La necesidad de cruzar pequeños arroyos y ríos fue el comienzo de la historia de los puentes, construcciones que permiten salvar un accidente geográfico o cualquier otro obstáculo físico. Posiblemente, el primer puente de la historia fue un árbol caído sobre ambas orillas de un río. La madera fue la materia prima durante cientos o miles de años, aunque apenas soportaban cargas muy pesadas y eran poco perdurables. Los de piedra han resistido mejor el paso del tiempo como demuestran los puentes romanos de Alcántara o de Mérida. Como explica Javier Ruiwamba, ingeniero de caminos canales y puertos y miembro de la Real Academia de Ingeniería, el diseño de cada puente varía dependiendo de su función y de la naturaleza del terreno sobre el que se construye. Su proyecto y su cálculo pertenecen a la ingeniería estructural.
Son numerosos los tipos de diseños que se han aplicado a lo largo de la historia, influidos por los materiales disponibles, las técnicas desarrolladas y las consideraciones económicas, entre otros factores. Las posibilidades de uso son muchas: para el transporte automovilístico, ferroviario, peatonales, para tuberías de gas o acueductos, entre otros. Los puentes se han convertido a lo largo de la historia no solo en un elemento básico para la sociedad, sino en símbolo de su capacidad tecnológica.
