"¡Oh Finlandia, he aquí que ha llegado la luz del día!"… Y además con música ¡de Sibelius!… Cuánto le debe nuestra admirada Finlandia al poderío de un gran himno. Un himno para sublimar, magnificar, ennoblecer las pasiones colectivas. Los patriotismos más sanos del mundo se construyen en torno a un buen himno. Vemos el caso de Gran Bretaña con ese himno del que hasta Paganini hizo Variaciones. Pero es que tienen hermosísimos himnos oficiosos: "Land of hope and glory" (Elgar), "Jerusalem" (Parry). Así cualquiera. El himno más antiguo del mundo: "Wilhelmus van Nassauwe", de Holanda (1570), tomado de una canción del sitio de Chartres (1568): "¡Soy libre y lleno de valor!". Himno sereno, sin arengas ni cañones. El caso de Italia, que tiene como himno oficioso el "Va, pensiero" de Verdi, altamente inspirador, de ideales elevados. Haydn compuso el "Gott erhalte Franz der Kaiser", que pasó a ser himno alemán. Le encantaba a Hitler, pero… ¡zas!: ¡¡Quizá lo tomó Haydn de la canción croata "Stal se jesem"!! (adiós pangermanismo). ¿Y qué tal el patriotismo español?… La "Marcha de granaderos" de Espinosa (1761), convertida en himno español por Isabel II, luego derogado por Prim y repuesto por Alfonso XIII. ¡¡El polémico arreglo de Pérez Casas!!… En fin, la Marcha la cita Balakirev en su "Obertura sobre una marcha española" (1857), y se parece mucho a la nuba del filósofo árabe-zaragozano Avempace (siglo XI). Qué cosas. Acabamos con la República Checa, "¿Dónde está mi hogar?"… El himno como hogar. Dvorak cita ese canto checo en su Obertura "Mi hogar". Ojalá aprendamos que una idea trascendental de patria está ligada a los buenos himnos con buenos textos. Cuántas cosas se podrían conseguir...
