Habita este bosque un templo llamado Tejo, un viejo y pausado ser vivo, inmortal en condiciones favorables (lo que implica la no intervención humana), un misterio de la naturaleza envuelto en una aureola de magia ancestral, misterio atávico, un fenómeno de la naturaleza del que quedan muy pocos ejemplares en bosques silvestres y que se ven obligados a huir hacia las alturas, a donde el hombre tenga menos acceso... Pero también nos encontramos con el tejo pausado y viejo, árbol de enorme significado cultural y tradicional, junto a iglesias, ermitas, cementerios, que fueron sede de conceyus y de reunión. El tejo fue personaje principal de nuestra sociedad y paisaje y ahora se ve amenazado. A pesar de estar declarados, en algunos casos, árboles monumentales, o de estar protegidos por el "Plan de Manejo del Tejo" y otras normativas, los tejos sufren intervenciones (casi siempre bajo el epígrafe de "Obras") que les cuesta su vida centenaria, como el Tejo de Ables, mejor dicho, la Teja de Ables, en Llanera, Asturias, en peligro alarmante.
Pero el Tejo no está solo, existe una tribu de humanos que no pueden desligarse de su existencia, humanos que ya son también tejos y tejas. Como los amigos de A Morteira, que acaban de publicar un libro que reúne el estudio de muchos años de investigación y cuidados. Se llama "Patrimonio secreto. Cultura y biodiversidad del Tejo en la Cuencia del Sil" y nos lo cuenta Carlos Martínez. O como Ana López, responsable del Censo de Tejos de Iglesia, Secretaria del Conceyu del Texu, cuya mirada ya es la mirada de una teja...
Tejos y tejas tienen hoy la banda sonora de un hombre de jazz, porque Chet Baker afirma que habla con los árboles.
