| Bayreuth 98 |
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| Das Rheingold (El oro del Rin) prólogo de la tetralogía El anillo del nibelungo (Der Ring des Nibelungen) Cuadro 1º El fondo del Rin al amanecer. Las hijas del Rin juegan entre las ondas. Procedente del mundo subterráneo, aparece Alberich, el repulsivo rey de los nibelungos. Intenta seducir a las náyades, que le provocan hasta ponerle furioso. Un rayo de sol atraviesa las aguas y arranca hermosos destellos a la masa aurífera que velan las ondinas. Las hijas del Rin revelan a Alberich que el oro, en su estado natural, es inocente e inofensivo, pero que también convertirá en dueño del mundo a quien, renegando del amor, se forje con él un anillo. Alberich, despreciado por las ondinas, profiere la maldición del amor, se apodera del oro y escapa a las profundidades de su reino. El fondo del Rin se sume en tinieblas. Cuadro 2º Calvero entre montañas. En el horizonte se dibuja el Walhalla, la fortaleza de los dioses que acaban de construir los gigantes. Wotan se extasía en su contemplación, pero Fricka, su esposa, le recrimina que el precio convenido sea Freia, la deliciosa diosa del amor y guardiana de las manzanas de oro, que mantienen a los dioses eternamente jóvenes. Llegan los pesados y torpes gigantes para reclamar a Freia. Donner y Froh intentan defenderla. Wotan se resiste hasta que hace su aparición Loge, dios del fuego y criatura escurridiza y astuta. Loge relata que ha recorrido el mundo en búsqueda de un bien que pudiera ser entregado a los gigantes en lugar de Freia. Nadie, dice Loge, está dispuesto a renunciar al placer del amor, salvo el negro nibelungo Alberich, que ya se ha forjado el anillo. Fricka, los gigantes y Wotan aspiran a apoderarse de la mágica sortija. Loge recuerda a Wotan que su obligación es restablecer el orden alterado y devolver a las hijas del Rin el anillo. Wotan declara que desea el anillo para sí mismo. Entonces los gigantes se apoderan de Freia y señalan un plazo hasta el atardecer para que Wotan les traiga el oro del Rin como rescate. Al serles arrebatada Freia, los dioses envejecen y se debilitan repentinamente. Wotan decide descender al Nibelheim (la cueva hogar de los nibelungos) para apoderarse del oro de Alberich. Cuadro 3º El interior del Nibelheim, sumido por Alberich en el terror. Los nibelungos trabajan sin descanso para el tirano. Alberich ha obligado a su hermano Mime a forjarle un yelmo mágico, que sirve para hacerse invisible, transmutarse en otra figura o viajar en el espacio y en el tiempo. Alberich castiga a Mime, y Wotan y Loge le encuentran lamentándose. Interrogado por Loge, Mime relata como Alberich ha sometido a los nibelungos a la más negra esclavitud. Vuelve el déspota con los portadores del tesoro que ha sido forjado durante la jornada. Al advertir la presencia de los dioses, expulsa a los nibelungos y se pone a la defensiva. Loge comienza un astuto interrogatorio, y Alberich revela que su propósito es acumular un tesoro tal que le permita ascender hasta la superficie, y allí comprar con oro las bellas mujeres de los dioses y acabar con el poder de éstos. Wotan reacciona violentamente, pero Loge le reclama prudencia y continúa adulando al nibelungo. Para demostrar cómo se defendería de cualquier enemigo, Alberich utiliza el yelmo mágico y se convierte en una espantosa serpiente. Loge le desafía a que se vuelva algo pequeño, a lo que Alberich se convierte en sapo. Los dioses aprovechan la oportunidad para maniatarle, arrebatarle el yelmo y arrastrarle a la superficie. Cuadro 4º El mismo escenario del cuadro 2º. Alberich se ve obligado a entregar a Wotan el tesoro y el yelmo a cambio de su libertad. Wotan quiere también el anillo y Albrerich se resiste desesperadamente. Cuando Wotan se lo arrebata, profiere una terrible maldición: nadie podrá ser feliz con el anillo, quien lo posea estará devorado por la angustia, y el que no lo posea, roído por la envidia. Fasolt y Fafner regresan con Freia y exigen que los dioses amontonen oro suficiente para cubrirla por completo. Para tapar la cabellera de Freia los dioses tienen que sacrificar el yelmo de la invisibilidad, pero aun así se le ven los ojos, y los gigantes exigen el anillo que relumbra en la mano de Wotan. Se niega a dárselo, y los gigantes, furiosos, amenazan con quedarse con Freia. En aquel momento, el pico de la montaña en que se encuentra el Walhalla, queda envuelto en densas nubes y la diosa de la Tierra, Erda, aparece y aconseja a Wotan que se lo dé a los gigantes. Wotan entrega el anillo, e inmediatamente empieza el maleficio. Los gigantes combaten por el botín y Fasolt resulta muerto. Fafner se aleja, arrastrando el cadáver de Fasolt y el oro. Donner, el dios del trueno, ordena que los relámpagos dispersen las nubes que circundan el Walhalla, y por el puente que forma el arco iris, los dioses penetran en su nueva mansión en procesión solemne. Desde las profundidades del Rin se oyen los lamentos de las doncellas por la pérdida del oro. |