Lunes a viernes a las 18.15 horas
¿Usted cree que puedo encontrarlo?
Mi trabajo es examinar los contratos de la empresa.
Yo te voy a decir en qué consiste tu trabajo.
Es también ocuparte de mi hija. ¿Cómo la vas a controlar?
¿Cómo la vas a proteger de Aurelio? -Creo que se equivoca de persona.
¿Estás dispuesto a perderme?
-No quisiera tener que hacerlo. Pero, si esto sigue así,
no quiero permanecer junto a ti.
Pero ¿cómo puede pensar que Daniela es una espía de la policía?
Dice que desde que llegó
se está cerrando el círculo sobre nosotros.
Y cuando se le mete algo a tu abuela en la cabeza,
no hay quien se lo saque.
Le llamo porque quiero que nos veamos mañana mismo.
Le he adelantado mucho dinero
y necesito cerrar este asunto cuanto antes.
Mi socia no va a seducir a nadie.
Quién me iba a decir que debajo de esa cara tan angelical
había tanta pasión.
Hay que reconocer que sabes seducir a los hombres.
¿Recuerdas cuando me dijiste que eras menos osada que yo?
Y sellamos nuestro pacto.
¿Socios y algo más?
Juntos acabaremos con Marcos Bacigalupe.
No le dejaremos ni un céntimo en sus bolsillos.
La empresa será solo nuestra.
Nunca llegué a creer aquella promesa tuya.
Pero debo confesar que te has revelado
como una amante fuera de lo común.
Estoy en tus manos.
(RÍEN)
Confío en que esto no ponga en peligro lo que tenemos en común.
¿Tanto le importa?
He de confesar que me inquieta mucho
hasta dónde es capaz de llegar mi socia.
Lo que sea menester.
El sentimiento es recíproco.
Y lo mejor de todo,
es que nadie tiene ni idea... de lo que preparamos.
Te lo prometo.
¿Tú qué crees?
No me importa.
El mundo es de los audaces.
Quiero el dinero. Todo.
Por mucho tiempo.
(Sintonía de "Acacias 38")
Oye, échame una mano, ¿quieres?
Acércame la talega de la harina.
Ten.
¡La madre que te parió, Alodia,
que me has dado el azúcar en lugar de la harina!
¡Ay, Dios mío de mi vida! Menos mal que esto se puede quitar.
Tú no sabes la bronca que me hubiera echado mi señora.
Me culpa a mí de sus gorduras.
No.
No has podido ser tan tonta.
No ha pasado na, Casilda.
No ha pasado, pero sí ha pasado.
Tú te has dejado burlar por el señorito Ignacio.
Como si lo viera.
No me ha burlado ni na de eso, de verdad.
Alodia, por Dios,
traes una sonrisilla de lela que no puedes con ella.
¡Estás con la cabeza a pájaros!
A mí tú no me engañas. Yo he sido una mujer casada.
Que no ha pasado na.
Pero vamos, que tampoco sería tan raro, ¿no?
No sé, algún día podría pasar.
¡La madre del cordero!
¿No le parece intolerable?
Intolerable no sé si le parece,
que no conozco a don Miguel lo bastante,
pero sí lo suficiente para saber que no le ha hecho gracia.
El pan ha subido casi un 100 %. La manteca, cerca de un 60.
Mientras que los jornales se mantienen,
cuando no bajan.
Es imposible para los trabajadores vivir así.
De ahí que el descontento popular vaya creciendo día a día.
¿Desean algo para comer?
No, gracias.
Miguel,
¿estaría dispuesto a ayudar a esos trabajadores?
¿Cómo?
He venido a hacerle una propuesta
que bien podríamos llamar...
arriesgada.
Dígame.
Debo asegurarme de que todo lo que le cuente quedará entre nosotros.
La duda ofende.
Sabía que podía contar con usted.
Todos los sindicatos nos hemos puesto de acuerdo
para organizar una huelga la próxima semana.
¡Uh...! ¿Una huelga?
Y con el acuerdo de todas las organizaciones.
Eso sí es histórico.
La mayoría de las veces priman los intereses particulares.
Supongo que si el paro va adelante, habrá problemas de orden público.
Es la única manera de que nos escuchen los patronos y el gobierno.
Ya, pero...
habrá detenidos, heridos e incluso muertos.
Los compañeros son conscientes.
Son hombres y mujeres decididos y firmes en sus convicciones.
No se echarán atrás.
Saben que las mejoras solo se consiguen con sacrificios.
Entre los que se encuentra la cárcel y...
puede que por muchos años.
Precisamente por eso estoy aquí. -¿Por la represión?
Detendrán a muchos en los tajos y en las calles
y la reacción aprovechará para acusar a los dirigentes
de los cargos más graves que se les ocurran.
Necesitamos abogados que presten asistencia a las comisarías.
-Cuente conmigo.
-Espere, Miguel. No he terminado.
Los abogados que reclutemos tendrán que impedir
que se cometan abusos con los detenidos.
Evitar que sean torturados.
Vamos, que hay que mojarse.
¡Felipe!
Me ha pillado usted completamente desprevenida.
Gracias.
Pase, por favor.
¿Quiere sentarse?
¿Quiere tomar un café, un té?
Insisto, siéntese conmigo.
Pues cada vez mejor,
con más ganas de hacer cosas.
¿"De su edad"?
Ni que fuera usted Matusalén.
Fíjese usted que no está muy lejos el río.
No, no, ni aventura.
¿Tiene usted un barco en el Mediterráneo?
Me encantaría navegar con usted.
Hemos congeniado muy bien usted y yo,
¿no cree?
Supe que seríamos amigos,
buenos amigos,
desde la cena que me ofreció usted.
Sí, me sorprendió que Miguel colaborara.
Creía que me tenía entre ceja y ceja.
Que me odiaba, vamos.
Como es tan íntimo de Antoñito...
Bueno, aunque Miguel haya cedido,
la gente en general, los vecinos,
no creo que vean con buenos ojos nuestra relación...
de amistad.
A mí me consideran poco más que una perdida
y usted tiene fama de mujeriego.
Sin contar que está casado.
Para colmo.
Con la Iglesia y con sus plazos hemos topado, ¿no?
No, no, no. No.
Nadie puede escoger mis amistades.
Sí, sí.
De eso estamos hablando, ¿no?
De confiar el uno en el otro.
Yo siento lo mismo.
Nada me haría más feliz que...
que ir despacio.
Lo lamento.
Le acompaño a la puerta.
¿Adónde vas?
¿A qué viene esa pregunta?
Salgo a pasear todos los días a estas horas.
¿Con Miguel?
¿Como me dijiste ayer?
No me trates como a un imbécil.
Me imagino con quién pasas esos ratos de paseo.
Anabel, si no pones freno a tus andanzas,
esto va a acabar en tragedia.
No me digas después que no te lo advertí.
Pero cojan otro bollo, no sean tímidas.
Están muy esponjosos.
Los hace Casilda con una receta mía.
Sí, sí, si están deliciosos,
pero me va a perdonar porque yo ya no puedo más.
A mí sí que me siguen llamando
y me cuesta no contestar, no se crea.
Pero debo resistir,
que pronto empezaré a salir en público
para ver si sé vender discos.
¿Y hoy no graba?
Más tarde.
Han tenido no sé qué de un contratiempo
con los aparatos.
Bueno, he oído que la cosa va bien.
Vamos, que está usted satisfecha.
¡Más que satisfecha!
El repertorio ha sido muy elogiado por músicos y entendidos.
Y mi interpretación también, ¿eh?
Ahora, las grabaciones, hija, me tienen baldadita.
Pues ahora que lo dice...
No quería sacar el tema por no ofenderla,
pero ya que lo hace usted...
Últimamente la noto como cansada.
-¿Mala color? -Sí.
¡Uy, esas bolsas en los ojos!
¡Tremendas, Bellita!
¡Y qué color nazareno!
¡Ay, Rosina, qué exagerada que es usted!
No, no, no, déjela, déjela, si es que me las empolvo.
Pues no lo haga y duerma más y mejor.
(RÍE) Dígaselo usted a mi José,
que entre arranques y ronquidos me tiene despierta hasta las tantas.
Pues mire, Lolita y yo vendemos en la mantequería
un preparado que es prodigioso.
Te da fuerza y te da energía.
No soy yo partidaria de mejunjes raritos.
-No, ni yo tampoco, pero esto no es nada raro, ¿eh?
Vamos, que yo lo tomo y...
aguanto el día mucho mejor, ¿eh?
Siendo así y con su recomendación,
ahora bajo donde Lolita y que me las despache, ¿eh?
Bueno, y ya que voy a empezar a cuidarme un poquito más,
también me puedo permitir otro pecadillo.
Y usted también, ¿eh?
¡Venga, Carmen, peque!
¡Ande!
Venga, va.
(RÍE)
Su limonada.
Gracias.
Me va a decir que me meta en mis asuntos,
pero se le ve preocupado desde lejos.
Creo que tenemos la confianza suficiente
como para hablarnos sin tapujos.
No me pasa nada.
¿No será que lo que le ocurre a sus abuelos
es tan grave como para no hablar del tema?
He acertado de casualidad.
No.
No ha acertado.
O no del todo.
Mis abuelos tienen sus preocupaciones
y yo tengo otras.
Preocupaciones propias.
Las que le ha traído su amigo Alberto.
En parte sí.
La lucha sindical es justa, de eso no cabe duda.
Y me gustaría poder defender a los trabajadores.
Parece arriesgado en lo económico.
Por no hablar de los problemas que le va a traer a usted la policía.
No he dicho que sí.
Me he comprometido a defender a Marcos Bacigalupe
para que medre en una empresa inmoral.
Que yo sepa, no le han puesto ninguna pistola en la sien.
No.
Pero es posible que me haya dejado llevar
por un sentimiento falso
de responsabilidad hacia Anabel.
¿Sigue enamorado de ella?
No.
Eso se acabó.
¿Entonces?
No tengo ningún compromiso de ningún tipo con ella.
Es como...
una obligación moral.
Y que no puedo rechazar a su padre.
Don Marcos es mayorcito y capaz de buscarse otro abogado.
¿Me aconseja que sea el letrado de los sindicalistas?
No he dicho eso.
A lo que me refiero es que usted
quiere poner una vela a Dios y otra al diablo.
A los obreros y a los patrones.
Pero escúcheme bien,
no va a conseguir contentar a todo el mundo.
De hecho, va a terminar por defraudar a ambas partes.
Lo dice con conocimiento de causa.
Bueno,
alguna vez me he visto en una situación similar.
¿De veras?
Si se refiere a que me gusta cómo estoy ejecutando su encargo,
sí lo estoy.
Supongo para que le cuente
las novedades con Felipe.
Genoveva,
quizás el desarrollo de los acontecimientos
va a ser un poco más lento
de lo que esperábamos.
No sé muy bien cómo explicarlo,
pero que le atraigo no hay duda.
Habrá cambiado, no sé.
Lo que sí que sé es que,
por muy fascinado que esté, no se entregará.
Es más, ni siquiera me apremiará
para que nuestra relación avance.
¡Por supuesto que sí!
Me muestro enamorada, rendida a sus encantos,
incluso sometida.
Pero él insiste en que quiere ir más lento.
Serán los años.
Haré lo que usted me pida.
Pero usted me dijo
que hablaría con Aurelio para disuadirle.
No pienso quedar con el tal Pierre.
¿Qué quiere que haga?
No quiero hacer eso.
No.
¿Sobre qué?
Eso no es cierto.
No me ha seducido.
Usted no me conoce.
Su Felipe no me turba lo más mínimo.
Servando,
aquí tiene usted,
un café como le gusta a usted.
Quite, quite eso de ahí.
Con su leche
y su azúcar.
A ver si se nos anima una miaja, hombre.
(SUSPIRA)
No digo yo que el café sea mano de santo,
pero algo hará, ¿no?
Y yo se lo he hecho con to el cariño del mundo.
Servando,
yo no lo he agraviado, ¿eh?
Tampoco ellos lo han hecho aposta, hombre.
No es una pintura.
Es una foto y las fotos sacan lo que hay.
Bueno, Servando, a ver,
lo pasado, pasado está, hombre.
Lo que importa es el disco.
Y, sobre todo, cómo entona usted.
¿Qué?
Me está obligando a que se lo diga, ¿no?
Pues que de adefesio, na de na, ¿eh?
Que bien hermoso y agraciado que ha salido usted.
Palabrita del niño Jesús.
¡"Iepa-iá"!
Aquí los traigo, bien calentitos.
¿El qué? ¿Los discos?
-Sí. -A ver.
Déjeme uno, hombre.
Nos han dado cuatro, bueno, casi media docena.
Uno pa don Liberto, otro para usted, Servando,
el mío y el que le he enviado ahí a la Marcelina.
-Servando, ¿qué?
¿Ni siquiera le va a echar una ojeadita, hombre?
¡Pero si ha salido la mar de resalao!
¿Quién?
¡Servando!
¿Quién va a ser, chorlito?
Que me castigue Dios si miento.
Vamos, casi mejor que al natural.
¡Mire, mire!
Oiga, ¿adónde va?
-¡Hala! -Vaya con cuidado, ¿eh?
No vaya a hacer muchos destrozos con las damas.
(RESOPLA)
Menos mal que se le convence con muy poco, ¿eh?
No estaba yo muy convencida, no,
porque la verdad es que...
mal sí que ha salido un poco, ¿eh?
Es que de donde no hay no se puede sacar, señora Fabiana.
Don Liberto y usted
no han tenido ninguna consideración con él.
Por lo menos podrían haberle tenido en cuenta la opinión.
Él no se merece esta faena.
¡Quite!
(Relinchos)
(RESPIRA AGITADA)
(Llaman a la puerta)
¡Felipe! No le esperaba.
Sí, es cierto, pase.
Cuando me di cuenta, le fui a buscar,
pero ya no le alcancé.
No es nada.
Olvídelo.
Pero sí que quería hablarle del atentado.
He estado pensando y no me parece bien
dejar que usted persista en el error.
No fue Genoveva quien lo ordenó, como usted cree.
El instigador fue don Marcos.
No me cabe la menor duda.
Hay ciertos hechos del pasado que usted desconoce
y que le acusan con fuerza.
No solo.
Hay más.
Pero le pido que confíe en mí
porque ni puedo ni quiero hablar de ello.
Porque a la acusación del pasado se le suma otra en el presente.
Don Marcos cree que fui yo quien mató a Felicia.
Lo que importa es que volverá a intentarlo.
Felipe, tengo miedo.
Bueno, pues esto por aquí y ya está.
Los chorizos ahí no se ven na, Carmen.
Cámbiemelo por el queso.
-Pero ¿qué más da? Si se ve igual.
-Que sí. -Bueno, hija, aquí.
Magnífica idea esa de exhibir los productos ante el público.
Hay que llamar la atención de los clientes, ¿eh?
¿Verdad que sí? Claro.
El que no llora no mama.
Hay que gritar la mercancía a los cuatro vientos.
A riesgo de que nos llamen verduleras.
Modernas, pero verduleras.
Y a mucha honra, Carmen.
No han acudido a misa hoy, ¿no?
No lo he hecho para avergonzarlas, no se preocupen.
Es que esta mañana estuve hablando con el párroco
y me preguntó por Antoñito.
La verdad, vi al hombre muy decepcionado.
Decía que no había recibido el artículo semanal
con las consignas que le arrebatan.
Si el cura quiere arrebatos, que le dé al tintorro.
¡Lolita!
Perdóneme, pero es que estoy del sayo hasta el moño.
Mire usted, es que...
don Hilario estuvo aquí comentando lo mismo,
que echaba de menos
la literatura tremendista de Antoñito.
Como si la Iglesia y la patria se fueran a derrumbar o poco menos
sin la pluma de mi marido.
¿Qué va a hacer Antoñito entonces? ¿Quedarse en la retaguardia?
¡Dios lo quiera!
No sé si dejará de escribir del to,
pero un poco menos sí, eso seguro.
Mi marido se ha dado cuenta
que con esos artículos solo nos podían traer desgracias.
No se crean que no siento alivio.
Desde luego, artículos y consignas tan incendiarias
excitan el ánimo de cualquiera sin necesidad.
Pues mire,
recuérdeselo usted si lo ve,
porque a mí me da en la nariz que va a volver a las andadas.
¿Y eso por qué?
Porque Antoñito cree que eso suyo es una cruzada,
una carga que le ha impuesto Dios,
una misión divina que consta
en proclamar las verdades a los cuatro vientos.
Yo de eso no entiendo na.
Lo que sí que sé es que el cura le anima
y mi Antoñito le cree
como si este hablara con Dios por un teléfono o algo así.
Lo único que quiere nuestro Señor se supone que es que sus hombres
se preocupen de la paz y la felicidad de sus familias.
Ya.
Don Liberto,
se va a llevar unos pimienticos de Cabrahígo picantes
que esto pa doña Rosina seguro que le va bien.
Muy bien, Lolita, muchas gracias. Lo único que ahora mismo no llevo...
-Yo se lo apunto. -Ya luego mando a Casilda.
Con Dios.
Adiós.
Yo también tuve mis dudas
y le pregunté a Miguel.
Pero no,
los Olmedo no planean ninguna fuga.
Lástima,
porque la huida nos los pondría en bandeja.
Sería como una confesión
y cualquier juez ordenaría su arresto.
O se escaparían.
Han demostrado en numerosas ocasiones
la capacidad que tienen para desaparecer sin dejar rastro.
Esta vez lo tienen más difícil,
por no decir imposible.
Aunque ellos no lo sospechan,
la policía de Suiza detectó la cédula falsa
que Roberto utilizó en su último viaje a Suiza.
¿Cómo han podido identificarla?
Fue la misma que utilizó para entrar en el cárcel
a ver a su hijo y su nuera.
Gracias.
¿Lo sabe la policía española?
Se lo comunicó oficialmente la fiscalía suiza.
Lo que no hemos podido establecer
es la relación entre Roberto y la cédula.
¿Cómo es eso?
Bueno,
sabemos que un tal Marco Antonio no sé qué
entró en el cárcel a ver al recluso Olmedo,
pero no podemos probar que fuera Roberto.
Entiendo.
No te desanimes.
Hemos dado un gran paso.
Ahora no podrá salir de España.
Al menos, no por un paso fronterizo.
Ya te he dicho que no planea ninguna fuga.
¿Qué crees que piensan hacer?
No lo sé.
Son impredecibles.
Quizás por eso han conseguido eludir a la policía de media Europa.
Miguel intenta convencerles para que se entreguen,
pero no creo que lo consiga.
Están nerviosos,
pero no han entrado en pánico.
Es porque están seguros que no tenemos pruebas contundentes.
Pero caerán.
Confía en ello.
O por tu trabajo o por un error, caerán.
¿Qué quieres que haga?
Tenemos que probar que los Olmedo estaban haciendo un butrón
para desvalijar la sucursal vecina.
No va a ser posible.
Sabina sospecha de mí, se comporta como un perro guardián.
Vigila la bodega, sobre todo si estoy yo ahí.
Inténtalo con el abuelo.
Es astuto.
Sospecharía de cualquier cosa que yo hiciese.
Entonces,
no tienes más remedio que atacar por el flanco más débil.
¿Miguel?
No puedo manipularle para que traicione a sus abuelos.
Son lo que más quiere en este mundo.
¿Te estás escuchando?
Hablas de esa familia como si te importaran.
Te he hecho una evaluación de riesgos objetiva.
Y yo he pesado esos riesgos.
Aplícate con el muchacho,
es donde tienes más posibilidades.
A no ser que ese cariño te...
Lo haré.
Haré lo que haga falta para atrapar a los Olmedo.
No vuelvas a dudarlo.
¿Qué hacéis aquí?
Siéntate.
No me voy a sentar.
Vaya humos.
No te pongas arisca y tengamos la fiesta en paz.
¡Largaos!
¿No me habéis escuchado?
¡Largaos de aquí!
No tenemos prisa,
pero cuando se te pase el enfado, tenemos que hablar.
No hay nada de qué hablar. ¡Largo!
Mira, tú puedes hacer lo que quieras,
pero yo no pienso meterme en más berenjenales.
Ni que una tuviera que ir detrás de todas las insensatas
que se quieren tirar por un barranco.
¡Ay, seña Fabiana, por Dios,
que no se quiere tirar por un barranco!
Solamente se hace ilusiones con su señorito.
Lo mismo da.
Las dos cosas terminan peor que mal.
Por favor, seña Fabiana,
usted siempre ha sido como una madre pa nosotras.
Mira, Casilda,
no vengas a meterme culpa, que partimos peras.
¿No he hablado yo ya más de una vez con la dichosa Alodia?
Sí, seña Fabiana.
¿Y no le he dicho también que consentir al señorito
viene antes que perder la faena y verse con los huesos en la calle?
Que sí, que sí.
Pues ya no sé qué más hacer.
La que quiere escuchar escucha
y la que no quiere escuchar termina conociendo mundo
y puede que hasta preñá.
Si lo sé, seña Fabiana.
Pero no podemos dejarla a su aire.
Se va a perder.
¡Alodia! Alodia, vente pa acá.
Ven, solo será un momento.
Dime,
que tengo que subir agua pa lavar la ropa del señorito Ignacio,
que como la de la fuente es menos salobre,
pues se queda to más suave.
Ya, ya.
Tú sigue mimándolo que verás ya con la moneda que te paga.
No me paga na.
Lo hago por gusto.
¡Ay!
¡Si es que de donde no hay, no se puede sacar!
Lo que la seña Fabiana quiere decir es que no te lo va a agradecer.
¿Usted qué sabe?
Ella sabe más que los ratones coloraos.
Alodia, haz el favor de hacerle caso.
¿Pa qué? ¿Pa enemistarme con el señorito? No.
Eso sería si la función terminara bien.
¿Es que acaso yo no tengo derecho a que alguien me quiera?
Claro que lo tienes, Alodia.
Como todo el mundo.
Pero no todo el mundo que te dice que te quiere
lo hace, hija.
Estoy enamorada, Fabiana. ¿Qué quiere que haga?
Callarte y que él no se entere.
Pues no veo por qué.
Según los últimos hechos, el señorito me corresponde.
¡Ja!
¿Qué últimos hechos?
Na, no lo quiero decir, que me da vergüenza.
Ya, pero no te dio vergüenza hacerlo, ¿verdad?
¡Un momento!
¿De qué estamos hablando? Me estoy perdiendo.
Me ha besado. -(ESCANDALIZADA) ¿En la boca?
-Chist. Tú calla, Casilda.
Mira, muchacha, tú puede que te veas casada
y criando churumbeles para el señorito,
pero ya te digo yo que eso no va a ser así.
¿Y usted cómo lo sabe?
-Pues sí, lo sé yo y 20 millones más de criadas engañadas y abandonadas.
Los señoritos lo único que quieren es meterse bajo tu refajo
y luego si te he visto, no me acuerdo.
Y más el que te ha tocado, que es un crápula.
Se está reformando.
Está estudiando y va a ser un buen médico.
En ese momento se dará el dos,
si no lo hace antes.
Además, que no le voy a dar lo más sagrado que tengo.
Hasta el matrimonio, de eso ni hablar.
¡Anda, Alodia, a quién quieres engañar,
si ya te ha dado un ósculo!
Pero a ver, besos y caricias sí se podrá dar, ¿no? ¿O tampoco?
¡Ay, de verdad!
Y pensar que hubo un tiempo
en el que usabas toda esa fiereza al servicio de la causa.
Da que pensar, ¿eh?
No des un paso más.
Me gustas, Soledad.
Me gustas mucho.
Siempre envidiaba a Fausto cuando le veía contigo, ¿sabes?
No me hagas llorar, ¿quieres?
Tú sí que sabes entender a un hombre.
No, a vosotros no, ya no.
Porque te fuiste por el mal camino.
Yo creí que luchábamos para que cada uno siguiera su camino.
Eso será cuando acabemos
con los parásitos que nos chupan la sangre.
Mientras tanto,
a los que nos queda conciencia debemos luchar.
Y la lucha exige un mínimo de disciplina, ¿entiendes?
Puedes seguir predicando.
No te lo voy a impedir.
Pero a mí me dejas en paz.
Yo estoy fuera de todo esto, ¿me oyes?
Deja el cuchillo, Soledad.
¿Sabe Fausto que me estáis amenazando?
¿Amenazando?
Compañero, ¿tú crees que la estamos amenazando?
Ahora largaos.
Si nos ven juntos, empezarán a sospechar
y seré inútil
para vuestros planes.
Fausto te espera.
¡Chist!
¡Ah, don Marcos, qué casualidad!
A usted quería verle yo.
-Dígame.
Me gustaría hablar con usted seriamente de Miguel.
Sí, claro.
Le llevaría a mi casa para discutirlo,
pero me espera un amigo.
Ah, no, no, no se preocupe, que lo despachamos enseguida.
Verá, le agradezco
que le haya ofrecido de nuevo el trabajo, pero no quiero
que eso le suponga a mi nieto un enfrentamiento con los Quesada.
Como abogado mío,
tendrá que enfrentarse con mis enemigos.
Eso es.
Es un abogado, no un matón.
Y menos un pelele, aunque a usted se lo parezca
al haber utilizado el amor que sintió por su hija
para enredarle.
Es usted muy directo, amigo Roberto.
Pero me gusta.
Y no querría que perdiésemos nuestra amistad
por un malentendido.
No, tampoco sería plato de buen gusto para mí.
Bueno, ¿amigos?
Amigos.
¡Panoli!
Estoy reventada.
¡Menos mal!
Ya pensaba yo que los señores no iban a venir pa la cena.
El que algo quiere algo le cuesta.
A cambio de tanta fatiga, la grabación está quedando niquelada.
Pues entonces me alegro.
Por cierto, ha venido doña Carmen
pa darme unas hierbas que usted pidió o algo así.
Sí, que Lolita no tenía cuando me pasé por allí
y Carmen quedó encargada en traérmelas.
Y también me ha dicho
que se las tiene que tomar antes de las comidas.
¿Quiere que se las traiga?
Sí, por favor, muchas gracias.
¿Unas hierbas, niña?
No termina de gustarme
que te metas para el coleto mejunjes desconocidos.
Todavía me acuerdo de Margarita.
¡Uy! No me hables de Margarita que me pones mala, hijo.
Además, que ya Lolita y Carmen las tienen más que probadas.
¿Y si te afecta a la voz?
Peor será que me derrumbe un día y se acabó lo que se daba.
Aquí tiene, señora.
Tenga cuidado, que quema un poquillo.
¡Ea!
Pues que me sienten cuanto menos como a Carmen.
Voy a ir al cuarto a cambiarme los zapatos,
que me duelen los juanetes una barbaridad.
Alodia.
¿Cómo se está portando el sobrinísimo?
Como un caballero.
Y como un estudiante, claro.
Su sobrino es todo un ejemplo de rectitud.
Me alegro.
Pero, como te dije, no le quites ojo por si acaso, ¿eh?
No me gustaría que nos toreara
aprovechando que estamos ocupados con el disco.
No se preocupe, que voy a estar muy pendiente de él.
Siempre es un placer verle, don Marcos.
Lo mismo digo, Monsieur Carron.
Ojalá todos mis empeños
me dieran tantas satisfacciones como este.
Bueno, es usted diplomático.
No creo que sus empeños le fastidien en exceso.
"Touché", "touché".
Pero permítame que insista.
A los placeres que da
dejarse seducir por la señorita Quesada
debo añadir su justo pago.
Es una bicoca.
No se arrepentirá.
La señorita Quesada quedará satisfecha.
Eso espero.
Nunca había pagado tanto antes de obtener beneficios.
Mis servicios lo valen.
Soy encargado de negocios de la embajada de Francia,
no un vulgar "gigoló".
Esto no cubrirá todo el servicio.
¿Cuánto más?
Si quiere que la señorita Quesada
se quede fuera de juego durante toda la guerra,
el triple.
La guerra lo complica todo.
Nadie lo sabe mejor que usted.
Y estoy comprometiendo a la embajada de Francia.
Eso tiene un precio.
Y no barato.
Está bien, Monsieur Carron.
París bien vale una misa.
Te doy mi palabra de que podrás juzgar a los Olmedo
por el atraco que cometieron hace 15 años en Suiza.
Tenemos que probar que los Olmedo estaban planeando derrumbar
la sucursal bancaria vecina al restaurante.
Cada vez me queda menos para conseguirlo.
Esta bella cartera
es la cartera de don Marcos.
¿Le has robado la cartera a mi jefe?
¿Alguna de las dos ha visto mi cartera?
¿No la lleva consigo?
Si fuese así, no andaría preguntando.
¿Cuándo la vio por última vez?
Ahora el que parece que está acusando alegremente es usted.
No dude ni un solo instante
de que los empresarios y los políticos
pactarán en contra de la masa obrera.
Pues, si es así,
las represalias contra los huelguistas
pueden ser terribles.
Precisamente por eso estoy aquí ahora, Miguel.
Debo saber cuanto antes
si está dispuesto a ayudarme en la asistencia letrada
de los trabajadores que sean detenidos.
Me alegra mucho verte ya recuperada del terrible atentado que sufriste.
La persona que quiso hacerte daño debe estar muy enfadada.
Ha fracasado de pleno.
Dios quiera que no lo vuelva a intentar.
Daniela,
¿le apetece salir esta noche a cenar?
Eso quiere decir que el negocio va sobre ruedas, ¿no?
En eso tienes razón.
Venga, vamos a funcionar, vamos a rellenar todos los sacos
y ya después vemos qué hacemos.
-Venga. -Venga, tira, tira.
Entonces le gustará saber
hay alguien muy interesado
en implicar a Natalia Quesada en el asesinato de su esposa.
¿Cómo dice?
A ver, Monchito. -(RÍE)
-Diputado Palacios.
Ya veremos si pronto no se te atraganta la risa.
Felipe y Natalia deciden ir poco a poco en su relación, pero comienzan a hablar de un futuro en común. Pero, Genoveva espolea a Natalia para dar celos a Felipe con Pierre Caron, algo que la joven Quesada no quiere hacer.
Por otra parte, Daniela acude a una cita con Roger, que la espolea para que utilice a Miguel y acorrale al matrimonio Olmedo. Mientras que Miguel recibe la visita de su amigo Alberto, que le informa sobre la convocatoria de una huelga y solicita su ayuda como abogado para defender a los trabajadores que acaben detenidos.
Por otro lado, Casilda descubre que Alodia e Ignacio se han besado, la criada junto a Fabiana la advierten sobre los señoritos y sus comportamientos. Tiene que tener cuidado con Ignacio.
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Me está gustando esa especie de "entente cordiale" entre Servando y Fabiana, pero no así el acercamiento de Felipe a Natalia y es una pena porque, Felipe es un personaje muy atractivo y merece ser feliz pero, Natalia no va a ser la mujer que le ayude a serlo y eso que creo que ella se ha enamorado de él pero está muy manipulada por dos demonios que terminarán haciéndole daño. El personaje de Genoveva hace tiempo que dejó de interesarme, es muy previsible, siempre que aparece es más de lo mismo, resumiendo, si hubiera desaparecido no la echaría de menos. Al que echo muchísimo de menos es al principal miembro de la Familia Palacios: MONCHITO, ese niño es una preciosidad, una ricura y un "grandísimo actor natural", deberíamos poder disfrutar de él más frecuentemente.