(Música cabecera)

Parece que Irma se está haciendo a la idea

de que yo quiero unas gafas como las suyas.

Aunque las pruebas que he de superar para conseguirlas

están llenas de misterios.

¡No! Irma ha perdido sus gafas.

Y sin ellas no verá nada.

(Música)

¿Saben? Las gafas son mágicas.

Cuando no te las pones, todo desaparece a tu alrededor.

Cuando te las pones, te vuelves invisible.

Y últimamente se han transformado en gafas viajeras.

(RÍE)

Irma las deja en un sitio y al rato aparecen en otro

completamente diferente.

(Música)

Qué cara pone Irma mientras hace los deberes.

La pobre...

Debe pasarle como a la abuelita, que se le cansa la vista.

Tengo que encontrar sus gafas como sea.

Seguro que me lo agradece.

No están aquí.

Aquí tampoco.

No te enfades conmigo por el desorden,

que encontré las gafas de Irma.

Si las gafas se teletransportan,

puede que todos estos objetos sean capaces de volver a su lugar

del mismo modo.

Venga, camiseta, ánimo. Vamos, estuche, que tú puedes.

Si las gafas lo han hecho, tú también podrás.

Tal vez si miro los objetos fijamente...

Ya lo tengo.

He de cerrar los ojos porque no quieren que yo vea

cómo hacen el truco.

10, 9, 8, 7, 6, 5,

4, 3, 2, 1 y 0.

Vaya, no hay manera.

Y ya estoy cansada de tanto misterio.

Uy, ¿qué es esto?

Guay, guay, guay, qué guay.

(RÍE) Yo me las he ganado, yupi.

Por fin tengo unas gafas como las de Irma.

Ey, ey, miren, miren lo que tengo.

He conseguido mis propias gafas.

Son igualitas a las de Irma.

(RÍE) Pónmelas.

Cómo mola.

Voy a tener el mismo punto de vista que Irma.

Hala.

¿Y si al ponérmelas todo el mundo me confunde con ella?

A lo mejor lo que pasa es que no me ve nadie

y me pisan sin querer.

¡No!

Vaya.

Irma no le ha contado a su mamá que esas son mis gafas.

Y a mí me da pena decírselo ahora que parece tan contenta.

(RÍE)

Voy a buscar las suyas y así me devuelven las mías.

(Música)

Ni rastro de ellas por aquí...

Ni por aquí tampoco.

Ni siquiera aquí.

No las miento si las digo que tenía la terrible sorpresa

de que si Irma llevaba mucho más tiempo mis gafas

podía transformarse en mí y empezaría a ver las cosas

desde mi punto de vista.

¡Oh, no!

Se ha convertido en Cleo.

Pero a mí lo que me gusta es que Irma sea Irma y yo sea yo misma.

Le voy a quitar las gafas.

Seguro que todavía estoy a tiempo.

¡Ah!

Como investigadora todavía me queda mucho que aprender.

Pero como heroína, no tengo precio.

No te las pongas, Irma.

Ah, mejor así.

Pero devuélvemelas pronto, ¿eh?

Hoy pensé que por fin Irma me devolvería mis gafas,

pero resulta que era todo un malentendido.

Le conté a Pelayo cómo las gafas de Irma con tanto viaje

y tanto teletransporte acabaron agotadas

y se echaron un ratito en mi cestita a descansar.

Pelayo dice que aunque le encanta mi historia,

él tiene otro punto de vista.

Dice que Irma escondía las gafas porque le molestaban.

Claro, entonces lo que quería es que le compraran otras,

y lo ha conseguido.

Es verdad, Pelayo. Irma lleva las mismas gafas.

Entonces, ¿para qué hemos venido a la óptica?

Según Pelayo, Irma debía habérselo contado a su mamá

en lugar de esconder las gafas.

Porque de tanto quitárselas y dejarlas por ahí

se rayaron los cristales y han tenido que ponerle unos nuevos.

Me encanta contarle cosas.

A él mis historias le ayudan a volar, y a mí su punto de vista

me pone los pies en la tierra.

Irma ha descubierto que es bueno compartir sus problemas

con su mamá.

Entre las dos es más fácil encontrar una solución.

También ha descubierto que cuanto más cuide de sus gafas,

las gafas más cuidarán de ella.

Y la mejor de todo es que se ha dado cuenta

de que puedo llegar a ser la mejor investigadora del mundo.

(Música)

¿Saben? Aunque realmente fuese Irma quien las escondiera,

a mí la teoría de las gafas viajeras me sigue entusiasmando. (RÍE)

(Música créditos)