De Hungría, un espacio amplio, y en algunas fases de la Historia, cerrado sobre sí mismo, e indistinguible para muchos occidentales, cruce de caminos y fronteras múltiples centroeuropeas, procederían excelentes escritores rescatados del olvido más total y recuperados milagrosamente en la última década del siglo XX, tras la caída del Muro. Éste sería el caso del gran escritor Sándor Márai.
Sándor Márai nació justo a comienzos de siglo, en 1900, en el seno de una familia de la burguesía sajona de provincias, de Kassa (hoy Kosice, en Eslovaquia) y falleció en California en 1989. Si hubiera visto la luz o hubiera nacido en aquellos mismos años un centenar de kilómetros más al oeste, en Moravia o Bohemia, o incluso más al nordeste, en la zona de Galitzia o la Bucovina, probablemente hubiera sido un escritor de lengua alemana.
Un escritor que, inmediatamente, entraría a formar parte de aquella mítica generación de escritores, artistas y pensadores, lejanos entre sí y a menudo tan diferentes, nacido a la sombra de la civilización austrohúngara. Más concretamente, en el crepúsculo, o tras la caída propiamente dicha del Imperio. Ese momento reservado para la memoria y el extravío existencial, más que para una narración de su plenitud.
