La tripulación del Open Arms
La compra acaba de llegar al buque y las chicas se encargan de colocarla en las neveras. En un espacio tan reducido como este, el orden es fundamental.
Ricard trabaja en reparaciones en el barco. No se para cuando se está en puerto.
"Llevo veintiún años trabajando en el mar y sólo subiría en un bote de esos si de ello dependiera mi vida sino ni de coña. No llevan nada. Van abarrotados. Con un motor de cuatro caballos, con pérdida de combustible... yo me fiaría más de un bote de remos que de eso. Lo que aprendo aquí es que el mundo está muy jodido. Soy padre de dos niñas. A mí es lo que más me afecta. Ver a los pequeños. Yo juego con ellos, intento divertirles. Les cuesta mucho sonreír. Te abrazan. A los más mayores, los de más de diez... Esos ya tienen memoria. Es incomprensión lo que siento", explica.