Música de cabecera
Acordeón
Soy yo, si pasa algo
estoy en el Pirigallo.
¿Vino a quedarse?
Creo que sí.
¿Y por qué no vive contigo?
No tengo sitio donde meterlo.
Mi casa es muy pequeña.
Además...
Estáis peleados.
No, pero con Carlos
tendría más libertad que conmigo.
¿Sabes que se casó Inés?
Está en Alemania.
Juan no debía haber vuelto.
Los tipos como él, en un pueblo
como este, solo estorban.
Es como un niño.
Mientras estuvo con Inés,
todo fue bien.
Pero al quedarse solo
se acordó de nosotros.
Escúchame, Clara,
¿qué piensas de Carlos?
¿Por qué me preguntas eso?
(RUDO) ¡Fuisteis amigos! ¿No?
(SUAVE) Quiero decir, que salíais
juntos durante un tiempo.
Sí, hace un año de eso.
No sé, es un hombre un poco raro.
Una nunca sabe
a qué atenerse con él.
¿Te hizo la corte?
No.
¿Y tú?
¿Yo, qué?
Clara, hace más de dos meses
que quería hacerte esta pregunta.
Pero no me he atrevido hasta hoy.
Ya ves que soy capaz
de una delicadeza.
Pero esta tarde vino rodado.
Estuve enamorada de él.
Si no hubiera sido por eso
ya me habría casado contigo.
Debí haberle matado.
Teléfono
¡Sí, un momento!
(MOLESTO) ¿Qué pasa?
D. Cayetano, el teléfono.
¿Qué hay?
Que esperen.
(ENFADADO) ¡Sí, que esperen!
Tenemos que irnos.
Espera.
¿Es que vas a defenderle?
No, pero quiero explicarte algo.
Como a mí
nunca has intentado engañarme
yo tampoco
quiero dejarte ir engañado.
¿Y qué más da?
Cuando nos creí arreglados
aparece el Dr. Deza a reventarlo.
Carlos Deza,
el último de los churruchaos.
El que lo sabe todo y te embarulla
con palabras inútiles.
Acordeón
Está bien. Di lo que quieras.
Tú no puedes ni siquiera imaginar
lo que es la miseria.
Cuando Carlos llegó
a Pueblanueva, cuando lo conocí,
estaba desesperada. Pensaba huir
de casa y prostituirme.
Venderme a ti por 1000 pesetas
y un equipo de ropa.
¿Vas a confesarme ahora
que te vendiste a él?
Calla.
No me he vendido a nadie
gracias a Carlos.
Se portó noblemente conmigo
y pude recobrar la esperanza.
Era natural entonces
que me enamorase de él
y lo fue
que él no se enamorase de mí.
Yo debía parecerle despreciable.
Quieres decir que te rechazó.
No, es demasiado decente
para hacerlo.
Las cosas no se plantearon así.
Sucedió lo que tantas veces:
que yo le quería él
y él no me quería a mí.
Debí haberle matado
aquella noche.
Eso no hubiera arreglado nada.
¡Siempre Carlos!
¿Por qué me lo has dicho?
¿No podrías habértelo callado?
Para que las cosas quedaran claras
entre tú y yo tenía que decírtelo.
Además...
¿Es que hay un además?
Sí.
Me dijiste que eras el hombre
más hombre de Pueblanueva.
Esta es la prueba.
No, hay cosas
que un hombre no puede tolerar.
Si hubieras sido lo que yo creía
te hubiera hecho mi querida.
Pero la que Carlos Deza despreció
no puede ser mi mujer.
¡Ja! Carlos. Precisamente Carlos.
¡Pues no se iba a reír poco!
No eres el hombre más hombre
de Pueblanueva.
Anda, acompáñame, no vayan
a decir que te he dejado plantado.
Buenas tardes, D. Cayetano.
Adiós, buenas tardes.
Puerta, llaman
Pase usted, D Angustias.
-Gracias.
Mamá, qué alegría.
¿Qué te trae por aquí?
Siéntate.
Sí, mamá.
Toma, lee.
"Vecinos de Pueblanueva, hago
saber que en esta Semana Santa
se suspenden las procesiones
y manifestaciones religiosas".
Bien, ¿y qué?
Que esto no puede ser, hijo mío.
Los cristianos tenemos derecho
a nuestras ceremonias.
No hay alcalde ni gobernador
que pueda prohibírnoslas.
Además, la procesión
de mañana la costeé yo.
Pensaba acompañarla.
Bueno, ¿y qué quieres
que haga yo, mamá?
Hablar con el gobernador.
No somos amigos.
Entonces, con el alcalde.
¿O es que no te obedece?
Yo no he dicho eso, mamá.
Pues no me lo digas,
que no te creeré.
En el pueblo
se ha hecho siempre tu voluntad.
Con izquierdas y con derechas.
Mucho más con esa gente
de ahora, que la has nombrado tú.
Está bien, mamá.
Por teléfono, no.
Las cosas importantes
se hacen personalmente.
Pero, mamá, ¿tanto te interesa?
Si no me interesase,
no habría venido a molestarte.
Mamá, por favor, no digas eso.
Vamos, mamá...
Tú nunca me molestas, mamá.
(SOLLOZA) De un tiempo
a esta parte, no lo parece.
Por favor,
eso ni lo pienses, mamá.
Quédate tranquila.
Ahora mismo
hablaré con el alcalde.
(TIERNO) Mamá...
Conversación de fondo
Perdona un momento.
Buenos días, D. Cayetano.
Siéntese.
Después te llamo, Santiago.
Siéntese, por favor.
¿Qué le trae por esta, su casa?
Ver el telegrama del gobernador
prohibiendo las procesiones.
No, gracias, acabo de fumar.
Fuma.
Como usted quiera.
-Aquí lo tiene.
-Tome.
Esto está muy bien
pero no reza con Pueblanueva.
Es una buena medida de orden
público para las grandes ciudades
donde es difícil mantener a raya
a los de un grupo y a los de otro.
Pero Pueblanueva
es una villa civilizada.
Aquí no pasará nada.
¿Y cómo lo sabe usted?
Eso es asunto mío.
Pero sabe que hay elementos...
A esos elementos
se les mantiene quietos.
Si se mueven, a la trena con ellos.
¡D. Cayetano, me juego el puesto!
No ocurrirá nada.
Si usted me lo asegura...
De todas formas, será mejor
que llame al gobernador.
Como la orden viene de él...
¿Desde cuándo mandan
los gobernadores en Pueblanueva?
Antes ya sé,
pero ahora yo creía que...
La diferencia entre el ahora
y el antes es que había otro alcalde
y ahora el alcalde eres tú.
Sí, señor.
Empieza a escribir un oficio
autorizando las procesiones.
(SERVIL) Muchas gracias,
Don Cayetano.
Naturalmente, puedes poner en él
que se hace responsables
a los señores sacerdotes
de que los fieles respeten
el orden público, etc. etc.
y que ellos son
los únicos responsables.
Con dos copias,
¿verdad, D. Cayetano?
(RÍE) Sí.
Ya dirá usted, señor juez.
(SUSURRA) Fíjese.
-Es D. Cayetano.
Está hablando con su novia
sin la menor precaución.
Si nos acercásemos un poco,
podríamos oír lo que dicen.
-Yo creo que he oído algo.
-¿Y qué han dicho?
Vete.
He venido a pedirte perdón.
Bien, ya está, perdonado.
¿Y nada más?
¿Qué más quieres?
Te he pedido perdón.
Me has perdonado.
Pues bien, aquí no ha pasado nada.
Como antes, ¿eh?
Como hace una semana.
Tú, ahí detrás.
Yo aquí,
y cuando cierres, los dos juntos.
¿Adónde vamos esta tarde?
No volveré a salir contigo.
Eso sí, tan amigos.
Una mujer
no es como un hombre.
Lo comprendo. No razonáis
lo suficiente. Ni siquiera tú.
Y si yo he tardado
casi una semana en decidirme,
no puedo exigir
que tú te me hayas adelantado.
Además, no podías hacer
otra cosa que esperar.
Estoy seguro de que habrás esperado
todos los días.
Y que cada tarde,
al cerrar la tienda,
estarías más nerviosa
que la tarde anterior
porque yo no venía
a pedirte perdón
y tú deseabas perdonarme.
Todo eso lo comprendo.
Es natural.
No te he esperado un solo día
ni deseé que volvieras.
¿Tú qué vas a decir?
Hasta me complace que hables así,
el orgullo es una gran cualidad.
Me gustas porque eres orgullosa.
Yo también lo soy.
Sin embargo,
he venido a pedirte perdón.
Para hacerlo,
he tenido que vencer mi orgullo.
Estar seguro
de que no ibas a humillarme.
En una palabra,
quiero abreviar los trámites.
Te pido perdón.
Quiero ser perdonado.
Doy lo pasado por pasado.
Haz tú lo mismo que yo.
Déjame.
Bueno, bueno...
Te parece todo demasiado brusco.
Quieres que medien lágrimas,
palabras tiernas.
Por mí no hay inconveniente.
Cierra la tienda y vámonos.
O mejor, ciérrala y déjame dentro,
así podrás llorar mejor.
Sin miedo a que te vean.
Quieto.
No cierres.
Estás muy bonita, Clara.
Yo te quiero. ¿No lo comprendes?
Si no te quisiera,
no hubiera vuelto.
Te quiero y estoy dispuesto
a arreglar lo nuestro.
Lo he pensado mucho, ¿sabes?
He querido traerte una solución.
Si no viviéramos en Pueblanueva,
nuestra relación sería distinta.
¿Tú crees que me importaría
tu enamoramiento de Carlos?
Me importaría un pito
que te hubiera rechazado o no.
Aún llego a más.
Soy un hombre moderno.
Sí.
Reconozco a la mujer
su derecho a la vida y al amor.
Aceptaría incluso
que hubierais sido amantes.
¿Qué más da? Dos que se quieren
es una historia que empieza.
El prejuicio de los españoles
por la virginidad de la mujer
está anticuado, es inhumano.
(DESPRECIATIVO) Cosa
de los moros.
No se oye muy bien.
-¿Y entonces, qué hacemos?
-Calle, calle.
Yo no cazo nada,
palabras sueltas nada más.
-Usted quédese aquí,
me voy a arrimar más a la puerta.
-¿Se atreve?
-Con un poco de suerte...
-¿Y ahora?
-Chist, calle.
Pueblanueva nos ha envenenado.
Mi manera de portarme no tiene
relación con lo que pienso,
sino con lo que piensan los demás.
¿Crees que no me doy cuenta?
Salir de Pueblanueva
es como recobrar la libertad.
Vivir donde nadie nos conoce
es desintoxicarse de prejuicios.
Hay tantas cosas
que tú misma harías lejos de aquí...
La gente, por ejemplo,
se casa pensando en los demás.
Donde todos son desconocidos,
los que se quieren
no piensan en casarse.
Cuando un hombre como yo
necesita a una determinada mujer
desprecia trámites y condiciones
impuestas por la sociedad.
Pero bueno...
¿Con qué derecho un juez...
o un cura...
o los dos juntos...
nos autorizan a acostarnos?
¿Quiénes son ellos
para disponer de algo tan nuestro
como nuestros propios cuerpos?
Por otra parte...
(INTERR.) ¿Adónde vas a parar?
Vete ahora mismo de Pueblanueva.
De momento, a La Coruña.
No te faltará de nada.
Yo iré a verte cada sábado.
Todo esto, hasta que llegue
el arreglo definitivo.
Entonces, yo me iré contigo.
Pueblanueva me viene estrecha.
Necesito más aire.
Más luz.
Más tierras que conquistar.
(SILBA)
¿Y a qué llamas tú
el momento del arreglo definitivo?
Lo que te propongo
no es un matrimonio.
Pero vale más.
Te ofrezco
todas las garantías que apetezcas.
Más de las que tendrías
siendo mi mujer.
Por lo pronto, hacerte propietaria
de una casa y de un dinero.
Más tarde
cuando mis padres mueran,
compartir legalmente conmigo,
en pie de igualdad,
toda mi fortuna.
No soy un romántico.
Sé que puedo morir.
Por nada del mundo
te dejaría en la pobreza.
Es una hermosa proposición.
¿Aceptas?
¿Quién iba a decirme cuando pensaba
venderme a ti por 1000 pesetas
que acabarías ofreciéndome
la mitad de tu fortuna?
No sé cuántos millones tienes,
pero, por pocos que sean,
hay gran diferencia con lo que yo
entonces pensaba pedirte.
¿Por qué recuerdas eso?
Porque lo tengo presente.
Y me alegro. Me da la medida
exacta de lo que valgo.
No he pretendido evaluarte...
(INTERR.) Soy yo quien lo hace.
Saber que valgo la mitad
de tu fortuna me llena de orgullo.
Estás llevando
las cosas a un terreno falso.
Todo lo contrario:
estoy quitándoles el disfraz.
Hablo con el corazón en la mano
Tu corazón te miente.
Te quiero y lo sabes de sobra.
No lo dudo.
Es la única verdad
que has dicho hasta ahora.
Lo demás...
(ENFADADO) ¿Y no te basta?
Mientras hablabas
me recordabas a Carlos.
Muchas palabras
para ocultar la verdad.
Solo que a ti
es más fácil adivinártela.
Me ofende
que me compares con él.
Yo soy un hombre
y él un charlatán.
No eres tan retorcido, lo reconozco.
Pero también intentas engañarte.
¿No comprendes que tanto barullo
y palabrería son tus excusas
para no casarte conmigo?
La opinión de los demás
te importa más de lo que querrías.
Temes que se rían de ti
si te casas con una mujer
que estuvo enamorada
de Carlos Deza.
Tienes miedo a que Carlos cuente
lo que pasó y lo que no pasó.
(ENFADADA) ¿Qué sé yo
a lo que tienes miedo?
Claro está que,
si yo estuviese enamorada de ti,
pasaría por todo y aceptaría
ser tu querida o lo que fuese.
Pero yo no estoy enamorada de ti
ni lo estaré ya nunca.
No te irrites y aprende a escuchar
la verdad como un hombre.
Acabas de proponerme que sea
tu querida y no me he ofendido.
Tampoco te guardo rencor.
Solo siento que seas como eres.
En el fondo, un pobre hombre.
La única a la que de verdad
le importa un pito la opinión ajena
es a mí, a mí no me importaría irme
contigo y tener un hijo tuyo
si algo razonable
me impidiera ser tu mujer.
Pero tus razones no me convencen.
Sería un pretexto hoy, otro mañana
y siempre mentiras y delaciones.
Yo no soporto la mentira,
¿qué quieres?
Me pasa como con la suciedad.
Tienes que quereme.
No puede ser de otra manera.
No eres malo en el fondo,
pero estás envenenado.
Te será difícil
librarte de ese veneno.
Tanto tú como los otros
no os iréis nunca de Pueblanueva.
Ya ves, mi hermano,
que no iba a volver nunca. ¡Bah!
El pueblo os tiene cogidos
y no os suelta.
A ti también.
No.
Yo me marcharé enseguida,
mucho antes de lo que piensas.
No te lo permitiré.
Esto tiene que arreglarse.
Sería la primera vez que a mí...
Nosotros no seremos felices.
Tú tampoco lo serás.
Coño, Cubeiro, que yo no puedo.
Lo siento, no hay nadie tan malo
que no merezca un poco de paz.
Anda, vete.
Volveré.
No vuelvas.
Piensa en la opinión del pueblo.
Volveré.
Coche, arranca y se va
Se me pusieron aquí.
-Pues anda que a mí...
-Usted mucho hablar,
pero se escondió.
-Una prevención elemental,
pero no por miedo.
-¿Y ahora, qué?
-¿Qué de qué?
-Lo que hemos oído.
-Yo, casi nada.
-Yo, poco más. Pero suficiente.
-¿Tú qué piensas?
-Que ella le dio calabazas.
-Y vas a contarlo en el casino.
-¿Quién, yo? ¡Ja!
No seré yo
quien vaya con esa historia.
Cuéntelo usted.
-Mira, Cubeiro...
Yo tengo un cargo público.
Soy una autoridad.
No me parece bien
andar metido en comadreos.
-Pues entonces, con callarnos...
-¿Tú eres capaz?
-Por la cuenta que me tiene.
Bullicio
Bienvenido,
Don Lino, enhorabuena.
Juan y yo debemos hablarle
de algo importante.
Don Lino, ¿cómo está?
-Cuánto tiempo sin verle.
-¿Qué pasa?
-Mire...
-Diga.
-Se trata de los pescadores.
De su situación desesperada
solo el Estado podría sacarles.
-¿El Estado?
¿Y ustedes piensan que yo...?
-Usted es diputado, D. Lino.
Todos los pescadores
le han votado. Y sus mujeres.
-Sí, eso es cierto, pero...
Escuche, D. Lino.
Solo tienen dos caminos:
Ponerse en manos de Cayetano
Salgado y amarrar los barcos
o que el Gobierno
arbitre una fórmula de socorro.
Insisto en que el asunto
le interesa a usted y solo a usted.
Los pescadores no tienen
a otro que les represente.
No debe dejar pasar una ocasión
como esta de hacer bien al pueblo.
Y de ganarse su afecto.
Son estupendos.
Ya lo verá cuando les hable.
Eso, un discurso bien amarrado
y estudiado,
pero conmovedor...
Mi experiencia parlamentaria
me ha hecho comprender
que a la persuasión tradicional
hay que añadir una lógica aplastante.
Conmover, sí,
pero también convencer.
D. Lino, tengo que irme.
Hasta luego.
Siga usted, D. Lino.
-Pues como iba diciendo,
para mi gusto, Azaña
aunque su oratoria resulte fría,
el ideal sería
una mezcla de Azaña y Castelar.
Hola.
Hola.
¿Lo del cartel va en serio?
Y tan en serio.
Tengo ya dos compradores.
Pasa.
Ven, pasa.
¿Pero tienes algo determinado?
¡Ay! Sí.
Irme a Buenos Aires.
¿A Buenos Aires?
¿Y por qué tan lejos?
Pues mira, porque no hay
un sitio más lejos adónde ir.
Pero, ¿y una vez allí?
No sé, algo saldrá.
Si vendo la tienda,
me quedarán unas 20.000 pesetas
después de pagar el asilo de mamá
y descontar los gastos del viaje.
20.000 pesetas dan para aguantar
una mala racha, ¿no crees?
Sí, pero si la mala racha sigue
¿qué vas a hacer?
Dejarme llevar.
¿Qué más da?
Irse tan lejos es como morir.
Lo que le sucede a un muerto
ni a él mismo le importa.
(RÍE)
¡Enhorabuena, señor diputado!
-¡Hola, D. Lino!
Aplausos
-Gracias, muchas gracias.
-¡Qué faena!
-Hombre, a propósito de faena.
No es cierto eso
que se anda diciendo por ahí.
En primer lugar, yo no fui llevado
a hombros como un vulgar torero,
sino acompañado a mi domicilio
por un grupo de trabajadores
a los que había dirigido la palabra.
Y en segundo lugar,
que no son plebe ni populacho,
sino legítima representación
del pueblo que labora y sufre.
Esa que algunos pretenden apartar
de nosotros y hacerla enemiga.
Me estoy refiriendo,
como es obvio, al proletariado.
¿Quién tiene la culpa de que vaya
a producirse tal escisión?
¿De que el proletariado
se haya convertido
en enemigo de nuestra sociedad?
-Cayetano.
-Cubeiro, yo no he dicho eso.
O, al menos, no lo he dicho aún.
-Tampoco yo quería decirlo.
Fue una coincidencia, acabo de oír
su coche y creo que va a entrar.
Buenas noches, señores.
¿Qué, se discurseaba?
Lamento haberles interrumpido.
Continúe, D. Lino.
Si he venido esta noche,
ha sido para escucharle a usted.
No puedo por menos
que alegrarme de sus éxitos.
Políticamente hablando,
usted es hijo mío.
(INDIGNADO) ¡Yo soy hijo
de la voluntad del pueblo!
Cabalmente se lo explicaba así
a estos señores.
La voluntad popular.
¿Eso qué es?
¡Ja! Así hablan los fascistas.
No sé lo que es eso, D. Lino.
Pues yo se lo voy a explicar.
Fascista es quien pretende ignorar
la voluntad del pueblo
para sustituirla por la suya propia.
Fascista es quien ejerce un poder
apoyado es su fuerza y riqueza.
Fascista, D. Cayetano, ¡es usted!
¿Usted cree que yo mando tanto?
¡Y aún me lo pregunta!
¡Interrogue a estos ciudadanos!
¡Salga a la calle,
detenga a los transeúntes!
¡Haga esa pregunta en la sagrada
intimidad de los hogares!
Usted manda en este pueblo,
D. Cayetano, porque le temen.
¡Le temen
porque es el amo del pan!
¡Por eso se da el lujo de pisotear
las leyes de la República
y obligar a los ciudadanos
conscientes a soportar,
a tolerar sin chistar
el espectáculo degradante,
deprimente y absurdo
de una procesión!
¡Usted, que ni cree en dios
ni ha creído nunca!
El que otorga el pan se cree
el amo de la vida y el honor,
con derecho sobre mi cuerpo
y el cuerpo de los míos.
Cree también que tiene
el derecho a esclavizarme.
Por eso me coloca en el dilema
de rebelarme o esclavizarme.
(IMPASIBLE) ¿Y eso es
lo que hace ahora, D. Lino?
¿Rebelarse?
¿O la rebelión ya existe
y ha decidido ser el cabecilla?
Golpe con la silla
(RABIOSO) Yo no necesito
rebelarme, señor mío.
No lo necesito por la simple razón
de que yo no soy un oprimido.
Don Cayetano, ¡lo acuso!
(INDIGNADO) ¿A mí?
A usted, sí.
En nombre de los explotados,
de los pisoteados y deshonrados.
¡Un momento!
En lo que se refiere
a los deshonrados,
puede usted hablar
en nombre propio.
No voy a oponerme.
Y le doy la razón.
Es más...
Tiene usted
perfecto derecho a censurarme.
Puedo decirlo
delante de todos estos señores
porque todos lo saben.
Yo, mi querido D. Lino...
Yo le he puesto los cuernos.
(CUBEIRO RÍE)
(IRACUNDO) Es usted
un miserable.
Sr. Salgado, usted es,
además de tirano, inmoral.
Se goza con la vergüenza ajena.
¡Se alimenta de cieno,
como los cerdos!
¿Hasta cuándo va a durar esto?
¿Cree usted
que su reinado va a ser eterno?
¡Por lo pronto, en este casino
nos reímos de sus bravatas!
¡Nos reímos los que recordamos
que dijo usted
que por su cama
no pasaban más que vivos!
(RÍE) ¿Se acuerdan ustedes
caballeros?
Hablábamos de cierta señorita
de la localidad
cuando el Sr. Salgado dijo que él
no admitía material averiado.
Pues bien, el Sr. Salgado,
entre la burla y la risa de todos,
está corriendo
tras un material averiado
(RÍE) y traga, encima,
que le den calabazas.
-Le va a matar.
¡Piensa casarse con la mujer
más desacreditada del pueblo!
(ENFAD.) ¡Cornudo de mierda!
Tiene que soltarme,
soy un diputado de la República.
¡Y una mierda!
(VOCERÍO)
¡Quita!
¡Que lo va a matar!
Le haré comer el camisón
ensangrentado de esa muchacha.
Que este imbécil no se mueva
de aquí hasta que yo vuelva.
¡Quitaos, coño!
Ha ido usted demasiado lejos.
-Deme un coñac.
-Un coñac.
Coche, arranca y se va
Eso no, D. Lino.
Tiene usted que esperar.
-No pretenderá usted
que me muela a palos.
-Nos ha hecho responsables
de que no se mueva de aquí.
-(TEMEROSO) Pero ustedes
me protegerán, ¿no?
¡Ustedes me han elegido!
¡Soy el diputado de este pueblo!
¡No pueden entregarme indefenso
en las manos del tirano!
-¡Jefe!
-Voy, señor.
Vete a la taberna El Cubano
y que venga corriendo Aldán.
-Sí, señor.
-A ver si hay suerte.
Música angustiante
Ladridos
Música angustiante
Música angustiante
Música angustiante
Grillos
Crujido
(GIMOTEA)
Estruendo
(FORCEJEAN)
Cristales rotos
No...
Ay...
¡Ay!
¡Ah!
Lo siento, Clara.
Pasa.
Pasa.
Aquí está ya.
-Ah, por fin llegó usted.
-Paulino.
-Siéntese aquí conmigo. ¡José!
-¡Voy!
-Al señor Aldán, lo que pida.
¿Quiere una copita?
-No, no, gracias.
-Como mande.
¿Qué pasa aquí?
¿Pasar?
Nada, que yo sepa.
Que hay más gente que otras veces.
Y como don Lino estuvo discurseando,
no pudimos arreglar una partida.
Estruendo
¿Qué pasa?
¿Qué pasa?
No va con usted.
¡Ahí tiene el camisón de Clara!
¿Qué te trae aquí?
¡No te metas en esto!
-¡Señores!
¡Cuestiones personales a la calle!
-¡Suéltenme!
¡Anda, sal a la calle
a que te mate!
¡Sí, hombre, sí!
¡Pues vamos!
Alboroto
(FORCEJEAN)
¡Ah!
¡Ah!
¡Ah!
¡Ah!
(RESPIRA DE FORMA AGITADA)
(FORCEJEAN)
¡Ah!
¡Ah!
¡Ah!
Levántate que te voy a...
¡Suéltame, coño!
(TOSE)
(RESPIRA CON DIFICULTAD)
(JADEA)
Ay...
Ah...
(TOSE)
Te voy a matar, fascista.
-(LLORA)
-(FORCEJEAN)
-Ah...
¿Qué miran?
¡Vamos, márchense a sus casas!
(GIME)
(TOSE)
¿Qué?
Ahora conmigo.
¿Contigo?
Contigo no tengo ni...
¡Ah!
¡A la mierda los Churruchao!
¡Se acabaron los Churruchao!
Motor
¡Aparta, juez!
Música tranquila
Música tranquila
Música tranquila
Música tranquila
Música tranquila
Música tranquila
Música tranquila
Música tranquila
Tenga, eche un buen trago.
Después pase al patio
y se lava las manos.
Pobre hombre...
Le han dejado como un eccehomo.
Aquí tiene esto.
Y usted tampoco va mal...
Lo mío es menos importante.
¿Quién ha sido?
Cayetano.
Escuche, dele un poco
de aguardiente y espéreme aquí.
¿Dónde va?
No se preocupe y espéreme.
También a ti.
No importa.
Ah...
¿Dónde tienes una toalla?
Por ahí.
(LLORA)
Ah...
(RÍEN)
(LLORA)
Vámonos.
¿Adónde?
A mi casa.
(RÍEN)
Tráeme los zapatos.
Sí.
(LLORA)
Música tranquila
Viento
Gorjeos
Música tranquila
Música tranquila
Añadir comentario ↓
Muchas gracias por subir la serie. Recuerdo que era un crío cuando la echaron por primera vez, pero a pesar de los dos rombos siempre conseguía convencer a mis padres para que me dejran quedar a verla, total por ver cuatro tetas y dos culos aun he sido una persona de provecho. Una pena que no se hicieran mas episodios y mas pena todavia el darme cuenta que ya casi no queda vivo ninguno de los actores.
Graciela. Volvia a sumegirme en la serie como hace tantos años. Espera los domingos para verla, y toda la srmana queda pensando en lo sucedido. Recuerdo la lluvia. La srnsualidad de cada personaje. Este ano estuve en La coruna y cuando volvi lo busque. Ahora seguire con otras series de la teve eapanola. Ojala realicen otras nuevas.. Saludos
Fantástica serie, habrá que leerse la trilogía, toda una sorpresa que me ha enganchado como hacía tiempo no lo hacía la televisión
Una pena que TVE en su momento no hiciera caso de Torrente Ballester y no filmasen más episodios, es cierto que necesitaba la serie un par más para que estuviese bien concluida, porque acaba de una manera muy acelerada. En fin, leeré la trilogía. Grandes personajes, grandes interpretaciones y gran historia.
LLevaba un tiempo buscándola. Estupenda, gracias
Hacía tiempo que buscaba. En su oportunidad pude ver solo algunos capítulos. Estupenda, gracias por subir material de calidad.