imposible.
-Sí, sí es posible, sí.
No se imagina a la de gente que ha timado.
-No, eso es mentira. -Intente recuperar el dinero,
ya verá como no puede, ha volado. -Es mentira.
Me tomas el pelo. -Ojala fuera mentira.
-Me gustaría que te callaras. -A ver, jefa, ¿usted cuánto invirtió?
-Un millón de pesetas, todo lo que tenía.
-¿Un millón de pesetas? Pues lo ha perdido.
-¿Cómo? -¡Lo ha perdido!
-¿Cómo? -¡Todo el dinero, ha volado!
-Jefa, por favor... ¡Jefa, jefa, jefa!
Joder, si es que era mejor que se sentara.
Joder.
¿A usted qué le parece? Poniéndole una sanción.
No se puede aparcar aquí. ¿No ve la señal?
Pues yo la veo bien clara.
Entonces, le va a merecer la pena.
De hombre, nada.
¿Qué?
¿Y le parece delicado aparcar en la plaza de un minusválido?
Yo cumplo con mi obligación, caballero.
Cumpla usted con la suya y deje esta plaza libre.
El Gobierno apela a los demás para sacar las castañas del fuego.
Señor Ortiz, se quemarían las castañas.
-Se suspende la sesión durante 10 minutos.
-Bueno...
Está al lado, dicen que está muy bien.
-(CONTESTADOR) "No puedo atenderte.
Deja tu mensaje después de la señal y te llamaré lo antes posible".
(Pitido)
-José Luis, soy yo.
Haz el favor de llamarme porque te llevo llamando
no sé cuántas veces y en tu trabajo no saben nada
de ti desde hace dos días.
Como no me llames, te mato.
-Nada, ¿no?
-Mira, si...
Si alguien te pregunta algo, tú no sabes nada.
-Ya, pero es que yo no puedo mentir.
-Es que yo no te pido que mientas. Yo te digo que cierres el pico.
-Ya, ya, ya, pero si me preguntan...
-Ni sabemos si es verdad lo que dice tu madre.
-Mi madre no puede mentir. -Pues la amiga de tu madre.
-Ella, tampoco. -Ah, ¿no?
¿Ellas podían meter dinero en la pirámide?
¿A que no? Porque bien que lo metieron.
-Vale, vale, vale, vale. Lo haré porque es usted.
-Muy bien.
A lo mejor la gente en el barrio tarda en enterarse, hombre.
-¿Te acuerdas de aquello de la pirámide?
Una estafa tremenda.
Mira, ahí está.
-O a lo mejor ya se han enterado.
-Bueno... Vamos al secador, Mercedes.
Pues no estoy bien, la verdad. Es que es muy duro todo.
Las noches las paso mal, pero, bueno,
oigo así el ronquido de Cruz y me tranquiliza bastante.
-Y dicen que no hacen nada en la cama.
-Qué burra eres, de verdad.
-Y tú, ¿qué? ¿No tienes ni idea?
Claro.
A ver, venga, échate para atrás.
Uy, perdona. ¿Estás bien?
(Secador)
(Murmullo)
Nada, lo de la pirámide.
La pirámide.
(Murmullo)
¿Ha mirado en los bolsillos?
¿El de dentro? -Gemma, mira tú, por favor.
¿Le importa?
Yo lo pierdo todo...
En cambio, mi mujer siempre lo encuentra todo.
Encuentra lo mío y lo de mis cinco chicos.
El más pequeño mide 1’70.
Hablando de su esposa...
No he querido decírselo a ella, pero la abogada
de la parte contraria es de armas tomar.
Y muy competente. Va a ir a por ella.
Su especialidad es poner nerviosos a los testigos.
Y casi siempre lo consigue.
-Aquí no hay nada.
Lo siento.
Buenas tardes, señor.
¿Algún problema, señor?
¡Carlos, espera!
Carlos, por favor. Por favor.
No sabía que estaban. Se han presentado sin avisar.
Por favor, quédate. Y escúchales.
Por favor.
Carlos.
Gracias por venir.
Agradezco tu sinceridad.
¿Quieres tomar algo antes de pedir?
¿Qué tal tu madre?
-Bueno, ya era hora de que tuviéramos una reunión familiar, ¿no?
Porque ahora somos casi familia. -Papá, no...
-Sí, ya sé que ahora no os gusta hablar de esas cosas.
¿Has probado la verdura de aquí?
Es estupenda. La traen de Tudela.
Quieres ir al grano, ¿no?
Muy bien.
Al grano.
Hice algo terrible,
pero no era yo.
Perdí la cabeza, Carlos, de verdad, te lo juro.
No era yo.
Ese lapso de tiempo lo tengo absolutamente en blanco.
Soy incapaz de recordar un solo minuto de esa noche.
Si lo hice, no me acuerdo, Carlos.
Entiendo que estés enfadado.
De verdad, Carlos, lo entiendo.
Pero ya te lo he dicho: no era yo.
Te lo digo en esta mesa, donde están sentadas
las dos personas que más quiero en este mundo.
Si tu familia me envía a la cárcel, estoy acabado.
Es como si me enviaseis a la silla eléctrica.
-Papá, no exageres.
-Si voy a la cárcel, se me cierran todas las puertas.
Lo pierdo todo.
Tu madre se queda en la miseria y tú...
Sí, pero
no es lo mismo que el juez piense que no era consciente de sus actos
a que piense que es plenamente responsable.
La diferencia son muchos años de cárcel.
La declaración de tus padres es decisiva.
Muy decisiva.
Sobre todo la de tu madre.
-La de tu madre, Carlos.
-Un poquito de compasión, Carlos, un poquito.
¡Por Dios!
(Música en televisión)
-Bueno, ¿qué? ¿Ese novio tuyo va a dar la cara o no?
-Échale un galgo.
Seguro que se ha ido ya con los millones.
-A lo mejor es una víctima como usted y yo,
y como todos nosotros, vamos.
-No lo defiendas tanto, que te ha dejado con el culo al aire.
-Como no aparezca, vas a tener que responder tú, Paquita.
-Claro. -¿Yo? Pero ¿por qué?
-Hombre, pues porque tú nos animaste a que invirtiéramos en la pirámide.
-No sé por qué te hicimos caso. -A todos nos gusta el dinero fácil.
-¡Hombre! ¡Nos ha jodido mayo!
-El amor al dinero es la raíz de los males según la Biblia.
-Tú déjate de Biblias.
Esto es una estafa como la copa de un pino.
-Así es, y ésta y su novio
nos van a tener que devolver el dinero, ¿o no?
-¡Eh! Ésta tiene un nombre.
-Por supuesto que lo tiene: ladrona. -No te pases.
-¿Qué me has llamado, cotilla asquerosa?
-Asquerosa tú, que pierdes el culo cuando ves unos pantalones, vamos.
-¿Qué? -Lo que has oído.
-Ya te estás yendo de mi bar, no te quiero ver
nunca más en mi vida, ¡fuera de aquí! ¡Y fuera todo el mundo!
Todo el mundo a su casa, que voy a cerrar el bar.
-De eso nada. No nos vamos hasta que no aparezca alguien y dé la cara.
-Sí, señor. -Bueno, no atosiguéis a la niña.
¡Por Dios! También es una víctima. Perdió su dinero también.
-Pues sí, tiene razón. Vámonos. ¿Qué hacemos aquí?
-Que tenemos trabajo. -No, señor.
¡No nos movemos! -No nos vamos.
-¿Qué no os vais? -(VARIOS) No.
-Pues entonces tenéis que saber que es un establecimiento público
y aquí no se puede estar sin consumir nada.
Así que, venga, ¿qué os pongo?
-Pues a mí una tila muy cargada, porque es que la necesito.
-A mí, un cafetito cortito. -Y a mí, un café con leche.
-Un vermú. -Un Martini.
(Murmullo)
Pues sí, unas cuántas horas ya.
No sé.
Madre mía.
-Yo lo sabía y se lo advertí.
¡Que sí, me lo advirtió, me lo dijo, pero no le hice caso!
-Le dije: "Ramón, no te metas ahí, no te metas ahí, cariño,
es la torre herida por el rayo".
O desalojáis ahora mismo o llamo a la policía.
-Pues llama. -¡Llama, a ver cómo se lo explicas!
-Estamos esperando.
¡Tío, por favor, dígales que se vayan!
Que esta gente se piensa que me he quedado con su dinero.
-¡Nadie ha dicho eso! Un momento.
-Lo que exigimos es que su novio aparezca.
-¡Qué novio, Amancio, por Dios, si yo no tengo novio!
No, si al final la culpa va a ser nuestra.
-¿Te lo han dicho las cartas? -Sí.
Y que el dinero ya está fuera de España.
-¡Mira, mira, cállate, loro!
-¡Loro! ¡Cacatúa, cállate tú! -Y tú, enano.
-Vas a insultarle. -¡Mala pécora! ¡Cállate ya!
-¡Y tú eres una perra en celo!
¡Si yo estoy arruinada!
Tengo, de primero,
acelgas rehogadas, pisto manchego...
...y macarrones al gratén.
Y de segundo, jamoncitos de pollo,
chicharro y ragú de ternera.
-Lo siento mucho, Paquita, de verdad. -Lo sentimos todos.
-Venga, me voy, que tengo que poner una lavadora.
-Y yo tengo la peluquería abandonada.
-Mi sobrina me está esperando para comer, perdón.
-Voy a hacer una carrerita. -Haz unas carreritas, más te vale.
-De todas maneras, si aparece tu amigo, avísanos,
que es que no nos sobra el dinero a nosotros, ¿eh?
-Tía...
¡Es que lo he perdido todo! Todo, todo.
Todo, todo lo que tenía para mis hijas.
¡Un millón!
Vosotros sois jóvenes y veis las cosas de otra manera.
Pertenecéis a una generación que quiere enterrar el pasado
de una puñetera vez.
Una generación que sabe que tenemos un gran futuro delante
si estamos unidos, Carlos.
Tu padre no quiere comprender, pero Europa nos está esperando.
Es un mercado inmenso.
Si nos hacemos la puñeta unos a otros no vamos a ninguna parte.
La bodega Somoza y vuestra bodega juntos.
Yo podría conseguirlo.
Sería un paso de gigante para vuestra familia,
sobre todo para ti, que estás allí al pie del cañón.
Habla con tus padres.
Diles que estoy dispuesto a indemnizarles por la vía civil.
Lo que haga falta.
Pero que no me pinten como un asesino,
sino como alguien que perdió la cabeza y quiere compensarles.
Por favor.
Si pudiera echar el tiempo atrás,
te aseguro que cambiaría muchas cosas,
pero no me es posible.
No es posible cambiar las cosas que han pasado,
pero sí las que pasen a partir de ahora, Carlos.
(Teléfono)
(Teléfono)
(Teléfono)
"Buenas noches, ¿don Antonio Alcántara?"
"¡Menudo disgusto debe de llevar usted encima!"
Una agente de policía la trajo esta tarde.
La perdió usted cuando salió de aquí.
"No hay mal que por bien no venga. Mire, estoy haciendo el inventario."
"Así que si el anillo era para hoy, puede usted pasarse."
Bueno, no se preocupe. Aquí lo tendrá, ¿eh?
Jefa, tiene visita.
-No, no estoy para nadie, Cruz.
-Creo que para esta sí va a estar, jefa.
-Que no es...
¿Cómo te atreves? -¿Quiere que me quede?
-No, yo me basto y me sobro sola.
-Vale, pero estaré cerca, ¿eh?
-Si te ve la gente del barrio por aquí, te van a linchar.
Y con razón. -Me da igual.
Tenía que dar la cara, por lo menos delante de ti.
-Me has arruinado. José Luis, me has arruinado.
-Nos han arruinado, Paquita,
y yo de paso he arruinado a mis padres.
Te juro que me tiraba del viaducto si no les fuera a disgustar aún más.
Soy un tonto y he arrastrado conmigo a mucha gente.
Pero no soy un ladrón. Y quería que lo supieras.
-Y ahora, ¿qué?
-Me voy a Alemania.
Tengo un primo allí y trabajaré 24 horas al día.
Debo recuperar la casa de mis padres, les he dejado en la calle.
-¿Y mi millón?
-Eso es lo segundo que haré, aunque tenga que trabajar
48 horas en vez de 24.
-Sería mucho más fácil si fueras una mala persona, ¿sabes?
Sería más sencillo.
-Te he traído esto.
Es... Bueno, son mis ganancias. Es lo que me tocó de mis ladrillos.
Es todo lo que me queda.
-Lo siento mucho, José Luis, pero tengo tres hijas
y las he dejado sin nada.
-Hemos sido demasiado ambiciosos, Paquita.
Supongo que no me querrás volver a ver.
-No sé si voy a saber perdonarte.
Ojalá, ojalá pueda.
Quince mil pesetas.
Quince mil pesetas.
-Hemos tenido suerte.
De los tres magistrados que nos han tocado,
uno es mujer, la única en este juzgado.
Por aquí.
Ya, el novio de la hija de la parte contraria.
Evaristo Salcedo.
A ver cómo lo lleva porque no lo tiene fácil.
En cualquier momento saldrá un ujier.
-Ustedes quietos aquí hasta que les llamen.
Hola, ¿qué tal? -Salcedo.
-Cuánto honor coincidir.
Papá, es muy bueno en penal, dale una oportunidad.
¿Y Julia cómo está?
Audiencia Pública.
Auto número 33.487B
contra don Mauro Valcárcel Caballero.
Vayan pasando a la sala.
Los testigos esperen a que se les llame.
-Bueno. -Vamos allá.
-Suerte. -Gracias.
-Ustedes esperen aquí.
Vosotros podéis pasar si queréis. No declaráis.
-¿Sí? Vale.
Chicos, vosotros os sentáis aquí.
Buenos días. -¿Cómo estamos?
Con la venia, sus Señorías.
En mi calidad de representante del Ministerio Fiscal,
sostendré los cargos contra el acusado,
don Mauro Valcárcel,
acusado de detención ilegal en concurso real
con homicidio en grado de tentativa
por los hechos acaecidos el día cuatro de diciembre de 1983
en la localidad de Sagrillas.
-Con la venia, sus Señorías.
La violencia a la que fue sometida la víctima, Mercedes Fernández,
mujer indefensa a la que consiguió montar en su automóvil
con manifiesto engaño después de haber sacado a su marido,
Antonio Alcántara, de la carretera,
así como el hecho de que el acusado rociara sobre el suelo de la bodega
varios litros de gasolina y posteriormente
apuntara a la víctima y a su esposo con un arma
indican que su intención no era otra
que atentar contra la vida de ambos
y provocar la destrucción de sus bienes.
De no haber mediado la presencia de las fuerzas del orden público,
requeridas por la propia hija del acusado, Julia Valcárcel,
hoy nos encontraríamos ante dos asesinatos.
Sabemos que la defensa, en su legítimo derecho,
alegará enajenación mental,
pero quiero señalar desde esta primera exposición
que el acusado actuó con frialdad y premeditación,
conduciendo a la víctima con artimañas
hasta tenerla a su disposición.
Una mujer sola, inerme, a la que obligó a punta de escopeta
a meterse en un maletero para luego atarla,
incluso golpearla, durante más de una hora.
Señorías, ¿podemos hablar de enajenación?
Todo ello después de un largo periodo de enfrentamientos y provocaciones.
Es por ello por lo que solicitamos a sus Señorías
que le sean aplicadas las penas máximas
para los castigos calificados por esta parte,
esto es 12 años por la detención ilegal
y 20 por el asesinato en grado de tentativa,
que al hallarse en concurso real, sumarían una pena total
de 32 años de prisión mayor. Muchas gracias.
(Murmullo)
-Con la venia, sus Señorías.
Que mi cliente sufrió enajenación mental
no es algo que diga yo,
es algo que quedará demostrado con la declaración pericial
de uno de los psiquiatras más eminentes de nuestro país,
y es que sólo un trastorno de este tipo
puede explicar el comportamiento de mi cliente
el día de los hechos,
un comportamiento tan contrario a la demostrada
serenidad y templanza de mi cliente, Señorías.
Un ciudadano que no sólo carece de antecedentes penales,
sino que es bien conocido y apreciado,
no sólo en el pueblo del que procede
y donde tiene sus negocios, Sagrillas,
sino también en el vecindario de la ciudad en la que vive, Madrid.
Por lo tanto,
Señorías, para terminar,
demostraremos a lo largo de este juicio
la inocencia de mi cliente
por la eximente de enajenación mental.
Muchas gracias, Señorías.
Hola.
Ya, es horrible.
Pues te puedes imaginar. No come, no duerme...
No voy a declarar contra mi padre.
Es que no puedo.
Es que es mi padre. No...
No puedo hacerle esto, no...
Mira, yo sé que lo que hizo mi padre fue horrible,
pero de verdad yo os digo que mi padre ha cambiado.
Que lo único que quiere es hacer las paces
y solucionar esto de una vez, de verdad.
Lo siento.
-La denunciante declaró que ella y usted se conocen desde niños.
¿Es así? -Sí.
-Y en todos estos años, ha habido numerosos episodios de desavenencias.
Se podría hablar de enemistad entre las familias, ¿no es así?
-Por mi parte, nunca ha habido ninguna enemistad.
Por la suya, lo que siempre ha habido es una profunda envidia.
-¿Qué envidia? -Según consta en la declaración
de don Antonio Alcántara, usted le sacó de la carretera.
-Es mentira. -Después,
y siempre según lo que consta en las declaraciones
recogidas por la Guardia Civil,
usted fue a la casa de los señores Alcántara
y, alegando que don Antonio estaba en el hospital...
-Falso. No fui a su casa.
-Con ese pretexto, usted convenció a Doña Mercedes
de que debía montarse en su coche. -No es verdad.
-Cuando la denunciante se dio cuenta de que no iban al hospital,
intentó escapar.
Usted la persiguió, la atrapó
y, amenazándola con esa escopeta,
la obligó a meterse en el maletero.
-¡Falso! ¡Todo es falso! ¡No recuerdo nada de eso!
-¿Falso o no lo recuerda?
-Las dos cosas.
-Hum. ¿Tampoco recuerda haberla atado a una silla,
haber rociado el suelo de la bodega con gasolina?
-¡Todo eso es una tergiversación!
Yo traté de defenderme de sus agresiones.
-¿Qué agresiones? -Calla.
-Lo único que quería era quemar unos papeles que me comprometían.
-¿No es cierto que la Guardia Civil le encontró a usted
amenazando a los señores Alcántara con una escopeta de caza?
Esa que está ahí. -¡Era para defenderme!
-¿Defenderse de qué? -¡De ellos!
¡Venían a por mí, eso sí que lo recuerdo!
-Tiene usted memoria selectiva.
-Mire, todo lo que se ha dicho aquí es falso.
Es una conspiración de Mercedes Fernández y su marido.
Antonio Alcántara no mueve un dedo sin que su mujer se lo ordene.
Lo maneja a su antojo hasta conseguir que él crea
que las ideas son suyas.
Fue de ella la idea de que nos asociáramos.
Él dio la cara y me lo pidió incluso delante del Gobernador Civil,
sabiendo que no me podía negar.
-¿Y por qué querría la denunciante asociarse con usted?
-Por mi dinero y por estar cerca de mí,
de lo cual me di cuenta cuando ya era demasiado tarde.
Esa mujer ha estado detrás de mí desde que era una cría.
Bueno, detrás de mi dinero, para ser más exactos.
-¿Y consiguió alguna de las dos cosas?
-Cuando ya le quedó claro que no iba a conseguir nada,
decidió destruirme.
-¡Qué cabrón el tío! Es que...
-¡Silencio, por favor, en la sala!
Continúe.
-Primero Mercedes Fernández despidió a esa pobre chica,
la secretaria,
que, por cierto, es familia suya.
Y encima hizo todo lo posible para que ella
me acusara a mí de abusos deshonestos.
Que de abusos, nada, que era mayor de edad,
y además era una relación consentida.
Después de eso, todo fue a peor, claro.
Estaba decidida a quitarme mi propio negocio
utilizando a mi mujer.
La pusieron en mi contra
y la convencieron para que les vendiera nuestra parte
de la bodega, que estaba a su nombre. -Falso, pero falso.
El día de los hechos, tuvo lugar la firma
de un acuerdo de preventa por parte de su mujer
del que usted no tenía conocimiento.
-Sí, reconozco que aquello me enfureció.
Comencé a obcecarme, a ponerme paranoico
temiendo que tuvieran alguna otra demanda
guardada en el bolsillo,
así que aquella misma noche me dirigí a la bodega
para retirar todos mis papeles, cualquier documento
que pudieran usar en mi contra,
y quemarlos allí mismo. Por eso llevé la gasolina...
-Y el maletero, las amenazas...
-Yo no hice nada de eso, por el amor de Dios.
Soy incapaz de hacer algo así. -Cuéntenos lo sucedido, por favor.
-Cuando estaba en la oficina, les oí llegar a hurtadillas.
Tuve un ataque de pánico.
Allí tenía una de mis escopetas de caza, y la cogí para defenderme.
-Pero el agente de la Guardia Civil y su propia hija
le encontraron en la bodega, encañonándoles.
-¡Sí, para que no se me acercaran!
Antonio Alcántara quería acercarse a toda costa.
Decía "tenemos que hablar",
pero era evidente que quería quitarme la escopeta.
Cuando llegó la Guardia Civil y mi hija,
se pusieron a gritar, como si fuese yo
el que les estaba amenazando.
Al final,
me sentí tan acorralado
que estuve a punto de quitarme la vida.
Si no llega a ser por mi hija...
Perdón.
Después se inventaron toda esa historia
de secuestros y barbaridades.
Hasta mi propia hija se lo creyó.
¡La próxima vez les echo de la sala!
-Perdone,
pero para que le quede claro a este tribunal,
toda la animadversión de la denunciante,
desde hace ya tantos años,
¿se puede decir, que tiene que ver con,
por así decirlo, una cuestión de celos?
-No sé si celos, despecho...
Verá, en un pueblo, cuando eres el único hijo
de una familia de buena posición, eres...
Cómo lo diría...
Sí, una "pieza codiciada".
-¿Y lo era por parte de la denunciante?
-Sí, hasta que vio que no había nada que hacer
y se conformó con Antonio Alcántara,
que al menos le ofreció la oportunidad de salir del pueblo.
-¡Julia Valcárcel!
No lo sé, no me acuerdo.
-Ah, muy bien. Tampoco se acuerda.
A ver si se acuerda de esto.
Al comprobar que su padre se había llevado la escopeta
y al ver la gravedad de los hechos,
¿consideró que la amenaza era tan seria
como para alertar a la Guardia Civil?
-No recuerdo. -Vaya.
¿De esto tampoco?
Qué mala memoria tenemos hoy, ¿no?
No va a decir nada.
Suerte que tenemos una declaración firmada por usted en la que afirma:
"Íbamos siguiendo al coche de mi padre
porque pensábamos que Mercedes iba dentro.
Pinchamos y entonces Antonio me pidió que acudiera al cuartel
porque creía que mi padre iba a matar a su mujer.
Él se fue corriendo a la bodega".
Y aquí:
"Cuando llegué a la bodega con la Guardia Civil,
vi a mi padre apuntando a Antonio y Mercedes con la escopeta.
Pensé que, si no le convencía, iba a matarles de un momento a otro".
¿Fue así como ocurrió?
-No... No... No me acuerdo.
-No hay más preguntas, Señorías.
-La abogada de la defensa tiene la palabra
para interrogar a la testigo.
-Con la venia, su Señoría, no hay preguntas para la testigo.
-Haremos un receso.
La vista continuará dentro de una hora.
Menos mal que no has estado dentro.
Estupendo, según lo previsto.
Según la ley española, el acusado en un delito penal
no tiene obligación de declarar en su contra.
En la práctica, eso es lo mismo que tener derecho a mentir.
-Joder, pues entre uno, que no para de mentir,
y la otra, que no se acuerda, vamos bien.
Pero insisto, sólo el acusado.
Los testigos y los peritos si mienten, pueden ser castigados.
Tranquilo, que a Julia nadie la va a acusar de nada.
Lo que ha hecho es bastante habitual. -No será fácil acusar a tu padre.
-Mercedes, ahora van a llamar a declarar
al sargento de la Guardia Civil y luego a usted.
¿Está usted lista?
¡Joder!
-Mercedes...
Mercedes, que le pueden caer más de 32 años.
Mercedes, no te lo pido por Mauro,
lo pido por mi hija, por tu hijo.
Y por mí también, Mercedes.
Sí.
ahora en la estacada, Mercedes.
¡Sí que puedes! De tu testimonio dependen muchísimas cosas.
Mercedes, por favor, ¡por favor!
Te lo pido de verdad, por favor, por nosotros, por todo.
-Tampoco creo que eso sea problema.
-No me preocupa en absoluto. -¿Verdad que no?
-¿A qué hora y dónde tuvo conocimiento
de que el acusado retenía por la fuerza a la víctima?
-Aproximadamente a las 10 de la noche.
Estábamos haciendo la ronda habitual por los alrededores del pueblo
cuando fuimos interceptados. -Por la hija del acusado.
-Sí, sí. Ella misma.
-¿La propia hija del acusado estaba en plena noche,
en mitad de la carretera, buscándoles desesperadamente
porque su padre retenía contra su voluntad
a una mujer y pensaba que quería matarla?
-Dijo... Dijo que podía hacer una barbaridad.
Esas fueron exactamente sus palabras.
No habló concretamente de que fuera a matar a nadie.
-Y cuando llegó al lugar de los hechos, ¿qué vio?
-Pues vi al acusado apuntando con una escopeta,
con esa concretamente, al señor Alcántara y su esposa.
Y yo le ordené que bajara el arma
apuntándole con el arma reglamentaria.
-¿Y cree usted que estaba fuera de sí?
-Bueno, estaba muy nervioso, desde luego.
Fuera de sí, no lo sé.
Pero vamos, que estaba nervioso hasta yo, porque figúrese,
eso de que la gente esté a punto de liarse a tiros
pues no es lo habitual en nuestro pueblo.
Somos gente de paz. Y, bueno, figúrese que yo es la primera vez
que tengo que venir a declarar por una cosa así.
-Por favor, el testigo debe centrarse exclusivamente en los hechos.
-¿Cree usted que sabía lo que hacía?
-Pues... Pues yo no sabría decirle.
-Pero ¿respondió a sus órdenes, habló con usted?
-Habló para no hacerme caso, no había manera
de que bajara la escopeta.
Hasta incluso llegó a apuntarse a sí mismo
con la escopeta así, aquí,
hasta que la hija le pidió que no se matara.
-Y al final hizo caso a su propia hija.
La escuchó y decidió hacerle caso.
-Eso es, eso es. Supongo que para no darle el disgusto
de verle cómo se volaba los sesos.
-Sólo una pregunta más.
¿Reconoce usted el arma aquí presente?
-Sí, sí, sí, perfectamente, perfectamente.
Esa es la escopeta que yo le requisé al acusado tras detenerle.
-¿Está usted seguro? -Sí, sí. Segurísimo, vamos.
Es una escopeta de categoría. Eibarresa.
Además, si se fija, en la culata lleva grabadas
grabadas las iniciales del acusado, "M" y "V".
O sea, que es ésa, sí.
-¿Comprobó usted si el arma con la que el acusado
apuntaba a la víctima y a su marido estaba cargada?
-Sí, estaba cargada con dos cartuchos.
Dos cartuchos de caza mayor.
-Y en su experta opinión, a esa distancia y con esa munición,
¿habría resultado un disparo mortal?
-A esa distancia, mortal de necesidad, vamos.
Un disparo con eso te hace un buen destrozo.
Además con todo aquello lleno de gasolina...
Era una situación peligrosísima.
Gracias a Dios que la cosa no fue a mayores.
-No hay más preguntas, Señoría.
-¡Mercedes Fernández!
(Portazo)
¿Conoce usted a don Mauro Valcárcel?
¿Y desde hace cuánto tiempo le conoce?
Y en todos esos años, las relaciones entre el acusado y usted,
¿cómo las definiría?
Sí, pero vayamos por orden...
El acusado ha manifestado recientemente...
Por favor, absténgase la testigo de dirigirse al acusado.
Señora, por favor, le he pedido que no hable con el acusado.
Con la venia, señoría, ¿puedo pedir un receso?
-¿No va a interrogar a su testigo?
-Disculpe, su Señoría, pero en este momento
no sé si nos retiramos de la acusación.
-Bien.
¿La defensa tiene alguna pregunta?
-Nada, Señoría.
-Haremos un receso.
Ya, pero lo podías haber pensado antes, mamá.
Ustedes me dirán lo que hacemos.
No, no, si a mí me da igual. Ustedes son los clientes.
Yo la minuta se la voy a pasar exactamente igual.
Vaya. La desmemoriada.
-Mercedes, gracias.
Bueno, ya es hora.
Ahora viene el turno de los testigos de la defensa.
Vamos para adentro. -Vamos.
-Se llama a declarar a doña Irene Navas Sánchez.
-Señora Valcárcel, antes de nada, ¿reconoce esta escopeta?
-Sí, claro, sí.
Es la escopeta favorita de mi marido, sí.
-Cuando usted llegó a casa, la noche de autos, ¿estaba allí esta escopeta?
-No... No lo recuerdo.
-Señora Valcárcel, por favor, piénselo bien.
-¿No había llevado su marido días antes esta escopeta a la bodega?
-Letrada, no intente reconducir el testimonio de la testigo.
-Con la venia, su Señoría.
La situación de la escopeta la noche de autos es esencial.
Mi cliente ya había dejado claro en su declaración
que tenía la escopeta en la bodega.
-Haga memoria la testigo.
¿Dónde estaba el arma?
¿Estaba en su casa la noche de autos cuando volvió?
-Sí.
Allí estaba, en la vitrina, como siempre.
-Pero ¿qué estás diciendo?
-Por favor, guarde silencio el acusado.
Usted ya ha contado su versión.
-Señora Valcárcel,
¿estaba esta escopeta en la vitrina de su casa?
-Sí.
Allí estaba, sí. Hasta...
Hasta que llegó mi marido.
Venía furioso.
Yo había firmado un preacuerdo
de venta de la bodega con Antonio y Mercedes.
-Doña Irene... -Se abalanzó contra mí.
Empezó a gritarme.
Y empezó a pegarme,
por un sitio, por otro, y me dijo:
"¡Me has traicionado, me has traicionado!"
-¡Mentira! -¡Señor Valcárcel, guarde silencio!
Ya tendrá usted ocasión de tener la última palabra.
-Después,
se acercó a la vitrina, donde estaba la escopeta y la sacó.
Sacó la escopeta y los cartuchos y me dijo:
"Voy a acabar de una vez por todas con los Alcántara.
Tenía que haberlo hecho hace mucho".
-Con la venia, Señoría.
Me parece que la testigo está bajo gran presión.
-No, no, estoy tranquila. ¡Es que no aguanto más!
Me lo dijiste con todas las palabras.
Me lo dijo, Señoría.
Me dijo: "Voy a acabar con los Alcántara de una vez.
Y después, contigo", me dijo.
-¡No estás bien, Irene, no estás bien!
-¡Por favor, guarde silencio y respeto a este tribunal!
-¡Está tomando muchas pastillas, Señoría!
-¿Qué pasó después?
-Después se acercó al mueble bar y sacó una botella de whisky
y me dijo: "Me llevo esto, por si me falta valor".
"Por si me falta valor".
Y se fue.
Después escuché cómo arrancaba el coche.
-Pero ¿qué coño estás diciendo?
-Por favor,señor Valcárcel, le advierto que es la última vez
que puede usted hablar en esta sala.
De lo contrario, ordenaré que abandone la misma.
No le pienso tolerar una palabra más.
Continúe, después de que su marido salió con el coche,
¿qué hizo usted?
-Nada.
Como siempre, tenía...
Tenía miedo.
He tenido mucho miedo toda mi vida.
Toda mi vida.
Miedo de sus insultos,
de sus empujones, de sus palizas continuas.
-Señorías, ruego al tribunal someta a la testigo a un examen psicológico.
-¿Psicológico?
¿Psicológico de qué?
¿Se cree usted que yo estoy loca?
La he visto con mi marido ahí fuera, la he visto yo.
-Señorías, les ruego que, por favor...
-Y tú tuviste el valor de decirme a la cara
que estabas arrepentido de todo.
Y tuviste el valor de decirme a la cara también
que nos íbamos a ir juntos, los dos solos,
lejos de aquí.
¡Métanlo en la cárcel, por favor!
¡Métanlo en la cárcel porque si sale, me mata!
-¡Está completamente loca! -¡Siéntese!
-¡Completamente loca! -¡Silencio!
-¡Silencio! -¡Cállate de una vez!
-¡Silencio!
(Gritos)
¡Me quieres hundir, hija de puta! -¡Silencio!
¿Qué pasa?
Me quieres hundir, ¿verdad? -¡Siéntese de una vez!
-Voy a entrar.
¡Que me quiere hundir!
-Es mi padre, es que es mi padre.
-¡Calla! -¡Siéntese!
-¡Que se siente! -¡No se puede pasar!
-¡Julia! ¡Que te calles, joder! ¡Julia!
¿Qué me ha hecho tu madre?
-¡Que se siente el acusado! ¿Qué me ha hecho?
¿Qué me ha hecho tu madre?
¡No voy a ir a la cárcel, no voy a ir!
No voy a ir... -Papá... ¡Papá!
No...
(LLORA)
(SILBA)
Buenos días.
¿Y qué es exactamente?
¿Usted es Mercedes?
Un momento.
"La vida sigue, Mercedes.
La vida sigue y, sobre todo, estamos vivos
y nos tenemos el uno al otro,
y seguimos adelante porque sabemos que pase lo que pase...
"Ya siempre unidos, ya siempre,
mi corazón con tu amor.
Yo sé que el tiempo es la brisa que dice a tu alma:
Ven hacia mí. Así el día vendrá..."
18 kilates, oro. Y zafiros multicolor.
"Nunca sabré qué misterio nos trae esta noche,
nunca sabré cómo vino esta luna de miel.
La luna brilla en tus ojos y con mi desvelo,
Octubre de 1984. Comienza el juicio contra Maurín y Mercedes ultima los preparativos con su abogado. Con lo que no contaba Merche es que a última hora, su abogado ha sido sustituido por otro profesional, Salcedo que, a primera vista, no le transmite a los Alcántara tanta confianza como el anterior.
Carlos visita con Julia el Congreso de los Diputados, donde se está celebrando el Debate sobre el Estado de la Nación de octubre de 1984. El nerviosismo ante el inminente juicio se palpa en el ambiente, sobre todo en Maurín que, por encima de todo, no quiere volver a la cárcel y está dispuesto a todo con tal de librarse. Por eso decide hacer una maniobra de última hora aprovechando que su hija mantiene una relación con Carlos, y le presiona para que influya en que Mercedes retire su denuncia.
En el barrio, los vecinos se enfrentan a Paquita, al descubrirse que las inversiones que realizaron a través de ella y José Luis no están teniendo el rendimiento esperado.
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Cómo me cae gorda Julia nunca me a gustado para novia de Carlos tengo que adelantar siempre qsale ella ¿¿ Saludos desde México.
La madre que lo parió le doy al pause voy a el baño y cuando vuelvo tengo que recargar el episodio porque me ha salido la equis blanca
Me encanta cuéntame lo veo hace 10 años sin perderme ni in capítulo ahora vivo en Londres y me encanta poderla ver por ínternet. Gracias a todos los que partisipan en cuéntame. Es genial
Una de las mejores series que han pasado por television española,si señor. En estos tiempos en que parece ser que la programacion se ha convertido en un nido de telebasura y refritos,es de agradecer que aun hoy quede un pequeño espacio para la television de calidad... Felicidades a todo el equipo que hace esta fantastica serie,un saludo.
Mucho besito pero bien que habeis intentado defraudar a los españoles si no lo habeis echo ya. Este pais esta lleno de patriotas
Impresionante capítulo,de los "premium", gracias por deleitar nuestras vidas con estos momentos mágicos, y con vuestra forma de ver,entender y contar la vida pasada,gracias
Impresionante capítulo,de los que ahora se les podía llamar "premium". Enhorabuena y gracias por deleitar nuestras vidas con ésta forma de ver,contar y sentir la vida,gracias
Muy buen guion. Ya lo sabia que Mercedes lo iba a perdonar porque tiene un gran corazon, pero no esperaba la que le iba a punal el ultimo clave era de su mujer (de Maurin). Pero es justicia poetica y la mejor salida del conflicto. Un buen toque usar el personaje del duende abogado, Salcedo. La de Julia, no estoy convencido que Carlos se va a quedar con ella. El verdadero amor de Carlos siempre ha sido y siempre sera Karina. Me interesa y me emociona ver como los escritores resuelven y desarolla esa historia. Felicidades a todos por una gran produccion. Y Gracias! - desde Dr.Jack Silvestre de San Diego, CA.
Es un capítulo de los muchos que han sido extraordinarios, un abrazo para todo en equipó de cuéntamelo desde Xalapa, Veracruz, México!!!
Hola. ¡Vaya intensidad la de éste capítulo! ¡Qué de sacudones! Primero, el fiasco de la pirámide. Y luego, al final no fue Mercedes quien terminó de hundir al tal Maurín, sino su esposa, Irene, harta de sus maltratos, mentiras e infidelidades. A veces, hay gente que tiene que pagar con su propia vida todas sus maldades. Otro personaje que murió, así como pasó con Doña Valentina, Servan, Desi, Don Pablo, Eugenio y también Don Mauro padre (por cierto, el apellido era condenatorio: Valcarcel). Estupendo episodio. Gracias otra vez y hasta la próxima.