La primera idea que se genera en mi mente cuando invado un local de ensayo vacío es la de la ausencia. Ausencia de ruido y de gente, de movimiento y de luces. Calmado, sereno pero lleno de cacharros que esperan ser rescatados para alborotar el entorno. El local de los Vetusta Morla eleva esa sensación de una forma brutal. Enorme, luminoso y prodigiosamente invadido por decenas de chismes, véase instrumentos cuando te fijas con detenimiento. Juanma nos abre las puertas del local y la luz se refleja en los timbales y traspasa el enorme ventanal.
Vetusta Morla aparecieron como un rayo en la escena española, pero no fugaz, su primer disco mapas les sitúo sin grandes campañas de marketing y gracias al boca oreja en la cúspide del pop-rock nacional. Sin quererlo (intuyo) convertidos en grupo de masas que enamora en todos los estratos.
Juanma Latorre su guitarra y teclista desvela que su amor hacia dos instrumentos tan dispares como un Omnichord y el ukelele han sido fruto del consejo de otros músicos. Una vez conseguidos el resto ha sido echarle horas y ver las posibilidades que cada uno de ellos tenían para con el estilo de Vestusta.
