Probablemente muchos de ustedes saben que en el Star Wars del genial John Williams aparece (entre otros préstamos) música de Los Planetas de Gustav Holst, sin complejos ni sentimientos de culpa. Pero eso es parte de la gran tradición. Hombre, hay casos de caradura (Phil Collins toma para su Groovy una Sonatina de Clementi; Stu Philips toma una fanfarria de Leo Delibes para su Coche fantástico...), pero hay varios tipos de apropiaciones, según Harold Bloom. Puede ser para desviar la idea del precursor (Beethoven toma un tema de la Sonata 457 de Mozart para su Sonata Patética; Wagner reforma un tema del Cazador furtivo de Weber para su Tannhaüser). Puede ser para actualizar la idea del precursor (Mahler en su Tercera hace una deconstrucción del himno de la Primera de Brahms). Puede ser para demoler, para desacralizar un ídolo (el Souvenir de Bayreuth, de Fauré). Algunos como Chopin dan la sensación de que sus precursores (John Field, Maria Szymanowska) son sus imitadores. Pero la apropiación indebida más sonora fue la de Darius Milhaud en su Buey sobre el tejado. Unas 30 canciones brasileiras están ahí desfilando cual inocentes carrocinhas: de Tupinambá, de Nazareth, de Chiquinha Gonzaga, de Nepomuceno... ¡Lo que hay en la tierra es de los terrícolas!...