Resplandor

Simon Schama comienza su meditación sobre el color y la civilización con las grandes catedrales góticas de Amiens y Chartres. Luego se traslada a la Venecia del siglo XVI, donde obras maestras como el retablo de San Zaccaria de Giovanni Bellini y Baco y Ariadna de Tiziano cuestionaron la suposición de que el dibujo siempre sería superior al color. Cuando el barroco se apoderó de la iluminación de Europa, otro veneciano, Giambattista Tiepolo, creó un fresco en el techo, Apolo y los Cuatro Continentes, en el palacio del obispo en Wurzburgo. Simon celebra esta gran ópera de luz, color y línea de baile: un vertiginoso despegue hacia la euforia del siglo XVIII. Pero si la luz pudiera abrir las puertas del éxtasis, también podría arrojar arte al abismo. Francisco Goya comenzó trabajando en la tradición veneciana, pero en los últimos años de su vida, sus Pinturas negras drenaron el color del mundo de la luz. El arte del color descubrió una nueva misión, lo vemos también en la India y en Japón.