Isabel de Portugal aconseja a su hermano Juan III que siga los mandatos de Carlos y deje marchar a Leonor a Castilla. Sin embargo, para el rey portugués no es tan sencillo puesto que, no solo espera un hijo suyo, sino que además, está enamorado de ella.
Isabel, que continúa esperando que Carlos acepte casarse con ella, teme que las decisiones de su hermano sobre el futuro de Leonor hagan romper definitivamente el compromiso que adoptaron los Reyes Católicos sobre la unión matrimonial entre Portugal y Castilla.
El Rey de España quiere hacerse respetar en sus tierras y considera que la mejor forma de conseguirlo es perdonando la vida a todos los castellanos que participaron en las revueltas comuneras; sin embargo, como muestra de su poder, decide dar muerte a los cabecillas del movimiento.