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Cómo 'tejer' un negocio en plena crisis

  • Mujeres emprendedoras plantan cara a la difícil situación económica
  • El auge del punto y el ganchillo abre nuevas oportunidades de negocio
  • Destacan la satisfacción personal de dedicarse a lo que les gusta

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Antonia junto con dos alumnas en clase de punto en La Laborteca.
Antonia junto con dos alumnas en clase de punto en La Laborteca.

Llevaba 25 años trabajando en una profesión que solo consideraba un medio para vivir y, tras quedarse en paro, una amiga le ofreció la oportunidad de hacer lo que le gustaba. “Quedé con ella y me dijo: voy a montar un negocio. Yo le pregunté: ¿Con quién? Me respondió, contigo”. Así nació La Laborteca, el sueño de Julia y Antonia, quienes tras ese café y en solo dos meses, consiguieron abrir su taller de punto.

Ana es otra de esas emprendedoras que ha plantado cara a la crisis. Aunque su profesión anterior ya estaba relacionada con el sector textil, decidió cambiar de rumbo. Consciente de la difícil situación laboral, optó por arriesgarse y abrir su propio negocio. Su idea: un local que sirviera de lugar de encuentro para mostrar que "el punto y el ganchillo son algo más que labores, son creatividad". Lo llamó La oveja escocesa.

Dos historias, dos sueños hechos realidad y ambos con un punto de origen común: el auge de los locales de manualidades de punto y ganchillo que ha abierto nuevas oportunidades de negocio.

La vuelta a lo artesanal está de moda

“La gente quiere aprender a hacer cosas y realizarse con lo que hacen, sentirse bien haciendo sus propias prendas”, explica Ana sobre este nuevo auge. "El punto está de moda, por eso nosotras queremos llegar a un público multigeneracional", cuenta Julia a RTVE.es.

El camino de Ana no fue fácil. Lo recorrió sola, sin ayuda de familiares ni amigos. No consiguió un préstamo bancario debido a su situación económica y tuvo que financiar el proyecto con su ahorro personal de los últimos años.

La idea de mi tienda se la debo en parte a mis abuelos

La idea le venía rondando desde niña. Sus abuelos tenían ovejas y ella veía cómo su abuela hilaba, teñía y tejía la lana. “Eso se me quedó grabado, así que creo que en parte la idea de mi tienda se la debo a la herencia familiar”, cuenta Ana a RTVE.es.

A Julia y a Antonia siempre les gustó el punto, aunque su profesión anterior nada tenía que ver con este mundo. Antonia venía de una familia que sabía hacer labores y a ella le encantaba. “Yo también lo he vivido desde pequeña, recuerdo ver a mi abuela hacer ganchillo. A las dos nos gustaba, pero de ahí a terminar dedicándonos a esto... hay un mundo", recuerda Julia.

Talleres de punto con encanto

Tanto La Laborteca como La oveja escocesa son dos de esos sitios con encanto. La decoración, muy acogedora, te hace sentir como en casa y el trato es muy familiar.  Talleres de punto, ganchillo y otro tipo de manualidades es lo que ofrece el primero de ellos. Además, venden lanas y distintos tipo de tela.

Consciente de la importancia de las redes sociales, Julia se ha reinventado también en eso y promociona las actividades a través de ellas. Ahora, está volcada en la creación de la nueva página web. "Las redes sociales nos han dado vida”, reconoce Julia. Amante de la fotografía, se apresura a captar el momento cada vez que una alumna acaba una labor y cuelga la imagen en su cuenta de Facebook.

Todos los productos de la tienda son personales y únicos

La oveja escocesa vende diferentes tipos de prendas y complementos, todo realizado manualmente. También ofrece servicios de confección a medida, zurcido y arreglos. “En la tienda todo está hecho a mano, todo es personal y único, así que las prisas, lo repetitivo y la calidad de lo industrial ha desaparecido”, explica a Ana a RTVE.es.

La otra parte importante de su negocio son los cursos y talleres que imparte ella misma. Hay de varios niveles y también para niños. “Les ponemos en contacto con la técnica de tejer pero de una manera fácil y divertida, en forma de juego”, comenta.

Un cambio de vida muy satisfactorio

Ana sabe que ha sido valiente aunque reconoce sentir miedo todos los días. “Nunca se sabe qué va a pasar, cómo va a salir el día, si va a ser bueno, regular o malo, así que desde que abro la puerta hasta que la cierro es como una aventura, esperando siempre que el día sea bueno”, explica.

Desde que abro la puerta es como una aventura

Esta madrileña recuerda el momento en el que cambió el chip. "Llegó un día en el que tenía que decidir: o me esforzaba para otro o me esforzaba para mí”, explica Ana.  La respuesta: “Para mí, trabajo más, pero también me gusta más y eso me hace un poquito más feliz.", cuenta a RTVE.es.

Trabajo más pero también soy un poquito más feliz

Julia destaca lo enriquecedor y emocionante de hacer lo que le gusta. Su mentalidad emprendedora no la dejó pensar nunca que el negocio iría mal. “Siempre pensé que saldría bien y no contemplamos un plan B. Pensé, si no funciona, nos reinventaremos", explica.

Comenta - y a regañadientes- que lo único negativo de montar su propio negocio es que es muy sacrificado, trabajan muchas horas y no es fácil desconectar. Lo positivo, y con lo que al final se queda, es con la satisfacción personal. Y eso se nota cuando cuenta cómo nació su proyecto bajo una permanente sonrisa.