Aventurarse a hablar de caricias es arriesgarse a caer en un territorio muy cursi, ese en el que no faltan los poetas de rima fácil, enamorados adolescentes y gentes con vocación de sufrir por culpa del amor. Caricia, el acto más suave que pone en contacto una piel con la piel ajena. Cuanto más suave es la caricia, más efectos produce. La caricia es el resultado de la emoción cuyo objetivo es provocar, precisamente, otra emoción. La caricia es el canal de las emociones.
Acariciar es comunicarse y parece que solo se puede acariciar lo que se puede tocar, lo que se puede ver y no es cierto, también puede acariciarse lo que no se ve, los poetas acarician el alma o al amor. La Madre Teresa de Calcuta decía que "nuestros sufrimientos son caricias bondadosas de Dios, llamándonos para que nos volvamos a él", cosas del valle de lágrimas, caricias disfrazadas de sufrimientos, la antítesis del tacto provocado con suavidad por los dedos.
"En demasía lo bueno se hace malo, la píldora veneno y vicio la caricia". El vicio es para Gloria Fuertes la antítesis de la caricia, la moral entra en el juego de las caricias, vicio en las pasiones más bajas en el que las caricias se prodigan.
Acariciarse, tocarse sin tocar, caricias propuestas por los nuevos tiempos rotas por el impulso a resistirse. "No tocarte, y pasar todo el día junto a ti", tal y como decía la canción de Radio Futura del año 1985.
Tocar, acariciar con la asepsia que imponen los tiempos.
