Lunes a viernes a las 18.15 horas
Vengo de casa del señor Abelló.
Quiere hacernos una oferta por la patente del mango limpiador.
-Sigo pensando que eres demasiado joven
para buscarte compromisos,
pero si te gusta de verdad y tanto como dices,
te deseo suerte.
Felipe, me tengo que ir de España.
No contemplo un futuro a tu lado.
¡Cuéntame! ¿Qué más dijo Pascual?
Eso, que solo quería hablar de Hortensia.
Fíjate que creo que, a Pascual, Hortensia le hace tilín.
Cuente con ello, señora.
¿Renuncia a Valeria? -Así es.
Es mi amor por ella lo que me ha llevado a ello.
Dele esta carta a Valeria cuando la vea.
Debe darse prisa.
Aurelio ha puesto precio a su cabeza,
tienen que salir de Acacias inmediatamente.
(Sintonía de "Acacias 38")
Felipe, tienes visita.
Muy buenas.
Al contrario que la anterior, mi visita es meramente profesional.
Quería saber cómo va la medicación que le prescribí.
Me alegra muchísimo escucharlo.
Más adelante, que no quiero más recaídas.
Claro que sí.
(Música de piano)
(Puerta)
Debe ser Rodrigo.
David, ¿qué haces aquí?
He oído la melodía y no he podido evitar llamar.
Pasa, no me gustaría que nos escucharan los vecinos.
Esa melodías que tocabas...
Solías tocarla cuando estabas triste.
David, no deberías estar aquí,
pensaba que ya estaba todo dicho entre nosotros.
Yo también lo creía, pero...
a veces, la vida te sorprende cuando menos te lo esperas.
Va. Tienes que irte.
Rodrigo no está en casa, pero puede volver en cualquier momento.
Valeria...
Rodrigo no va a volver.
¿Cómo que no va a volver?
Él mismo me lo ha dicho.
Acabo de hablar con él en la pensión.
No habréis peleado, ¿verdad?
No, todo lo contrario,
ha sido la charla más amistosa que he tenido hasta el momento.
Espero que no haya ironía en tus palabras, David,
porque no estoy para juegos. -No, nadie lo está.
Por eso, Rodrigo ha decidido sincerarse
como solo un hombre desesperado puede hacerlo.
¿Y ha tenido que hacerlo contigo?
Entiendo tus recelos,
pero dadas las circunstancias,
creo que Rodrigo está de nuestro lado.
¿Cómo de "nuestro lado"?
David, no sé a dónde quieres llegar.
¿Y esta carta?
Me la dio Rodrigo para ti.
Creo que deberías leerla.
Seguramente, ahí están todas las respuestas a tus preguntas.
Es mejor que la leas a solas.
¿Te vas?
Sí, voy a dejarte tu espacio.
Regresaré en un rato.
(Puerta cerrándose)
Ya seguiremos hablando de este asunto en otro momento.
Con Dios, don Felipe.
(Puerta cerrándose)
¿Puedo regresar ya o tienes más asuntos que no quieres que escuche?
¿Qué es esto?
¿Me estás echando?
Comprendo.
No es necesario.
Sí, ya veo que has aceptado mi marcha de buen grado.
Muchas gracias.
Bueno, toma aire y respira,
que no me he enterado de nada de eso que has dicho.
He venido a la carrera y sin parar. -Ya veo.
No te lo vas a creer, Guillermo. De acuerdo...
Venga, Azucena, dímelo, que me estás creando expectativas.
Es que me hace mucha ilusión.
De acuerdo, siéntate, siéntate.
Me van a hacer una prueba en el Teatro Real.
¿Una prueba, de qué? -¿Cómo que para qué?
Para su cuerpo de baile, ¿no te parece increíble?
Sí, es increíble, aunque mejor será si te elijen.
Y seguro que lo harán.
Mi profesora ha insistido en que me presente.
Confía en mi nivel y cree que tengo posibilidades.
Si ella lo dice, por algo será.
Pero yo no daba nada por sentado
y me preparaba la prueba como Dios manda,
para aprovechar la oportunidad.
Ya me gustaría, pero es esta tarde.
¿Tarde de hoy?
Sí. A ti también te parece un precipitado, ¿no?
Yo no dudo de tus dotes,
desde el primer día que te vi, me pareciste una bailarina maravillosa.
¿Qué hago, Guillermo? ¿Me presento o no?
Claro que sí.
Lo vas a hacer de maravilla.
Y aquí estoy para todo lo que necesites.
(SUSURRANDO) Aire.
Viene tu madre. -Aire, que corra el aire.
(CHISTA)
Desde la esquina os llevo gritando que os separéis.
Madre, hay algo que debo contarle.
No tiene nada que ver conmigo. -(SUSPIRA ALIVIADA)
Menos mal.
Mi profesora me ha postulado para unas pruebas en el Teatro Real.
Y soy la única bailarina que ha seleccionado,
¿no le parece increíble?
Increíble no sé, pero inconveniente sí.
Una cosa es que hagas danza para complementar tu educación,
y otra, que actúes en un teatro como si fueras una corista.
Pero se trata del Teatro Real.
Me da igual, es un teatro a fin de cuentas,
así que quítate esa idea de la cabeza.
Y nada de arrumacos ni abrazos, que os vigilo.
(HORTENSIA LE LANZA UN BESO)
Es alentador ver cómo te anima tu propia madre.
Bueno, no se lo tengas en cuenta, ya sabes cómo es.
Ya.
¿Sabes qué, Guillermo? Voy a tomar las riendas de mi vida.
Voy a desobedecerle y presentarme a las pruebas,
que es lo que tengo que hacer.
Don Ignacio.
Dori, ¿está usted bien?
Dori...
Cálmese, seguro que la cosa no es para tanto.
Lo que para unos es importante,
para otros es un mero trámite sin importancia.
Intuyo que el asunto tiene que ver con su paciente.
¿Qué le hace pensar eso?
Digamos que como médico de don Felipe,
estoy al tanto de algunas cosas.
Sí. Ya sé que le ha pedido que busque una sustituta.
Gracias a Dios ha abierto los ojos y ha aceptado mis consejos,
y no los de una enfermera.
No me malinterprete, no pretendo echarle una reprimenda,
pero mi profesionalidad me obliga a marcar mi terreno como médico.
Si eso lo ha dejado bien claro desde el primer día.
De hecho, esperaba ahora una actitud más vehemente por su parte.
¿"Vehemente"? No la entiendo.
Reconozca que nuestros enfrentamientos del pasado
no han sido tan civilizados como este.
Me disculpo si sobrepasé los límites de la buena educación,
pero... para mí, la salud de un paciente es lo primero.
En eso estamos los dos de acuerdo.
Dori, le deseo lo mejor en el futuro,
pero le recomiendo que no mezcle el amor con el trabajo.
Y mucho menos, en este trabajo.
Aunque sí le voy a reconocer una cosa,
aún tengo mis dudas con su capacidad como enfermera.
Nunca confió en mí. -Ni usted en mí.
No me ha respetado ni una indicación.
Pero, al final, el tiempo pone a cada uno en su sitio.
Yo seguiré siendo el doctor de don Felipe,
y usted saldrá de su vida.
Apenas la conozco a nivel personal,
pero en lo profesional, no hemos congeniado del todo,
y por eso considero que su marcha es un triunfo para todos.
Le agradezco su sinceridad, doctor.
En cuanto a la persona que vendrá a sustituirle,
me esmeraré para que dé la talla de verdad.
Y ahora, repóngase, señorita Dori,
que es usted una mujer con poderío como para llorar por un hombre.
(RODRIGO) "Valeria, mi estimada esposa,
no sabes con cuánto dolor te escribo estas líneas".
"Pero me queda el consuelo de saber que vas a ser muy dichosa".
"Sé que yo soy pasado,
y no porque tus labios lo hayan dicho,
sino porque tu cuerpo reclama el amor que sientes por David".
"Te fallé escapándome cuando más me necesitabas".
"Si te dejé a tu suerte fue por protegerte y para no involucrarte,
un error que pagaré el resto de mi vida".
"El único consuelo que me queda es saberte amada
por un hombre como David, un amor sincero
que tanto me recuerda al que una vez sentimos los dos".
"Ha llegado el momento de dar un paso atrás
para que podáis emprender un camino juntos y sin remordimientos".
"El futuro está de vuestro lado".
"Junto a mí solo te guarda una vida desdichada con un hombre amargado,
algo que me niego a aceptar".
"Por eso, insisto en que huyas con él
antes de que sea demasiado tarde".
"En cuanto a Aurelio,
yo me ocuparé de él, no os preocupéis".
"Sé feliz".
"Te amo con todo mi corazón roto. Rodrigo".
(EXHALA)
oye, ¿a qué viene esa cara de gustirrinín?
Chist, ¿escuchas eso?
¿Escuchar qué? Yo no oigo na.
Tú lo has dicho, na.
No sabía yo que el silencio te pusiera tan contento.
No te haces una idea lo placentero que es no escuchar ni gritos,
ni desaires, ni quejas...
¿Estás o no estás conmigo en que el silencio es lo que mejor que hay?
A ratitos, que tú sabes que a mí me gusta más la bulla y el jaleo.
Ni el silencio me quita la fatiga
que tengo con la mentira de don Ramón.
Deja de pensar en eso y vuelve a cerrar los ojos
antes de que se vaya la calma y venga la tormenta.
Quita, quita.
No aguanto ni un día más sin Maruxiña.
Todo el día limpiando y cocinando como una fregona,
así hay no hay manera. -Alodia, por Dios,
¿quieres dejar de encorajinarte con la criada?
La culpa es de ustedes por no decirle que vuelva,
que esa mujer hace y deshace a su antojo
como si fuera la señora de la casa. -Qué exagerada eres, hija,
la que estás montando por unos días de na.
Que no está bien que los señores tengan que trabajar
cuando ella se toma unas vacaciones porque sí.
¿Y qué quieres que hagamos?
¿Qué la traigamos de vuelta arrastrá por los pelos?
Le tendrían que decir que vuelva ya.
Con eso es suficiente.
Alodia, vete a descansar un poquito,
que tanta cocina te tiene emberrechiná.
No me he casado con un doctor pa hacer de mula de carga.
(Puerta)
Muy buenas. -Buenas.
Madre mía la casita que nos está quedando, mi vida.
¿Sí? ¿Han terminado con la última reforma?
Solo faltan los muebles pa poder mudarnos.
¿Han oído ustedes? Que ya tengo mi casa.
Ya era hora, hija mía. -Ole.
Y digo yo, ¿por qué no van ustedes y ven la casa ustedes mismos?
Ay, sí, vamos ahora todos.
Yo... Vayan tirando.
Yo tengo que darle una vuelta al libro,
que hay unas patologías que me están volviendo loco.
¿No puedes hacerlo a la vuelta?
A la vuelta estaré descansaíto para recibirte como Dios manda.
Bueno, en ese caso, vámonos pa aprovechar la luz de día.
Guapo. -Levántate, Jose, anda.
Espero que esta vez sea la vencida.
Con Dios.
Con Dios. -Con Dios.
Ole con ole los caracoles, chiquillo.
Pero ¿de dónde ha salido este médico?
Madre mía.
Un poquito de esto...
Ole y ole.
Viva la madre que me parió. Me voy a caer y me voy a levantar.
Usted dirá a qué debo esta visita tan inesperada.
Deje de fingir, don Aurelio.
Sabemos que no se trata de ninguna visita de cortesía.
No me diga.
Si por mí fuera, jamás volvería a este lugar donde me retuvo.
Bueno, sea usted tan exagerado.
Es cierto que le tuve retenido, pero fue por culpa suya,
por no querer colaborar conmigo.
El mero hecho de su presencia me es insoportable,
aquí o en cualquiera de sus propiedades.
Cuánta animadversión hacia mi persona.
¿Es ese el motivo de su visita, limar asperezas?
No.
He venido para hablar de la propuesta que me hizo.
Y de la que no tengo respuesta.
Así es.
Ya sabe que la paciencia no es una de mis virtudes,
como tampoco lo es aceptar un no por respuesta.
Y bien,
¿qué ha decidido?
He estado reflexionando mucho, y finalmente, he decidido aceptar.
No sabe cuánto me alegra escuchar estas palabras.
Yo haré la demostración de la síntesis del gas,
pero usted debe ocuparse de David.
"Ocuparse"... Llámelo por su nombre,
quiere que se lo quite de encima
para dejarle vía libre con su querida esposa Valeria.
Mis principios morales y éticos
se oponen rotundamente a esa demostración.
Si he decidido claudicar, es por el amor que siento por Valeria.
El amor...
Por algo dicen que es más poderosa que ningún arma.
Haré lo que sea por recuperar a mi esposa, lo que sea.
Me traen sin cuidado sus motivos,
lo importante es que ha aceptado mi oferta
y que ambos saldremos ganando.
Con recuperar a Valeria me conformo.
Lo hará. Alegre esa cara, ha tomado la decisión correcta.
Confío en su palabra y en que cumpla su parte del trato.
Y así lo haré,
pero no únicamente por mi compromiso con usted,
sino también... por el placer
de eliminar a alguien que me ha traicionado.
Como usted dice, los dos saldremos ganando.
"Quid pro quo", como decían los emperadores romanos.
Emperadores cuya maldad y corrupción les condenó al fracaso,
no lo olvide.
Si usted lo dice, usted es el profesor.
Lo que me faltaba, permitir que la niña se exhiba ligera de ropa
delante de todo el mundo.
De todo el mundo no,
solo de los escogidos que tienen un abono en el Teatro Real.
Peor me lo pones,
porque es precisamente entre esos, donde Azucena
tiene que mantener el estatus.
Imagina el trago de tener que codearse con gente
que la ha visto en paños menores.
Tampoco exageres.
Las bailarinas van muy finas con sus tutús tan vaporosos.
Si no hay curva o bulto que no se les marque.
A la imaginación, poco margen le deja.
Azucena ama el ballet,
me parece injusto privarle de la posibilidad de desarrollar algo
que se le da tan bien. -¿Qué sabrás tú lo que le va o no?
(Puerta)
Mejor voy a abrir la puerta.
Deje, señor, que voy yo.
Deja de darle vueltas,
a lo mejor ni la cogen, anda que no habrá candidatas.
Debe ser la única que va de la academia.
Y no por descocada,
la profesora cree que es la única que reúne el nivel adecuado.
Es que baila de maravilla la señorita Azucena.
¿Qué dices, estulta?
¿Acaso te hemos pedido tu opinión?
A la chepa se te sube el servicio, hermana.
No sé qué será lo siguiente.
En fin.
Don Liberto, han traído este sobre para usted.
Trae para acá.
Rosina, es para mí, ¿es que no la has oído?
Un sello lacrado, debe ser importante.
Rosina, para, por favor.
Dime al menos de quién es. -De Abelló.
¿El empresario interesado en el mango limpiador?
¿Qué dice?
Me falta el aire. -Le ha dado un flus.
Rosina, por favor, no nos tengas en ascuas.
¿Qué dice?
Quiere hacerse con la patente del mango limpiador, y ofrece...
¿Cuánto?
Madre del amor hermoso.
Qué barbaridad.
Como para no quedarse en albis. -Madre mía.
Eso podría sanear nuestras cuentas de una vez por todas.
¡Escríbele ahora mismo y dile que aceptas, antes de que se arrepienta!
De eso nada.
Si ofrece todo este dinero, es porque piensa sacar más rendimiento.
Hay que pedirle más dinero por la patente.
Hortensia, ha visto la cantidad, ¿le parece poco?
Yo estoy con mi hermana,
hay que apretarle las tuercas para que suelte más dinero.
-Personalmente, me parece muy arriesgado.
Ahora mismo voy a escribirle.
No, que tú siempre has sido muy blanda. Déjame a mí.
Parad un poco, por favor.
¿No podemos hablarlo antes? -(AMBAS) No hay nada de qué hablar.
Y tú, hermana, déjale claro que no somos tontas.
Por supuesto.
Querido... señor Abelló...
Pon mejor estimado, que querido es demasiado.
-Tienes razón.
Estimado señor Abelló...
¿Quiere usté que le prepare una tisana?
Tras recibir...
su oferta,
hemos considerado...
Que es insuficiente.
-...que no es suficiente.
-Eso es.
(RÍEN)
Me encanta. -No obstante...
(Puerta abriéndose)
¿Ya estáis de vuelta?
Vengo sola, Jose.
He dejado a Alodia camino de una tienda de muebles.
¿Y no le has acompañado?
Quita, quita,
que estoy de la casa hasta la última horquilla.
Anda que te has escaqueao tú ni na con el Eufemiano,
con la tirria que le tienes.
Lo mismo que has hecho tú viniéndote a casa.
Chiquillo, qué mujer más cansina,
las ganas que tengo de que se instale en su casa de una vez.
Con ella rondando por aquí, no hay manera de poner las ideas en claro.
Siempre quejándose por todo.
La ojeriza que le ha cogido a la pobre Maruxiña.
Por algo dicen eso de "no sirvas a quien sirvió".
Ni se te ocurra decirlo en alto, no vayamos a tenerla.
¿Qué? ¿Sigues a vueltas con el embuste de don Ramón?
Me gustaría saber en qué está dilapidando el dinero
ese hombre para tener que engañar a Lolita de esa manera.
¿Y no hay manera de hablar con él seriamente
y que te diga qué está pasando?
Este Ramón no es el que conocemos.
Desde el atentado, cada cosa que dice, es más radical que la otra.
¿Y no se le habrá ido la chaveta con tanto dolor?
Con lo temperado que ha sido él siempre.
Por eso mismo me siento peor, por ser cómplice de una mentira
que seguro que encubre algo mucho más gordo, vamos.
Ay, ¿"gordo", como qué?
¿No recuerdas el desaire que le hizo a David a plena luz del día?
Es evidente que ese hombre no está en sus cabales.
Yo por quien más lo siento es por Lolita,
que las mentiras tienen las patas muy cortas,
y se va a enterar de todo.
Y nosotros en medio del embuste.
Mira, no podemos seguir así,
nos estamos jugando nuestra amistad con Lolita.
Con lo que ha hecho esa muchacha por don Ramón.
Tienes que hablar con él cuanto antes
para que nos libere de esta carga.
Está bien.
Vamos ya, maestro, valor y al toro.
¿Vas a ir ahora?
Antes, me voy a dar un paseíto,
a que me dé el aire y a coger fuerzas.
¿Me acompañas?
Venga. A mí también me vendrá bien para despejarme.
Vamos.
(Pasos)
Perdone que le importune, señora,
pero necesito saber qué guarnición quiere para la cena.
Además, hay algunos asuntos urgentes que debería revisar antes de mañana.
La lavandera que se encargaba de la ropa ha fallecido,
deberíamos buscar una sustituta.
Su familia me ha pasado una lista de distintas muchachas
para que usted las entreviste.
Señora,
es tarde avanzada, quizás debería espabilarse
para no perturbar su sueño por la noche.
Señora...
Mi bote de tranquilizantes.
Señora, despierte.
¡Luzdivina, venga rápido! ¡Luzdivina!
-Sí, Marcelo. ¿Qué le ha pasado a la señora?
Avise al doctor Quiroga. -Ahora mismo.
Señora...
Una cosa es que te dé el visto bueno para que pretendas a mi hija,
y otra, que entres y salgas a discreción de mi casa.
Disculpe, doña Hortensia,
pero es la urgencia lo que me ha llevado a saltarme las formas.
Azucena no está, y no es de recibo que la esperes aquí.
En realidad, no he venido a hablar con Azucena, sino con usted.
¿Y ahora dices que no vienes a ver a Azucena?
Claro que quiero ver a Azucena, pero...
Ni pero ni pera,
¿dónde se ha visto a un enamorado que no quiere estar con su novia?
Me muero por estar con Azucena.
Pero el motivo de mi visita es que...
nuestro encuentro de esta tarde me ha dejado preocupado.
¿Y eso, por qué?
Por su negativa a que Azucena participe en la prueba.
Bueno, mis razones tengo.
Si no velo yo por su decencia, ¿quién lo va a hacer?
Eso lo dice porque no la ha visto bailar.
¿Qué insinúas, que no conozco a mi hija?
Solo digo que Azucena está especialmente dotada para la danza,
y no me refiero a su técnica,
sino a la pasión que transmite con cada uno de sus movimientos.
No te hacía yo experto en la materia.
Ver bailar a su hija es una difícilmente comparable
a cualquier otra experiencia que haya tenido en mi vida.
¿Y se puede saber cuándo la has visto?
Eso no importa.
Lo que quiero decir es que no podemos privar al mundo
de ver su talento.
Por eso, le ruego que deje participar a Azucena en la prueba,
para que el mundo pueda ver lo artista que es.
Ya podrían ser otros igual.
Guillermo, ¿qué haces aquí?
Ha venido a interceder por ti para que te deje hacer esa prueba.
Te dije que yo me encargaba.
Eso ya da lo mismo, he tomado una decisión.
Como madre, tengo una serie de responsabilidades,
pero tampoco quiero cargar con la espada de la culpa.
Por eso, he decidido que...
puedes ir a hacer esa prueba, tienes mi permiso.
¿Seguro?
Y dale las gracias a él,
que te ha puesto tan por las nubes, que no podía decirle que no.
Gracias, madre.
Eso sí,
luego no me vengas haciendo pucheros
porque no te han seleccionado.
Cada vez está más débil.
¿Por qué ha tardado tanto?
No hay manera de dar con el doctor Quiroga.
En casa de los Domínguez no hay nadie,
y no saben dónde puede estar. -No podemos dejarla así.
¿Y si la llevamos a la casa de socorro?
Es mejor no airear el asunto y que sea asistida en casa por un doctor.
Pues ya me dirá usted donde lo busco.
El doctor Quiroga no puede estar muy lejos,
busque en el restaurante o en la pensión,
alguien le dará una pista sobre dónde se encuentra.
La señora lleva un rato sin volver en sí,
debería hacer algo más.
Telefonearé al hospital para recibir indicaciones.
Y usted, marche cuanto antes, no hay tiempo que perder.
Despierte, señora, despierte.
(FIDEL) "En cuanto a usted, Lolita,
le aseguro que pienso seguir procurando su compañía,
pero solo como amigos, claro está".
¿Qué?
¿Qué me dices, mi amor?
¿A ti te parecería bien?
Solo como amigos, nada más.
(Puerta)
¿Ya de regreso?
¿Está usted bien?
Le noto preocupao, no será por lo que me contó el otro día.
Al préstamo ese que le ha hecho a don Jose
para pagar las deudas por culpa del juego.
No hace falta que finja,
a mí también me cuesta mentirle a Bellita.
De mi boca no va a salir na, pero hágase cargo,
ver a Bellita comprar en la mantequería
sin saber la que tiene encima, qué menos que hacerle un descuento.
Quédese tranquilo, que tampoco es tan raro
que regale alguna chacina de Cabrahígo.
Lo que ha hecho usted por su amigo...
Don Jose sí que es afortunao de tenerle cerca.
No me mire así, que ya le he dicho que no va a pasar na.
Ya verás el chasco del tal Abelló cuando reciba la carta
rechazando su oferta por la compra de la patente.
Sí. Habrá pensado que como somos mujeres y bastante jóvenes,
se podría aprovechar de nosotras pagando a la baja.
Sí. -Ahí está el señor Sacristán.
No me he fijado. -Podríamos ir a saludarle, ¿no?
No sé por qué deberíamos hacer tal cosa.
Mujer, por guardar las buenas formas,
no quiero quedar como una maleducada.
Si alguien es maleducado es él, no nosotras, entérate.
Cuando alguien se te cruza...
Aunque igual sí que es buen momento para ir a hablar con él.
¿Y ese cambio de opinión?
Ya es hora de anunciarle
que pronto le devolveremos el dinero que nos prestó.
Si el hombre no lo ha pedido, no sé a qué tanta prisa.
Preferiría ir yo sola, si no te importa.
No me importa. Te espero en casa entonces.
Sí.
Buenas tardes. (RÍE)
Buenas tardes.
Hoy se ha pasado por casa su hijo Guillermo.
Ah. Espero que no les haya molestado,
mi hijo puede ser muy pesado si se lo propone.
Todo lo contrario.
Venía a decirle que es un chico encantador.
Me alegra que le agrade.
Es muy gratificante para una madre ver a su hija tan contenta.
Sí, sí, claro. Hijos felices, padres felices.
Siéntese, por favor.
Gracias.
Aprovecho también para comentarle
que pronto le devolveremos el dinero que nos prestó.
No es necesario, no me corre prisa.
Puede que a usted no, pero a mí sí.
Hemos recibido una suculenta oferta
para la patente de nuestro invento, del mango limpiador.
Vaya, eso es una noticia estupenda.
Sí. Pronto le podremos devolver hasta la última peseta
que nos prestó para salvar la finca familiar.
No soy de las que le gusta deber nada a nadie, y mucho menos, dinero.
Lo sé, y eso le honra.
Pero no me corre ninguna prisa.
Además, no hay de qué avergonzarse,
es normal, y más en estos tiempos, pasar por apuros económicos.
¿Quién se cree para meterse conmigo y con mi familia?
Perdone, no la entiendo.
Me está llamando desarrapada y muerta de hambre.
Eso no es cierto, jamás osaría a insultarla.
Pues lo ha hecho y de la manera más atroz y furibunda.
De verdad, no pretendía perturbarla.
¡El que no se perturba nunca por nada es usted!
¿Es que no me considera digna de discutir conmigo o qué?
(EXHALA)
¡Chico, quiero que hables, habla!
¡Vamos, habla, habla!
¿No hablas?
Hemos seguido día y noche a David Expósito.
En breve, podremos elaborar un informe con sus rutinas.
Muy bien.
¿Está de acuerdo, Ramón?
Creo que le preocupa más lo que hay dentro de su cabeza
que nuestro plan.
Haga un esfuerzo y quítese esos escrúpulos de encima,
y si no lo hace por usted, hágalo por su mujer y por su hijo.
Así es, pero mi intuición me dice que no ha contado todo lo que sabe.
Todo lo contrario.
A un informante blando hay que exprimirlo hasta el final.
Don Ramón, entiendo sus razones,
sé que es joven y que tiene toda la vida por delante,
pero ese muchacho que ve ahí, no es como su hijo o el mío.
Porque lo sé.
Ese malnacido ha secuestrado,
maltratado y asesinado a mucha gente inocente.
Ya hemos hablado de eso,
y darle más vueltas, no nos ayuda en absoluto.
Piense... que son daños colaterales,
lamentables, si, pero inevitables.
Y deje de darle vueltas,
por su bien y por el de todos.
He cocinado un bizcocho para la merienda.
Lolita me ha vendido unas manzanas con un aspecto increíble
y no he podido evitar incluirlas en la receta.
Para acompañar, he preparado chocolate,
pero si prefieres café, puedo hacerlo.
¿"Eso" qué?
Sabes que no tengo ningún problema en hacerlo.
Fuiste tú quien decidió prescindir de mis servicios.
Que ¿qué?
No abandonaré mi trabajo,
y estaré aquí hasta el último día.
¿O debo darme por despedida?
Cierto.
A mí también me gustaría dejar claro algo.
Me quedaré aquí hasta que venga alguien a sustituirme.
Hasta entonces, te asistiré para que no te falte de nada.
¿Has decidido qué quieres con el bizcocho?
¿Los dos solos? -Como te lo cuento.
Por favor, Liberto, que está confirmado.
Mi hermana y el naranjero se hacen tilín.
No le llames naranjero. -Es lo que es.
Pero tiene un nombre, Pascual. -Le llamaré Pascual.
Le llamaré Pascual, no vaya a ser que un día seamos cuñados.
"Cuñados", nada menos, mucho quieres correr tú.
A ver si al final te llevas un chasco.
No. Ya sabes lo que dicen, lo que dice el refrán:
"Los amores reñidos son los más queridos".
Puede que empezaran mal, pero ya escucho campanas de boda.
A ver si es verdad, se casan, se compran un pisito y nos deja solos.
¿Y tú para qué quieres que nos deje solos en esta casa?
Y tú, para qué crees, ¿eh?
(ROSINA RÍE)
(Puerta)
¡Maldito campesino!
Pero ¿qué ha pasado?
(TARTAMUDEA) Ese, ese naranjero...
Todavía le huele el pelo al abono del campo.
Tranquilícese, Hortensia, y cuéntenos qué le pasa.
No quiero que comamos ni una naranja más, mandarinas.
No que se le parecen.
Peras y manzanas, que son bien sanas.
¿Ha contestado Abelló a mi carta?
Le ha enviado la carta hoy, puede que no la haya ni recibido.
Seguro que la ha leído y se está haciendo el interesante.
Me siento rodeada de majaderos. Me voy a mi cuarto.
De eso nada, no hasta que nos expliques qué ha pasado.
Qué vergüenza, Rosina, qué vergüenza.
Me ha insultado, humillado...
Qué vergüenza que tengamos que soportar todo esto.
Y todo... porque el inútil de tu marido
no ha llegado a un acuerdo para vender la patente del limpiador.
Si usted quiso enviarle la carta.
Me siento rodeada de incompetentes.
¿Es que todo lo tengo que hacer yo? Es así cómo me siento.
Me voy, me voy.
Al final voy a tener yo la culpa.
No se lo tengas en cuenta. No te ha llamado muchacho.
¿Qué le habrá dicho el naranjero? -¡Se llama Pascual!
Como se llame. -Le haya dicho lo que le haya dicho,
olvídate de la boda.
Al contrario.
Ay, Liberto, yo nunca había visto así de enfadada
a mi hermana con un hombre.
¡Nunca! Y eso solo quiere decir una cosa,
está enamorada.
"Enamorada". Claro, yo pensaba que le quería matar.
No entiendes a las mujeres. Baja y entérate.
¿Yo? ¿Quieres que baje y se lo pregunte a Pascual?
Que sí. Y no vuelvas sin contarme lo que te diga el naranjero.
¡Pascual! -¡Que sí!
Señora, tiene que despertar, abra los ojos.
Por favor, reaccione.
No los cierre otra vez. Míreme, soy Marcelo.
Señora, reaccioné.
No, otra vez no. Despierte.
Hay que sacar fuera todo el tranquilizante.
Señora, vamos a ponerle a usted... así...
Esto le ayudará.
Señora, inténtelo.
Vamos, venga. Tiene que vomitar como sea.
¿Luzdivina, es usted? -He dado con el doctor.
He tenido que recorrer más de una calle.
¿Qué ha ocurrido?
La señora ha ingerido un preparado de tranquilizantes y no reacciona.
Tranquilo. ¿Cuánto tiempo lleva así?
No sé, toda la tarde, horas...
Necesito saber qué ha tomado exactamente,
no todos los tranquilizantes son iguales.
Es ese bote que está en la mesa.
¿Ese bote?
Madre mía... ¡Necesitamos que vomite ya!
Lo he intentado con agua con sal,
pero está muy débil, no puede beber. -Ese preparado es muy fuerte
y necesitamos que despierte. -¿Se va a morir?
No, tranquila, tranquila.
A ver... Las pupilas apenas reaccionan.
¡Necesito un embudo, una palangana, agua y sal!
-Luzdivina, ya ha oído. Sí, pero ¿qué traigo?
Vaya calentando agua y traiga una palangana.
Ahora le traigo el embudo. -Mírame. Abra los ojos. Bien.
Venga, eso es. Dígame usted algo.
Doña Genoveva... ¡El embudo, Marcelo!
¡Venga, venga, venga! -La palangana y el embudo.
Sujeta aquí, sujeta aquí.
Ya la tengo.
-Eso es.
Muy bien, doña Genoveva.
Póngale el embudo, que le voy a echar agua
pa que vomite.
Muy bien.
No es su vida la que está en peligro si nos vamos.
¿Crees que Aurelio se va a quedar de brazos cruzados?
Rodrigo quiere acabar con él.
¿"En mi casa nueva"?
Ya está la alcoba preparada y está todo estupendamente.
Pero mi esposa puede venir en cualquier momento y es arriesgado.
No me siento a gusto mintiendo a Lolita.
Le estoy pidiendo que me exima de este compromiso
que me ha obligado a contraer.
Felipe, ya lo hemos hablado.
Pronto lo vamos a solucionar.
El plan está trazado y la hora marcada.
A David le queda poco tiempo para seguir andando a sus anchas.
¿A que no sabéis quién está aquí?
Maruxiña, hija, cómo se te ha echado de menos.
Tenga cuidado, señora, que me desgracia el otro pie.
Te noto preocupado.
¿Sigues pensando en el hombre del patio de butacas?
Sí. No me dio muy buena espina.
-No te preocupes, seguro que no es ni de los que deciden.
Claro, mejor no pensarlo.
Y para que le digas alguna mentira a mi Alodia y a mi tita Bellita.
¿Por qué le pagas? -Eh...
He pensado en una salida para todo esto, yo huiré,
como ya hice en el pasado, pero necesito que os marchéis primero.
¿Y Aurelio?
Aurelio será la única víctima en toda esta situación.
Marcelo encuentra a Genoveva desmayada tras haber ingerido los somníferos y hace llamar a Ignacio para que salve a su señora.
Hortensia, tras la intersección de Guillermo, accede a que Azucena se presente a la prueba del Teatro Real. A su vez, a Liberto le hacen una oferta para comprar la patente del mango limpiador, pero a Hortensia le parece una cantidad insuficiente y reclama más dinero.
Mientras tanto, Rodrigo acepta la oferta de Aurelio: enseñará a los químicos del laboratorio a sintetizar el gas tóxico tras entregar una carta de despedida a Valeria.
Felipe pide a Ignacio que busque una sustituta para Dori. Por su parte, Ignacio continua con sus escarceos amorosos.