Emmanuel Macron será el presidente de todos. Derrotaba con claridad a Marine Le Pen en la segunda vuelta de las presidenciales, casi 16 puntos de ventaja. El 58 % de los votos frente al 42 % de la líder ultraderechista, pero esta victoria esconde varios avisos.
Nunca la ultraderecha había superado el umbral del 40 % de los votos. Ahora conseguía el 42. Nunca se había quedado tan cerca del Eliseo porque esos 16 puntos que le ha sacado Macron distan mucho de los 30 que le sacó hace cinco años, una muestra más del éxito del proceso de normalización de Le Pen. Y nunca en las últimas décadas la abstención había sido tan alta. El 28 % de los franceses no fue a votar este domingo pasado. Prueba de la desconexión de una parte importante de la sociedad con sus representantes y uno de los retos del recién elegido presidente.
Macron parece haber tomado nota, consciente de que lo difícil empieza ya, la noche del domingo, prácticamente sin margen, su rival ya le emplazaba a las legislativas de junio.
El triunfo de Macron tiene algunas claves, por ejemplo, que ha ganado en las grandes ciudades y con datos contundentes como el 85 % en París, pero si se mira por departamentos en algunos del sur o en territorios de ultramar, ha sido Le Pen la que ha tenido muchos más votos.
El futuro político inmediato en Francia pasa por lo que se llama ya la tercera vuelta, las elecciones legislativas del mes de junio.
En la guerra Ucrania-Rusia, a punto de entrar en su décima semana. El secretario general de Naciones Unidas ha estado esta semana en Kiev para reunirse con Zelenski. Y ha podido antes de reunirse con el presidente ucraniano ver en persona los horrores en Bucha o en Borodianka, un escenario horrible que demuestra que hay que parar la guerra para que no sigan pagando inocentes y quiere que Rusia colabore en las investigaciones de los crímenes descubiertos.
Rusia busca dividir la unidad que -por bandera- lleva exhibiendo el club comunitario desde que comenzó la invasión. El miércoles se anunciaba el corte de gas para Polonia y Rumanía que se niegan a pagar en rublos. Hungría ya ha confirmado que pagará el gas en rublos, aunque Josep Borrell, el jefe de la diplomacia europea ha asegurado que ningún Estado miembro accederá a la exigencia rusa. Desde Alemania -que depende en un alto porcentaje del combustible ruso- el canciller Olaf Scholz ha alertado de que pueden ser los siguientes en la lista del Kremlin. Y la Comisión Europea advierte a las empresas de que el pago en moneda rusa va contra las sanciones impuestas por Bruselas.
