Hay otros mundos pero están en éste, afirmación del poeta surrealista Paul Eluard y no seré yo quien contradiga la famosa afirmación, pero permitan que añada el matiz de la mirada, creo que el mundo es el mismo siempre, lo que cambian son las miradas que proyectamos sobre él.
Y no hay nada que proporcione más riqueza que la diversidad, la mirada diferente, la del otro. La mirada puede ser una simple ojeada, un instante que no deja que los ojos se detengan, es la mirada fugaz e irreflexiva, la que debe fijar la impresión, pero la que no debe llegar al pensamiento porque para ello está la mirada reflexiva, aquella que llega a lo más profundo, la que no escatima ni los detalles más nimios, esos que cambian el matiz o el tono del color, sutilezas que determinan la visión del mundo.
Miradas que miran con la pulcritud de un quirófano, miradas que miran con la frescura y la ingenuidad de un niño y miradas que miran desde el odio, desde la acritud, desde la experiencia propia. Miradas, en definitiva, que construyen mundos diferentes, espacios particulares para edificar ideologías, paisajes, collages de imágenes que nunca se repiten y que pertenecen a cada individuo.
Hay un mundo y tantas miradas como individuos en el planeta, miremos la diversidad.
