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Carta 40: Amigos para siempre
22/11/2019
57:33
Viena, 1790.
Diario de un compositor envenenado por los celos:
"Nunca conocí la envidia. ¡Nunca, nunca! Ni cuando Piccinni dejó maravillados a los parisinos ni tampoco al oír por primera vez los sones de Ifigenia. ¿Quién hubiera dicho que Salieri era un envidioso digno de desprecio, que, sintiéndose impotente, mordía como una serpiente la dura roca? Pero ahora sí. Debo reconocerlo. ¡Siento envidia! Siento envidia y sufro horriblemente. ¡Oh, Dios mío! ¿Dónde está la justicia si la genialidad imperecedera, el divino don, no se le otorga en premio al que, rebosante de amor, trabaja olvidándose a sí mismo, sino que ilumina el cerebro de un demente, de un holgazán cualquiera?... ¡Oh, Mozart, Mozart!..."