Hablamos de un problema presente en todas las sociedades, que se envuelve en un velo de silencio y de oscurantismo, dejando detrás un reguero indecente de víctimas menores de edad, que cuando llegan a la edad adulta son seres humanos destrozados. La pederastia socava sus cimientos, rompe la confianza de los niños en quienes deberían haberlos protegido, y en definitiva los deja desamparados. Lo peor es que cuando se atreven a contarlo, muchas veces no les creen, o les censuran, o ponen en ellos toda la carga de la prueBa. Los pederastas pueden ser nuestros profesores, nuestros padres, tíos o familiares cercanos, un entrenador, un vecino, o el cura de la parroquia, un ámbito este último del que no cabría desconfiar. Hoy hablamos de este asunto, de la pederastia en la iglesia, a raíz de una investigación del periodista Juan Ignacio Cortés... condensada en un libro: Lobos con piel de pastor, publicado por la Editorial San Pablo.
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