Esta semana escucharemos los crudos testimonios del colectivo sin identidad, hombres y mujeres que crecieron en la casa cuna de Tenerife. Un orfanato dónde se maltrataba a los niños que no eran susceptibles de ser vendidos. Monjas como Sor Juana han hablado de la casa cuna de Tenerife, hay testimonios directos que vieron cómo los militares alemanes venían a por niños rubios de ojos azules o cómo desde Argentina venían a por niños morenos bien parecidos. Los que entraban en estas categorías eran los niños 'desahuciados'.
Muchos de estos adultos cuentan por primera vez y sin filtros el infierno que vivieron en ese lugar porque no es fácil superar tantos años de soledad y crueldad. Existe un perfil del niño de la casa cuna o jardín de infancia, como se conocía entonces, que es muy duro porque todos conviven con las secuelas del pasado.
Algunos han reorientado sus vidas y hoy son personas adultas capaces de verbalizar aquellos episodios que protagonizaban las monjas, otros luchan cada día por intentar recordar etapas de su infancia que su cerebro ha preferido borrar pero todos reclaman que se les dignifique y saber de dónde vienen, conocer sus orígenes y su verdadera identidad.
Reconozco que escuchando estos testimonios he tragado saliva en muchas ocasiones y considero héroes y heroínas a estos hombres y mujeres que , a pesar de todo, han logrado seguir adelante y vivir con dignidad. Merecen un reconocimiento, una disculpa, una explicación y dejar de ser estigmatizados por la sociedad.
