Sábados a las 22.00 horas
Yo fui maestra durante una época.
Nieves está en Segovia,
en el hospital de las Hermanitas de los Pobres.
Es verdad que la caridad no es solo cosa de la iglesia.
Me lo dijiste el día que nos conocimos.
Dime qué ocultas y confiaré en ti.
-Pensaba quedarme contigo el tiempo suficiente
como para reunir algo de dinero,
comprar un pasaporte falso y organizar mi desaparición.
Entonces comprendí que sin tu protección
tenía las horas contadas, así que ya no hay plan.
-El viernes va a venir la plana mayor de falange.
Elije uno.
-Necesito exactamente lo que pone ahí.
Voy a volar el Alemán por los aires,
con Hugo y con todos sus amigos dentro.
-Vamos a recordar aquellos por los que luchamos.
-Todo a su debido tiempo, Alfonso, todo a su debido tiempo.
¿Y Ludi?, no la he visto.
-Estará por ahí entretenida con su novio.
Es de la CNT, un anarquistas de estos.
-Anarquistas en casa, lo que nos faltaba.
-En deferencia al tiempo que lleva con nosotros,
voy a pagarle el mes completo.
-Yo no puedo seguir trabajando aquí con este peso sobre mi conciencia.
-¿Pero tú donde vas a estas horas?
-Es que me he despedido.
Si ese disparo hubieses alcanzado a Alejandra
todos estaríamos en otra situación.
Se llama Gilaber, ya ha trabajado para mi.
He pensado que deberíamos poner a salvo todo lo que podamos.
Inglaterra.
-Mi mujer ha aceptado el divorcio.
Vámonos.
-Vas a marcharte con él.
-Quiero el divorcio. -No, Leocadia.
-Si de verdad te importara esta familia,
no la romperías.
-Adiós, Agustín.
-Señor, señor de la Torre.
¡Señorita Beatriz!
¡Señorita Beatriz!
Ha sufrido una embolia grave.
Sus pupilas no reaccionan y carece totalmente de reflejos.
No está sufriendo...
Pero me temo que su estado es irreversible.
Lo siento.
Probablemente morirá en cuestión de horas, días tal vez.
Doctor,
algo se podrá hacer, ¿no?
Podemos llevarlo al mejor hospital de Madrid.
Tienen derecho derecho a intentar lo que sea,
pero poco más se puede hacer por él.
Si ven cualquier cambio en su estado, avísenme.
Un momento, ¿me está diciendo que no podemos hacer nada?
¿Que tenemos que quedarnos aquí de brazos cruzados
esperando que se muera?
Solo nos queda esperar.
Lo siento de veras.
Lo siento mucho, Leocadia.
Dios mío...
Milagros,
el señor necesitará atención 24 horas.
¿Sabes dónde podemos encontrar a Ludi y María del Pilar?
-Sí, señora...
-Por favor, ve a buscarlas.
Las necesito aquí enseguida.
Voy a ir a verle.
Espérame aquí.
¿Cómo está?
Es horrible...
Como un muerto en vida...
Lo siento mucho.
Charles, no me puedo ir. Ahora no.
Mi familia me necesita aquí.
Por supuesto.
Por lo menos hasta...
Hasta que organice la casa
y nos tranquilicemos todos un poco.
No me malinterpretes,
no quiero parecer impaciente,
pero parece que siempre hay algo
que nos impida empezar una nueva vida juntos.
Si esto hubiera pasado estando lejos, no hubiera dudado en venir.
Agustín sigue siendo mi marido.
¿Hay algo que yo pueda hacer?
Solo te pido paciencia.
Esperaré,
el tiempo que haga falta.
Estaré en el hotel por si me necesitas.
Ha sido de repente.
Nunca se había puesto enfermo.
La verdad, es que nadie se podía imaginar
que pudiera ocurrir algo así...
Ya serviré yo.
Cuanto antes vayas a buscar a María del Pilar y Ludi, mucho mejor
-Sí, salgo ahora, señora.
Perdona que no estemos mucho para visitas, Mercedes.
Tienes razón.
Necesitaremos ese dinero.
Si puedes solucionarlo...
Si me disculpas.
No me gusta dejar a Agustín demasiado tiempo solo.
¡Mercedes!
¡Qué bien que hayas venido tan pronto!
¿Una embolia?
¿Pero está bien? -No.
La señora me ha pedido que venga a buscaros.
Quiere que volváis a la casa hoy mismo.
-Claro, es que menuda desgracia.
-¿Tú no estabas buscando trabajo como tata?
-Bueno, yo si voy es por echar una mano, ¿eh?
Tú te vienes, ¿no?
-Yo prefiero pensármelo,
que según me echaron de allí, pues... no sé.
-Bueno, pero tú olvídate de eso, que la señora nos necesita.
-Es que...
Yo no quiero volver a servir.
Pero, mientras encuentras otra cosa, ¿qué vas a hacer,
pasarte el día aquí leyendo folletines?
-Por favor, os necesito. Yo sola no voy a dar abasto con todo.
-Mujer, hazlo por la señora,
que siempre se ha portado con muy bien con nosotras.
-¿Todavía guardan nuestros uniformes?
-Sí.
Ludi, tú harás los turnos de noche.
María del Pilar se encargará de las comidas junto a Milagros.
-Sí, señora.
-Poneros a trabajar.
¿Qué hacen aquí?
Alfonso, por favor,
¿podrías dejarme con mi hija a solas?
-Todo lo que tengas que decir puedes hacerlo delante de mi prometido.
Tranquila.
Leocadia, si me disculpa.
Beatriz, entiendo que sigas enfadada.
Pero, dadas las circunstancias... -Papá se va a morir por tu culpa.
Estas cosas pasan de repente, nadie tiene la culpa.
Ahora estoy aquí y voy a cuidar de él.
Demasiado tarde.
Si está así es por el disgusto que le has dado.
Si no hubiera estado solo, a lo mejor se habría salvado.
¡Bueno, basta ya!
Creo que ya me has castigado lo suficiente.
Ahora tenemos que estar más unidos que nunca, ¿es que no te das cuenta?
Tú quieres que estemos juntos cuando te conviene,
pero lo que has hecho ya no tiene marcha atrás.
Beatriz, ya no eres una niña.
Pero veo que todavía no estás a la altura
de lo que significa ser una mujer.
¿Querías verme?
¿No tenías pensado irte de Madrid?
Pues adelante.
Después de romperme el pasaporte, ¿ahora me dejas ir?
¿Por qué?
Porque tengo otras preocupaciones.
Estoy dispuesto a perdonarte todas tus mentiras.
¿Quieres que me marche con una mano delante y otra detrás?
¿Y adónde voy a ir así?
Ese ya no es mi problema.
Con lo que te pagamos por el local
seguro que puedes comer caliente todos los días.
Sabes que si me dejas en la calle no sobreviviré.
No tengo la culpa de que tengas tantos enemigos.
Hugo...
Hugo...
Mis enemigos han aumentado por ayudarte a ti.
Tienes dos días para recoger tus cosas y marcharte.
Cada vez me fío menos de ti
y no quiero tenerte cerca.
Señora...
Han traído esto para usted. -Gracias.
Querida Leocadia.
Me marcho a Barcelona unos días a arreglar unos asuntos
pero volveré en cuanto pueda.
Te quiero, Charles.
Calla, por Dios...
Te lo agradezco, pero no quiero molestar más.
Ya habéis hecho suficiente por mí.
Si ni siquiera sé dónde voy a vivir, Jesús.
De hecho, todavía no me creo que siga viva.
De acuerdo.
Pero poco a poco me tenéis que dejar echar una mano.
No, no, no, la habitación está perfecta como está.
-¿Qué haces leyendo?
Esto no es una biblioteca.
Deberías estar cuidando de mi padre.
-Acabo de cambiarle las sábanas, señorita.
Te voy a tener muy vigilada por mucho que mi madre te haya readmitido.
No me gusta que estés en esta casa.
Por usted y por su novio, no hubiera vuelto.
Lo hago por su madre, que siempre me ha tratado muy bien.
¡Serás insolente!
Cuando mi madre se vaya, ya me encargaré yo
de que no vuelvas a trabajar en ninguna otra casa de Madrid.
No se preocupe:
cuando usted sea la señora, ya me encargaré yo de marcharme sola.
Leocadia,
la misa petitoria será mañana, ya está todo preparado.
Gracias...
Hay algo más, padre.
Algo que no me deja dormir.
¿Qué ocurre, Leocadia?
Necesito confesión.
Marchándome he destrozado esta familia.
Mi hija me odia,
mi marido está entre la vida y la muerte...
Siento que he causado tanto daño, padre,
que justo sería que yo pagara por mis pecados, no ellos.
Beatriz
me acusa de ser la culpable,
quizá con razón,
por ser una egoísta,
por haberlos abandonado,
por pensar solo en mí y en mi felicidad.
De no haberlo hecho, quizá nada de esto hubiera ocurrido.
¿Qué puedo hacer, padre?
Leocadia,
no caigas en la soberbia de creer
que tú gobiernas los actos del Señor.
Dios decide a quién le da la vida
y a quién se la quita.
Él es misericordioso.
Ten fe...
y te perdonará.
¡Qué vergüenza!
Por lo menos mi madre
ha tenido la decencia de venir sin su amante.
Tú sigues siendo la mujer de Fernando;
eres tú la que debes estar aquí.
Alejandra, gracias por venir.
Beatriz insistió.
Fernando, por favor, piensa en tu padre.
Queridos amigos y familiares de Agustín.
Estamos aquí reunidos para orar por la salud de nuestro hermano.
¡Arranca!
¿Qué queréis?
-¿Por qué no volaste El Alemán?
-Porque no pude.
-¿Crees que somos imbéciles? ¿Dónde está la dinamita?
-En el mismo sitio, nadie la ha tocado.
-¿Pensabas largarte y dejársela a esos falangistas?
Tú no sabes con quién estás tratando.
-Con Sebastián Camacho, un matón a sueldo de la CNT...
-¡Te vas a enterar!
O devuelves la dinamita o vuelas El Alemán.
Tú a mí no me toreas.
-No podré sacarla sin que me descubran
y no sé cuándo va a haber otra reunión.
-Hablamos de volarlo un sábado por la noche,
cuando esté abierto y lleno de gente. -De gente inocente...
-Exacto.
Qué ocasión para que tus amigos de la camisa azul carguen con el muerto.
Tu local es su sede, medio Madrid lo sabe.
Ya nos encargaremos nosotros de que parezca
que a esos falangistas les ha estallado el polvorín.
-Aunque todo el mundo crea que ha sido un accidente,
la asesina seré yo.
No podéis pedirme eso... -¡Escucha! ¡Escucha!
El fin justifica los medios.
Esos cabrones merecen morir o pudrirse en la cárcel.
-Y si te llevas a algún desgraciado por delante,
no haber frecuentado El Alemán.
Allá tú con tu conciencia, a mí me importa.
-No lo voy a hacer.
Yo no soy como vosotros.
-O lo haces,
o date por muerta.
Ludi, estate a lo que estás,
que ya te ha llamado la atención la señorita Beatriz.
-Y a ella qué más le dará que lea.
¿Eh?
Las noches cuidando del señor son muy largas y aburridas.
-Hay que andarse con ojo, que aquí nos tienen a prueba.
Bueno, ¿y qué es eso que lees que te tiene tan enganchada?
-Historias de amores imposibles.
Como el de la señora Leocadia.
No te imaginas, ¿eh?
-Eso no es nada.
Si yo te contara historias de mi pueblo...
-¿Pero historias de amantes secretos?
-Mientras sean secretos...
Pero, cuando salen a la luz, por mucho alboroto que haya,
las ricas siempre se las apañan.
Pero las de pueblo nos tenemos que marchar
con una mano delante y otra detrás.
-¿Como te pasó a ti con el que perdiste la...?
Ya sabes.
-Sí.
Me lió con la cantinela de que se iba a casar conmigo
y mira, al final todo eran patrañas.
-Y yo iba a ser la tata de una familia bien.
Yo era una señorita, que era humilde, pero tenía una casa.
Y mira, al final ni casa, ni marido ni tata ni ná.
-¿Qué fue de él?
-Pues se casó con la Remedios, la hija del médico,
que era sinsustancia y de sosa...
Pero claro, tenía dote.
-Cuéntame cómo le conociste.
-Se llamaba José
y era el chico más guapo del pueblo, ¿eh?
Estábamos todas locas por él, sobre todo la Remedios,
pero por aquel entonces es que ni la miraba ni nada.
Y fue a mí
a la que invitó a bailar a la romería.
Casi me da un patatús, Ludi.
La Remedios se quedó con una cara...
se moría de la envidia.
-Durante el baile, Puri y Ramón eran la comidilla del pueblo.
Pero a Puri no le importaba
porque nunca se había sentido tan feliz.
Estaba dispuesta a entregarle todo su ser a ese chico,
pero lo que no sabía
es que era un sinvergüenza que le regalaba los oídos
con promesas de matrimonio.
Llevada por la envidia,
la hija del alcalde contó a todo el mundo
lo que había entre Puri y Ramón.
Sus amigas le retiraron el saludo, sus padres la echaron de casa...
Y cuando Puri fue a buscar consuelo en el hombro de Ramón,
este le dijo que se había enamorado de otra...
Y así, la pobre Puri, deshonrada y repudiada,
vendió todas sus pertenencias y tuvo que marchar a la gran ciudad
para empezar una nueva vida,
abandonando para siempre sus sueños de convertirse en una tata.
Gracias por llevarme a la escuela. Me ha encantado.
Estoy tentada, la verdad.
Los niños son maravillosos, te cambian la manera de ver el mundo.
¿Tú y Fernando queréis tener hijos?
Alejandra, ¿estás bien?
Hola, queríamos hablar con Nieves de los niños...
¿Podemos pasar dentro? No queremos que nos vean los maridos.
(Llaman a la puerta)
Me acaban de contar el estado en el que has llegado.
¿Quién te ha hecho esto?
-Ya te dije lo que iba a pasar...
-¿Quién ha sido?
-Será mejor que no lo sepas.
Solo necesito que me dejes quedarme aquí.
Aún te puedo ser de ayuda.
-No te necesito, Amparo.
Y eso no me va a convencer.
-No es para ti.
Soy yo la que necesita calmar el dolor.
-¿Me ayudas?
-No.
Pensé que no volvería a verla nunca más.
Después de lo que pasó, me pareció prudente estar escondido algún tiempo
¿Qué puedo hacer por usted?
¿Por qué?
Entiendo,
soy un testigo incómodo.
Comprendo que ponga tanto interés en que desaparezca.
Solo espero que, si me pasa algo, usted me proteja.
Aquí las cosas van de mal en peor.
Nunca es tarde para empezar una vida nueva.
Ludi, ¿estás en Babia?
Llevas las zapatillas puestas.
-Es que no he pegado ojo.
Llevo toda la noche escribiendo.
-¿Estas paparruchas? ¿Soy yo Puri?
-¿Te gusta?
-Te lo has inventado casi todo.
Es que me gustó tanto lo que me contaste
que he escrito un cuentecillo.
Que tiene moraleja y todo,
como los que me contaba mi abuela de pequeña.
-¿Ah, sí? ¿Y qué moraleja tiene?
-Pues que si eres mujer y pobre, tienes todas las de perder.
-Ludi, ¡yo no era tan pobre!
-Bueno, pero fue muy injusto lo que te pasó.
Estoy pensando en escribir alguno más, ¿eh?
-Bueno, pues conmigo no cuentes, ¿eh?
-Bueno, pues mira, rómpelo o quémalo, o haz lo que quieras.
Lo he hecho para ti.
Pensé que algún día, cuando fueras tata,
te gustaría leérselos a los niños.
¡Quita!
-Quieto.
-Suéltame. -Quieto.
Oye...
¿Si escribo una nota se la podrías hacer llegar a quien yo te diga?
¿En el cielo solo hay pobres?
-No, en el cielo no hay ni ricos ni pobres,
porque allí no importa lo que uno tenga...
-¡Andando pa' casa!
Será mejor que no se acerque a ellos.
Como vuelva a verla llenándole la cabeza de cuentos...
Si tu padre levantara la cabeza...
¡Que queremos que nuestros hijos sean hombres libres!
Pero, ¿qué sabrá mi mujer
lo que tienen que aprender y lo que no?
¡Andando he dicho!
¡Vamos!
Y tú, hazle un hijo a tu monja,
a ver si así deja en paz a los de los demás.
# Si los curas y monjas supiesen la paliza que les van a dar,
subirían al coro cantando #
# Libertad, libertad, libertad... #
# Si los Reyes de España supieran #
# La paliza que les va a dar, subirían al coro cantando #
# Libertad, libertad, libertad... #
Mira que dijimos que en la escuela no íbamos a dar religión
para que nadie se molestara.
Pero que, a título particular, si querían venir a casa...
Sus madres me lo pidieron, Jesús.
¿Qué iba, a decirles que no?
He vivido desde los doce años en un convento.
Creo en Dios, y también creo en la justicia y en la libertad.
Y sé que ninguna de estas cosas está reñida con la otra.
van a hacer que renuncie a lo que creo y a lo que soy.
Leocadia...
El doctor Maravall
ha accedido a venir desde Barcelona para ver a Agustín.
-Señora.
Si él no puede hacer algo, nadie podrá hacerlo.
-Acompáñeme, por favor.
Mi hijo está en estos momento con él. Por favor.
¿Qué quieres?
Me han dicho que me esperabas.
-Van a pagar por lo que me han hecho.
-¿De dónde has sacado esto?
-Es fácil si puedes cambiarla por morfina.
Ya nadie quiere dinero.
¿Me vas a ayudar?
Yo sola no puedo hacer nada.
-¿Piensas que voy a dejar
que se malgaste toda esta dinamita en una venganza personal?
-Tendrás que pagarla.
De una manera u otra, tendrás que pagarla.
-Bastante hago con dejar que te quedes aquí, ¿no crees?
-Ya has visto que eso no es suficiente,
tienes que protegerme.
Puedo serte útil.
-Dinamita a cambio de protección.
¿Y cómo vas a ganarte mi confianza?
-Sé que tenéis gente infiltrada
en los servicios de seguridad de los políticos de izquierdas.
Pero lo que tú no sabes es
que ellos tienen a los suyos guardando las espaldas
de algunos políticos de derechas.
Aquí tienes la lista con sus nombres.
¿Tenemos un trato?
Sebastián Camacho. Alfredo de la Cruz.
¿Se puede hacer algo, doctor? -Su marido está estabilizado.
Bueno, siempre puede ocurrir un milagro.
Pero lo normal es que esta situación se prolongue durante meses.
Tal vez años.
Es una noticia dolorosa...
-Si es lo que Dios ha querido...
Bueno, pues yo poco más puedo hacer aquí.
Si me disculpan.
Charles... -Gracias, Pablo.
Permítame que le acompañe.
No es necesario.
Ella nunca le va a dejar, ¿verdad?
Buenas tardes.
"Puri, secándose las lágrimas con la punta del delantal,
veía cómo Pituquita
quemaba las cartas siguiendo sus indicaciones.
Por fin había tenido valor
para deshacerse de todas sus mentiras.
"¿Por qué lloras? Le preguntó la niña".
O sigues limpiando o no te leo el final...
-Sí, sí...
"Puri la miró sonriendo.
"Lloro porque ahora sé
que solo siendo buena y honrada se puede ser feliz."
¿Qué te ha parecido? -Pues que no lo ha escrito Ludi.
-¡Qué te digo que sí! -Bueno, a ver ¿dónde lo pone?
-¡Pero mira que eres burra!
¿Tú qué crees, que es un libro con su nombre en la portada?
-Pues yo, como Santo Tomás: que si no lo veo, no lo creo.
-Pues mira, tienes más razón que un santo.
Ya sé cómo voy a devolverle el regalo a Ludi.
Voy a hacer que impriman su cuento en condiciones,
con su nombre en la portada y todo.
¿Saldrá muy caro?
(Abren la puerta)
¿Qué pasa?
Mi padre pasará el resto de su vida como está ahora.
Lo ha dicho el médico que ha traído mi madre.
Debería estar ella en su lugar.
-¡Beatriz!
La odio.
-Hay cosas que no se pueden perdonar...
Pero en esto se está comportando como la mejor esposa.
-¿Qué dices?
-Otra no habría vuelto.
-Ahora va a resultar que es una santa...
-Cuidar de tu padre va a ser su penitencia.
Y como la termine igual que la ha empezado,
merecerá que la perdones.
Beatriz,
lo que importa es lo que hacemos a la hora de la verdad.
Si a mí me pasase algo, Dios no lo quiera, pero...
Espero que me cuides como ella.
¿Qué te va a pasar?
No digas eso.
Siempre estaré a tu lado.
¿Qué haces tú aquí? -Estás libre.
Solo tienes que cruzar la puerta y marcharte.
-¿Te manda ella?
-Esta vez no hará falta que nos liemos a golpes.
-¿Tienes mis cosas? -¿Para qué quieres nada?
-¿Así? ¿Sin un papel, sin una excusa?
-¿A qué viene tanta pregunta?
¿Quieres salir o no?
-Sí.
¡Guardia! ¡Guardia!
-¡Pero, qué haces!
Prefiero estar vivo dentro que fuera y muerto.
¡Guardia!
Camacho...
Disculpe, ¿tiene schnaps?
-Por supuesto.
Auténtico schnaps bávaro.
¿Munich?
-Bavaria, pero no de la capital.
Veo que conoce Alemania...
-Pasé un tiempo en Berlín.
Esto es El Alemán y yo soy la dueña.
Siempre hay schnaps en mi local.
-Por eso me he arriesgué a preguntar.
-Mi nombre es Heisenberg.
Rudolf Heisenberg.
-Amparo.
"Krieg ist Krieg und Schnaps ist Schnaps."
(Llaman a la puerta)
¡Leocadia!
¿Ha ocurrido algo?
Le voy a decir lo que quiero:
la mejor defensa que me pueda pagar
y que solo me juzguen por este caso.
No quiero husmeen en mi pasado.
Consígalo.
Si es así, lo contaré todo.
Sí.
Pero no ha tenido nada que ver.
En esta ocasión.
Mire,
no es la primera vez que su mujercita
se quiso quitar de en medio a la señorita Prado.
En el año 32 el abogado estaba en el ajo.
¿Quiere que cuente esto al juez también?
¿O es que siente curiosidad?
¿Eso ha sido tu manera de decirme adiós?
-Ha sido mi manera de decirte que te quiero
y que siempre será así,
pase lo que pase...
-Pero, ¿por qué tiene que pasar nada?
Te quiero tanto...
¿Nada va a hacerte cambiar de idea?
Charles,
hemos tocado el cielo,
pero demasiado tarde.
Prométeme que no vas a esperarme,
que no vas a parar tu vida por mí...
-Leocadia, no puedo prometerte eso.
-Hazlo,
hazlo o me volveré loca de pena, de remordimiento.
¿Mercedes León?
¿Qué estás diciendo?
No es posible...
¡Estás loco!
¡Ya te has librado de Mercedes!
¡¿Qué te estás inventando?!
-¡Beatriz, siéntate!
Vamos a escuchar todo lo que tu hermano tenga que decirnos.
¿Cómo vamos a afrontar eso?
Eso que propones es muy duro.
Todo esto ha pasado por vuestra culpa...
Todo lo que ha hecho papá lo ha hecho por la familia.
Solo pensáis en vosotros mismos...
Alejandra...
Me voy.
El tren pasa a la una.
Gracias.
Es mejor que no.
Le diga lo que le diga, no sabría si le estoy mintiendo.
Necesito saber quién soy.
Sabes que no puede oírte.
Hay cosas que ni el peor padre debería escuchar nunca de un hijo.
Tu padre me necesita.
Ya me has oído.
En estos momentos mi sitio está aquí.
Fernando, yo no puedo cambiar.
Sé lo que debo hacer.
Sí.
Hay veces que pienso que... que si...
si fuera consecuente, nada de todo esto hubiera ocurrido.
¡Fernando!
María del Pilar.
Acaban de traer esto.
Es de la imprenta.
-¡Ay!
Qué grande, ¿no?
¿Pero esto qué es?
¡Si yo encargué una copia y aquí por lo menos hay una docena!
-A ver si no te explicaste bien.
-Una es una aquí y en Pernambuco.
-Bueno pues, entonces, a lo mejor te han querido engañar.
-Madre mía...
¿Y yo cómo voy a pagar esto?
"Aquí le envío una copia y catorce más".
¡No, ya lo veo, ya!
"Hemos impreso cien
de su novela corta y, si nos da permiso,
pensamos distribuirlas a dos pesetas cada una,
de las cuales recibirá su correspondiente beneficio.
Esperamos poder imprimir pronto otra obra suya".
¡Cien! -¡Y a dos pesetas!
-Pero, ¿qué pasa aquí?
¿Os ha tocado la lotería o qué?
-¡No! ¡Te ha tocado a ti! ¡Qué vas a ser famosa!
¡Ay!
Fernando me ha dicho que te quedas.
(Llaman a la puerta)
Agustín de la Torre se está muriendo y Leocadia vuelve nada más enterarse. Lo hace acompañada de Charles, lo que motiva el rechazo de Beatriz. Nieves está restableciéndose y Jesús cada vez parece aumentar sus expectativas hacia ella.