Adoran a Carlos Saura y a Eloy de la Iglesia, y, sobre todo recuerdan que la década de los ochenta en España no todo fue movida de Rock-Ola y El templo del gato. Hubo policías que enterraban en cal viva a delincuentes como Santiago Corella, El Nani. Hubo macarras y delincuentes que respondían así a la marginación bestial de barrios como Entrevias, La Mina y La Bota en Barcelona.
No me gusta -personalmente- que se asocie a los quinquis con violencia y delincuencia y con un sub género social del cine. Alfonso Sastre, con su diccionario quinqui y obras de teatro intentó rescatar el término para un pueblo muy diferente al gitano, que recorría la España franquista arreglando pucheros y utensilios de cocina. Un pueblo que junto al gitano fue perseguido y especialmente castigado por la policía y las cárceles franquistas.
Quinqui Star es un homenaje al cine social y a la respuesta que los macarras del abandono y la disidencia dio al franquismo y el cine lo recogió. Teóricos y especialistas lo vienen denominando Cine Quinqui, para mal. El pueblo quinqui, al menos para respetar su memoria, es otra cosa y aunque ya parece imposible desvincularlo de la delincuencia, yo rompo la baraja en favor de separarlo.
