(VOZ EN OFF) "Mientras Ricardo Corazón de León, rey de Inglaterra,
combate en las cruzadas contra Saladino,
su hermano Juan, que envidia a Ricardo,
organiza un complot para arrebatarle el poder.
En el Bosque de Sherwood, ciudadanos fieles a Ricardo
se reúnen en torno a Robin Hood
para luchar contra el usurpador y la injusticia.
Esta es la historia de uno de aquellos caballeros,
sir Allan Clare, que, despojado de su fortuna,
logró el triunfo de su causa gracias a Robin Hood".
(Música cabecera)
(Música tensión)
100 escudos de oro a quien entregue, vivo o muerto,
al bandido del Bosque de Sherwood llamado Robin Hood.
¡Aquel que haya sido, que se deje ver o será muerto en el acto!
(RÍEN)
¡Es él, Robin Hood!
¡Vamos al castillo!
Si no fuese porque tengo miedo al verdugo,
ya habría regresado a la ciudad. Maldito Bosque de Sherwood...
-¿Y por qué no nos unimos a Robin Hood?
Ellos comen todos los días.
-Robin Hood no quiere junto a él a los ladrones como nosotros.
Mira. Robin Hood jamás ha matado a una vieja para robarle
un conejo tan flaco como este.
-Ni yo tampoco. -La próxima vieja saldrá mejor.
(Música)
Atención, dos personas a caballo vienen por el sendero, ¡daos prisas!
Tú ve arriba, vamos.
Será mejor que tiréis esa espada, señor.
y de asustar a esa bella criatura a la que hemos capturado?
(Música)
¡No! Sois un cruzado, no podéis matarme.
Si, Robin Hood, gracias.
(Relincho)
(Música tensión)
(Música medieval)
¿Qué haces? -Leo el futuro de un hombre.
-¿De quién? -De ti, John.
-Y esto soy yo. -Trae.
Mientras esté en mis manos, no podrás traicionarme ni escapar.
(RÍE)
(Risas)
Pasad.
(Música tensión)
¡Ha llegado Robin Hood! -¡Ya está aquí Robin Hood!
-¡Salud, Robin Hood! ¡Saludos a todos!
Por aquí, señora.
(RÍEN)
(Música medieval)
Ya estoy cansado de esperar, viejo.
Te doy una semana, pero si no consigues descubrir
esa piedra que lo convierte todo en oro, ay de ti.
-No estoy ni siquiera seguro de que exista la piedra filosofal.
-Piensa en tu hija, será un magnífico regalo
para el jefe de la guardia.
(Puerta)
-Señor Barón. -Oh, ven acá, Blod.
Estábamos hablando de ti. -Vuestra sobrina pide ser recibida.
-Tienes una semana.
Tú verás.
(Puerta)
Debes huir enseguida, hija mía. -Dejándote aquí, no, de ningún modo.
-¿Pero es que tú no sabes que si dentro de una semana...?
-Lo he oído, pero no debes preocuparte.
Padre mío, no tengo miedo. Antes de que transcurra el tiempo
que te han fijado, trataré de llegar hasta aquel
que puede hacer justicia.
-¿Es que nuestro rey ha vuelto de la cruzada?
-No, pero no me hagas decir más. Ahora tengo que irme.
-Ven aquí, no seas así. Quiero un beso y nada más que un beso.
-¡Déjame, quítame las manos de encima!
-¡Dame un beso!
(Campana)
La campana de la guardia...
-¡A ver cuándo toca a muerto esa campana de la guardia!
-¡Dentro de un mes serás una cosa mía!
Te tendré completamente en mi poder y haré lo que quiera contigo.
-¡Mucho antes llegará sir Allan para casarse con mi señora
y me marcharé de aquí a su castillo!
¿Mañana? ¿Por qué mañana?
Nosotros, los Salvains, tenemos solo una palabra, sobrina.
Creo que Allan no volverá de la cruzada,
pero si por casualidad regresase, no faltaría la promesa que le hice
y te daré permiso para casarte.
Dejadme ahora solo, no creía que hubiésemos llegado ya
al término de los dos años.
¿Me habéis hecho llamar?
-Mañana desde el amanecer ten preparado un mensajero.
Si llega sir Allan, tengo que mandar una carta
al superintendente del rey.
(Música)
¿Frailes a medias? -Oh, este tiene por lo menos
3/4 de fraile, lo que pasa es que cada vez
que trata de convertirse en fraile del todo,
sucede algo y está siempre en lo mismo.
Me ocurre igual, no sé cómo explicarlo.
Cada vez que me decido, este empieza a puñetazos con alguien
y antes de darme cuenta, ya estoy metido yo también.
-También él.
Sobre todo se le pasa al padre guardián
la vocación de hacernos frailes. (SUSPIRA) -Frailes...
-¡Alerta, un caballero! ¡Viene hacia aquí!
-¿Está solo? -No, le acompañan dos frailes.
-¿Qué distintivo lleva en su escudo? -No se distingue, pero es un cruzado.
-Está bien, no le perdáis de vista y si advertís algo extraño,
avisadme, ¿está claro? Me responderéis con nuestras cabezas.
-¡Oh! ¡Ah!
¡Ah! ¡Ha llegado, señora! ¡Sir Allan ha llegado!
¡Doña Isabel, está aquí! ¡Es él!
¡Sir Allan, vuestro caballero cruzado!
Pero no dejaréis que os encuentre así.
¡Debéis poneros un bonito manto azul!
¡O mejor, una hermosa capa de terciopelo!
¿Dónde está? ¡Ah! En este arcón de aquí.
¿No será mejor el manto de encaje bordado en oro?
Señora... ¿Dónde se ha ido? ¿Pero qué pasa?
¡Doña Isabel! ¿Dónde estáis?
(Campana)
El mensajero está preparado, mi señor.
-Bien.
Esto debe ser entregado inmediatamente a sir Tristán,
el superintedente del rey.
-Así se hará, excelencia. ¿Hay respuesta?
-Sí, y la quiero antes de que oscurezca.
-Pero de esa forma, el correo matará al caballo.
-Y si llega tarde, yo le mataré a él.
(Música)
¡Paso! ¡Correo de su excelencia!
¡Quitaos de en medio! -¿Eh?
Eh... ¿Qué le pasa? ¿Por qué corre así?
-Porque es un correo. -Ah.
-Soldadito, ¿dónde se come aquí?
-Aquí los holgazanes no comen.
(IRÓNICO) -Qué dulzura, ¿verdad?
-Adelante, hermanos, aquí podéis comer.
-Ah.
(Música romántica)
Bienvenido al castillo de Nottingham.
(Música)
(Música)
Honor al huésped.
Que vuestra estancia aquí sea larga y agradable.
-¡Hablad!
-No querrá atemorizar a dos pobres frailes
una bella muchacha de ojos tan claros como...
-Como los vuestros. -¿Qué hacéis aquí?
-¿No habéis dicho que aquí se come? ¿O me equivoco?
-¿Se come o nos equivocamos? -Se come...
Si habláis.
-Ya os lo hemos dicho,
soy fray Antonio, enemigo del demonio,
y él es fray Simón, el que toca el campanón.
Vamos, sed buena. -Sí, sed buena.
-Entonces no os doy de comer. -¿Uhm?
-¡Embusteros asquerosos! -¿Eh?
-¡Os conozco! ¡Tú eres Tuck y tú eres Pleicín!
¡Si vosotros sois dos frailes yo soy un caballo de siete patas!
¿Dónde está Robin Hood?
(AMBOS) ¿Uhm? -¿Dónde está quién?
-¿De cuántas patas?
(SUSPIRA)
-Os lo suplico.
Tengo que hablar con él. -¿Con el caballo?
¿Por qué no me ayudáis?
Os juro que no quiero denunciaros,
pero, por lo menos, llevadle un recado mío.
Vamos, ¿es tan difícil?
-Si llevamos vuestro recado, ¿nos daréis de comer?
-¿Lo prometéis? (ASIENTE)
-Eh... ¡Vamos! ¡Pronto! ¿A qué esperamos?
¡A comer! ¡A comer! ¡Ay! ¡Mmm!
-Los ecos de vuestra valerosa gesta en Tierra Santa
ya habían llegado hasta nuestro castillo.
Y mi sobrina,
es natural,
ha sido muy feliz por ello.
Pero...
el elogioso documento que el rey Ricardo quiso entregaros
supera todo cuanto se ha dicho de vos.
También yo puedo estar orgulloso de tanta gloria.
Y fiel a ese pacto doy mi consentimiento para la boda.
¿De verdad, sobrina?
Comprenderéis, entonces, que para tan fausto desenlace
ha valido la pena esperar un poco.
La noche más larga trae el alba más clara.
Sobrina, ¿podemos quedarnos a solas?
Tenemos que hablar de la dote...
y de lo que tu prometido
dará a tu tutor para llenar el vacío...
que dejarás en su espíritu.
Empecemos. ¿Qué proposiciones pensáis hacerme?
Estáis un poco retrasado de noticias, sir Allan.
En estos dos años de ausencia algunas cosas habrán sucedido, ¿no?.
Cuando durante dos años no se pagan los impuestos,
creo que ya sabéis lo que pasa, ¿no?
Llega el superintendente del rey y embarga vuestros bienes,
incluso el castillo.
Ricardo reina, sir Allan...
pero quien gobierna ahora es su hermano Juan.
¿Que hay una ley?
La única ley y ahora es Juan.
¿Qué cuenta un rey que está en Jerusalén?
Pero estaba tan claro...
Yo puedo mantener mis pactos,
pero ¿vos cómo los cumpliréis?
No os ha quedado nada. Volved a Tierra Santa.
¡Es más fácil robar a un ladrón!
(RÍE)
¿Queréis que el superintendente os devuelva lo que ya se ha guardado?
(RÍE)
¡Garrett! -Sí, señor.
-Sir Allan se marchó olvidando dos frailes en la cocina.
Si queréis divertiros, no tengo nada que oponer,
pero cuidad de no romperlos,
ya sabéis lo quisquilloso que es el arzobispo.
-Ya lo creo. (RÍEN)
-Me siento lleno por completo de una sensación de paz.
-Y yo de picadillo en salsa.
-Cuando me encuentro así, me vuelve la vocación.
-Y a mí el sueño.
-La paz sea con vosotros, mis buenos hermanos.
-También con vos, bravo militar. -Sir Allan se ha ido, ¿no lo sabíais?
Quizá no ha logrado encontraros.
-¿Ah? Entonces tenemos que buscarle.
-¡Esperad! El viaje puede ser largo y no habéis terminado de comer.
Aquí hay requesón fresco. ¿No queréis un poco?
(RÍE) -Sí.
¡Ah! (RÍEN)
-¡Calma, fray Simón! (RÍEN)
-Lo sabéis, si os han lanzado requesón sobre una mejilla...
-Eso es lo que han hecho. (RÍEN)
-... debéis ofrecer también la otra.
(RÍEN) -¿Seguro?
(RÍEN)
-¡Uhm!
(RÍEN)
-Ahora que se acabaron las mejillas, ¿qué he de hacer?
-Debéis bendecir al hombre que os ofendió.
-¿Con agua de la fuente? -Con lo que encontréis.
-Sí, claro, aquí no estamos en el convento,
pero, en fin, ¿qué le vamos a hacer? Hermano guardia...
(GRITA)
¡Vamos!
(Música acción)
Corred, corred,
no vayáis a llegar tarde al rosario. -Siempre igual.
(Relincho)
(TOCA)
Te ruego des las gracias al barón por las noticias que me envía.
Son para mí de un valor inestimable.
-Así lo haré, excelencia.
-Ahora llevarás contigo a Antonio, mi trovador.
Es un regalo que deseo hacer...
a su sobrina, a la que yo estimo tanto.
Pienso que a la noble Isabel le gustarán como a mí
las dulces canciones.
Ahora ve.
Antonio dentro de unos momentos se reunirá contigo.
(TOCA)
(Cesa la música)
Debes vigilar con cien ojos.
No puedes fiarte de nadie, ni siquiera del barón.
Ten cuidado, puede hacer un doble juego.
¿Tienes tu puñal? -¡Siempre dispuesto!
-Envenenado, supongo. -Sí, mi señor.
Mata al instante.
-Úsalo si es necesario.
-Como siempre, excelencia.
-Sir Allan está aquí y pide audiencia.
-¿Ya ha llegado?
No le esperaba tan pronto.
¿Está todo preparado? -Todo.
-Entonces hazle pasar.
Me imagino que tendremos un coloquio divertido.
Y gloria al que le sirve con tanto valor.
Debierais tener presente, sir Allan, que este ya no es vuestro castillo.
Voy a mostraros un documento que os disipará muchas dudas.
Hace ya dos años
que todos vuestros bienes han sido embargados.
¡No me gustan las charlas, pero son 3000 escudos de oro!
¿Así como está ahora, cerrada?
¿No puedo comprobarlo?
De un notario.
Lo haré llamar y no tendremos que esperar mucho.
Os deseo por vuestro bien que en el arca haya 3000 escudos.
¿Queréis seguirme?
¡Ah! Uhm...
Ahora es demasiado tarde.
Las empresas temerarias están bien en el campo de batalla,
pero no conmigo.
El notario comprobará
si habéis intentado engañar al superintendente del rey.
(RÍE) No, sir Allan, quiero esos 3000 escudos.
(RÍE)
Lo juro sobre el Evangelio.
Ahora estáis obligado a abrir ese arca.
Porque, ¿es necesario decirlo?,
todos nosotros, incluso el notario, estamos ansiosos.
Con lo que hay en ese arca
recobraréis el castillo o entraréis en las prisiones del rey.
¿No es emocionante, señor notario?
-Así yo, el notario, certifico que, arrancado delante de mí
el sello que la cerraba, sir Allan abre y quita el candado,
levanta la tapa y descubre el contenido.
¡Oh!
¿Puedo saber quién os ha dado ese dinero?
¡Dame eso!
¿Eres Robin Hood?
¡Esto os conducirá a la horca!
¡Asaltar la sede de un superintendente del rey!
¿Yo? ¡Jamás!
¡Tendréis que usar la fuerza! ¡Adelante, prendedle!
-¿Adelante? -¡Prendedle!
(Música acción)
¡Guardias! ¡Aquí!
-¡Adelante!
-¡Guardias!
-¡Vosotros!
(GRITA)
¡Empujad! -¡Vamos!
(HACEN ESFUERZOS)
(Música acción)
(GRITAN) (RÍE)
¡Tú, por aquí!
(Música acción)
¡Vamos!
¡Tú, por allí!
(GRITA)
¡Huid!
(GRITA)
¡Traed los caballos!
-¡Que no escapen!
(RÍEN)
¡Míralos cómo corren!
-¡Fuera de aquí! ¡Fuera!
(RÍEN)
(Música triunfal)
¡Uhm!
(Llaman a la puerta)
¿Quién va?
-"Soy Blod, mi señor".
-¡Vamos, habla!
-No trae escolta, es un fraile.
(Música tensión)
¿Y si ha dejado la escolta ahí fuera, esperándole?
(RÍE) -Qué va. No hay ni un alma alrededor del castillo.
-Solo estaré tranquilo cuando se marche mi sobrina.
De ese asunto te ocuparás tú.
(RÍE)
-Quiero dedicarme solamente al valeroso...
Allan.
¿Comprendes? (ASIENTE)
-Habéis venido aquí...
para acompañar a sir Allan, ¿no es verdad?
Y tenéis dos compañeros,
un fraile gordo y un fraile pequeño y delgado.
¿Y sabéis si han llevado un recado mío a Robin Hood?
¡Robin Hood!
Te manda santa Colombina, ¿verdad?
Es una santa tan buena,
que le pides una cosa y la hace enseguida.
Robin Hood...
¿Ayudarte? Yo era la que quería que me ayudaras,
pero haré lo que tú me pidas.
(ASIENTE)
(ASIENTE)
(ASIENTE)
(ASIENTE)
¡Oh!
Oh.
Capitán.
-¡Guapa!
-¡Uhm!
¡Bellaco!
-¿Verdad que es buena la comida de nuestra cocinera?
(RÍE)
Bien dicho, amigo.
Pero...
¿ya habéis recibido las órdenes religiosas?
(RÍE)
¿Y de músculos qué tal andáis?
¡Vaya! ¡No está mal! ¿Y de dientes?
Ni mi caballo tiene unos dientes como los tuyos.
Pero óyeme, ¿por qué no tiras ese sayal
y te enrolas inmediatamente en mi compañía?
Te daré por lo menos tres doblones al mes.
Y puedes comer, puedes beber...
y tendrás la entrada libre a la cocina.
Uhm... No...
Hacemos nuestros turnos de guardia
o apaleamos a los campesinos cuando no pagan los impuestos.
También, pero solo de vez en cuando, ahorcamos alguno.
Uhm...
¡Me lo como!
¡Juro que si lo agarro...
le hago pedazos pequeñitos, pequeñitos,
y luego lo meto en una sartén con patatas y me lo como!
¿Por qué no me lo encontraré por ahí?
(Música)
(Música)
Excusadme si os he hecho esperar. Me congratulo por vos, sir Allan.
Era justo.
He sabido que habéis conseguido recuperar vuestros bienes.
Bravo.
Vuestra madre y yo somos parientes lejanos.
Me parece que mi padre era primo de una tía de ella.
De todos modos, nuestras familias son de rama normanda.
¿Hablamos de algo más actual, como es el contrato de vuestra boda?
Yo estoy dispuesto. ¿Y vos, sir Allan?
-Yo te enseñaré cuál es la habitación de la cocinera.
Cuando se vaya, tú entras
y no la hagas hablar.
Así es mucho mejor.
La aprietas un poquito la garganta ¿y ella qué hará?
Se rendirá.
Tú le quitas las llaves y te vienes aquí a beber el vino.
¿Quién? Pero ¿no la has mirado?
Es más fuerte que nosotros cuando se enfada.
Yo la domino, a mí me teme.
Pero si vieses con los otros. Les da cada bofetada...
No.
No quisiera asustarla demasiado.
Es una mujer. ¿Para qué hacerla daño?
Su padre toma oro y lo transforma en piedras.
Pero si dentro de un mes el barón busca el oro
y encuentra todas esas piedras, como castigo,
me regala a la cocinera.
Sea este el comienzo de una unión feliz.
¿No le molesta acompañarme?
Deseo mostraros algunas alhajas que pertenecían a mi mujer.
Y que ahora quiero regalar a mi sobrina predilecta.
Será mejor que no.
Quiero que sea una verdadera sorpresa. Seguidme.
Ya no tengo vuestra juventud, sir Allan.
Desde hace poco las escaleras me fatigan.
Ya estamos llegando.
Excusadme. Excusadme, sir Allan. ¿Queréis darme esa llave?
(Música)
(Risa malvada)
Allan. Mírame, Allan.
¿No es una verdadera sorpresa?
Siempre te he odiado. Siempre, ¿lo sabes?
Eres el hijo de la única mujer a la que he amado inútilmente
y estás aquí por ella.
Por ella, que no quiso casarse conmigo.
Porque prefirió a tu padre.
Ahora tú pagas también por él y no saldrás nunca jamás.
Algo le ha sucedido.
Quizás.
Me han ordenado poner pan y agua en el torno giratorio.
He buscado a sir Allan por todas partes, pero no le he encontrado.
No está. La han llevado a un convento.
Quieren obligarla a casarse con el superintendente del Rey.
De acuerdo.
(Música)
(RÍE)
Y el fraile que la acompañaba, ¿está liquidado?
-Borracho como una cuba, excelencia.
¿Y qué hará esta noche?
Estrangular a la cocinera y beberse vuestro vino.
Así, mañana por la mañana lo ahorcamos
de acuerdo con la más absoluta justicia.
-Bravo, ha hecho buen trabajo.
Cuando se tiene sentido de la justicia,
la orca es una misión.
(RÍE)
Excelencia. -Margarita.
¿A estas horas no deberías estar en tu habitación?
Me han dicho que hay un fraile borracho.
-Ese que anda por ahí. -¿No tienes miedo?
-¿Y qué queréis que me haga un fraile?
-No se puede confiar nunca en nada.
Piensa en Robin Hood y en todos los bandidos. Están locos.
Sí. Y piensa, además, que también lo están los nobles.
-Buenas noches, excelencia.
-Duerme bien. Son tus últimas horas. Y mándame al jefe de la guardia.
-Aquí está, excelencia.
-Mira, Blod.
Si el fraile reflexiona y no ataca a la cocinera, hazlo tú.
Y después le echaremos la culpa a él.
¿Quién sois? ¿Yo os conozco?
Jamás, eso no.
De acuerdo.
Apartad el puñal. Mandaré buscar a Allan.
Hola.
Joven. Joven, ¿eres nuevo?
-Sí, ¿se ve?
-Me llamo Margarita y me siento tan sola...
-Yo también me siento muy solo.
-¿Quieres que charlemos un rato? -Dejo la lanza y te sigo.
No me mataréis jamás.
Primero porque hay que libertar a sir Allan
y segundo, porque jamás habéis matado a un hombre inerme.
Está ahí, en el muro.
(RÍE)
¡Socorro, la guardia por este lado!
(Música animada)
Aquí, aquí.
Aquí está.
¡Aquí!
¡Por esa parte!
¡Levantaos!
¡No escaparás! ¡Quieto!
-¡Quieto! El barón quiere verle morir. Voy a buscarle.
Esto no se cierra. Habéis echado barriga.
-¿Cómo te permites?
Eres tú quien no tiene fuerza para apretar una armadura.
¿Quién es? -Soy yo, Garrett.
-¿Seguro? -Claro que sí.
-¿Por qué no lo has dicho antes? -¿Dónde está su excelencia?
-Señor, lo hemos acorralado. Una orden vuestra y lo mataremos.
-No, lo quiero vivo. Me divertiré un poco y luego lo mataremos.
Mirad cómo tiembla el pobrecillo. Estás asustado, ¿eh?
Amigo mío, tienes el aire de un conejo caído en la trampa.
¿En un vaso?
Regalaré diez escudos de oro a quien lo desarme.
-Vamos por él.
(Música)
Agarradle, que se escapa.
(Gritos, música animada)
¡Imbéciles, soy yo!
Vamos, que no se escape.
-Venga, rápido, a por él.
-Ahí está.
(Continúa la música)
Pudisteis haceros daño.
¿No querréis también la piedra filosofal?
(Golpean la puerta)
¡Abran!
Pues espero que sí.
Yo pongo siempre mi mejor deseo.
Pero ya sabéis lo caprichosa que es la ciencia.
Ya voy. Ahora os abro. -¡Abran!
-Atrás...
Hay humo. (TOSEN)
-No se ve nada.
-Salid, salid. Atrás. Nos asfixiamos.
-Abrid, centinelas. Si no no habrá vino para cenar.
-No abráis. Primero la inspección. Son órdenes de su excelencia.
-¿Una inspección? Es un tiempo perdido inútilmente.
-¿Y si en una de esas barricas estuviera escondido Robin Hood?
(RÍE) -No seáis imprudente.
¿Y si de una de esas barricas saltara fuera Robin Hood?
(RÍE)
-Le convierto en albóndigas y después las pongo en conserva
y cada domingo me como una. -Y además la recompensa.
-Ya. 3000 escudos de oro, nada menos.
Tendría bastante para dejar el servicio de las armas
y luego casarme contigo.
-¿Por qué no me acompañáis?
Supongo que a lo largo del camino podremos hablar también.
-Entonces es que quieres que me case contigo.
-Qué presumidos sois.
Casarse no es fácil para una muchacha.
-No, si está contra ella.
-Cuando pienso en las bofetadas que me has dado...
Dad limosna a dos pobres frailes. -Una limosna, por el amor de Dios.
-Vamos, quitaos de ahí.
(EBRIO) -¿Has visto? El poderoso señor los ha ahuyentado.
-Sí, es cierto.
-Qué falta de caridad. -Déjame.
-¿Pero por qué, palomita mía?
Ya sé que tu timidez frena el ímpetu de tu amor por mí.
¿Cuándo te vas a dejar besar, caramba?
-Después de la boda.
-Entonces mira. Ahí están dos frailes.
Les hacemos que suban al carro, y en la primera capilla que encontremos,
les pedimos que nos casen.
(RÍE) -Pero ¿cómo vamos a poder casarnos?
¿No ves que no tenemos testigos?
-Ya, es verdad.
Eres tú. ¡Guardias a mí, alarma general!
No te acerques, porque si no... -¡Basta, basta! Me rindo.
¿No puedes levantar el pie? Me ensucias el uniforme.
-¿Hago que se coma esto?
Siempre lo he soñado.
¿Me ayudas a levantarme? -Sí.
Y vete al diablo. Buen viaje. (RÍEN)
Tengo mucho miedo. Blod se vengará. Ya lo veréis.
Sí, pero no puedo abandonar a mi padre.
Algún día conseguiréis hacerle huir, ¿verdad?
Gracias.
(Música suspense)
(Música animada, risas)
Salta. Así.
Eh, Robin Hood. Robin Hood. -¡Robin Hood!
A Robin Hood le gustas lo mismo.
Eso será.
Claro.
-Muy honrado, mi reverendísimo superiores el abad,
oficiará la ceremonia nupcial,
pero no se decide atravesar el bosque de Sherwood
sin una escolta armada, señor.
-Decid al reverendísimo abad que puede esperarme en la taberna
del Zorro Rojo. Iré con mi guardia.
Robin Hood y su banda tienen muchos amigos entre vosotros.
Eso no le complacerá a mi señor el príncipe Juan.
Os he querido avisar.
-Se lo explicaré al reverendísimo abad.
-Entra.
-¿Eres tú ese que ha visto cómo se llega al refugio de Robin Hood?
-Con mis propios ojos.
Y teniendo a tus ayudantes presos en la ciudad,
¿puedes sacar algo en limpio? Sin duda, pero...
La gente es más valiente cuanto más se le paga.
-Blod, dale todo el dinero que sea necesario.
Perdona, ¿te he hecho daño? -¿Qué sois, un aprendiz de gorila?
-No. -¿Y qué hacéis ahí?
-La emprendo a pedradas con los monjes que vienen
del castillo de Nottingham. -¿Qué os pasa? ¿Estáis loco?
Bajad. ¿Cómo sabéis que vengo del castillo de Nottingham?
-Los caminos del Señor son infinitos.
En cambio, del castillo de la Abadía solo hay este sendero.
-¿Quiénes sois? ¿Qué hacéis en estos parajes?
-Primero respiramos un poco de aire puro.
Después, cuando llega alguna persona, hablamos del barón, del abad,
de nuestra vida monástica.
-O bien hacemos unos cuantos ejercicios de lucha.
-Eh, ¿dónde vas?
¿Querías huir? -El abad me espera.
-También te hemos esperado nosotros. Elige, ¿qué quieres hacer?
¿Conversar o pelear? -Lo que tú quieras.
-Oh, qué mirada maligna.
Está bien. Si lo prefieres, lucharemos a palos.
Pleicín, échame una ramita.
-No, no. ¿Cambiamos de juego? -Sí, hablaré.
(Música)
Ahí está.
Quizá me equivoque, pero diría que este vino
se sube un poco a la cabeza, ¿no creéis?
-No, eminencia.
-Señor Abad, es que la gente astenia como vos,
en cuanto bebe un poquito de vino se le sube enseguida a la cabeza.
-Bebe, bebe y os habituareis,
que es un vino que convierte a todos en buenos.
(EBRIO) -Me da vueltas todo. -Vamos. Un pie después del otro.
-No, no mováis lo dos al tiempo que os vais a caer.
Vamos...
Creo que estás equivocado, Blod.
Será muy difícil que esos granujas se dejen ver.
-¡Alto! -¿Qué hay?
-He mandado por delante a dos hombres, excelencia.
Puede haber alguna trampa. -Pero ¿qué trampa?
Tenemos que dejar de sobrestimar a esos bribones.
-Sí, excelencia.
-Blod, que bajen de los caballos, rápido.
Después sitúales por aquí.
Quiero sentirme protegido por todos los lados.
-Señor. -Qué hay.
-Todo en orden, excelencia.
El señor abad y sus frailes están comiendo.
-Guardias, pie a tierra.
Dos hombres con los caballos, los demás conmigo.
-Centinelas, cada diez pasos.
-¿Dónde vamos? -Tú caya, y cuidado con el escalón.
-Este cretino no sirve para nada. Vamos...
(BOSTEZA)
Cuántos soldados.
¿En qué guerra estamos?
¿Dónde está el reverendísimo abad?
-En la taberna, buen hombre.
Está bebiendo porque es abstemio y tiene que acostumbrarse.
-Anunciadme. -Enseguida. Sin perder un segundo.
Adiós.
Señor eminencia. Hay un cabo que quiere verle.
-Que entre y cierra la puerta. -Dice que cierre la puerta.
Que cierre la puerta, ¿qué te parece?
-Pero no es un cabo, es el señor barón.
Decidme, señor barón, ¿qué es lo que hacéis aquí por estos parajes?
-¿Que qué hago aquí?
Como acordamos, he venido con una compañía de mis guardias
para acompañaros al castillo de Nottingham.
-Su excelencia ha pensado que yo iría solo
y ha venido a buscarme con toda una compañía.
Sí, pero yo quiero viajar a caballo.
-Pongámonos en marcha, reverendo. -No, no, no.
-Un poco de aire os sentará bien. -Mañana.
Tomad. Diez doblones de oro para la abadía.
Puedo ser amable si es necesario.
Hermano, cómo sois... ¿Qué diablos hacéis aquí?
¡Traición, guardias!
¡Alarma, cubridme la espalda!
(Música animada)
(Risas)
¡Blod! -Señor.
¡¡Blod!! Rendíos. -Rendirnos...
-Eh, tú, basta. Se han rendido. -Pero ¿cómo?
Ahora que empezaba yo a divertirme.
-¿Qué haréis ahora?
(Música suspense)
Seguid el sendero y encontraréis a Robin Hood y a los otros.
Yo voy al convento para traer a Isabel.
(GRITAN) ¡Viva Robin Hood! ¡Viva! ¡Viva!
(Música heroica)
(Música animada)
(Música)
Ha sido Blod.
Perdonadme. Me han obligado. Tienen a mi padre como rehén.
Querían matarle.
¡Y yo que he dejado marchar al barón!
Pero cómo podía pensar que... Yo no conocía a Isabel.
La devolveré el castillo.
A sus órdenes, señor.
¿Por qué?
(Música)
Mis felicitaciones, barón.
Una burla deliciosamente pérfida.
Estoy seguro de que Robin Hood habrá enloquecido de rabia, ¿verdad?
Y también vos, reverendísimo abad.
Que habéis sentido siempre simpatía y confianza hacia ese bandido,
os habréis convencido de que estabais en un error.
Si todo marcha según mis planes, muy pronto dejará de hablarse de él.
¿Habéis decidido atacarle a fondo reclutando muchos guardias?
-No, reclutando muchos Robin Hood.
-En definitiva, barón, queréis combatir el fuego con el fuego.
-Exactamente. Un bandido cuesta igual que un guardia, pero es más cruel.
-No es conversación de buenos cristianos.
Hablemos de las nupcias. ¿Cuándo se celebraban?
-¿Cuándo pensáis entregarme el millón de escudos?
-Ahora, lo tengo conmigo. -No es necesario. Digamos que mañana.
-Yo preferiría pasado mañana. -Pasado mañana.
-¿Por qué vas tan preocupada? -Se enfadará. ¿Por qué no volvemos?
-Me lo dices ahora.
Me has hecho ponerme las ropas de Robin Hood
para facilitar el encantamiento. Anda, sigamos.
-He dejado mis polvos mágicos en el campamento.
Qué obstinada eres. -No es eso.
Es que estoy enamorada como una mujer.
Hazme un filtro de amor que sea eficaz, te lo ruego.
-Hasta ahora mis filtros siempre han sido eficaces.
Pero no debíamos dejar el castillo. Son órdenes de Robin Hood.
-Es de una familia de campesinos que yo conozco.
Mira.
-Robin Hood, gracias a Dios que eres tú.
Ahora ya no puedo hacer otra cosa. Han matado a todos.
A toda mi familia.
Hablaron de ti, de cómo llegar a tu refugio.
Es gente que ha venido de la ciudad.
Son...
Irán a descansar allí.
Pero ¿dónde demonios está ese maldito campamento?
Hace horas que caminamos. -Está a menos de una legua de aquí.
Hemos dado un gran rodeo para eludir a los centinelas.
-Situemos a los hombres y nosotros dos sigamos para echar una ojeada.
Y si encontramos algo, nos lo repartimos.
-Está muy bien.
Lo dices por agradecérmelo del filtro?
Mira. Creí que lo había perdido. -¿Qué es esto?
-Es un símbolo mágico.
La mujer que lo lleve sobre el corazón será su esposa.
(Música suspense)
Margarita, ven.
-Aquí estamos.
Esto no lo tenemos que repartir con los demás.
-Claro. Ellas son dos y nosotros somos dos.
-Calla, las asustas.
-¿Os molesta ir preparándonos el vino?
-Amor y vino siempre vecinos.
-Y todo esto por culpa mía. -¿Oís? Estamos llamando.
-Voy a prepararte algo para quemar.
Toma, vamos. Enciende.
-Tranquilízate.
-¿Cómo nos comemos estas palomas, asadas?
-Hay una especie de salida secreta.
-¿Preferís quemaros con el fuego o con nosotros?
-Si llegamos al bosque no nos encontrarán.
¿Quieres que juguemos a los dados? -Sí, poneos cómodas mientras tanto.
-He ganado yo. -Has ganado con dados trucados.
-Repítelo y te saco los hígados.
-Mira, se escapan.
-Dejan más huellas que un rebaño de vacas.
Van hacia el campamento.
(Risas)
¿Dónde vais?
-No os preocupéis, no va a pasar nada.
-Mira qué guapa, mira qué guapa.
-Mientras las atan quieres la revancha.
-Sí, pero no a los dados. Un doblón a quien se acerque más.
-Por lo menos es un nuevo juego.
-¡Bravo! Muy bien. -Dejadnos marchar.
¡Estupendo!
-Hay que poner esto más emocionante. Voy a tirar al corazón de la morena.
-Mi madre te diría:
"No te fíes, las mujeres bonitas no tienen corazón".
-¡Robin Hood!
Que no se escape.
-Por aquí, por aquí.
Robin Hood. Sal aquí, no podrás escapar.
Si no sales en seguida, mato a los dos mujeres.
(Música)
¿Y las dos mujeres? Tenéis que encontrarlas.
Si no, os acordaréis de mí.
(Música animada)
¡Socorro!
¡No me dejéis!
(RÍEN)
¿Quieres que sir Allan sea condenado a la horca?
Una palabra tuya puede salvarle.
Si te casas con el superintendente, firmará el indulto para Ana.
(ENTONA) ¡A!
-¡A!
-¡E!
-¡O!
-¡U!
-¡A! (CARRASPEA)
(Órgano)
Excelencia.
Señor barón, queridos fieles.
Estamos aquí reunidos para...
(Nota continua)
Estamos aquí reunidos para consagrar el matrimonio
que ligará a este hombre y a esta mujer.
Por ello, si alguno de nosotros puede oponer a estas nupcias
algún impedimento grave, que hable ahora o que no hable jamás.
Por segunda y tercera vez os digo: "¿Hay alguno de vosotros que...?".
-Yo.
Reverendísimo abad.
-Habla.
¿Qué tienes que oponer? -Jesús, nuestro señor, dice:
"No hagáis de mi casa una cueva de mercaderes.
Y esto, reverendísimo abad, no es un matrimonio.
Es una venta.
-¿Qué es lo que dices, estúpido? -Dejadle que hable.
¿No os interesa a vos también la verdad?
-Hijo mío, ¿de dónde nace tu convicción?
-Yo sé que esa mujer no quiere casarse con ese hombre,
pero que el barón la obliga. Mientes.
-Preguntádselo a ella misma, reverendísimo abad.
-Ha sido hecha una grave acusación. ¿Qué tenéis que decir?
-Tu promesa. -Hija mía...
¿Quieres o no tomar por esposo a este hombre?
-Se trata de la vida de Allan. Recuérdalo.
¿Qué respondes? -No, no quiero.
-Ahora lo pagarás.
-Pero esta mujer, reverendísimo abad, no es mi sobrina.
¿Quién ha planeado este embrollo? -Ya lo habíais hecho con sir Allan.
-¿Podéis decir si es cierto o falso lo que afirma ese hombre?
-¿Qué despreciable acuerdo hay entre él y vos?
-¡Quietos, quietos!
-¡Detenedles!
No tengo ningún acuerdo con el superintendente del rey.
Lo desprecio demasiado, casi tanto como a vos.
-¿Y te atreves? ¿Quién eres? ¡Robin Hood!
No es posible... -Ahora...
-Que no escape.
(Risas)
(Música suspense)
No huyáis.
Malditos. Me abandonáis.
¡Maldito! Pagarás todo el mal que me has hecho.
¡Te mataré!
¿Quieres algo?
Ánimo, Robin.
No puedo celebrar el matrimonio sin las necesarias amonestaciones
y la autorización del tutor.
¿De qué modo?
Anuncio las bodas de sir Allan Clare, cruzado del rey Ricardo,
conde de Moon Hill, con lady Isabel de Nottingham,
sobrina y pupila de su excelencia el barón de Nottingham.
Sí.
-Bien, entonces, querido hijos, vamos a celebrar este matrimonio.
-¡Larga, larguísima vida a los dos!
(Música animada)
(Música melancólica)
¡Robin! ¡Robin Hood!
(Música créditos)
Sir Allan, noble partidario del rey Ricardo que regresa de luchar en las Cruzadas, pierde sus dominios a manos del superintendente del rey, quien además está a punto de quitarle su prometida gracias a las oscuras ambiciones del malvado barón de Nottingham.
Contenido disponible hasta el 14 de diciembre de 2021.