Cuéntame
tú que has vivido
el despertar
de un tiempo que nos cambió.
Volverás
a ser un niño
-¡Quieto todo el mundo!
al recordar
Disparos.
las largas tardes de sol.
Háblame de lo que has encontrado
en tu largo caminar.
Cuéntame cómo te ha ido,
si has conocido la felicidad.
Ah...
¿Por qué miras así, hija?
¿No te gusta cómo está quedando?
-¿Lo vais a pintar todo
de ese color?
Pues claro,
que buena falta le hacía.
A mí me gustaba más
como estaba antes.
Oye, por Dios, saca el ratón
ese de ahí, que me está poniendo
nervioso, anda.
Trae un poco de pintura,
que no me llega.
-Anda, Pepón, ve con ella.
-No.
-¿Cómo que no quieres?
¿A que se lo digo al abuelo?
Qué niño más terco.
No creas.
-No, todavía no me creo
que os vengáis a vivir al pueblo.
Pues para llevar la contraria.
Parece mentira que no nos conozcas.
-Yo pudiendo vivir en la ciudad
ni me lo pensaba un minuto.
Con la de cosas que faltan
en Sagrillas.
Precisamente por eso hemos venido:
por las cosas que faltan.
A ver si encontramos aquí
tranquilidad.
Por cierto, la televisión
que has comprado la traerán, ¿no?
Sí, madre, la va a traer Desiderio.
Esa es otra.
Le dije: "No me hagas el porte,
que me lo hace Pepe.
Tienes que atender un negocio."
Pues nada, oye, es más cabezón
que una peonza.
Te mueves más que un palomo.
Golpe.
-¡Ay!
¿Qué habrán hecho?
A ver, a ver, a ver, a ver.
¡Por Dios, no me toquéis
la pintura!
-¡Eres un idiota!
¡Por Dios, no me toquéis
la pintura!
Pero ¿qué habéis hecho, por Dios?
-Ha sido este.
¿Qué ha pasado? ¡¿Qué has hecho?!
¡Llévatelo!
-Venga, tira. Lo siento.
¡Que la saques de aquí,
está poniendo todo perdido!
¡Con un estropajo te voy a lavar!
¡Tira para allá!
Dale con un poco de aguarrás,
que yo creo que esto no...
no se quita con agua.
Me cago en la cuna que me arrulló.
(NARRA) Después de que todo
San Genaro le señalara sin razón
con dedo acusador por el escándalo
del aceite de colza adulterado,
mi padre decidió poner
tierra de por medio.
Tras casi treinta años
y por loco que pareciera,
el P'arriba y la Seca
volvían a Sagrillas
en busca de la paz
y la tranquilidad
que parecían negárseles
en la ciudad.
Sosiego, aire puro
y gentes sencillas,
esa era su apuesta de vida:
prescindir de todo lo que no fuera
necesario y aprender a vivir
con lo justo
en contacto con la naturaleza.
Claro, que tantos años fuera
dejan mella;
y mi padre, que nunca supo
estarse quieto,
enseguida encontró la manera
de enfrentarse
a nuevas complicaciones.
¿Entonces qué, hacemos algo?
-Socios, ¿no?
Sí, socios.
De momento,
ahí falta algo, Rodolfo.
-¿Sí?
Falta Alcántara.
Bodegas Alcántara Miravete.
-Ya veremos.
Pues eso, ya veremos.
-Yo pensaba que la parienta
no te iba a dar permiso a ti.
¿Permiso para qué?
-Pa asociarte conmigo.
¿O es que me vas a decir
que no le consultas antes
de hacer negocio?
Lo que yo consulte o no
con mi mujer no es asunto tuyo.
-Que sí, hombre.
Pero, vamos, que la Seca
es mucha Seca.
¿Qué te pasa a ti últimamente,
que no apeas el nombre
de mi mujer de la boca?
(RÍE) -No te enfades, Antonio,
que yo no digo nada.
Que tienes mucha suerte
con Mercedes, sólo eso.
Pero, vamos, porque me fui
a la mili y ella se cansó
de esperarme, que si no...
¿Que si no qué?
Anda que no inventas tú nada.
Te voy a decir una cosa, Rodolfo,
conmigo así vas mal, ¿eh?
Vas muy mal, parece mentira
que no me conozcas.
-Que sí te conozco, Antonio.
-A ver, Rodolfo...
-¿Qué?
-¿Dónde te dejo los escombros?
Hombre, Salvador,
cuánto bueno por aquí...
¿Qué tal la familia?
-Bien, Antonio, bien.
¿Cómo es que no ha venido
tu hermano?
Huy, se ha quedado en Madrid.
Está amadrileñao.
-Salvador, ¿qué decías?
-Que dónde te dejo los escombros.
-De momento, déjalos ahí mismo.
No los pongas ahí,
que tiene que pasar la maquinaria.
-Que sí, hombre, déjalos ahí.
Pues nada, hala,
pongamos una escombrera en medio.
-Y tú menos mandar, P'arriba,
que estos no son tus negocios
de Madrid.
Aquí, hasta que no firmemos
en contrato ante notario mañana
tú no tienes ni voz ni voto.
Eso mismo digo yo.
Hasta que no firmemos el contrato,
nada.
Dios santo, ¿qué estoy haciendo?
¿Cuándo decías que vuelve Margaret
de Manchester?
-Cuando encuentre piso para Lola.
Que lo encuentre pronto,
por Dios, porque es la única
que sabe de vino.
Campanadas.
Bueno, ella y alguno de estos.
Porque lo que es tú y yo
no tenemos ni idea.
Y por lo que veo,
tú de construcción, tampoco.
-¿Y eso?
No apiles la rasilla así,
que la estropeas.
-Vaya, hombre...
¿No vas a parar hoy?
¿Has oído, Rodolfo?
-Sí.
Qué mala suerte, chico
parece que tocan a muerto.
Campanadas.
-Ah, no pasa nada.
Salvador, el cemento.
-¡Voy!
Campanadas.
Claxon.
-¡Mira por dónde vas, desgraciado!
¿Qué pasa?
-¿Cómo desgraciado?
Que vais por medio la calle.
-Casi los chafas.
-Se me ha echado encima,
que hay que mirar.
-Mujer y volante,
peligro constante.
-Ya estamos.
Pero si es el Rana.
-Coño, Carlos, tenías que ser tú.
-Perdona, chaval,
¿y esto del campaneo
es típico del pueblo
o es que está ardiendo?
Calla, hombre,
que eso es que ha muerto alguien.
-Ay, vaya fiestón.
No te enfades conmigo,
que yo no iba conduciendo.
-No, ya. ¿Te quedas aquí
con tus padres o...?
No, he venido a traer
unas cosas de Madrid.
¿Qué tal? ¿Cómo estáis?
-Pues ya ves.
¿No me digáis
que estáis embarazados?
Campanadas.
Enhorabuena.
-Ya sabes que donde pongo el ojo
pongo la bala.
-Rana...
-Es broma, mujer.
¿Y quién ha muerto?
-La Mari.
La madre de Fuencisla.
-Carlos, ¿te vienes o qué, macho?
¿Ya tenemos línea?
-Perfectamente, señora.
Gracias.
-Me voy.
Muy bien, adiós.
-Adiós.
Ay, por Dios...
Madre mía, qué maravilla...
Campanadas.
Hija, soy yo.
Sí, te llamo desde casa.
Desde el pueblo.
Vamos, que ya tenemos teléfono,
hija.
¿Sí?
¿No me digas que te ha salido
una prueba?
Campanadas.
-Una menos que queda, Herminia.
La pobre de Mari.
Dios la tenga en su gloria.
Lo que no tiene nombre
es lo de la hija.
-Menuda fresca esa Fuencisla.
Cuando murió el padre
no vino ni al entierro.
Y ahora no ha querido saber nada
de la madre durante la enfermedad.
Madre del amor hermoso.
-Ahora, que eso sí,
una cosa te digo,
mejor morir sola
que mal acompañada.
Yo, desde luego,
ya se lo tengo dicho al cura.
Cuando me llegue la hora,
que me entierren rapidito.
Y a mis hijos que les manden
un telegrama, si quieren.
Pero ¿cómo puedes decir eso?
-Los hijos no dan más
que disgustos. Hazme caso,
cuanto más lejos, mejor.
Cuánto bueno por aquí.
Madre, que acabo de llamar a Inés
y te da muchos recuerdos.
¿Va a venir a vernos?
Si puede, vendrá a las fiestas.
¿Les hago un cafetito
y un bizcocho que acabo de hacer?
-¿Bizcocho? ¿No lo habrás hecho
con el aceite ese de Madrid?
Anda... Aniceta, ¿por qué dice eso?
-Yo no digo nada,
es lo que se dice en el pueblo.
Bueno, mira, te lo agradezco,
pero tengo que irme al velatorio
de la Mari.
Luego iré yo un ratito.
-Con Dios. Adiós, hija.
Adiós.
¿No le habrás contado tú nada?
¿Yo?
No, ¿qué le voy a decir, hija?
Es que en el pueblo
las noticias vuelan.
Esta mañana he estado
en la panadería,
y estaban todas cuchicheando.
Claxon.
Y ha sido entrar yo, y callarse.
Anda, mira, aquí están.
Ya era hora de que aparecieran.
Le traen la televisión, hombre.
-¿Qué pasa, familia?
¡Pero bueno! Será posible...
-Qué alegría veros.
Desde luego.
-Hola.
(RÍE)
-Qué guapa estás.
Oye, ¿y Carlos
no venía con vosotros?
-Se ha quedado charlando
con un amiguete.
Ah...
-¿Y Antonio?
Está en la bodega, ahora vendrá.
-Dame un vaso de agua,
que estoy más seco que la mojama.
Pasa, pasa, estás en tu casa.
-Igual tendríamos
que haber avisado,
pero es que Desiderio
quería daros una sorpresa.
¿Una sorpresa?
-Mañana es mi cumpleaños
y hemos dicho:
"Nos quedamos unos días".
-Las maletas.
-Luego que las suba Antonio.
O sea, que tenemos bautizo
en noviembre.
-Vendrás, ¿no?
Si me invitas...
-La verdad es que no me hago
a la idea de eso de ser padre.
Aunque ya tengo un hijo
perdido por ahí.
Sí.
-Por cierto, ¿cómo es?
¿Se parece a mí o...?
Ni idea.
-¿No dices que te la encontraste
en Madrid?
Sí, pero no estaba con el niño.
Después le perdí la pista,
creo que se fue a Barcelona.
-¿Sabes una cosa?
En el pueblo dicen
que se metió a fulana.
¿Y eso quién lo dice?
-Pues no sé, la gente.
La gente habla mucho por hablar,
Rana. Ya deberías saberlo.
Cuando yo me la encontré
estudiaba para peluquera.
Desde luego, no me extraña
que no quiera ni oír hablar
del pueblo.
-Bueno, tampoco la hemos hecho
nada malo.
Ni tampoco nada bueno.
Cuando se quedó embarazada
no recibió ni un buen gesto
de parte del pueblo.
Ni siquiera tuyo.
-Si me iba a casar con ella.
Sí, por amor, ¿no?
-Si te digo la verdad,
lo mejor que hizo fue irse.
Si no no me podría haber casado
con la Emilia.
Me cocina que no veas,
me hace un gazpacho
y unos callos que para qué.
Oye, por cierto,
¿es verdad eso que dicen
de tu padre?
Canto de gallo.
Hombre, buenos días,
Niño y compañía.
-¿Qué tal?
¿Qué hacéis ahí?
¿Dándole a la sin hueso?
-Sí, aquí comentando
la actualidad.
Pues ahí os dejo
con la actualidad. Con Dios.
-Con Dios.
Míralo, qué tranquilo va
y ha envenenado a medio Madrid.
Hasta Suárez le ha dicho
que se quite de en medio.
-Si Suárez ya no manda.
-Bueno, pues será Calvo Sotelo.
Este acaba en Topas, Zamora.
-Ah...
Cuidadín, ¿eh?
-Sí.
Cuidado.
Carlos, toma, hijo.
Y ten mucho cuidado,
no lo muevas,
que se estropea el magneto.
Que sí, tontolaba.
El magneto, tendrá magneto esto,
coño, digo yo.
Vamos a darnos prisa,
si no va a venir la tormenta.
Oye, que no te he dado
las gracias, por cierto,
por traerme esto,
pero también te digo
que no hacía falta
que me trajeras nada.
-No digas chorradas,
para algo están los amigos.
Prefiero encargarle estas cosas
a Pepe, a ver si me entiendes.
Para mí Pepe es como un perro.
Le encargo el porte, se lo pago
y me mete los aparatos
hasta la cocina.
Pero tú, que eres como mi hermano,
no te puedo pagar nada
y además tengo que meter yo
los aparatos hasta la cocina.
-No seas tan fino
y mete cosas p'adentro.
Esto no lo meto.
¿Qué es este hierro?
-¿Cómo este hierro?
Es una barbacoa,
regalo de la casa.
¿Esto es una barbacoa?
Esto es una fragua.
-No, es una barbacoa
que te cabe aquí
hasta un buey asado.
¿Pa qué quiero asar un buey?
Lo que hago es poner
unas chuletitas nada más
encima de la brasa y ya está.
-Mira que eres rústico
y primitivo.
Primitivo Benito.
A ver qué hago con esto.
Si lo puedo regalar, lo regalo.
-Ni se te ocurra.
Pues te lo devuelvo.
-Quieto, quieto ya.
Primero, lo más delicado.
La línea blanca.
-¿De verdad no te importa
que nos quedemos unos días?
¿Cómo me va a importar, mujer?
Esta es vuestra casa.
¿Prefieres manta o colcha?
-Manta, manta,
que Desiderio es muy friolero.
Que esto no cabe, leche.
-Sabrás tú, listo.
Golpes.
¿Qué ruidos son esos? De verdad...
Qué pareja. Moviendo muebles,
van a destrozar la casa.
-Sí.
Madre mía, cuántos números,
no entiendo nada.
No revuelvas mucho los apuntes,
que luego no me entero, anda.
-¿Qué son, de la universidad?
Sí.
Me quedó una para septiembre.
-¿Vas a seguir estudiando?
La verdad es que me queda muy poco
para terminar la carrera.
-Qué pena...
Bueno, digo que aquí en el pueblo
no creo que te sirva de mucho
una carrera, ¿no?
Pues no, la verdad es que aquí,
en el pueblo, no creo que mucho.
Aunque nunca se sabe.
Pero, vamos, todos estos años
en la universidad
no los cambio por nada del mundo,
todo lo que he aprendido.
-Pues sí, has aprendido mucho,
pero...
¿Qué te pasa?
-¿Cuánto tiempo hace
que nos conocemos, Mercedes?
Pues mucho.
-Se me hace muy raro
no verte por allí.
¿No vas a echar de menos el barrio?
Pues claro que voy a echar de menos
el barrio. Y a ti, sobre todo.
Pero, bueno, si seguiremos yendo.
Y vosotros podéis venir
a Sagrillas cuando queráis.
Anda, no te pongas así, ¿eh?
-Es que te echo de menos.
No sé,
este maldito asunto del aceite
lo ha echado todo a perder.
El aceite y el no aceite.
Nos venimos aquí porque Antonio
necesita tranquilidad
y aquí la vamos a tener,
o eso espero.
Vamos a hacer la cama.
Eh... estoy haciendo hueco
en la cocina.
¿Qué hago con esto? Lo tiro, ¿no?
¿Cómo lo vas a tirar? Al sobrao.
Voces.
¿Qué les pasa a esos?
Nada, papá y Desi,
que no se aclaran.
¿De verdad quieres que guarde esto?
Pues claro que quiero
que lo guardes,
que algún día lo puedo necesitar.
Y de paso súbete esto.
¿Esto también lo guardo?
Pues claro que lo guardas.
¿Quieres tirar el aguamanil
de tu abuelo? Anda, anda, súbelo.
Dentro de veinte años
tú y yo ya hablaremos.
Sí.
(SUSPIRA)
Anda...
Que Sagrillas
no es el fin del mundo, ¿eh?
-No,
pero casi.
¿Y con el videoclub que has hecho,
Desiderio, lo has cerrado?
-Qué va, hijo. Lo he dejado abierto.
He dejado a Pili de encargada.
Me ha hecho el favor.
Me ha dado muchos recuerdos para ti.
Bueno, ella y todo el barrio.
¿Todo el barrio?
-Sí, hijo, sí, todo el barrio.
Ya me extraña a mí
que esos desgraciaos
te den recuerdos para mí.
-Pues no te extrañe.
La madre que los parió.
Quita, hombre, quita.
Herminia, mire, ya puede ver
"Vacaciones en el mar"
en color, como a usted le gusta.
Qué bien. Lo que voy a ver mañana
es la boda de Lady Di.
Pues nada, la boda de Lady Di.
Eso, me enchufáis la tele
y así yo ya no estorbo.
¿Había mucha gente en el velatorio?
Todo el pueblo.
Pero ¿por qué no habéis querido ir?
Porque tenemos mucho lío
con todo esto, Herminia.
Yo voy mañana sin falta.
Como si fuera el alcalde.
Bueno, metedme la tele en casa.
Ahora mismo.
Bueno, Desiderio, primero,
la televisión, luego ya...
-Primero la tele no sé, ¿eh?
Habrá que mirar
cómo está la antena.
Vieja.
Cuántas cosas has traído,
Desiderio.
-Ya-ves-truz.
Oye, ¿dónde va esto, macho?
Ahí. Y esto aquí.
Carlos, por Dios, échanos una mano,
que ha venido
con la furgoneta llena.
-Voy.
¿Qué haces con esa caja?
Yo creo que es de mamá.
Esto desde luego
sí que es de tu madre.
Me cago en la leche.
Es el primer regalo
que le hice
cuando nos hicimos novios.
¿De verdad?
Milano...
Milano, mira lo que tengo aquí.
Una cosa antigua,
a ver si te acuerdas.
A ver.
Pero si es nuestro collar.
¿Dónde lo has encontrado?
Carlos.
Estaba en esta cajita.
La he cogido del sobrao.
Madre mía, mi caja.
Si llevo años buscándola.
¿Te acuerdas, madre?
No me voy a acordar...
Pensaba que la había perdido.
No, siempre la tuviste
muy bien guardada.
Y nunca me dejaste mirar
lo que había dentro.
Son mis cosas y mis secretos.
Pero déjame mirar.
De eso nada,
que tengo cosas personales.
Pero ¿cómo vas a tener cosas
personales después de tanto tiempo?
Antonio, claro que sí.
Mira, Clara...
¿Qué es lo que tiene en esa caja?
A mí ni me metas.
(RÍE)
-Bueno, pues esto ya está, ¿eh?
Ah...
Pues, venga, a la furgoneta.
A ver. Qué mal se ve, ¿no?
-Sí.
Voy a la furgoneta.
Vaya porquería.
-¿Qué haces?
Pensé que estabas dormida.
Me lo llevo a la cocina, ¿vale?
-No, es que yo quiero
que duerma conmigo.
Ya, pero no hace más que ruido.
No nos va a dejar dormir.
-Jo, es que quiero dormir con él.
Es que es mi único amigo.
¿Cómo es eso de que tu único amigo
es un hámster? A ver, explícamelo.
-Te lo juro.
¿Y el chaval este con el que estás
todo el día,
el nieto Liceria,
ese no es tu amigo?
-No, es un tonto y un bruto.
Y, además, no para de tirarme
de las coletas todo el rato.
Habrá más críos en el pueblo, ¿no?
-Muy pocos. Y, además,
no se juntan conmigo.
Me llaman forastera.
¿A ti también?
Vaya.
-¿A ti te llaman forastero?
Ahora ya no,
pero cuando era más pequeño, claro.
Lo que tienes que hacer
es darles tiempo
para que te conozcan.
Ya dejarán de llamártelo.
Aquí, en el pueblo, en las casas
no había agua corriente.
Tenías que ir a la fuente
del pueblo a llenar botellas.
Un día mamá me dio un montón
de botellas y me dijo
que fuera a llenarlas.
Y allí me planté yo,
en la plaza del pueblo.
¡Joder! Pero ¿qué hacéis?
¿A que no os atrevéis a venir?
¡¿Qué queréis?!
-Por lo menos es valiente.
-No sé, con ese pelo de chica
que lleva...
¡Yo no llevo el pelo de chica!
-¡A callar, que aquí eres
el forastero!
-Joder, la niña no tira mal.
¡Tú, bocazas, retira lo de niña!
-¡Vale, lo retiro!
Ya vemos que eres valiente.
(NARRA) Al principio
me las hicieron pasar canutas.
Sobre todo el Rana,
que era el más bruto de todos.
-¿Te juntas con nosotros?
Bueno.
-Nos tendrás que dar algo a cambio.
Encima, qué cara.
-Yo me llamo Pedro,
pero me llaman el Tuerto
por mi abuelo.
Y este es el Meducho,
pero tiene ni idea
de por qué le llaman así.
-Pero me gusta.
-Yo me llamo Fernando,
pero me llaman el Rana.
Croac.
Explosión.
(GRITAN)
(NARRA) Nos hemos hecho amigos
y hace tiempo
que dejaron de llamarme forastero.
Tú no te preocupes.
Dentro de poco tendrás aquí
un montón de amigos.
Pero amigos de verdad, no hámsteres.
-Déjalo.
Desiderio.
-Joder, qué susto, macho.
¿Qué haces tú ahí?
¿No pensarás subir a la escalera?
-¿Y tú qué haces aquí?
¿Estás fumando?
Te he preguntado yo primero.
¿Qué haces?
-Pues voy a ver si arreglo
la antena, porque tu suegra
quiere ver mañana
la boda de Lady Di.
La tele no se ve.
Pero no subas ahora
con este viento y de noche,
que te vas a caer.
-No tardo nada.
Lo hacemos mañana por la mañana.
Yo te ayudo. Anda, bájate
a charlar conmigo un rato.
Toma unas caladas.
(SUSPIRA)
-Joer,
qué bien sienta un cigarrito
antes de dormir, ¿eh, macho?
Nos ha jodido. Y después de...
(RÍEN)
-Por cierto, tú no deberías fumar.
Ni tú tampoco, Desiderio.
Y no le digas nada a Merche,
que se me enfada.
-¿Sabes?, estoy dándole vueltas
a la cabeza a lo que has dicho
a los vecinos
y algo de razón llevas,
pero, joder, tampoco es
para que te lo tomes así, macho.
¿Que me lo tome cómo?
-Que no puedes tirar todo
por la borda,
y todos tus proyectos
y toda tu vida en el barrio
por un calentón.
Joder, por un calentón.
¿Qué calentón?
Si me llamaron asesino a coro.
A mi hermano le quemaron el taxi.
Y porque no había piedras.
-No había.
Menos mal, no había piedras.
-No nos abandones, chico,
no nos olvides.
Acuérdate de nosotros,
pásate por allí a vernos.
Pero, vamos a ver,
que no me voy a Katmandú, chico.
Me he venido a este pueblo a tomar
un poco el aire
y a ver si monto un negocio,
nada más.
-Ya estamos con los negocios.
Ten cuidadín con los negocios.
Que sí, tengo unos negocios.
Pero claro que volveré al barrio.
Si es nuestro barrio,
nos ha tocado ese y ya está.
Es nuestro barrio.
Por cierto, muy nuestro,
que es lo que debería preocuparnos,
no otras cosas.
Ay...
Me cago en la cuna que me arrulló.
Se me acaban de abrir
las puertas del cielo
y no lo he pedido.
-¿Has visto un OVNI?
No, he visto dos.
Mira a ver qué hora es, anda.
Las doce y un minuto,
Desiderio, me cago en la leche.
Que acabas de cumplir cincuenta
años como cincuenta soles.
-Soy un carroza.
Ven aquí.
Te voy a decir una cosa, ¿eh?
Tú no serás hermano mío,
pero nos parecemos.
Eres más que hermano.
-Sí, por lo tirillas.
Anda, trae, que lo mate yo.
Y vamos p'adentro, que mañana
te ayudo con la escalera,
porque a estas horas
y con esta ventolera...
Espérate que lo tiro,
si no viene Merche y...
Y se enfada.
-Vamos, yo instalo la antenita
y esta buena señora ve mañana
la boda de la Lady Di esta,
vamos...
Por Dios.
Madre mía...
Golpes.
Este todo lo que tiene de bueno
lo tiene de seguido.
¿Y ese ruido?
Desiderio, que se ha empeñado
en colocar la antena a estas horas.
Qué cabezota es.
Te lo digo yo que es muy seguido.
Por cierto, Merche...
¿Hum?
Tú no sabrás eso
de que en el pueblo
estén hablando cosas de nosotros.
¿Yo?
Sí.
Golpes.
Espera un momento.
Hijo, por Dios, déjalo, hombre.
Que está muy oscuro
y es muy peligroso.
-Que ya termino, hombre.
Que no me quedo tranquilo. Baja.
-Espérate, que es un momentín.
Joder.
Te lo decía porque he estado
hablando con el Neno.
Como tiene esa cara de malencarado
me ha entrado un runrún...
No lo sé, a lo mejor
son cosas mías.
Seguro.
Anda, te has puesto el colgante.
¿Tú sabes la cantidad de años
que llevaba buscándolo?
Ya lo daba por perdido.
Me acuerdo perfectamente
el día que te lo regalé.
¿Te acuerdas tú?
¿Cómo no me voy a acordar?
Fue en una fiesta de los Mayos.
Más o menos en el 47.
Pues yo creo que fue en el 46.
Me acuerdo porque Rodolfo
tenía que irse a la mili
y estuvo como loco
para le tocaras en el sorteo.
Y yo: "Que no, Bragazas,
que la Seca no se sortea,
que estamos ennoviaos".
Y él: "No, que te voy a echar
un pulso, y el que gane
se queda con ella".
Qué bruto.
¿Sabes lo que le dije al final?
¿Qué?
Rodolfo, que no te quiere ver
ni en pintura, que eres más feo
que pegar a un padre.
Me acuerdo porque me pasé
toda la noche huyéndole.
Y buscándote, como una tonta.
Pero ¿cómo me ibas a encontrar?
Su me avisaron que mi hermano
se había escalabrado.
¿O fue el día de la Guardia Civil?
No, no, no, no.
Me acuerdo que se había escalabrado
porque lo llevé al médico y todo.
Golpe.
Por Dios.
Hala... No, si de verdad,
aquí cada uno es feliz
con sus cosas y...
(SUSPIRA)
Qué fresquito hace ya.
¿Y tienes muchas más cosas
en esa cajiña?
Ay, y dale con la caja.
Tengo mis cosas. Cosas viejas.
Ay...
¿Y no me las quieres enseñar?
No. Y no quiero que la veas.
Bueno, pues si no quieres
que las vea,
yo tampoco las voy a ver, mujer,
no creas tú que...
Ay... Pero ¿qué pasa?
No pasa nada, Merche, coño,
que estaba pensando que me debes
un baile desde el año 46,
pues sumando los intereses
imagínate en qué se ha convertido
esa deuda.
¿Un baile o una verbena?
Una verbena con chimpún y todo.
Pero ten cuidado,
que esta cama hace un ruido...
Estás como un toro.
Golpes.
-¡Ah!
La madre...
Ay, madre.
Pues nada, se ha matado el pajarito.
-Estoy bien, no ha pasado nada.
Ya está.
Que estoy bien, ¿eh?
Pobrecito. Anda, ve.
Ay, sí.
Ay, Dios...
-Joder...
Ah...
Canto de gallo.
(HABLA EN INGLÉS)
Es que además
es conferencia internacional.
No, si no me escucha.
No me escucha nadie.
-Buenos días.
-Buenos días.
Hola, pareja.
Buenos días.
-Se nos han pegado las sábanas.
Anda, ¿queréis un café?
-Sí.
¿Cómo estás, Desiderio?
-¿Este? Divino.
-Pues la verdad es que nunca
me había encontrado mejor.
Pues anoche no te mataste
de milagro.
-¿Qué dices?
Si soy como el hombre araña.
Además, mira, fíjate qué bien
se ve la carta de ajuste.
Es verdad.
-Nitidez.
(HABLA EN INGLÉS)
Espera, que ahora ya ha dicho
"no, no, yes, yes" y termina.
-Don't call me Bragazas!
Margaret os manda recuerdos.
Ah, pues muchas gracias.
Muy bien. Dime una cosa,
¿tú no te vas a poner un teléfono
en tu casa?
-Sí, hombre, primero tendré
que mudarme, ¿no?
-¿No me digas que vas a dejar
tu casa?
-A ver, estoy viviendo en casa
de mis padres,
que se cae a trozos.
Y resulta que mis hermanos
quiere que les pague
a precio de oro.
Eso son cosas de herencias,
ya sabemos.
Ya.
-Gracias.
¿Quieres un poquito?
-Hum.
-Riquísimo, Mercedes.
¿Lo has hecho tú?
Sí.
-Guapa, con clase,
y encima sabe cocinar.
P'arriba, te ha tocado la lotería
con la Seca.
(RÍE)
Y a mí con él.
-Sí, claro, claro.
Vamos a ver una cosa.
¿Piensas estar mucho tiempo
con el lío de P'arriba, la Seca,
Bragazas, tócame, Roque,
o vamos a empezar en esta casa
todos a llamarnos
por nuestro nombre de pila?
-Por cierto, esta tarde
tenemos cita con el notario
a las seis, Antonio. Socio.
Ya lo sé. Anda, tómate un café.
Te lo incluyo en el precio.
-No, coffee, no, no.
Que tengo mucho que hacer.
Que la bodega no es como el aceite,
que así te fue.
(RÍE)
¿Qué dices de mi aceite?
¿No te tenías que ir ya?
No se tiene que ir a ninguna parte.
¿Verdad que no, socio?
Espera, ven aquí.
No, que venga aquí.
-¿Qué, Antonio?
A ver, Antonio, que yo no soy
como la gente de aquí.
Que ya sé que tú no envenenaste
a nadie.
Pero, vamos, que hacer vino
no es envasar y vender.
Que aquí hay que cuidar
la calidad del producto.
¿Eh? Venga, adiós, hasta pronto.
Me cago en la cuna que me arrulló.
Este no es tonto,
este es un jeta.
La que sabe de vino
es Margaret de Braganza, no él.
Cago en la leche.
¿Qué dice del aceite este ahora?
Pero ¿qué sabe este?
¿O es que estamos en boca
de todo el pueblo?
Un poco. Pero, vamos, sólo un poco.
¿Y por qué no me lo dices?
Para no preocuparte.
Hoy hablan de esto
y mañana de lo otro.
¿No los conoces?
Al final no voy a poder vivir
tranquilo en ningún sitio.
-Perdona que te diga,
pero en todos lados cuecen habas,
no sólo en San Genaro.
No me toques las pelotas
con San Genaro, joder.
Estamos peor que cuando ETA
mató al hijo de Liceria,
que todo el mundo pensaba
que éramos de ETA.
¿Para qué te acuerdas de eso?
Me acuerdo y me tiemblan
las piernas. Menudo susto.
Buenas tardes.
¿Qué pasa, Mario?
Ponme un tinto, Perucha, anda.
-Hola, Antonio.
Hola, Luis.
-¿Te has enterado
de lo del hijo de Lorenzo?
Pues claro que me he enterado,
me cago en la cuna que los arrulló.
De eso y de alguna bobada
que va diciendo alguien por ahí
de mi hija la mayor.
Para el que no lo sepa,
a mi hija la detuvieron
por casualidad,
no era culpable.
Era una amiga suya,
que tenía panfletos políticos
en casa, ¿estamos?
-Eso no es lo que dicen.
Ya lo sé, la gente
dice muchas bobadas.
Pero te lo cuento yo,
que soy su padre.
-¿No la detuvieron en la calle?
Claro, después de un atentado
detienen a todo Madrid.
-¡Pero no metieron en la cárcel!
No me toques las narices,
Luis, ¿eh?
-¿Por qué no está en España?
Pues precisamente por eso.
Porque era inocente.
Y si eres inocente
tienes que marcharte.
¿O en qué país vives?
-Estamos aquí reunidos
para despedir a nuestra vecina
y amiga Mari,
una mujer abnegada
que vivió en soledad
los últimos años de su vida.
Partió de esta vida cristianamente,
en silencio,
casi sin despedirse de nadie.
Pero estoy convencido
de que partió con la ilusión
de comenzar...
¿Has visto, Milano?
Ha sido llegar nosotros
y no dejan de mirarnos.
Ya sabes cómo son.
-Después de tanto sufrimiento,
Mari ahora descansará en paz
junto a su marido.
Durante toda su vida
Mari procuró lo mejor
para sus seres queridos.
(NARRA) La ausencia de Fuencisla
durante la enfermedad de su madre
había dado mucho que hablar
en el pueblo.
Pero su llegada al entierro
daría mucho más que hablar todavía.
-En este valle de lágrimas,
Mari supo aferrarse a la fe
para defender sus sentimientos.
Hay que saber olvidar y perdonar
para vivir en paz con Dios
y con nosotros mismos.
-¿Y cómo dices que se llamaba?
-Manolín II.
-Pues vaya nombre más tonto.
-Tú sí que eres tonto.
-Oye, pues tampoco se vive tan mal
aquí en este pueblo.
-Hombre, un ratito...
Pero la verdad es que está
un poquito muerto, ¿no, mi amor?
-No.
-¡Ay, me ha mordido!
-Niño, cuidado.
-Ya te dije
que no metieras el dedo.
-Oye, ¿y si lo sacamos
de la jaula un rato?
-No, que se escapa.
-Ay, ay, ay, ay, ay, ay, ay.
Oye, canijo...
-Dímelo.
-Estaba pensando una cosa.
-¿Qué?
-¿Por qué no hacemos como Antoñito
y Mercedes y nos venimos a vivir
al pueblo?
-Ni de coña.
-¡Se ha escapado!
-Pero ¿qué ha pasado?
-¡Ah, ah!
-¡Mira cómo corre!
-Pero ¿dónde está?
-Por ahí, por ahí.
-Sí, por ahí, por ahí.
Por ahí puede estar.
-Quítamelo, quítamelo.
-Por ahí.
-Cariño, por favor,
que es un ratón.
Te acompaño en el sentimiento.
-Gracias.
No esperaba que estuvieras aquí,
la verdad.
-Danos hoy nuestro pan
de cada día.
Y perdona nuestras ofensas,
como también nosotros...
-Mira, este es Joaquín, mi marido.
Encantado.
-Tú debes ser Carlos.
Fuencisla me ha hablado
mucho de ti.
Sí.
-El Señor es contigo,
bendita tú eres...
-Siento mucho lo de tu madre.
-Gracias.
-¿Y el niño?
-Lo he dejado con el servicio.
-¿Qué servicio?
-Con la asistenta.
-Anda, vamos.
Fuencisla, te acompaño
en el sentimiento.
Si necesitas algo,
ahora vivimos en el pueblo.
Lo mismo digo, hija,
mi más sentido pésame.
Carlos, ¿tú te quedas?
Me quedo.
Pues nada, encantado.
-Igualmente.
Hija...
Encantada.
Ay...
Adiós, padre.
-Adiós, Mercedes.
Hija...
Debe ser que Paca
le deja flores cuando viene.
No te preocupes,
que mañana las arreglo
y les traigo flores, anda.
(SUSPIRA) Espera un momento.
Padre, madre, quería deciros
que hemos vuelto al pueblo,
a vivir en el pueblo.
No os lo he dicho antes
porque no he tenido tiempo.
Mi familia no me ha acompañado toda
porque los mayores
ya tienen trabajo en Madrid,
pero sí me he traído a la pequeña
y a la Seca.
¿Cómo que a la Seca?
La Seca, Merche,
mi madre siempre te...
Pero tú nunca me has llamado
la Seca.
Mi madre sí, siempre decía
"tú mujer" o "la Seca".
No le hacía mucha gracia
que te casaras conmigo.
¿A mí me lo vas a contar?
Ya sé que contigo fue muy puñetera.
Vamos, hombre, si me hubiese pasado
yo la vida recordándote
que a mi madre tampoco le gustó
que me casara contigo.
María, mi vida, no te sofoques.
-He estado a puntito de agarrarlo,
pero se me ha escapado.
Claro, es tan chiquitín.
Hola.
-Hola.
¿Qué pasa aquí?
-Que Pepón es un idiota
y lo ha hecho a posta.
¿Por qué, cariño?
¿Que ha hecho a posta el qué?
¿Qué te ha hecho ahora?
Ha abierto la puertecita
de la jaula
y se ha escapado el hámster.
Anda.
¿Manolo II? Me cago en la leche
con el Pepón este.
Le voy a tener que meter
en cintura,
me tiene hasta las narices.
Qué mala suerte,
primero el periquito
y ahora el hámster.
-Me siento culpable.
No, hombre, no.
¿Qué vas a ser tú culpable?
Tú has traído la tele.
-¿Qué tendrá que ver?
Pero habéis dejado a mi cargo
a los niños.
-María, ¿quieres que te compremos
otra ratita?
-¿Así de grande?
-No, yo quiero a Manolo II.
No le compréis nada.
¿Qué le vais a comprar?
Si esta pobre niña tiene la negra
con los animales.
Compras una tortuga
y sale volando por la ventana.
Por Dios, no digas eso.
No te pongas así.
No seas tan sensible.
¡María!
¡No llores, hija!
-¿Entonces tus padres
se vienen a vivir al pueblo?
Ajá.
-Que Dios les asista.
Hombre, mujer, tampoco es eso.
-¿Que no?
Pues menuda es la gente aquí.
¿No has visto cómo me miraban
todos en el entierro?
Son todos más malos que un dolor.
-Fuencisla, déjalo.
-Pues no, no lo dejo.
Y que conste que hemos venido aquí
porque tú te has empeñado,
que si es por mí,
vamos, no me vuelven a ver el pelo
nunca más.
¿Y cuánto tiempo decís
que lleváis juntos?
-Ya va para dos años.
Fue un flechazo.
-Se va tan alegremente
y vuelve ahora.
-Bueno, flechazo...
Primero nos conocimos
y luego nos enamoramos.
-Qué sinvergüenza.
-¿O no?
¿Quién me lo iba a decir?
En Sagrillas
con los dos hombres de mi vida.
Porque Carlos
fue mi amor de la infancia.
Aunque nunca me hizo caso.
Di que no, que éramos unos críos.
-Bien tonto que fuiste.
(NARRA) A mis veintiún años
no podía jactarme de haber roto
muchos corazones,
sino más bien al contrario,
pero sí era verdad
que con Fuencisla
había tenido una pequeña historia.
-No te gusto nada, ¿verdad?
Sí, sí que me gustas.
Me gustas mucho.
Pero es que tengo novia.
-Pero a mí no me importa.
Además, yo no le voy a decir
nada Julia.
Mira, es que llevo todo el verano
pensando en ti.
He soñado contigo.
Que nos besábamos.
Estábamos los dos solos,
como ahora.
No te creas ni la mitad
de lo que te digan, ¿eh?
Si quieres saber la verdad,
con el Rana fue mi primera vez.
¿En serio?
-Te lo juro, pero basta
que me haya quedado para que digan
por ahí que soy una cualquiera.
Pero tú no les crees, ¿no?
¿Yo qué les voy a creer?
-Ha sido mala suerte.
Además, como en el pueblo
no hay eso para no quedarse...
-Fuencisla, ¿no estarás asomada
a la ventana?
-Me tengo que ir.
Me ha encantado hablar contigo.
Y a mí.
-Fuencisla, ¿es que no me oyes?
-Que sí, madre.
Bueno, adiós, que sigues siendo
el chico más guapo.
Adiós.
-Esto está igual
que cuando me marché.
Pensé que habría tirado
todas mis fotos.
En el fondo se acordaba de mí.
-Pues claro que se acordaba de ti.
Era tu madre.
-Ya, pero, como se portó tan mal
cuando me quedé en estado...
Llevabas razón,
tendría que haber venido a verla.
-Bueno, eso ya no tiene remedio.
-Ay, ya sabía yo que me iba
a poner a llorar como una tonta.
-Esto está lleno de recuerdos.
Cariño, ¿qué te parece
si nos tomamos un respiro
y nos vamos a comer?
Carlos, ¿hay algún sitio bueno
para comer por aquí?
Por aquí, por aquí, no.
En Tobarra creo que hay uno
que está bastante bien.
-Pues venga, vamos.
Te vienes con nosotros, ¿no?
No, me están esperando.
Me tengo que ir.
-Vale, como quieras.
Hasta luego.
-Muchas gracias por todo, Carlos.
-Cariño, para un poco,
porque te estás poniendo
como el Tenazas.
-Es que están buenísimas.
Deja que la muchacha coma
lo que le dé la gana,
que está muy guapa.
-Eso debe ser el pueblo.
El pueblo y otras cosas.
¿Qué te pasa, heredero?
Estás muy mustio, hijo.
No, nada.
¿Nada? Ah, bueno.
Qué cara de buena persona
tiene Fuencisla, ¿verdad?
Sí.
¿No se ha casado un poco raro?
Papá...
No digo nada, hijo, no digo nada.
Lo que pasa que él,
¿qué edad tiene? ¿La mía?
Joder, cómo se nota
que eres de este pueblo, ¿eh?
No quiero meterme con nadie,
pero la edad es muy importante.
Pues será ahora,
porque con lo del tío Miguel
y Paquita no se hablaba tanto.
Eso lo dirás tú.
No te acuerdas, Carlos,
pero no te puedes imaginar
la que se armó con el Matamulas.
Casi salimos en "El Caso".
¿Por qué crees que le llamo
a tu tía la Loba. Por eso.
Bueno, mira, me voy a dar un paseo.
Así me gusta, hijo,
que tengas carácter.
¿No te das cuenta que es su amiga?
Ya lo sé, no creí que se iba
a poner así.
-Bueno, ¿qué?
¿Nos echamos una brisca?
Ya me gustaría, Desiderio,
pero tengo que ir al notario luego
y ahora tengo unos gases, chico.
¿Ah, sí?
Me voy a echar un rato.
Sí, échate, anda.
Hala.
Antonio, yo no hago más que darle
vueltas a una cosa
y si no te la digo, reviento.
Dígame, Herminia.
¿Tú estás tranquilo con ese trato
con el Bragazas?
¿Por qué lo dice?
Porque los tratos en los pueblos
muchas veces dan problemas.
Acuérdate de lo que pasó
con la venta de las tierras.
Y era tu hermano.
Porque era precisamente mi hermano,
que es un cabezón.
Pero este no es mi hermano,
este es un amigo.
Pues un amigo, un notario
y dos testigos. Es amigo, sí.
Tú con el Bragazas
andas a la greña, ¿eh?
Todo depende de cómo se haga, ¿no?
Yo voy a ver al notario,
pero la primera tontería
que me diga le mando a tomar
por saco.
A ver si piensa que es este pueblo
nos chupamos el dedo.
Hala, hasta luego.
-Hasta luego, Antonio.
A ti también te gusta, madre, ¿eh?
Yo tengo que recordar
las cosas, Mercedes.
En esta familia parece
que se ha perdido la memoria.
María, mi vida, ¿no duermes?
Anda, pues te conviene
echar una siesta.
Ya verás cómo te encuentras mejor.
-¿Sabes lo que me ha dicho Pepón?
No.
-Que a Manolín II
seguro que se lo come una lechuza,
y después escupe
los huesos y la piel por la boca.
Ay, por favor,
este niño es el demonio.
Tú ni caso, ¿eh?
Pero ¿cómo se le ha ocurrido
decirte una cosa así?
-Estoy harta del pueblo.
Pero si acabamos de llegar.
Además, ya pronto vas a empezar
el colegio en Tobarra.
Ya verás qué bien.
-Pero aquí no tengo amigas.
Y, además,
Pepón no para de chincharme.
Me quiero volver a Madrid.
Ay, Señor, Señor.
-Mira, aquí está.
Anda.
-¡Herminia, que está Lady Di
en la tele!
Que no estoy para bodas, Desi.
Qué hombre tan pesado.
Marcha nupcial.
Madre mía, qué cola...
-Está guapísima, ¿verdad?
Desde luego.
-Más guapa que el marido es.
Porque vaya pavo.
Menudas orejas.
Parece un Seiscientos
con las puertas abiertas.
¡Herminia, que se lo va a perder!
-Desiderio, por favor,
no des voces.
Pues fíjate que yo creo
que el Carlos de Inglaterra
se te da un aire.
-¿Ah, sí?
En lo regio.
No le vayas a decir a papá
que te quieres volver a Madrid.
Que se va a llevar
un disgusto muy grande.
Ay, con lo contento que está él
de vivir aquí.
Te voy a contar una cosa.
Cuando tu abuelo Rafael y yo
éramos unos críos,
estábamos todo el día a la greña.
No paraba de chincharme.
Era pesado, pesado.
Dale que te pego, dale que te pego.
Un día hasta me hizo llorar
y todo.
Entonces yo, ya harta,
me puse muy seria
y lo mandé a hacer puñetas.
Él entonces me miró fijamente
y muy serio también me dijo:
"¿Entonces es que ya no nos vamos
a volver a ver nunca más?"
¿Sabes por qué era?
Porque quería llamar mi atención
porque yo le gustaba.
-¿Y por eso te chinchaba?
Claro.
Dice el refrán que dos que mucho
se pelean, mucho se desean.
-Entonces, ¿tú crees que le gusto
a Pepón?
Uh, uh.
-Pero él a mí no me gusta, ¿eh?
¿Ah, no? La verdad es que Pepón
es muy bruto.
Pepón es otra cosa.
Con tanta charla
me ha entrado un poquito de sueño.
¿Te importa que me acueste contigo
un poquito la siesta?
(SUSPIRA)
(SUSPIRA)
Cuántos recuerdos
me han venido a la cabeza.
-¡Herminia, que se lo va a perder!
Llaman a la puerta.
¿Se puede?
-Ah, Carlos, pasa.
Qué de cosas.
-Me he puesto a recoger mis cosas
y no sé por dónde empezar.
¿Y Joaquín?
-Se ha marchado esta mañana.
Aprovechando que estábamos aquí
se ha ido a Albacete,
a hacer unas gestiones.
Ah, a Albacete.
¿Cuándo vuelve?
-Mañana por la mañana.
Vendrá a recogerme
y nos iremos a Barcelona.
No veas cómo trabaja, el pobre.
¿A qué se dedica?
-Pues tiene empresas aquí y allá.
La verdad es que nos va muy bien.
Me alegro.
-Te preguntarás cómo he terminado
con él, ¿no?
Nos conocimos en el club
donde trabajaba, en Barcelona,
nos enamoramos y me sacó de puta.
No me mires así,
que parece que te dé lástima.
No es eso.
Es que no me tienes que dar
explicaciones.
-Una se acostumbra.
A hacer la calle, digo.
Y, oye, con no pensar...
Además, llega el momento
en que si tienes menos
de tres clientes al día, malo.
No te vas a creer
lo que he encontrado.
Ahí va...
¿De esto cuánto tiempo hace?
-Pues cuatro o cinco años,
por lo menos.
Vaya pintas teníamos.
Mira, Josete y la Puri.
-La Puri venga a hacerle ojitos
y él ni caso, ¿eh?
Qué paradito que era.
Bueno, y tú.
Pues no te creas,
que Josete ha cambiado bastante.
Ahora tiene un grupo
y da un montón de conciertos.
Y no hace más que ligar.
-O sea, que se ha espabilado.
A su manera.
-¿Y tú qué?
¿Sigues rompiendo corazones?
No, no, no.
A mí sólo me dan calabazas ya.
Cencerros.
Balidos.
Ah...
(SUSPIRA)
Ah...
(LEE) Para Mercedes,
con todo el cariño
de este, que le quiere: Rodolfo.
7 de mayo de...
Vas a llegar tarde al notario.
Pero, bueno...
Pero ¿qué haces con mi caja?
Que te he dicho que son mis cosas.
¿Se puede saber qué significa esto?
¿Quién te manda tocar nada?
No me has contestado.
¿Qué significa esto, Merche?
¿Eso? Pues una foto.
Una foto antigua.
Ya, ya, ya lo he visto.
Y dedicada.
Para Mercedes, con todo el cariño,
de este que la quiere, Rodolfo.
7 de mayo de 1946.
Ay, Antonio, que tú sabes
que Rodolfo me rondaba.
¿Qué te voy a contar a ti?
Pero es que es de mayo del 46.
¿Y qué?
Que entonces ya éramos novios.
¿A ti te parece bonito
hacerte fotos dedicadas
con todo el mundo o qué?
Pero, por Dios,
si esta foto
es del año de la polka.
Del año de la polka, no,
del año 46.
¿Qué pasó esa noche, Merche?
Que Rodolfo aprovechó
que yo fui a buscar a mi hermano
y tú te dejaste.
Aunque sólo fuera una vez.
Pero ¿tú te estás escuchando,
Antonio? Que no te consiento
que hables así.
Pues en la foto
bien que consentías.
Mira cómo estás ahí de a gusto.
No digas tonterías, anda.
Te estás comportando como un crío.
¿Cómo un crío? Debo ser idiota.
He estado en Babia
todos estos años.
Se han debido de reír de mí
hasta los perros.
Mira tu madre qué contenta.
En el ajo, claro, de Celestina.
Ya está bien.
Como siempre ha preferido al otro.
Ya está bien, no.
¿Y a ti qué te pasó, Merche?
¿Qué te pasó en el 46?
Como este se fue a la mili
te cansaste de esperar
y te conformaste
con el tonto del pueblo.
¿Qué dices, Antonio?
Estás sacando las cosas de quicio
por una tontería de una foto.
¿Una tontería, y lo has guardado
treinta años?
Menuda tontería.
Venga, hombre, venga.
¿Quieres ver lo que hay en la caja?
No quiero más secretos.
A saber lo que tienes ahí.
Seguro que te has hecho fotos
hasta con el sereno,
fíjate lo que te digo.
Eso sí que no te lo consiento,
que me trates como una cualquiera.
Será posible...
Tengo prisa.
No me sueltes la telenovela,
que no me gusta, ya lo sabes.
Qué ofensivo eres cuando quieres.
¿Qué hay, Desi?
-Hombre, Antoñito...
¿Vas a tardar mucho en el notario?
Te lo digo por si...
Me enseñaba la bodega.
(TV) -Esta mujer,
para ser casada a este hombre.
Es decir, damos en matrimonio
esta mujer a este hombre.
El padre de la novia se halla a...
-Muy contentos se les ve ahora,
ya verás cuando lleguen los hijos.
-Sí, hombre, como que van a ser
ellos los que cuiden de los niños.
-Los hijos son una maldición.
Les das la vida
y luego te sacan los ojos.
Mira la Fuencisla.
-Rodolfo, ya no puedo esperar más.
Que yo voy con hora.
-Espérese, hombre,
que enseguida viene.
Perdona.
-Hombre, Antonio,
vamos al grano, tengo que estar
en Hellín en media hora.
-Venga, allí mismo, en la máquina.
Qué bien te sienta la corbata,
Antonio.
Como se nota
que te gusta aparentar.
Me sentará mejor que a ti.
(LEE) En Sagrillas,
provincia de Albacete,
a 29 de julio de 1981.
Comparecen don Rodolfo Miravete
y don Antonio Alcántara.
-¡Pepe, una cervecita, por favor!
Y unas aceitunitas.
(LEE) Los comparecientes
constituyen una sociedad limitada
denominada Miravete-Alcántara,
que se regirá por...
Un momento, Julián.
¿Cómo que Miravete-Alcántara?
Será Alcántara-Miravete, ¿no?
-Antonio, soy el socio fundador.
Algún privilegio tendré que tener.
¿Qué privilegio ni niño muerto?
Quedamos en Alcántara-Miravete,
si empezamos así...
-Eso es lo que habías dicho tú.
¿Yo?
-Yo no.
-Vamos a ver, Alcántara,
siempre me haces lo mismo.
Estas cosas se hablan antes.
Eso digo yo, que esto no se puede
hacer a traición y por la espalda.
-¿Qué dices?
Por la espalda, Rodolfo.
-No tienes razón.
Pero si quieres lo resolvemos
como Dios manda. Como hombres.
¿Sí o qué?
No hagas trampas, que te conozco.
-¿Trampas?
Trampas no, músculo.
Ya le tenía yo ganas.
Notario, tome nota.
-Madre mía, que tenga yo
que verme metido en esta...
-¿Has comido bien?
Porque te voy a machacar, Antonio.
Por Dios, Julián...
-A ver, las reglas
son las siguientes:
las manos rectas...
Sí.
-Los codos, en línea,
el brazo atrás. El brazo atrás.
Y no vale hacer fuerza
con el cuerpo. ¿De acuerdo?
-Sí.
-¿Preparados? ¿Listos?
Ya.
(JALEAN)
-¡Sí, señor!
-¡Vamos, Antonio!
-¡Vamos, Rodolfo!
-¡Vamos, Antonio!
-¡Vamos, Rodolfo!
-¡Vamos, Antonio!
-¡Vamos, Rodolfo!
-¡Venga, Antonio!
-¡Vamos, Rodolfo!
-Uh...
Uh...
(SUSPIRAN)
-Qué pena que no esté aquí la Seca
para verte morder el polvo. ¡Ah!
¡Ah!
¿Qué tienes que decir de mi mujer?
-Tranquilo, Antonio,
que te saltas por la mínima.
Vale, saca los papeles.
No los saques, que no firmo nada.
-¿Cómo que no firmas?
Que no firmo, hombre, no firmo.
¡Que te metas el negocio
por el culo!
Pero menudo socio
que me iba a echar con este ruin.
Mira la cara de ruin y baboso
que tiene. Baboso, hombre.
-Mira que tienes mal perder,
Antoñito.
Ahí os dejo otro capitulito,
para que habléis de mí
a nuestras espaldas.
Ponte un pantalón largo, coño,
que pareces Fofó.
-¡¡¡Oh!!! ¡Ronda para todos!
En mi pueblo sin pretensión
tengo mala reputación,
haga lo que haga es igual
todo lo consideran mal
Yo no pienso
pues hacer ningún daño
queriendo vivir fuera del rebaño.
No, a la gente no gusta
que uno tenga su propia fe.
No, a la gente no gusta
que uno tenga su propia fe.
Todos, todos me miran mal,
salvo los ciegos es natural.
Cuando la fiesta nacional
yo me quedo en la cama igual,
que la música militar
nunca me supo levantar.
En el mundo
pues no hay mayor pecado
que el de no seguir al abanderado.
Y a la gente no gusta
que uno tenga su propia fe.
Y a la gente no gusta
que uno tenga su propia fe.
Todos me muestran con el dedo,
salvo los mancos,
quiero y no puedo.
Si en la calle corre un ladrón
y a la zaga va un ricachón,
zancadilla doy al señor
y aplastado el perseguidor.
Eso sí que sí que será una lata
siempre tengo yo
que meter la pata.
Y a la gente no gusta
que uno tenga su propia fe.
Y a la gente no gusta
que uno tenga su propia fe.
Este fue el día que el Melucho
trajo una revista
de chicas desnudas.
-Sí, y luego llegó Julia,
la hija del Maurín,
y te fuiste con ella.
Ajá.
-Dios, cómo la odiaba.
Todos los veranos rezaba
para que no viniera.
Hay que ver lo que me gustabas,
¿eh?
Y tú, ni caso.
¿Qué haces?
-¿Tú qué crees?
¿Y... Joaquín?
-Joaquín es mi marido,
y le quiero muchísimo,
no te creas.
Pero lo nuestro...
lo nuestro es otra cosa, ¿no?
La nuestro es algo pendiente.
Perdona, pero...
No puedo.
-Sigues igual que siempre, ¿no?
Ayúdame a recoger esto, anda,
que no muerdo.
-Soy yo.
-¿Qué quieres?
-No, nada, que quería saber
del niño,
que como antes estaba mi mujer
y eso, pues...
-Está muy mayor, es muy travieso,
pero... tú eres muy bueno.
-¿Y qué, cómo es?
¿Se parece a mí o...?
-Un poco.
En la nariz y en los ojos.
-Oye, Fuencisla,
que yo quería saber
si me podrías dar el anillo ese
que te regalé
cuando nos íbamos a casar.
Que como te fuiste tan de repente
y era de mi abuela
y tiene tanto valor...
Y que como se entere mi mujer
de que lo tienes tú...
-Has tenido suerte,
lo encontré hace un rato.
-¿Ha estado ahí todo este tiempo,
no te lo habías llevado?
-Pues claro. ¿Qué crees,
que me lo ponía por las noches
llorando pensando en ti?
-No, mujer.
Por cierto, no le digáis a mi mujer
que he estado aquí, ¿eh?
No, tranquilo.
-Anda, quédate a beber un rato.
Brindemos por los viejos tiempos.
Por lo que pudo ser
y no fue.
-Por lo que fue
y no pudo ser.
¿Que no se asocia con Rodolfo?
Pues mira, mejor.
¿A mí qué me importa?
No saques las cosas de quicio.
¿Yo, madre?
No sabes las cosas que me ha dicho.
Encima que me vuelvo al pueblo
por él.
Pero ya sabes que Antonio
tiene un pronto muy malo, hija.
Habla con él y arreglaros.
¿Yo? Que hable él conmigo.
No sabes las cosas que me ha dicho.
A estas alturas desconfiar de mí...
Que si me voy con unos
y con otros, hombre, por Dios,
estaría bueno.
Desde luego,
estamos siempre en boca
de todo el pueblo.
No sé cómo nos la apañamos.
Primero, el aceite;
ahora esto... hija, por Dios.
-Yo creo que nos tendríamos que ir.
Ya celebraremos tu cumpleaños
otro día. No pasa nada.
-¿Cómo nos vamos a ir a hora,
si tengo las chuleticas
a punto de sal?
¡El diablo! Pero ¿qué llevas ahí?
-Un conejo para María.
-Ya lo veo que es un conejo.
¿y de dónde lo has sacado?
-¿De dónde lo va a sacar?
Del campo.
Qué pedazo de conejo...
No se te ocurra soltarlo, ¿eh?
-¿A usted cómo le gustan
las chuleticas?
¿Muy churruscaditas?
-Canijo...
-¿Qué?
-Nos vamos.
-Pero ¿cómo nos vamos a ir
ahora, cariño?
¿Y dónde nos vamos a ir ahora?
-Puedes llamarle Manolo III.
-Prefiero llamarlo Pepón.
-No quiero que le pongas mi nombre
a un conejo.
-O Pepón o nada.
-Vaaale.
(RÍE)
Oye, ¿tú quieres
que seamos novios?
Pero si no vuelves a tirarme
de las coletas.
Ni a tirarme piedras.
Ni nada. ¿Vale?
-¿Vale?
-¿Qué haces?
-Los novios se cogen de la mano.
-Pero no el primer día.
-Si le manda su yerno
a pedirme perdón,
dígale que dé la cara
como un hombre.
A mí no me manda nadie.
Tenemos que hablar.
¿Qué haces tú aquí?
-Echarte una mano, Antonio.
Que eres más bruto que un arado.
No me toques las narices,
que al final tenemos una agarrada
en serio.
-¿Lo ve? Ya le decía
que no era buena idea
hablar con él.
Espera, espera.
Antonio, escucha lo que tiene
que decirte.
Que yo no tengo que escuchar nada.
Antonio, que estás muy equivocado.
Eso lo dirá usted.
Porque yo a las pruebas me remito.
Así que hágame el favor,
coja a esto
y váyase por donde ha venido.
-Ya está bien, Antonio.
Escúchame, que no te lo voy
a repetir.
Si es que parece mentira, coño.
¿No ves que la Seca
nunca ha tenido ojos
para nadie que no seas tú?
Te voy a contar lo que pasó
aquellos Mayos.
Vino un fotógrafo de Albacete
y, sí, aproveché
que tenías que ayudar a tu hermano
a no sé qué
para hacerme un retrato
con Mercedes.
Pero no creo que me puedas
reprochar nada más, ¿no?
El retrato en que yo estaba también
con vosotros.
-Sí, con usted, que se empeñó
en salir también.
Para guardar las formas, imagino.
Porque te pusiste muy pesado.
¿Ahora me lo vais a contar
todo por capítulos,
como si fuese Corín Tellado?
-Escucha, Antonio,
yo al día siguiente
me iba a hacer la mili.
Al Sáhara.
Lo único que quería tener
es un recuerdo.
¿Sabes por qué?
Porque estaba enamorado
de Mercedes.
¡Hasta los tuétanos, coño!
¿Entiendes?
Y sabía que lo único que podía
conseguir de ella era eso,
un mísero recuerdo.
Mira,
una vez me juré
que esto no se lo iba a enseñar
nunca a nadie.
Pero, en fin, toma.
¿Tenemos cartitas también,
Herminia?
Joder.
(LEE) Rodolfo Miravete,
Sagrillas, Albacete.
Mercedes Fernández.
De Sagrillas a Sagrillas.
Ay, Dios, ay, Dios.
Estimado Rodolfo:
Después de recibir tu última carta,
me he sentido decepcionada
al comprobar que no me haces caso.
Como te dije en la carta
que te mandé el mes pasado,
te ruego no me escribas más.
No te deseo ningún mal,
pero yo al que quiero es a Antonio,
como ya te he dicho tantas veces.
Siento decírtelo de esta manera,
pero no te correspondo.
Ni te quiero ahora,
ni te he querido nunca.
Merceditas,
ha venido el P'arriba a buscarte.
Esta es la última carta
que te escribo.
Te pido por favor
que no me escribas más.
Atentamente: Mercedes Fernández.
-Por eso me fui a Inglaterra
después de la mili.
Porque no quería
volver a ver a Mercedes.
Y a ti mucho menos, Antonio.
¿Y qué has hecho con esta carta
todo este tiempo,
guardarla para ti?
-Sí, Antonio.
No me preguntes por qué
porque ahora soy yo
el que te parte la cabeza,
¿entiendes, tontaina?
Tontolaba...
No me espere, Herminia,
que yo voy por mi cuenta,
no me espere. Perdón.
¿No me dijiste que os ibais mañana
a Barcelona?
-Sí, pero Joaquín al final
ha vuelto esta misma tarde
a Albacete, así que nos vamos ya.
Estupendo.
-Muchas gracias por todo,
¿eh, Carlos?
Me ha gustado mucho verte.
A mí también.
-Toma.
¿Y esto?
-Guárdatela de recuerdo.
Buen viaje.
-Adiós.
¿Te pasa algo?
A mí no, ¿y a ti?
A mí ni me pasa nada.
Últimamente te veo un poco raro.
El que he preguntado he sido yo.
Pues a mí no me pasa nada.
Pues no nos pasa nada a los dos.
Pues ya está.
¿Qué tal?
-Estoy más seco que la mojama.
Te podías traer algo de beber.
-Hum.
Deje, madre,
que ya pongo yo la mesa.
-Yo ya tengo la maleta hecha, ¿eh?
Pero, vamos, preferiría quedarme.
Es que las chuletitas
no tienen desperdicio.
No seas tonta, anda, anda, anda.
La sangre no va a llegar al río.
-Ay, estos maridos cómo son,
de verdad.
A veces hombres,
a veces trogloditas.
Voy a ver lo que hace la niña
con el conejo,
porque está muy calladita
y eso... malo.
-¿Por qué?
-Venga...
-Que se me queman las chuletita.
-No importa, churrascaditas
están más buenas.
-Antoñito, echa un vistazo
a la cremación.
Milano, perdóname.
Si es que... que conste
que la frase ni siquiera lo pensé.
Vi la carta y me puse...
Deja ya la carta, ¿eh?
Estoy hasta aquí de la carta.
Vamos... la foto, la carta
y todo.
Es que soy un Abundio.
Un Abundio y más.
Bueno, ¿me perdonas o qué?
¿O qué qué?
Mira, te voy a decir una cosa,
y que se te quede grabado
para siempre, no vuelvas a mirar
en mis cosas, ¿me has oído?
Perdóname, mujer.
Desde que he venido a Sagrillas
estoy muy nervioso.
Las cosas se me tuercen,
se me complica todo.
Sabes que he estado a punto
de separarme del Bragazas y todo.
¿Qué no habrías hecho?
¿Ah, sí?
Pues lo he hecho mal,
nos hemos arreglado.
¿Ves?
Mañana hemos quedado con el notario
para firmar la bodega.
Si es que eres un Abundio.
Hombre, ¿quieres dejar
de perseguirme ya?
Párate quieta un momento, Merche.
Merche, dame un beso.
Y perdóname. Merche, dame un beso.
¿Tú qué te crees,
que con un beso lo arreglas todo?
¿Hum?
Hombre, todo no, Merche, todo no.
Pero la parte contratante
de la primera parte sí, ¿entiendes?
(RÍE)
Venga, un beso, mujer.
Déjame, déjame.
Anda.
(RÍE)
Ay, qué bonito es el amor.
-Venga, animarse, que no llega uno
a la cincuentena todos los años.
-¿Qué? ¿Un vinito?
Sí.
Antonio, y que no se te olvide
lo que te he dicho.
-Antoñito, ¿una catita?
Cuidadín, sopla, que arrea.
Sopla, sopla.
Jo, esto casi está.
-Jo...
-Qué bueno, toma.
Oye, ¿y tu vinito para cuándo?
Pues pronto, Clara, pronto.
Todo se andará.
Tiempo al tiempo.
-Hombre...
In vino veritas.
-Ven, vamos a brindar.
Añadir comentario ↓
Alguien sabe como se titula la cancion que suena al final del episodio? Es una cancion que llevo mucho tras ella.
A todos los que comentan de fuera para ver la serie ...Internet online ...páginas web como -Pepecine o -cinepapaya siempre hay online
Que bonito que tve siga apostando por Cuéntame que bonitos esa sensación que produce cada capítulo melancolía de esas familias melancolía de esos pueblos ..siempre Sera una época ..la mejor sin duda .Enhorabuena a la productora al equipo entero .Y siempre GRACIAS.por hacerme reír y al mismo tiempo llorar.
Si todos hacemos campaña en Facebook mencionando TVE muchas veces nos tienen que hacer caso.
No sòlo españoles en Los EEUU quieren ver CCP sino muchos Hispanoamericanos también. Es una pena para los que hemos visto TODA la serie, desde el primer capítulo en 2002 no se puede ver porque TVE nececita $$$$$$$$€€€€€€€€€€€. Se supone que es pública?
alguien podria decirme como ver la serie vivo en Toronto Canada y ya no se ve, por favor la he visto desde hace años me quede hasta el capitulo 242
Soy Edgardo de Puerto Rico. Me mudé a Austin ,Texas y aquí no se ve nada.
"...para cumplir sus compromisos contractuales..." Sería mejor explicarse un poquito más claro. ¿A qué compromisos contractuales se refieren? Aquí quedamos unos cuantos colgados como chaqueta detrás de una puerta por sus compromisos contractuales.
no puedo ver la cerie por que
Obligada? Una television publica? Si es por dinero, por favor, dejen de hacerlo a costa de castigar a los espanoles que vivimos en Estados Unidos y Canada. Vuelvan a los anuncios... o, mejor!, dejen de pagar pastones a ciertas presentadoras por hacer algo que cualquiera podria hacer. Me parece lamentable esta faena a los que hemos estado siguiendo la serie por mas de 13 anios...