De lunes a viernes a las 16:30 horas
Vale, esto sí que no me lo esperaba.
Pensaba que estábamos bailando al mismo ritmo.
-"Estaba buscándote el chiquito".
Decía que estaba muy arrepentido de cómo se había comportado contigo.
Te trata bien, te sonríe al hablar,
y te ha hecho creer que sois iguales.
¿Y no lo somos?
Algún día podremos vivir como iguales,
pero nunca podremos mezclarnos.
-"No me gusta que estés a la gresca con tu amiga".
Cuando no es una chorrada, es otra.
Es que me gustaría explicártelo...
¡Ya está, paso! -Voy contigo.
No. Voy yo solo.
-Le conté una mentirijilla,
para no hacer daño.
Pues, para no querer hacerle daño, está dolido.
Por tu culpa lo han apaleado.
Una madre siempre debe velar por el bien de su hijo.
Siempre.
Estos aparatos tienen casi 70 años.
No sé.
La verdad es que vivimos en mundos diferentes,
mundos que no se pueden mezclar.
Ha llegado el momento de ser generoso contigo.
-¿Qué es?
Es mi forma de agradecerte la información sobre el librero.
Ese hombre ya no volverá a molestar.
Que he estado pensado, en fin, ¿qué te parece si nos divorciamos?
Lo último que nos hace falta es que tú, precisamente tú,
intentes arreglar nada de lo que está pasando aquí.
¿No te das cuenta de que esta desgracia tiene que ver contigo
y con tu afán de entrometerte en todo lo que no te concierne?
¡Claro que eres tú, nadie lo discute! Yo digo que esta niña...
La hay.
Pero no está en tus manos, sino en las mías.
Solo necesito un poco de tiempo.
Hasta entonces, es imperativo que todos,
absolutamente todos, seamos discretos.
Nadie dirá nada a los trabajadores de la fábrica ni al servicio,
y muchísimo menos, a mi hijo Ángel.
¿Está claro?
Tan segura como de que, cuando todo esto haya pasado,
las cosas van a cambiar muchísimo en este negocio.
(Sintonía de "Dos vidas")
Yo creo que es lo mejor.
¿Y qué sentido tiene seguir casados si cada uno va a hacer su vida?
¿Qué pasa? ¿No te parece bien?
Escucha...
Yo no te he dejado de querer, eso lo sabes.
Porque lo sabes, ¿verdad?
Pero tampoco voy a engañarme,
las cosas están como están entre nosotros.
Yo te decepcioné, y tú no quieres seguir a mi lado.
No depende de mí.
Así que, creo que el divorcio es la mejor solución.
¿Te acuerdas de mi amigo Jon,
el que vino a vernos desde Londres con su novia?
Se volvió a España hace año y medio.
Puedo pedirle que nos prepare un documento,
un borrador, si tú quieres.
¿De verdad te parece bien?
¿Gracias, por qué?
Oye, antes has dicho que te dolía la cabeza,
¿seguro que no quieres que vaya a por algo?
¿Quieres que les eche un vistazo?
Mi especialidad es dibujar ballenas, como un niño, ya lo sabes.
El experto en mecánica del automóvil es mi padre,
¿o es que no te acuerdas de su colección de coches antiguos?
No te quiere ver ni en pintura.
Pero estoy yo.
Yo le ayudaba, era su mano derecha.
Bueno, digamos que era la única mano que tenía disponible,
pero, eso sí, aprendí un montón.
Las máquinas son máquinas; todas se parecen.
¿Qué me dices?
¿No?
Ahora mismo, preferiría no verte, si no es mucho pedir.
No confundas mi decepción con un vulgar enfado.
Pues sí, Francisco, claro que es eso.
Te miro y me cuesta reconocer al hombre del que me enamoré,
el hombre que admiraba tanto.
Ojalá fuera el caso.
Mi vida sería más fácil si no te quisiera.
No me hables como un colono habla con otro.
Yo sería una extranjera en Madrid, así es como me sentiría.
La querida de Francisco Villanueva,
el hombre que volvió de la colonia con los mismos caudales
con los que se fue.
Lo único que tienes que saber es que este sacrificio lo hago por ti,
por mi hijo...,
por mi familia.
Pon tú algo de tu parte.
Para empezar, no pagar más jornales esta semana.
Así no seguiremos perdiendo dinero si yo no consigo mi propósito.
¿Te tengo que recordar cómo hacer tu trabajo?
Si hay otra huelga, seguro que encuentras el modo de sofocarla.
Don José, cuánto tiempo. ¿Te vas ya?
Bueno, a ver si nos vemos otro día.
Adiós.
Uy.
Esto sí que es extraordinario,
el joven más prometedor de la colonia
malgastando su valioso tiempo en el Río Club.
Tenía un rato libre y decidí tomar algo.
Ya. No te hagas el mojigato conmigo,
que he oído que últimamente frecuentas mucho el club,
tanto como yo, si no más. -Vengo de vez en cuando, solo eso.
Ya. Bueno, bien que haces.
En algo tienes que gastar el dinero que ganas con Ventura.
Que, según he oído, ha sido muy generoso contigo últimamente.
No sé a qué viene eso.
¿Aún no te has enterado de que Río Muni es el paraíso del rumor?
El infierno del rumor, más bien.
Pero no sé a cuál te refieres esta vez.
Al menos, habrás oído hablar del mal encuentro que tuvo ese pobre librero
de Bata, que por cierto, era un hombre guapísimo.
¿Es que ha muerto? -No, no, no,
pero dudo mucho que vuelva a destacar por su apostura.
Al pobre le golpearon...
Sí, sí, de esa parte sí que estoy enterado.
Pues dicen que Inés, la mujer de Vélez de Guevara
y ese librero, pues que...
En fin, ya me entiendes.
No.
Dios mío, Ángel, que hacían algo más que pasar páginas
y discutir de encuadernaciones.
Que cuando se veían, no siempre llevaban la ropa puesta,
¿me entiendes ahora? -Qué poco cuesta difamar, Linda.
Pues no solo dicen eso.
También dicen que fuiste tú quien tuvo a bien
ponerlo en conocimiento de Ventura.
¡Eso es mentira! -Bueno, cálmate.
Yo no soy ningún correveidile, jamás haría algo así.
Y tampoco entiendo que se dude de la honra de doña Inés,
ha sido una esposa intachable. -Entonces, lo del librero...
A ese hombre lo habrán apaleado por otro motivo.
Ay, mi pequeñín, que parece que se ha hecho un hombre.
No vuelvas a llamarme así. -Tienes mi palabra.
Y te agradecería que, no alimentes las habladurías sobre mí.
De acuerdo, pero cuida de no hacerlo tú mismo.
¿Y eso, a qué viene?
Mira qué hora es y se disiparán tus dudas.
El reloj tiene nada que ver. No es lo que crees.
Si no es nada, ¿por qué te empeñas en ocultarlo?
Es tu vida, Ángel;
no seré yo quien te diga cómo vivirla.
pero a los dos nos gustaría que fuera una vida larga, ¿verdad?
Ten mucho cuidado.
Chicas. Hola.
Hola.
-Hola.
Ay, me encanta.
Niño, o dormimos o desayunamos, todo a la vez, mira lo que pasa:
que el bizcocho va por su lado y el café se derrama,
¿y quién limpia? El menda. -Perdona, Tirso,
es que me he quedado un poquillo fuera pensando en mis cosas.
Como si a tus años tuvieras muchas cosas en las que pensar.
Me has liado.
¿Cloe, verdad? -Ahí le has dado.
¿Qué le pasa ahora?
No, si ella está bien. -Pues ¿qué te pasa a ti?
Que yo soy un tipo que, tú me conoces, Tirso,
que vengo de buenas, me pones mi bizcocho, mi café
y este es mi desayuno.
Chico, eres como un libro abierto.
Que no me gustan las complicaciones, Tirso.
Y toda esta bronca que tienen Mery y Cloe, pues...
¿Siguen enfadadas? -No solo están enfadadas,
es que, Cloe me mete en medio de sus movidas.
¿Y cuál es el problema?
No lo sé, ninguna suelta prenda;
y, si te digo la verdad, cada vez me importa menos.
Hombre, tampoco es eso, Ribero.
Es lo que hay.
Cloe está... imposible.
Cuantas más vueltas le doy,
más claro tengo que... no podemos seguir juntos.
No, hombre. Con lo que os queréis, Ribero.
Ya. Pero a lo mejor no basta solo con querer, ¿sabes?
Que puedes querer mazo a una persona
pero hacerle infeliz.
Anda,
no le des vueltas y tómate este café, que se te va a quedar helado.
Bueno, ya hablamos otro día. -Venga, anda.
Buenos días. Cada día vienes más pronto.
¿Qué te pongo?
Entre nada y nada, al final quiebro. Muy bien.
Eso está claro.
Debería.
Cuando tenga un rato, las busco y te las llevo a casa.
Vale.
Hola.
Algo.
Lo que aprendí en el taller de un amigo.
Bueno, la mitad, la otra la he olvidado.
¿Me estás pidiendo ayuda?
Porque te la ofrecí ayer, ¿te acuerdas?
Y te pusiste un poco borde.
¿Exagero? ¿Cómo fue exactamente la palabra que me dijiste?
¿"Condescendiente"?
Y me reprochaste que no confiaba en ti,
que no creía que fueras capaz de hacerlo tú sola.
Bueno, sí, fue un reproche, exactamente, sí.
Sí. Y no me pongas esa cara, que me lo cascaste ayer mismo, aquí.
Te quedaste tan ancha.
¿Qué está bien?
Eso me viene valiendo más.
Pues claro.
Pero creo que no necesitas ni mi ayuda ni la de nadie.
Una cosa es que me molestara lo que me dijiste ayer,
que sí, pero otra es que no considerara que tenías razón.
Pues sí. Lo que quiero decir...
No sé si serás capaz de hacerlo por ti misma
o tendrás que llamar a un mecánico, un experto en esa maquinaría,
pero ahora tienes la necesidad de intentarlo por ti misma.
No pierdes nada por hacerlo. ¿Y quién sabe?
Quizás aprendas mucho metiendo mano a esos engranajes.
Eso que te llevas.
"Y es justo ahora,
si hemos comprobado con cuidado el estado de toda la resistencia,
cuando el alternador debería funcionar correctamente".
-Bendito tutorial.
Yo tampoco tengo tan claro
que hayamos hecho lo que dice el tutorial.
¿Sí? Bueno, ¿mejor hacemos un repaso por si acaso?
Sí. Si es que eso eran las bobinas.
El motor está claro que era lo gordo.
Pero las conexiones no sé si las...
Vale. Venga, ¿qué más?
Voy a por más agua.
¿Cómo quieres que me lo tome?
A ver, lista, ¿dónde están las resistencias esas?
Que sí. Ahora vengo.
He oído de que la hija de Villanueva te tiene encandilado.
Y si fuera cierto, supongo que usted tendría que reprocharme algo.
Muy al contrario, Víctor, esa joven me gusta.
Pero mucho me temo que echarás todo a perder,
en eso, has salido a tu madre.
No has tocado la comida. -No tengo hambre.
Me preocupa que no te alimentes;
diré que te preparen algo más de tu gusto.
Madre, no seas cínica.
Cualquiera que te oiga, va a pensar que te desvives por nosotros.
¿Por qué dices eso?
¿Por qué me tratas así?
De que estás en boca de todos, de eso estoy hablando, madre.
-¿Y puedo saber qué dicen de mí?
-No me apetece hablar del tema.
-No, no, adelante.
-Dicen que tú eras la mujer casada que se veía con el librero.
-¿Dónde has escuchado eso? -Dónde no lo he escuchado, más bien.
-¿Y tú, precisamente, que los has padecido tantas veces,
das crédito a los rumores?
-No siempre son infundados.
-Lo son demasiado a menudo como para atenderlos.
¿Qué harás si empiezan a decir que no eres hijo de tu padre?
¿O que nuestra fortuna no es legítima?
¿O cualquier otra invención que quieran difundir?
¿También les creerás? -Has sido muy elocuente.
Y, entre toda esta palabrería, no has desmentido que sea cierto.
-Lo niego ahora, hijo.
Todo es una mentira repugnante.
Y lo peor es que han podido matar a ese hombre.
-¿Lo conocías? -Claro que lo conocía.
¿Cuántos libreros crees que hay en la colonia?
No solo lo conocía, sino que le tenía aprecio.
Le tengo aprecio.
Alguien con el que me encantaba discutir de literatura.
Pero esa era la única pasión que compartíamos, hijo,
la pasión por los libros.
Espero que lo sucedido no tenga que ver con ese infundio horrible.
-¿Por qué la gente se esforzaría en decir algo así?
-No seas ingenuo, no es propio de ti:
hay personas más que deseosas en hacer daño a esta familia.
Tu padre es un hombre poderoso,
y eso significa que tiene muchos enemigos.
-Alguno se lo habrá ganado a pulso.
-Seguramente.
Y habrá otros que pasen por ser amigos suyos.
Hay donde elegir.
-Te pido que aceptes mis disculpas, madre.
No debía haber dudar de ti.
-Anda, dime qué quieres que te preparen.
No tengo más hambre.
Voy a echarme.
Sí, sí, lo he entendido.
Hija, si es que este no es lugar para nosotras,
y nunca lo ha sido.
Además, algún día teníamos que volver a casa.
Tendrás que aceptar la voluntad de tu padre.
Además, él sabrá lo que es mejor para nosotras.
Ni se te ocurra mencionar la palabra ayudar,
bastante escarmiento hemos tenido ya.
Carmencita, ¿me oyes?
¡Ay, Cristo de Medinaceli!
No hagas nada a espaldas de tu padre.
Linda viene por ahí.
-Uy, ¿y esas caras?
¿Algo que deba saber? -(AMBAS) No.
-No sé yo...
Y eso que tú deberías estar radiante.
Al menos eso creo yo.
Ay, Carmen, no te hagas la cándida conmigo.
tu velada con Víctor, ¿cómo fue?
Estoy deseando saberlo.
Pues claro que es eso.
Ay, Carmen, que no te pido "Las mil y una noches"...
pero, no sé, algún detallito jugoso...
Si te llevó a la orilla del río, a ver las estrellas...
Si bailasteis en mitad de la selva a la luz de la luna...
Si... Si paseasteis hasta el amanecer.
No sé, esas cositas.
Así que es verdad lo que vi en la proyección de la película.
Nunca te había visto tan radiante.
(LINDA SUSPIRA)
¿Qué? ¿Probamos a ver?
¿Y qué tal?
(Máquina en marcha)
¡Toma!
Oye, oye, ¿no hueles algo raro?
Como a quemado.
(La máquina deja de funcionar)
¿Y ahora qué?
¿Qué vas a hacer?
Oh, Julia, no te precipites.
Ya, mujer, pero...
Un café con leche.
En taza y con la leche bien caliente, por favor.
Si tienes semidesnatada, la prefiero.
-Se me ha terminado.
-Pues entera.
-¿Tú no te ibas para no volver? -Me ha llamado Julia.
-¿Julia? Lo dudo.
Me ha pedido que la ayude
a poner en marcha las máquinas del taller.
-¿A ti también?
-Si te ha llamado a ti y después a mí,
saca tus propias conclusiones.
-Sácalas tú, que se te ve muy espabilado.
-Se ve que no le serviste de mucho, ¿no?
-Se ve que yo, en vez de sacarle del apuro,
le presté mis herramientas
y la animé a que lo hiciera ella misma, ¿estamos?
-Tampoco las hubieras arreglado. ¿O es que eres ingeniero?
-Ni falta que me hace.
-Yo sí. Ingeniero en Tecnologías Industriales
de la Politécnica de Madrid.
Con un máster en el Imperial College, de Londres.
-Felicidades. ¿Quieres otro diplomita?
-Con el café me doy por satisfecho, tengo algo de prisa.
-Julia puede con eso y con mucho más.
No me cuentes cómo es Julia: la conozco desde los 11 años.
-Entonces, sabrás que lo único que quiere arreglar es ese taller.
-Y es a lo que he venido, a nada más.
-Tu café...
(CARRASPEA)
-¡Está frío! ¡Por Dios, qué asco! -Ay, perdona.
Es que, como tenías prisa, para que no esperaras.
¿Te hago otro calentito? Paga la casa.
Yo sí que tengo algo que celebrar. -¿Sí?
-Anoche di una fiesta para lo más selecto de Río Muni.
Ay, no digas bobadas.
No te invité para que no acapararas a todos los solteros de la colonia.
Además, tú tienes a Víctor.
Bueno, lo importante es que, pese a tu ausencia,
mi fiesta fue, simplemente, maravillosa.
¿Y sabes quién fue la sensación de la noche?
¡Kiros! -Uy.
Qué imaginación tienes, hija, fuera de lo corriente.
No, no, Kiros no fue.
Pero estaba su baúl, el baúl que hizo Kiros,
el que me llevé de tu casa.
Bueno, no hubo dama que lo viera que no se quedara prendada de él.
Que si "qué bonito", "qué exótico", "qué calidad en la madera"...
Bueno, y lo de la originalidad...
Todas decían que no habían visto nunca
nada ni parecido.
-Si es que ese chiquito tiene un don.
-Sabes de qué baúl te hablo, ¿no, Carmen?
Bueno, alguna incluso me ofreció comprármelo.
Y ofrecía un buen dinero,
pero, vamos, ni loca me deshago yo de una pieza tan especial.
-Pero, bueno...
¿Qué te pasa, Carmencita?
-Pero, bueno, ¿qué le pasa?
¿He dicho algo que pueda molestarle?
-No, niña, no creo.
-¿Entonces?
-Como mi abuelo decía, que en gloria esté:
"Si tienes una rana y no te gusta que salte,
cómprate una tortuga, hija".
-Ah, vale... No lo había oído nunca.
Ese baúl no era para ella. Era para mis compañeros.
Lo que le dije una vez: no hago muebles para los blancos.
Que no, señorita.
Ya le he dicho que no, señorita.
Lo siento.
Uf... Madre mía...
(SUSPIRA)
Madre mía.
Peor. Faltan piezas...
A saber dónde vas a poderlas conseguir
y para cuándo. Esto es un desastre.
Buah, está rota la macuca.
Creo que bastará con una buena limpieza
y grasa en abundancia.
No veo nada grave.
Tendrías que haberte visto la cara.
Si no hay sorpresas, hoy mismo lo tengo.
Y a mí ayudarte a conseguirlo.
Tengo otra buena noticia para ti.
He hablado con John.
Dice que mañana mismo puede tener listo
un borrador del convenio de divorcio.
Era lo que querías, ¿no?
Cuanto antes, mejor.
Es algo nuevo... para los dos.
(RÍE)
No, lo mires así.
Ahora mismo te tengo delante y a mí no me pareces una fracasada.
¿Una mujer con la cara sucia? Eso sí.
Pero no una fracasada.
¿Así cómo?
Para eso no es tarde, ¿no?
(SUSPIRA)
(CLOE) "Es que es muy fuerte, tío".
Que yo estaba superconcentrada, a lo mío,
que me había visto vídeos
de cómo no cagarla en una entrevista,
y estoy esperando y, de repente, aparece María.
¿Cómo lo ves?
-Pues ni lo veo ni lo dejo de ver.
-El caso es que ella se fue en cuanto me vio,
Fijo que vio las "stories" y fue para fastidiarme.
-Pero ¿cómo va a hacer eso?
Iría para lo mismo que tú, para ver si le daban el curro.
-Que no, Ribe, que yo te tengo a ti,
pero ella, desde que no me tiene, está sola.
Oye, Ribe, que es muy importante lo que te estoy contando.
-Lo siento, no puedo más.
-Si quieres, cambiamos de tema. -No.
No puedo más con todo esto.
Tú sabes lo que siento por ti,
pero es que estás todo el día de mal humor,
y encima discutes por tonterías.
Y no vas a salir de esta mierda
hasta que no hagas las paces con María.
-¿Y por qué te pones así? Solo estábamos hablando.
-No. Estabas hablando tú.
A mí ni me escuchabas, como siempre.
-Eso no es verdad.
-Lo que tú digas.
Creo que lo mejor es que dejemos de vernos,
por un tiempo.
-¿Me estás dejando?
-Yo no he dicho eso.
-Sí, Ribe, lo has dicho.
Por lo menos eso es lo que has dado a entender.
Dime claro si me estás dejando.
-Sí.
Un día queréis vender la casa para iros a recorrer el mundo...
y al siguiente decidís poner un negocio.
No hay quien os entienda.
-Bueno, este negocio es de Julia.
Y la casa y todo lo que quiera hacer con ella a partir de ahora.
-Qué oportunidad perdiste. Ahora podrías estar en las Bahamas.
-Si buscas a Julia, prueba en su casa.
-No, solo he venido para saber cuándo vas a dejar de dar golpes.
Así no hay quien pueda echar una cabezadita.
-Pues será mejor que te empieces a acostumbrar,
esto será un taller dentro de nada.
-(RÍE) Eso lo veremos.
Por lo poco que conozco a Julia,
no aguantará con el taller abierto ni dos días.
Es una chica un poco dispersa, ¿no?
-Cuando se propone algo, lo termina consiguiendo,
así que será mejor que te hagas a la idea.
Y mejor que dejes de llamarla mi mujer.
Vamos a divorciarnos. -Ah.
Ahora vais a ser los "casi" divorciados.
Lo que os gusta un título, ¿eh?
-¿Puedo hacer algo por ti? -Sí.
Por más golpes que des, no vas a conseguir conquistarla.
-Es que no quiero nada a cambio.
Necesita mi ayuda.
Antes que su pareja, soy su amigo.
-¿Tú crees que soy idiota? A mí no me engañas.
Salta a la vista que no hay amistad, sino conquista.
Y creo que Julia, tarde o temprano,
se va a dar cuenta de esas patitas de lobo.
Piensa que una retirada a tiempo es una victoria, chaval.
Padre.
Sigue usted teniendo un porte admirable.
¿Ha hecho un buen viaje?
Hay 150 kilómetros desde Río Benito.
Ahórrame las trivialidades.
Si estoy aquí es porque tu urgencia era extrema,
o eso me has dado a entender.
-Tan severo como siempre.
¿Por qué no se permite disfrutar de nuestro encuentro, padre?
Han pasado muchos años.
-Los que tenga tu hijo.
-Su nieto.
Está a punto de cumplir los 19, se llama Ángel.
Y es un joven con un futuro espléndido.
Mire...
Esta foto es de hace dos años.
Ahora ha cambiado mucho, está hecho un hombre.
Dicen que se parece a mí, pero creo que se parece más a usted.
Tiene su misma sonrisa.
Creo que si usted lo conociera...
se enorgullecería de él.
Y también me acuerdo mucho de las tardes en el porche,
en la casa vieja.
Bueno, y también me he acordado mucho
de cuando era niña, padre, y no podía dormir.
Y bajaba corriendo a su despacho
y usted lo interrumpía todo para contarme cosas maravillosas.
Que yo nunca supe...
si eran verdad o usted se las inventaba para mí,
pero qué más da.
Y...
Y, luego, usted...
me cantaba bajito hasta que me dormía.
-Entonces no sabía lo que ibas a hacerme.
La nostalgia es el patrimonio de los fracasados.
Tú la sientes porque tu vida ha ido de mal en peor.
Que, bien mirado, es lo que te mereces.
Mi único consuelo es que tu madre no alcanzó a vivir suficiente
para verte preñada de no se sabe quién...
y amancebándote con un hombre casado.
De haber vivido,
habría muerto entonces de la vergüenza.
Bueno, y ahora dime de una vez qué quieres de mí.
Hola.
-¿Se puede saber por qué te pavoneas aún más que de costumbre?
-Sabes que me encanta que me vean contigo.
-Muchas gracias.
-Aunque esta vez... -¿Esta vez qué?
-Que ni por un instante pensarán que te he conquistado.
-¿Y eso por qué?
-Porque, el que más o el que menos, sabe que tu corazón tiene dueña.
(SUSPIRA) Y que no soy yo.
-¿Y cómo es que mi corazón aún no lo sabe?
-Sí que lo sabe, sí, pero se resiste.
El pobre no deja de ser el corazón de un crápula.
-Ya ¿Y quién es el nombre de la dueña?
-Carmen Villanueva, naturalmente. -¿Carmen Villanueva?
Linda, la realidad se ve desbordada por tu imaginación.
-No me vengas con esas.
Todo Río Muni sabe que tu cita con ella fue muy bien.
Los mismos que se preguntaban si existiría la mujer
capaz de domar al indómito donjuán,
coinciden en que esa mujer no es otra que Carmen.
-Sois todos libres de creer lo que más os guste.
-¿Y ya está? ¿No tienes nada más que decir?
-Eso es todo, señoría.
-Hay algo que no me encaja.
Tú sueles alardear mucho de tus conquistas.
¿Qué ha tenido de especial esta cita
para que te hayas convertido en un modelo de discreción?
-A mí no me mires, sueles ser tú
la que respondes a tus propias preguntas.
No fuiste a la velada de los Ruiz Garrido
ni apareciste por mi fiesta.
Está claro que has cambiado.
Pero ¿por qué por Carmen sí y por todas las demás no?
¿Puede que sea porque viene de la metrópoli?
Sí... Pero no, teniendo en cuenta tus antecedentes...
¿Será por su indiferencia hacia las reglas del trato social?
-Linda, Linda...
Carmen es distinta en todo.
No hay más.
-¡Ay, que ya sé lo que es! ¡Ya sé lo que es!
Pero ¿cómo no he caído antes si es una obviedad?
-Ilumíname, Linda.
-Lo que te cautiva es un hecho sin precedentes
en tu larguísimo historial de conquistas;
por eso te cautiva.
Has encontrado la horma de tu zapato, Víctor.
Carmen Villanueva es la primera mujer
que te ha dicho que no.
Eso es lo que ocurre, que Carmen te ha rechazado.
Por eso, por eso estás tan callado.
No hablas para no reconocer tu derrota.
De nuevo, tu imaginación, Linda. Menuda es tu imaginación.
-Ay... Si es que tenía que ocurrir antes o después.
Nadie es infalible, Víctor,
ni siquiera tú. Pero, bueno, ya está.
No le des más importancia.
-Es cierto que por una vez quería ser algo más "caballeroso",
pero es que me lo pones tan difícil, Linda, tanto...
O, sea, que sí tienes algo que contar.
-(SUSPIRA)
Cuando acabó la velada de cine, acompañé a Carmen a su casa.
Y allí..., pues...
Nos besamos.
-¡Ay, pero eso es maravilloso! ¡Eso es maravilloso!
-No debería haberte dicho nada.
-Has hecho bien, no te tortures.
-Uy, que se me hace tardísimo. -Linda...
Linda, por favor...
Linda, prométeme que no vas a decir nada.
Linda...
Linda, de corazón...
-De corazón. De corazón. (RÍE) -¡Linda!
(RÍE) Dinero.
Dinero, eso es lo que quieres de mí.
-Ahora sé que eso es lo único que usted puede darme.
-Ni siquiera te queda orgullo.
-Estamos desesperados; por eso le he llamado a usted.
Es mi última esperanza.
-¿Desesperados?
Hasta donde yo sé, vuestra empresa tiene cierto renombre.
-Ahora solo tenemos deudas.
Y acreedores que no están dispuestos a esperar más.
-¿Y a qué obedecen esas deudas?
-No puedo contárselo,
por el bien de mi familia. -(RÍE) Ya.
Ha sido cosa de ese mequetrefe de Villanueva, claro.
Dios, en qué mala hora te juntaste con él.
-Padre, si en algo aprecia
que aún mantenga el apellido familiar,
sea indulgente, se lo ruego.
-¿El apellido familiar?
¿Y qué interés puedo tener yo en que lo mantengas?
Al contrario, ojalá no lo llevaras,
no has hecho más que embarrarlo durante 20 años.
-Mir, si no consigo ese dinero, todo se habrá acabado.
No se lo pido por mí, se lo pido por su nieto...
Él tiene un corazón noble y bueno,
y él no merece sufrir.
-Quizá sea oportuno que vuelvas a mostrarme su retrato;
para conmoverme.
No me hagas responsable de la suerte de ese pequeño bastardo.
Tú dictaste su destino cuando decidiste tenerlo en pecado.
¿Sabes que, en Río Benito,
hace tiempo que dejé de ser el coronel Godoy
para convertirme en el padre de la golfa?
-¿Me está diciendo que no nos va a ayudar?
-No te voy a dar ni un céntimo.
Ni a prestártelo tampoco.
Ya, ya sé que soy tu última esperanza,
que sin mí te hundirías.
-Porque es así.
-Pues eso es exactamente lo que espero que ocurra.
-No le daré ese gusto, padre.
Saldré adelante... sola.
Como he hecho siempre.
¿Qué? ¿Todo bien?
¿Y la cara de tanatorio? ¿Qué?
Ya.
-¿Y Sergio, ha terminado ya?
Pues... que sigo pensando
que te las podías haber apañado tú sola.
No. (RÍE)
Pero, vamos, que...
Pues pensaba que estabas harta
de que tu madre y Sergio te sacaran las castañas del fuego.
Pero tu madre te da el dinero para arrancar el taller,
que lo entiendo, no había otra,
y viene el otro a ponerte las máquinas a punto...
No sé, pensaba que eso de que decidieran por ti
ya se había acabado.
-Sí, Tirso, eh...
A todo no, Julia, a lo de Sergio.
Porque lo que tú quieres es una cosa
y lo que él quiere es otra.
A ver, viene diciendo que te va a echar una mano
y que será muy rápido,
pero encontrará la forma de no terminar ni hoy ni mañana.
-No se va, y menos sin ti.
-¡Amiga!
Por eso estás así.
¿Y no es raro que de pronto pase de un extremo a otro?
-Menudo farsante.
Pues que no me creo nada, Julia.
Ni lo de que quiera divorciarse de verdad
ni que esté arreglando las máquinas. Y, si no, al tiempo.
Disculpas yo no tengo que pedir a nadie por nada.
¿Yo veré de qué?
-Julia...
¿Qué pasa, que parece que te han desvalijado el taller?
No lo sé, es lo que parece.
Habrá una explicación.
Veamos si te falta algo.
Se habrá ido a dar una vuelta y se habrá perdido otra vez.
Julia, tranquila.
Será complicado sustituir a Miguel.
-Será cuestión de tiempo.
-¿Qué tiempo? Nos quedaremos sin novedades.
Pero no va a importar, hace dos días que no entran clientes.
-Esto no es lo que pactó usted con nosotros.
Dijo que cobraríamos nuestro salario puntualmente.
Tranquilo.
Les ha quedado claro
que pueden aparecer apaleados en la plaza
si se atreven a levantarse contra ti.
-¿Qué ha sido eso?
-¡Nos están ahueveando!
-No podemos quedarnos aquí. Terminarán rompiendo un cristal.
-Menudo pieza; el arreglo le iba a llevar un día, y lleva dos.
-Algo me dice que serán cuatro, y cinco y seis.
-Buenos días. -Buenos días. ¿Cómo tú por aquí?
-Nunca más dejaré que en esta casa
entren este tipo de rumores sobre usted.
El chico de las chapuzas
dejando a la chica más increíble del mundo.
-Me pareces muy convencido.
-¿No será verdad eso, Carmencita?
¿En qué quedamos, niña?
No he pasado muy buena noche.
Creo que deberías echar un vistazo a la habitación Pino.
-Anda, que tú también...,
darle la habitación Pino teniendo otras libres...
Yo sí. Y es que, a pesar de mi descaro,
te lo pasas bien conmigo.
-Pensaba que era tu modo de pedir perdón, por lo del monte.
-Todo el mundo tiene derecho a equivocarse, ¿no?
-Pero es que lo tuyo es la reina de las cagadas.
El famoso premio.
Te presto el dinero,
pero, a cambio, hay una contrapartida.
Lo que más deseo en este preciso momento.
Motivada por Tirso y por las ganas de enfrentarse a los retos del negocio por sí misma, Julia decide arreglar las máquinas del taller. Pero pronto se da cuenta de que necesita algo más que voluntad y no le queda más remedio que aceptar la ayuda de Sergio. Pero Tirso y Elena la ponen sobre aviso, ¿y si Sergio tiene otras intenciones? En Río Muni, Patricia se resiste a abandonar sus raíces a pesar de que parece la única esperanza de salir del apuro económico. Cree que aún le queda una baza por jugar y está dispuesta a tragarse el orgullo si es necesario. Tampoco Carmen se resigna a marcharse y piensa en un plan para ganar dinero, un plan para el que necesita la ayuda de Kiros, ¿estará dispuesta a hablar con ella o aún le guardará rencor tras la muerte de Dayo?
El administrador de la página ha decidido no mostrar los comentarios de este contenido en cumplimiento de las Normas de participación