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Los Oscar se viven en pareja

  • Guasa, emoción y sorpresa en la gala de los Oscar
  • Se vuelve a la fórmula del "the winner is..." para darlos

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Las parejas siempre han dado mucho juego en las galas. Los Oscar se han terciado este año entre una que ya no lo es, James Cameron y Kathryn Bigelow, entre sus películas "Avatar" y "En Tierra Hostil". Divorciados hasta en los premios. Ella se ha llevado los dos grandes.

Pero también ha dado juego el dúo de presentadores, Alec Baldwin y Steve Martin. Prometían humor y han cumplido. Han bajado literalmente del cielo como dos demiurgos para engrasar la ceremonia de los Oscar. Su introducción ha sido punzante. Y han mantenido el pulso durante tres horas y media. Fuera de plazo. Era inevitable.

Guasa de cara a la galería

Baldwin y Martin han largado un puyazo tras otro. "Siempre nominan a Meryl Streep". Y es verdad, ya lleva 16. Hay otra forma de verlo: "es la que más veces ha perdido", 14. Más caña. "Precious es la única película que está a la altura de su videojuego". "¿Ese de ahí no es James Cameron, el director de Avatar?", y los dos gamberros se ponen gafas 3D para fumigar medusas espirituales.

Luego han abierto ostentosamente los brazos de par en par para presentar a Christoph Waltz, el actor que interpreta a un coronel nazi que se dedica a buscar judíos. Es tanto como decir "aquí los tienes" Y Waltz los ha encontrado. Penélope Cruz le ha entregado el primer Oscar de la noche. "Oscar y Penélope, todo un bingo". No ha habido reciprocidad. Mo'Nique se lo ha arrebatado.

El que peor ha llevado las chanzas ha sido George Clooney. Estaba molesto porque dice que los Oscar este año eran más previsibles que nunca. Esto es, que no se lo iba a llevar. Y así ha sido, se lo ha arrebatado Jeff Bridges. Clooney ha aguantado el tirón con cara de malas pulgas.

Vuelta al "the winner is..."

El toque de la pareja presentadora ha conseguido levantar una gala perfectamente ensayada. Ya van 82 ediciones para rodar el asunto. Y la pareja productora, Adam Shankman y Bill Mechanic, han seguido la estela. Curiosamente, se ha pasado del "the Oscar goes to..." al "the winner is...", la fórmula clásica.

Tan clásico como el guión de la ceremonia: tirón al principio para enganchar a la audiencia y cruzar la estepa de premios menores. La gracia aquí va por países y familias. Delirante un Ben Stiller caracterizado de avatar, chasqueando la lengua para imitar el idioma Na'vi y moviendo la cola al dar el Oscar al maquillaje. Se lo ha llevado Star Treck.

Luego, sorpresa y emoción en el nudo. Emoción por la quíntuple alabanza a las nominadas a mejor actriz. Gana Bullock pero en los corazones queda Meryl Streep. Sorpresa a cargo de otra pareja, esta inclasificable: Pedro Almodóvar y Quentin Tarantino. El uno es el alter ego del otro. California y La Mancha, quién lo diría.

Al margen de eso, lo de siempre. Números musicales, montajes sobre las mejores películas, desfile de estrellas para entregar los premios. El ajuste de esta ocasión se ha notado en los tiempos medidos al milímetro: gracias en menos de un minuto. Salvo las estrellas consagradas.

El ambiente distendido, con la consigna de "aquí no se llora", discutible garantía para que ruede como una seda en las televisiones. Lo que cuaja es otra pareja, Javier Bardem y Penélope Cruz. Sentados juntos como en los Goya. En primera fila.

La alfombra roja luce de plata

Espectacular el vestido plateado de Sandra Bullock, a juego con zarcillos de diamantes. No son alquilados, se los regaló su marido. Elegida oficiosamente como la mejor vestida de esta edición, ha marcado la pauta. Prima la plata; Kate Winslet también ha ido preciosa en el tono de moda con un Yves Saint Laurent. Penélope ha desfilado en tinto de Donna Karan y joyas de Chopard. Amanda Seyfried ha deslumbrado con un Armani Prive. Fuera de la alfombra, llueve.

Selvática la barba que se ha dejado Antonio Banderas, que al cotilleo de L.A. le recuerda a Sadam Husein. Chocantes los adornos en el pecho del conjunto de Dior que lleva Charlize Theron. Mareante el vestido en azules esquizofrénicos de Maggie Gyllenhaal. Simplemente chillones los de Vera Farmiga y Zoe Saldana -sí, la Na'vi-. La primera por el corte y la segunda por la gradación de colores. Discreto el conjunto azul eléctrico de Mo'Nique. Una pena que no luciera sus piernas cargadas de humanidad para recoger su Oscar. Samuel L. Jackson, como siempre, con boina.

Aquí no se ha relajado nadie del reparto. Antes de la gala, Quentin Tarantino ha hecho de DJ con los éxitos de los 70 en una fiesta en su casa a base de pizza y magdalenas. Los que están de los nervios son los tres millones de neoyorquinos que se han quedado sin ver la ceremonia en Cablevision. Cautivador Morgan Freeman, que ha lucido una pulsera con el número de preso de Nelson Mandela, el 46664.