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Ferrer-Dalmau: "Pinto con una espada en la mano, sintiendo la frialdad de su acero"

  • El pintor expone en Madrid una antológica que recrea 300 años de guerras
  • El capitán Alatriste figura en su obra Rocroi, el último tercio

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Making of de 'Rocroi, el último tercio'

Se llama Augusto Ferrer-Dalmau Nieto. Es un pintor catalán, nacido en 1964. Actualmente vive en Valladolid. Su estilo rompe con el pacifismo imperante en nuestra sociedad global.

De sus pinceles surgen soldados españoles de todas las épocas, que se enfrentan al momento más traumático que pueda vivir el ser humano: la guerra, un crisol donde afloran todas las miserias y virtudes del hombre.

Lo podemos comprobar en Madrid, en una exposición antológica de su obra, "Ferrer-Dalmau y el legado de Casachs", que estará en el edificio de Capitanía (calle Mayor) hasta el día 31 de octubre.

“Lo que más me motiva es plasmar la historia de España como nación”, señaló Ferrer-Dalmau en una reciente entrevista. Y es verdad. En su obra pictórica es constante la aparición de la bandera de España. Es una forma de mostrar que formamos parte de una empresa colectiva, un destino común. Y Ferrer-Dalmau se enorgullece de ello.

Este pintor nos muestra también cómo esa misma bandera ha cambiado con el paso del tiempo. Desde la Cruz de San Andrés, patrón de la Casa de Borgoña, que enarbolaron los Tercios y los regimientos borbónicos, hasta la actual bandera bicolor, que fijó Isabel II en 1843. Hoy en día, los aviones de guerra llevan en su timón esa misma Cruz de San Andrés.

Autodidacta

No creció con la Play y los videojuegos. Y se nota. Desde pequeño jugaba a la guerra, mientras leía a Galdós y Baroja. “Yo nunca jugaba a fútbol, siempre estaba con los soldaditos de guerra”, confiesa en una entrevista.

Ferrer-Dalmau empezó a trabajar en los ochenta como diseñador textil, en Barcelona y Málaga. No dejó de pintar. Primero, paisajes, y después, inspirado por Antonio López, espacios urbanos. En los años 90 decidió consagrarse a la historia militar, siguiendo la estela de dos grandes pintores decimonónicos, de los que se siente deudor, en primer lugar, el catalán José Cusachs (1851-1908) y el gallego Víctor Morelli, (1860-1936).

El pintor se adscribe así a un “realismo pictórico”, que necesita una concienzuda preparación previa con innumerables dibujos, llenos de anotaciones de todos y cada uno de los personajes de sus composiciones. Nos muestra así una guerra muy distinta a la actual, anónima y virtual, y especialmente dañina de nuestro mundo, donde la máquina parece dominar al hombre.

El capitán Alatriste en su obra

Destaca su último trabajo, Rocroi, el último Tercio un encargo de Arturo Pérez Reverte, sobre los últimos momentos de esta batalla contra los franceses y que fue la primera derrota de los Tercios españoles. Fue en 1643, en la llamada guerra de los 30 años, uno de los primeros grandes conflictos europeos.

Es la última obra de Ferrer-Dalmau. Le costó más de dos meses de trabajo. Nos impresiona ese gesto desafiante de los soldados, muchos de ellos heridos, como ese capitán que ya no puede ver y que distinguimos por la gran banda roja, cruzándole el pecho. Las largas picas levantadas acentúan ese dramatismo de estos hombres, derrotados, pero que no quieren claudicar.

En la composición podemos ver entre los soldados al Capitán Alatriste, el personaje de ficción creado por Arturo Pérez Reverte y que protagonizó Viggo Mortensen.

La Francesada

Ferrer-Dalmau nos sorprenda con un hecho poco conocido por el gran público, ocurrido en Alcalá de Henares, días después del 2 de mayo de 1808.

Nos referimos a la salida del Regimiento Real de Minadores-Zapadores. Fue la primera unidad española que se sublevó contra los franceses. La mirada de los soldados, en plena marcha y ante un destino incierto, nos sobrecoge, tanto o más como el tono sombrío que tiene la composición, donde intuimos la ciudad alcalaína. Llegaron hasta Valencia, con la caja del Regimiento, siendo recibidos como unos héroes.

Es un homenaje de Ferrer-Dalmau al arma de Ingenieros, que en este mismo año cumple sus 300 años de historia.

Lancero y húsar

"La caballería y el ejército español van muy ligados a mi forma de ser y de pensar”, reconoce el pintor catalán, que no es militar profesional, aunque ha recibido últimamente los empleos honoríficos de Lancero de Farnesio y Húsar de Pavía.

Su abuelo sirvió como húsar de la Princesa a comienzos del pasado siglo. El Ejército premia así a Ferrer-Dalmau sus estampas de la caballería española, donde logra con gran realismo esa simbiosis casi mágica entre montura y soldado.

Con un claro sentido de reconciliación nacional figuran en la Exposición de Madrid los dos grandes generales de la primera Guerra Carlista (1833-1840). Del lado isabelino, Diego de León, con el dolmán rojo de influencia inglesa, que hoy en día podemos ver en el Museo del Ejército.

En el frente contrario vemos a Cabrera, pasando revista a sus tropas, lanceros y voluntarios, con Morella al fondo. Esta ciudad fortificada fue, una de sus conquistas más sonadas; la tomó en 1838.

Completa esta relación de grandes generales españoles el catalán Juan Prim y Prats, el soldado que llegó a general con 28 años y que logró cuatro Laureadas por su valor. Ferrer-Dalmau nos ofrece a Prim solo, rodeado de sus oficiales y soldados, antes de la batalla de Castillejos, una de las tres grandes victorias españoles en la Guerra de África (1859-1860)

Cien años de Regulares

Ferrer-Dalmau quiere rendir homenaje a los Regulares, una de las unidades más laureadas, que en este año cumple 100 años. En Madrid podemos ver una de las acciones más conocidas: la toma de Biuzt, en 1916, donde resultó gravemente herido en el vientre el entonces capitán Francisco Franco.

El pintor catalán está preparando una gran composición sobre el desastre de Annual, del año 1921, donde murieron 8.000 españoles y más de medio millar fueron apresados por las harkas de Abd el Krim.

La escabechina no fue mayor gracias al sacrificio de los hombres de caballería del Regimiento de Alcántara que protegieron la desbandada de los españoles, con un alto coste. Prácticamente fue aniquilada. Ferrer-Dalmau plasmó esta gesta en el cuadro titulado Las cargas de Gan.