Por las fronteras de Europa   El francés Éric Vuillard y la guerra de los pobres 06/04/2021 11:57

De forma callada, poco a poco y sin grandes operaciones ni escándalos publicitarios a la manera de HouellebecqÉric Vuillard, nacido en Lyon en 1968, se ha convertido en uno de los mejores escritores franceses actuales. Su novela El orden del día, en torno a los primeros años del nazismo y la preparación de la Segunda Guerra Mundial, sería galardonada con el prestigioso Premio Goncourt de 2017.

Las obras de Vuillard suelen ser concisas y sumamente contundentes a pesar de su brevedad. Ahí estaría su espléndida y estremecedora sucesión de escenas relativas a aquella gigantesca carnicería que fue la Primera Guerra Mundial, La batalla de Occidente, aparecida en la editorial Tusquets, como el resto de sus obras. Una novela-collage que exponía en toda su crudeza el cinismo de las grandes potencias y de los responsables políticos y militares que enviaron al matadero a millones de jóvenes europeos sacrificados entre 1914 y 1918.

Desde el comienzo de su carrera Éric Vuillard ha demostrado ser uno de los autores actuales que han mantenido una mayor coherencia. El tema de fondo de Vuillard gira la mayor parte de las veces en torno a los perdedores de la Historia. Es decir, esos escapados casi de forma clandestina del relato formal y oficial de lo que hoy conocemos como Historia. Los olvidados, los despreciados y masacrados anónimos que normalmente se pierden entre números y cifras. Y una Historia con mayúsculas que arrasa con todo y que la mayor parte de las veces solo parece ser narrada por los poderosos y, sobre todo, victoriosos.

En su última y de nuevo estupenda obra, La guerra de los pobres, Éric Vuillard volvió la vista hacia unos sublevados del siglo XVI. En el año 1524 los campesinos se sublevaron en el sur de Alemania. El levantamiento se extendió rápidamente por Suiza y Alsacia. En medio del caos destaca una figura, la de un teólogo, un joven que lucha junto a los insurgentes. Se llama Thomas Müntzer. Su vida es terrible y novelesca. Pese a su trágico final, similar al de sus seguidores, fue una vida que merecía vivirse, y merecía, por tanto, que alguien la contara. Nadie mejor que el premio Goncourt Éric Vuillard para seguir los pasos de ese predicador que simplemente quería justicia.

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