Subtitulado por Teletexto-iRTVE.
Fernando VII,
por la gracia de Dios
y la Constitución
de la monarquía española,
Rey de las Españas,
y en su ausencia y cautividad,
la regencia del reino,
nombrada por las Cortes generales
y extraordinarias,
a todos los que lo presente
vieren y entendieren,
sabed: que las mismas Cortes
han decretado y sancionado
la siguiente
CONSTITUCIÓN POLÍTICA
DE LA MONARQUÍA ESPAÑOLA.
En el nombre de Dios Todopoderoso,
Padre, Hijo y Espíritu Santo,
autor y supremo legislador
de la sociedad.
Bullicio.
-Qué satisfechos están,
qué satisfechos están
los padres de mi morena...
Aquel 19 de marzo de 1812,
día de San José,
el pueblo de Cádiz festejaba
el nacimiento
de la Constitución española.
Ladridos.
Ante el hoy Palacio
de la Diputación Provincial,
entonces Casa de Aduanas,
se hizo la primera lectura
del documento.
Aplausos.
Seguidilla.
Entonces, solo dos naciones,
Francia y la recientemente
constituida
Estados Unidos de Norteamérica,
tenían Constitución.
A pesar de la lluvia,
aquel fue un día alegre
para los gaditanos.
Seguidilla.
Se celebraron numerosos festejos
de carácter popular
que estuvieron acompañados
por el ruido de las salvas
de los franceses,
desde el otro lado de la bahía
y que conmemoraban el santo de...
el rey de España:
José Bonaparte.
Conociendo el humor
de los gaditanos,
no fue raro que se bautizara
a la recién nacida Constitución
con el nombre del santo del día
y la aclamaran al grito de:
¡Viva la Pepa!
Aplausos.
-La Constitución de Cádiz recoge,
a la perfección,
los principios clásicos
del constitucionalismo liberal
y en ese sentido,
España se identifica
con Estados Unidos o con Francia
que, en ese momento,
pues, estaban haciendo
las primeras revoluciones
de carácter moderno
que nos han traído
el Estado constitucional.
Los principios son muy claros
y están todos
en la Constitución de Cádiz:
soberanía nacional, es decir,
no hay otro poder legítimo
que el que procede de la nación;
instituciones representativas,
unas Cortes unicamerales,
elegidas por sufragio universal
masculino;
división muy rígida de poderes,
entre ejecutivo, legislativo
y judicial;
y luego, un reconocimiento
de derechos individuales,
a mí me gusta destacar siempre
el de la libertad de expresión,
concebida con un sentido muy amplio
que da origen, además,
a que en Cádiz aparezca
lo que pudiéramos llamar
el periodismo político.
Los principios fundamentales
de la Constitución son
el hecho de que la ley esté
por encima
de cualquiera de los ciudadanos,
es decir,
no hay humillación
en obedecer a la ley
porque la ley es de todos,
la ley es nuestra,
la ley, de alguna forma,
hemos contribuido todos a formarla,
por medio de nuestros
representantes y también,
en cierta forma, la podemos cambiar
de acuerdo
con unos determinados reglamentos.
Es decir,
obedecer a la Constitución
no es obedecer a una persona,
no es obedecer a una dinastía,
no es obedecer a un capricho,
sino es obedecer a una voluntad
de la cual formamos parte.
Cádiz era, en aquel momento,
el símbolo de la España libre.
En la ciudad y en la Isla de León
vivían refugiados
más de cien mil españoles.
Si observamos atentamente
la portada del documento
de la Constitución,
podremos ver el Cádiz sitiado
y la parábola de las bombas
que los franceses cañoneaban
sobre la ciudad,
de manera bastante inútil,
pues la mayoría de las bombas
ni siquiera alcanzaba su objetivo.
De ahí que naciera aquella canción
que entonaban, irónicas,
las gaditanas:
-Con las bombas que tiran
los fanfarrones
se hacen las gaditanas
tirabuzones.
Que las hembras cabales
en esta tierra
cuando nacen, ya vienen
pidiendo guerra.
Uno de los momentos más críticos
del sitio
será en marzo de 1812.
Los franceses utilizan
un nuevo modelo de obús,
con mayor alcance,
pero en seguida se comprueba
que su fuerza es insuficiente
para causar daños significativos.
Entre el 13 y 31 de marzo
se contabilizan 515 granadas
tiradas contra Cádiz,
de las cuales,
apenas el diez por ciento
caían dentro de la ciudad.
Y Cádiz seguía,
en cualquier circunstancia,
teniendo ese carácter festivo
que simbolizan el antifaz
que representa sus carnavales,
presente también
en la portada de la carta magna.
Mientras duró el sitio,
Cádiz y sobre todo,
la Isla de León,
fueron la conciencia de España,
el símbolo de su independencia.
Marcha militar.
En este plaza,
que hoy se llama Argüelles
y por aquel entonces,
plazuela del Pozo de las Nieves,
vivió el diputado
don Agustín de Argüelles,
a quien llamaban el Divino
por su magistral oratoria,
uno de los padres
de la Constitución.
En aquel momento,
rondaba los 35 años.
Se destacó por su oposición
a la esclavitud y al tormento
como prueba judicial.
Vecino suyo fue el conde de Toreno,
que defendió la división de poderes
limitando mucho el del rey.
-Si yo tuviera que elegir,
de los constituyentes del 12,
el personaje más importante,
mi constituyente favorito,
no tendría duda:
el conde de Toreno.
Era el más joven,
era el más progresista,
era el que establecía
las cosas con menos prejuicios.
Muchas cosas triunfaron;
otras, no.
Hay que tener en cuenta
que España estaba ocupada
por un ejército francés
y lo que hicieron
los constituyentes es
importar los principios
de libertad y de igualdad
de la Revolución francesa;
pero no podían ser
muy afrancesados
porque había un ejército francés
ocupando el país.
Entonces, había una lucha,
que la identifican muy bien
algunos de los intelectuales,
como Jovellanos, cuando dice:
"Que aquí no luchamos
ni por los Borbones
ni por los Fernandos
ni por los Carlos;
luchamos
por la libertad de España".
En España reina José I,
el hermano de Napoleón,
a quien este ha regalado
la monarquía española.
Había resultado un regalo
envenenado,
pues los franceses tienen
que luchar
contra las guerrillas españolas
y contra el ejército
hispano-luso-británico
que mandaba Wellington.
Disparos.
Explosiones.
-La ciudad de Cádiz
tiene una situación estratégica
envidiable; es una ciudad que,
además, en la época,
a principios del siglo XIX,
es una ciudad fortificada;
tiene, también,
una red de fortificaciones exterior
que se organiza
cuando la llegada de los franceses
y está rodeada por un sistema
de canales,
de salinas, de marismas,
que hacen muy difícil el ataque
desde la zona de tierra.
Una de las primeras medidas
del rey José
fue decretar la abolición
de los señoríos feudales
y de la Inquisición,
con lo que se gana la enemistad
de la nobleza y el clero que,
desde el púlpito,
pide una campaña
contra los franceses,
ateos y demoníacos.
Pero el pueblo español,
sobre todo el de Cádiz,
estaba ya muy hecho
a los discursos de los religiosos,
que eran diferentes,
y hasta contradictorios,
dependiendo de la ideología
del oficiante.
El 22 de julio del mismo año
en que nació la Pepa,
las fuerzas aliadas consiguieron
una gran victoria
sobre las armas francesas
en la batalla de los Arapiles,
en Salamanca.
Relincho.
Tumulto.
Relincho.
Chocar de espadas.
En Cádiz se canta un solemne tedeum
de agradecimiento por la victoria
en la iglesia del Carmen.
Oficia el cardenal de Borbón,
presidente de las Cortes
y tío del rey Fernando VII.
Hay bailes en la alameda,
el magnífico paseo frente al mar.
De dos amantes
y son como en borrasca
los navegantes...
A las fiestas asiste
el mismo Wellington,
el vencedor de Arapiles que,
en Cádiz,
se hospedaba en la calle Veedor.
Por toda España ondean las banderas
de las diferentes armadas
y sus campos son
una paleta de artista.
Pinceladas de color que dan
los hermosos uniformes
de los ejércitos
de aquellos tiempos.
El 25 de agosto de 1812
los franceses levantan
los campamentos frente a Cádiz
y terminan con el asedio.
Pero la Junta Central
continúa la guerra.
Dispone de ejércitos
y grupos de guerrilleros.
Y para la guerra
hacen falta recursos.
Así, nace la idea de una lotería,
a la que se llamó Nacional
para subrayar el concepto de lucha
contra el invasor.
El primer sorteo se celebró
el año de 1812,
al precio, el billete más pequeño,
de diez reales.
Y el 13 de junio de 1813,
llega la batalla de Vitoria,
sorprendiendo al ejército
tripartito al mando de Wellington,
a las tropas francesas
que protegían la salida
del rey José I de España.
Algarabía.
La derrota de las armas francesas
fue total
y terminaron escapando
a uña de caballo,
dejando en el campo de batalla
el botín gigantesco
que José se llevaba.
Al final de la batalla
se recuperaron,
además de dinero y joyas,
pinturas de Velázquez, Rafael,
Tiziano, Correggio, Murillo
y otros muchos maestros.
En noviembre de ese mismo año,
las Cortes premiaron
el heroísmo de los isleños,
concediéndole a la villa
de la Isla de León
el título de ciudad
y el nombre de San Fernando.
Napoleón se ve obligado
a abandonar España
y centrarse en la guerra
con las potencias.
Para no tener a la espalda
esa guerra, que él llamó maldita,
y que terminó por reconocer que
había sido el inicio de su caída,
hubo de restituir el trono
a los Borbones.
Lo hizo por medio de un tratado
por el que reconocía
a don Fernando como rey de España
y de las Indias.
Se le devolvían a España
las plazas y provincias
aún en manos francesas.
Fernando, por su parte,
quedaba obligado a reintegrar
en sus puestos y honores
a los españoles
que hubieran seguido
el partido del rey José,
sin que hubiese
persecución ninguna,
y a respetar la Constitución.
Las Cortes, jubilosas,
escriben a Fernando
pero le advierten de que:
-"No se reconocerá por libre al Rey
ni, por tanto,
se le prestará obediencia
hasta que,
en el seno del Congreso Nacional,
preste juramento,
prescrito en el artículo 173
de la Constitución de 1812".
Pero el 14 de marzo de 1814
Fernando, con 28 años
y tras casi seis de exilio,
cómodamente asentado
en el castillo de Valençay,
vuelve a pisar tierra española.
Campanas.
Su ausencia lo había convertido
en un mito para el pueblo:
era el Deseado.
Aclamaciones.
Nada más llegar,
Fernando VII recibe
al presidente
de la Junta de Regencia,
el cardenal de Borbón,
pariente cercano suyo,
que le entrega la Constitución
y le tiende la mano,
para darle la bienvenida.
Pero el rey,
en un gesto de poderío,
no se la estrecha
sino que alarga más el brazo,
poniéndole el anillo ante la cara
y le exige, furioso:
"Besa".
Y el cardenal, humillado, besa.
Bien clara quedaba
la actitud de Fernando
ante la Constitución española.
Para él, aquellos
que habían conquistado la dignidad
de llamarse "ciudadanos"
eran todavía,
y así lo decían sus decretos,
sus "vasallos".
Aclamaciones.
Y el Deseado entra en Madrid
donde las turbas, enfervorizadas,
lo reciben con entusiasmo.
En la Puerta de Alcalá
se han hecho colgar
dos pinturas de Goya,
encargadas, semanas antes,
por el presidente de la Junta,
el cardenal de Borbón.
Son "El dos de mayo" y
"Los fusilamientos de la Moncloa"
que Goya no pintó, en efecto,
hasta 1814.
El artista había sido josefino,
pintor de cámara del rey,
del que recibió
la máxima condecoración.
Incluso pintó un retrato de él,
que luego borró,
para evitarse mayores problemas.
El día 30 de mayo, el rey,
incumpliendo el tratado firmado,
emite un decreto
por el que se condena
a la expatriación perpetua
a todos los que, de alguna manera,
hubiesen sido adictos al rey José.
Goya se salva porque era hombre
de gran popularidad;
pero jamás se llevaron bien
el artista y el rey.
En seguida comienzan
las detenciones
y aquellos liberales
y partidarios de la Constitución,
que los había sin ser liberales,
que no acabaron en la cárcel,
fue porque escaparon a tiempo,
rumbo París, Londres
o las Américas.
Agustín de Argüelles, el Divino,
por ejemplo,
fue encarcelado en Ceuta,
donde permanecería encerrado
durante seis años.
El conde de Toreno
se exilia en Londres.
Fernando VII lo condena a muerte
en rebeldía
y ordena confiscar
todos sus bienes.
Muñoz-Torrero, sacerdote,
decano
de la universidad de Salamanca que,
con 50 años, fue presidente
de la comisión redactora
del texto constitucional,
fue encerrado en La Coruña,
donde permanecería, también,
seis años.
El rey quiere dejar claro
que su gobierno es
manifestación de la voluntad divina
y que solo ante Dios
es responsable.
Desmonta, sistemáticamente,
todo lo que las Cortes
habían llevado a cabo.
La Iglesia recobró
su antiguo patrimonio
y se restableció
el régimen señorial.
No tardan en comenzar
los pronunciamientos
por parte de los militares
liberales,
indignados por el proceder
del monarca.
El primero fue
el de Espoz y Mina.
Espoz y Mina era un militar
que contaba, entonces,
33 años de edad.
Se había pasado a las guerrillas
en 1810
y formado una tropa
de casi tres mil hombres,
con los que hostigó a los franceses
haciéndoles mucho daño.
La Junta de Regencia le otorgó
múltiples condecoraciones,
nombrándole mariscal de campo
en 1812.
Su intento de proclamar, de nuevo,
la Constitución falló
y tuvo que refugiarse en Francia,
antes de ser detenido.
Pero Espoz y Mina
seguiría persiguiendo sus ideales
todavía durante mucho tiempo,
como iremos viendo.
-Hay un grupo de militares
que van a apoyar, decididamente,
la obra de las Cortes,
la obra Constitución,
Son gran parte del Ejército;
son, sobre todo,
los oficiales superiores,
los oficiales que han hecho
la guerra,
que han sido ascendidos,
favorecidos por las Cortes
durante la guerra;
también aquellos que provienen
de la guerrilla,
que han sido militarizados,
al final, acaban la guerra
encuadrados en el Ejército;
también los que vienen de Francia,
que estuvieron prisioneros,
fueron cogidos prisioneros
durante la guerra
y que, en Francia, han evolucionado
en sus ideas por contagio,
un poco, con las ideas
que han encontrado allí,
hacia posiciones liberales.
Al año siguiente sería Porlier
quien, en La Coruña,
proclama la Constitución
y organiza una Junta Provincial.
Porlier era otro héroe
de la Guerra de Independencia.
Había nacido
en Cartagena de Indias,
viniendo muy joven a España.
Combatió en Trafalgar
pero pronto comprendió que,
con la guerra convencional,
se hacía poco daño al enemigo
y preparó a sus tropas
para la guerrilla.
Por sus éxitos, mereció, también,
el grado de mariscal de campo.
Fue vencido por las tropas reales
y ejecutado en 1815 en La Coruña,
a la edad de 27 años.
En el 16, de nuevo Espoz y Mina
con otros militares,
entre los que se encuentran
el general Richart,
Rafael del Riego y Lacy,
conspiran para secuestrar al rey
y hacerle jurar la Constitución.
El golpe se llamó
la Conjuración del Triángulo
porque, siguiendo un método clásico
de los masones,
los conspiradores se estructuraban
en grupos de tres personas
que se desconocían entre sí.
-Sí.
-Alba.
El sistema no funcionó
y dos de los lados
del triángulo de Richart
acabaron denunciándolo.
El tormento estaba prohibido
por la ley
pero el rey lo autorizó,
personalmente,
para el general Richart.
Los conjurados, avisados,
consiguieron huir
pero Richart fue ejecutado
en la plaza de la Cebada
y su cabeza, paseada en una pica.
-Existe un grupo de militares
que provienen del antiguo régimen,
que eran generales
antes de la guerra,
como es el caso
del general Castaños,
del general Cuesta,
marqués de la Romana,
Eguía, Elío;
son hombres que han sido
postergados durante la guerra
por el poder político,
por la Junta Central
y por las Cortes
y que van a ser muy remisos
o van a oponerse, decididamente,
a la obra de las Cortes
y de la Constitución,
cuando regresa Fernando VII
de Francia, en 1814.
La situación del país
es desastrosa.
No hay dinero para pagar
los ejércitos y menos,
para asumir
los compromisos internacionales.
Por otro lado,
las potencias exigen a España
que cese en la trata de negros
y el rey se ve obligado a aceptar;
aunque, eso sí:
a cambio de una indemnización
de cuatrocientas mil
libras esterlinas.
De todas formas,
no respetó el tratado,
pues Cuba y sus ingenios de azúcar
necesitaban mano de obra esclava
y seguía siendo
un magnífico negocio.
El poco dinero que hay
se destina
a los ejércitos expedicionarios
que se concentran en Cádiz
y que han de luchar
en las provincias de ultramar,
que intentan independizarse.
En Cádiz florecen
las logias masónicas que,
con los militares
y diputados liberales,
van preparando un fuerte movimiento
para reinstaurar la Constitución;
pues, durante estos años,
la Pepa,
la Constitución de 1812,
no existía, ya,
más que en el corazón
de algunos idealistas,
casi todos ellos en el destierro
o en la cárcel.
-Muchos militares se unen
a estas logias que,
de forma incipiente, se encuentran,
con muy poco desarrollo, todavía,
en 1812, 13 y 14,
sobre todo, en el ejército
que va a ser enviado a América,
el ejército de la Isla de León;
y son, para ellos,
pues, una forma de buscar consuelo,
compañerismo,
a la situación tan dramática
que están viviendo,
por su situación precaria económica
y por las injusticias
que el propio rey
está cometiendo con ellos.
Afortunadamente, quedaban
en el país militares
que andaban sobre los veinte años
que,
o no se habían significado antes
o disimulaban sus ideas.
Como Antonio Alcalá Galiano,
hijo del marino y científico
que murió heroicamente
en Trafalgar,
un gaditano que, como otros muchos,
se decantaba por el liberalismo.
-A veces, en el juego político,
sobre todo,
cuando hay que enfrentarse
a algún peligro en especial,
mayor,
como puede ser el terrorismo,
etcétera,
se elogia el arrojo, el coraje,
la determinación,
la decisión, etcétera,
de los gobernantes
y de los gobernados.
Pero, en cambio, en política,
yo creo que hay un valor que,
muchas veces, se menosprecia,
que es el de la paciencia
porque, en política,
hay que conseguir las cosas
persuadiendo y uniendo
complicidades, uniendo apoyos.
Una excelente idea política
impuesta por la fuerza
deja de ser buena.
Entonces, las ideas políticas
exigen paciencia, nunca llegan
en el momento que uno quiere,
nunca llegan de golpe;
normalmente, se hacen esperar.
A veces, incluso
los que las han lanzado,
las han promovido, no llegan nunca
a verlas realizadas
y son sus herederos
los que las cumplen.
Es decir, tener paciencia, tener
el sentido del tiempo político,
yo creo que es fundamental
para poder entender
cómo funciona
un sistema democrático.
Evaristo San Miguel no era
tan joven como Alcalá Galiano.
Tenía 35 años y era, a la sazón,
Segundo Jefe de Estado Mayor.
Fue uno de los primeros
que se une, el 1 de enero de 1820,
al alzamiento de Rafael del Riego.
O Juan Álvarez Mendizábal,
entonces encargado
del aprovisionamiento
de los ejércitos,
lo que le permitía
una gran libertad de movimiento.
Masón, como Alcalá Galiano,
de la logia el Taller Sublime.
Adelantó el dinero necesario
para el golpe de Riego,
aunque, eso sí: hombre de negocios
antes que nada,
se lo hizo pagar después.
El militar Rafael del Riego
había sido hecho prisionero
y deportado a Francia donde,
durante tres años,
pudo conocer las teorías liberales.
Desde la llegada de Fernando VII
conspiró para hacer valer
la Constitución.
En 1819 era uno de los oficiales
acantonados en Cádiz,
esperando el momento
de ser embarcado para combatir
en las provincias americanas.
Masón también, fue la cabeza
del levantamiento que se produjo
el 1 de enero de 1820
en Las Cabezas de San Juan donde,
ante la tropa,
dio un histórico discurso
que comenzaba con estas palabras:
-Es de precisión
para que España se salve
que el rey, nuestro señor,
jure la ley constitucional de 1812,
afirmación legítima y civil
de los derechos y deberes
de los españoles.
¡Viva la Constitución!
(TODOS) ¡Viva!
-¡Viva Riego!
Evaristo San Miguel
escribe la letra de un himno
en honor de Rafael del Riego;
himno que, con música
de José Melchor Gomis,
un joven oficial
de convicciones liberales,
director de la banda de música
de artillería,
comienza a cantarse en Andalucía
y en dos días,
lo conoce toda España.
Cantemos, cantemos, soldados,
el himno, el himno a la lid.
Soldados, soldados, la patria
nos llama, nos llama a la lid.
Juremos por ella, a vencer,
a vencer, a vencer o a morir.
Ante la noticia
del pronunciamiento de Riego,
liberales y masones de toda España
se unen al movimiento.
El rey pone al mando del ejército
que debe reducir a los rebeldes
al conde de la Bisbal.
Pero este,
nada más salir de la capital,
se une a ellos
y proclama su fe liberal.
El pueblo de Madrid
se manifiesta por las calles,
exigiendo que el rey
jure la Constitución.
Y el rey, termina por ceder.
Se crea una nueva junta,
presidida, de nuevo,
por el ex regente
cardenal de Borbón,
con la misión de ejercer
una tutela sobre el monarca
que garantizara
su definitivo sometimiento
al texto constitucional.
El 10 de marzo de 1820
se publica el famoso manifiesto
de donde se pueden entresacar
frases
que ya indican su verdadero sentir.
-Mientras yo meditaba maduramente,
con la solicitud propia
de mi paternal corazón...
He oído vuestros votos
y cual tierno padre,
he condescendido a lo que mis hijos
reputan conducente a su felicidad.
Marchemos francamente,
y yo, el primero,
por la senda constitucional,
mostrando a la Europa
un modelo de sabiduría.
Y el pueblo,
volvió a aclamar al rey.
En plazas y calles se pusieron,
de nuevo, las placas que,
años antes, habían sido arrancadas.
Y en las puertas de Madrid
se colocó un retrato del monarca,
acompañado de una bella doncella
que representaba a la Constitución,
unidos en el mismo amor
por su pueblo.
Pero Fernando tenía, ya,
la idea de divorciar,
en cuanto le fuese posible,
a esa pareja.
-¡La veo, la respeto...!
Así terminaba lo que se llamó
el Sexenio Absolutista
y comenzaba lo que había
de llamarse el Trienio Liberal.
Durante él, hubo varios Gobiernos
formados por liberales
de distinto signo:
los que tenían origen
en las diferentes logias masónicas
y que eran, en general, moderados;
y los de las sociedades secretas,
a los que pronto se llamó
exaltados,
por la radicalidad de sus ideas.
Entre los primeros
podemos distinguir a Muñoz-Torrero,
que sale de prisión
para ser elegido, de nuevo,
diputado por Extremadura,
puesto desde el que consigue
suprimir la Inquisición
de forma definitiva.
Al conde de Toreno,
al que se le devuelven sus bienes
y pasa a ser diputado
y presidente de las Cortes.
A Martínez de la Rosa que,
con 25 años,
dramaturgo y poeta,
fue diputado
de las Cortes constitucionales.
Encarcelado a la llegada
de Fernando VII
y puesto en libertad ahora,
llegó a encabezar el gobierno
en 1822.
A todos estos Gobiernos,
Fernando VII los llamaba,
irónicamente,
"Gobiernos de presidiarios".
Pero, a partir del año 22,
son los exaltados,
como Evaristo San Miguel,
los que gobiernan.
Mientras tanto, el rey conspiraba
en conjuras absolutistas,
como las que encabezó
su propio capellán,
don Matías Vinuesa,
cuyo juicio,
en el que se le condenó
con exceso de benevolencia,
irritó tanto al pueblo de Madrid,
que asaltó la cárcel
y acabó con su vida.
Doña Josefa Amalia,
tercera esposa de Fernando,
aficionada a la poesía,
escribió unos bonitos versos
que dejan ver, claramente,
cuáles eran los sentimientos
y las formas de pensar
de aquella corte.
-"A la muerte del capellán de honor
don Matías Vinuesa,
asesinado con felonía en la cárcel,
donde estaba por haber querido
restablecer la religión
y al rey en sus derechos".
Bajo mano, el rey Fernando
escribía a los monarcas europeos
pidiendo socorro;
en especial, a su primo Luis XVIII,
rey de Francia quien,
por fin, en 1823,
ordena entrar en España
a los Cien Mil Hijos de San Luis,
un ejército
de ciento diez mil infantes,
veintidós mil jinetes
y ciento ocho piezas de artillería,
bajo el mando
del duque de Angulema,
que tenía como misión restaurar,
en España, la monarquía absoluta.
El Gobierno presenta batalla
y se refugia en Cádiz, con el rey,
a quien tiene, prácticamente,
como rehén.
Vuelve, pues, la Pepa, a su casa.
Ya está, de nuevo, la Constitución,
en donde nació:
Cádiz, su cuna.
Y Cádiz, de nuevo,
bastión de España;
de nuevo, solo;
de nuevo,
sitiado por un ejército francés.
Fernando VII estaba alojado
en el edificio de la Aduana,
hoy Palacio de la Diputación,
desde cuya terraza se entretenía
en hacer volar cometas,
sin que se lo impidiera nadie,
a pesar de saber que,
de esa manera,
transmitía mensajes al enemigo.
Espoz y Mina, de vuelta en España
desde el pronunciamiento de Riego,
pelea contra las fuerzas francesas
pero, finalmente,
tiene que capitular
en noviembre de 1823
y huir a Inglaterra
para salvar la vida.
Evaristo San Miguel
combate también en Cataluña
pero es gravemente herido y
trasladado, prisionero, a Francia.
No fue liberado hasta el año 24
y entonces, se exilió en Londres.
A un héroe de la guerrilla,
Juan Martín Díez, el Empecinado,
le llega un mensaje del rey
para ponerse, él y su tropa,
de parte del duque de Angulema,
a cambio de un título nobiliario
y de una gran cantidad de dinero.
Y Juan Martín, contesta:
-Diga usted al rey que,
si no quería la Constitución,
que no la hubiera jurado.
Que el Empecinado la juró
y jamás cometerá la infamia
de faltar a sus juramentos.
Finalmente, el duque de Angulema
ofrece un trato:
Si el Gobierno liberal
entrega al rey,
no habrá represalias
ni nadie será perseguido.
El Gobierno termina por aceptar
y el 1 de octubre de 1823
la familia real desembarcaba
en El Puerto de Santa María.
En el mismo momento, comenzaba
la persecución de liberales
y Fernando dictaba un decreto
dirigido a "sus vasallos" que,
entre otras cosas, decía:
-He venido a decretar lo siguiente:
Son nulos y de ningún valor
los actos del Gobierno
llamado constitucional,
de cualquier clase y condición
que sean,
desde el 7 de marzo de 1820
hasta hoy,
día 1 de octubre de 1823.
Volvía la Pepa a prisión,
a las cadenas,
a vivir como ya lo había hecho
antes, únicamente
en los corazones de aquellos
que tuvieron la suerte
de poder escapar
y marchar al exilio;
o incluso, de aquellos
que fueron a parar a la cárcel.
Muñoz-Torrero, ya con 64 años,
huye a Portugal,
donde también es perseguido
por sus ideas liberales.
Hecho prisionero,
es encerrado y torturado
en la torre
de San Julián de la Barra,
donde permanecería hasta su muerte,
en 1829.
Martínez de la Rosa
se exilia en Francia.
Y naturalmente, José Melchor Gomis,
el autor de la música
del himno de Riego,
que Fernando VII prohibió
rotundamente,
tuvo que exiliarse en París;
para su suerte,
pues tuvo ahí grandes éxitos.
Otros, fueron menos afortunados.
Como el general Rafael del Riego,
juzgado en un vergonzante proceso
que lo condenó a muerte.
Paseado en un serón
ante la misma plebe
que lo había aclamado
apenas unos meses antes
y que, ahora, lo insultaba.
Ahorcado como un vulgar criminal
en la plaza de la Cebada
y luego, decapitado,
para exhibir su cabeza.
Comenzaba lo que la historia
llamará la Década Ominosa.
Ominoso, ominosa.
(Del latín "ominosus").
Azaroso, de mal agüero,
abominable.
-Seguid buscando ahí abajo.
Como Fernando no podía contar
con el Ejército,
que se había demostrado
bien claramente liberal
en su mayoría,
contrató a las tropas francesas.
Formó las Juntas de Purificación,
en lugar de la Inquisición,
que no se atrevió a restaurar
por temor a la reacción
de sus aliados europeos,
que ya consideraban
al Santo Tribunal
cosa de otros tiempos.
No hubo amnistía,
como le pedían sus aliados.
Siguió persiguiendo a todo el que
él consideraba enemigo.
Y así, un héroe nacional,
un guerrillero,
general irreductible
a quien sus gentes llamaban
el Empecinado,
que llegó a mariscal de campo
del Ejército español,
fue paseado en una jaula
y ejecutado
como un vulgar delincuente.
-¡Aprovecha los momentos
que te quedan
para salvar tu alma!
En Europa,
todos los regímenes políticos,
conservadores o no,
iban, poco a poco, adaptándose
al sentir de los tiempos.
Y España, se quedaba sola.
Para más complicación,
Fernando continuaba sin heredero
y se iba formando alrededor
de su hermano, Carlos Isidro,
una camarilla que lo veía
como el legal heredero al trono.
Así va creándose la levadura
de lo que, en su momento,
serán las Guerras Carlistas.
En 1829
muere la reina Josefa Amalia.
Fernando tiene 44 años
y sigue sin descendencia,
además de que sus excesos
y enfermedades
lo tienen en bastante mal estado.
Hay que darse prisa.
Elige como futura esposa
a su sobrina,
María Cristina
de Borbón-Dos Sicilias, de 22 años,
y las bodas se celebran
en diciembre del mismo año 29.
Aquí vemos a la real pareja,
evidentemente favorecida
por el retratista,
el entonces pintor de cámara
del rey, Luis de la Cruz y Ríos.
En octubre del 30,
la reina da a luz.
Una niña a la que se bautizará
con el nombre de Isabel.
Los carlistas están exultantes
pues no tienen intención de cumplir
la pragmática sanción
con la que Fernando ha abolido
la ley sálica,
que impedía que una mujer
pudiera heredar la Corona española.
El rey tiene mala salud
y se teme por su vida.
La reina vuelve a quedarse
embarazada
y a comienzos de 1832, pare...
otra niña.
Don Carlos Isidro manifiesta,
claramente,
que se considera
el heredero del trono.
-Tengo unos derechos tan legítimos
a la Corona,
siempre que te sobreviva
y no dejes varón,
que no puedo prescindir de ellos.
Derechos que Dios me ha dado
cuando fue su voluntad
que yo naciese.
El 29 de septiembre de 1833
moría Fernando VII
de una apoplejía.
En Talavera se proclama a Carlos V
como nuevo rey de España.
Comenzaba
la Primera Guerra Carlista.
Y en esta situación tan difícil
comienzan las sorpresas.
María Cristina
es la regente oficial;
no es proclive a los liberales
pero teme a los absolutistas
que son, en general, carlistas.
Así que la regente busca hacer
su política por el lado liberal.
Segunda sorpresa:
Se dice por los mentideros
que María Cristina se ha casado,
secretamente,
con un guardia de Corps,
don Agustín Muñoz,
tres meses después
de quedarse viuda
de Su Majestad Fernando VII.
El hecho era cierto.
A finales del año siguiente,
la regente daba a luz a otra niña.
Y desde el punto de vista político,
las primeras medidas
de la reina gobernadora fueron:
Una amnistía general
para los afrancesados liberales
que estaban en la cárcel
o en el exilio;
se reabrieron las universidades;
se creó un Ministerio de Fomento
con la intención de modernizar
las comunicaciones del país;
y mientras tanto,
la Pepa dormía.
Ya ha cumplido veintiún años
pero de ellos,
solo ha vivido, realmente, cinco
y eso, de manera bastante azarosa.
Los dos primeros, de 1812 a 1814,
semirreconocida
y de forma más bien simbólica,
pues España está en guerra
y el rey, ausente.
Luego, otros tres años,
los mejores de su vida,
los más plenos,
durante el Trienio Liberal.
Y ahora, permanece escondida,
sin que nadie tenga muy claro
qué hacer con ella.
Martínez de la Rosa
vuelve de su exilio francés
para ser presidente del Gobierno.
Nombra ministro de Hacienda
al conde de Toreno que,
al ser incapaz De la Rosa
de mantener su gobierno,
será el siguiente presidente
y siéndolo, nombra, a su vez,
ministro de Hacienda
a uno de nuestros viejos conocidos,
Juan Álvarez Mendizábal que,
a su vez, a los pocos meses,
será presidente de Gobierno.
Y mientras tanto,
la reina gobernadora vuelve a parir
otra niña;
lo que provocó que un ministro
dijera, con gracia:
"Tenemos una regente
que está casada en secreto
pero públicamente embarazada".
Porque, claro,
su estado de buena esperanza
era poco disimulable.
Por otro lado, Evaristo San Miguel
también ha vuelto del exilio
y se ha unido al ejército cristino,
donde ascenderá hasta
general en jefe de los ejércitos
del centro,
peleando contra los carlistas.
Pero en el seno
de los progresistas del Ejército
iba gestándose una rebelión
que explotó en La Granja,
durante el veraneo de la regenta.
El segundo regimiento
de la Guardia Real se levantó
para reclamar de María Cristina
la reinstauración
de la Constitución;
de aquella Constitución que,
todavía, seguía llamándose la Pepa.
Coincidencia misteriosa:
casi en el mismo momento,
moría en París José Melchor Gomis,
el autor de la música
del himno de Riego.
¿Qué cosas, verdad?
Reclamaban aquellos jóvenes
oficiales del levantamiento
de La Granja que fueran reunidas,
a la mayor brevedad, las Cortes,
a fin de ratificar
dicha norma fundamental
o bien, redactar otra
de nuevo cuño.
Otra Constitución, o mejor dicho,
una Constitución
sobre la Constitución.
Esta sería la Constitución de 1837,
hija y producto de la Pepa,
que fue, al fin,
la madre de todas
las Constituciones de España.
-La Constitución del 37,
obviamente,
tiene una enorme influencia
de la Constitución del 12,
de la Constitución del 12 adaptada
pero yo diría que,
para ese momento, se ha perdido ya
el sentimiento, el espíritu,
digamos el alma
de la Constitución de Cádiz,
es decir,
la Constitución del 37 es, ya,
más bien, un arreglo técnico
para traer un liberalismo
más jurídico que, a veces,
político o ético
a la vida política española.
Es decir, es Cádiz
pero un Cádiz, ya,
reducido a sus expresiones
más prácticas
y en la que falta,
pues, ese componente mítico,
que yo prefiero llamar simbólico,
que me parece lo mejor
del texto de la Pepa.
Otras Constituciones vinieron;
otras vendrán;
pero esto, ya es otra historia.
-Las democracias tienen
dos enemigos fundamentales
que son la ignorancia y la miseria.
Si una persona
está sometida a esos flagelos,
es decir, si no tiene lo suficiente
para conservar su vida y para poder
mirar, un poco por encima
de la necesidad cotidiana,
es imposible que acuda
a cumplir sus deberes ciudadanos.
Y la ignorancia
es otro elemento fundamental
que bloquea la posibilidad
del ciudadano
de intervenir en política.
Esa ignorancia que hace
que uno no pueda entender un texto
algo más sencillo que
la crónica deportiva del domingo;
que uno no pueda entender
una argumentación;
que uno no entienda
por qué unos argumentos son
convincentes y otros, no; etcétera.
Nosotros no quisimos aquí
más que contar la vida,
corta y azarosa,
las aventuras y desventuras
de la Pepa.
Quizás murió demasiado joven,
como dicen que mueren los mejores,
los elegidos.
La Pepa fue la tercera Constitución
del mundo civilizado
y muchos de sus artículos
siguen siendo, hoy,
adelantados a su tiempo.
-Había una expresión,
en la Constitución del 12,
que me parece muy hermosa, ¿no?,
para un constitucionalista,
cuando dice
que las libertades
deben ser protegidas
por medio de leyes sabias y justas.
Yo creo que, con el tiempo,
hemos ido perdiendo esa capacidad
para escribir tan bien
los textos normativos
pero que la Constitución del 78
está directamente emparentada
con Cádiz
me parece una evidencia histórica.
-Y eso le da una especie
de categoría extraordinaria
que se sigue considerando
y estudiando; curiosamente,
al cabo del tiempo,
la Constitución vigente en España,
la del 78,
también tiene ese aura,
porque pasa de una dictadura
a una democracia,
sin violencia,
totalmente pacífico.
Recoge, un poco, aquella especie
de consideración especial
de la Constitución del 12.