Esto es ingeniería   Supercomputación 26/07/2020 05:51

Predecir el tiempo de los próximos días, seleccionar el fármaco más eficaz entre miles de moléculas, localizar yacimientos petrolíferos, comparar los genomas de miles de individuos o diseñar automóviles más seguros… Son algunas de las aplicaciones de los superordenadores, dispositivos informáticos con capacidades de cálculo muy superiores a las computadoras que podamos tener en nuestras casas, y que son empleados con fines específicos. El MareNostrum 4, emplazado en el Centro Nacional de Supercomputación, es el superordenador más potente de España y el quinto de Europa. Y como explica su director, Mateo Valero, miembro de la Real Academia de Ingeniería, a finales de año podría estar lista una nueva versión, la quinta, entre 25 y 30 veces más rápida.
Estas máquinas trabajan a velocidades vertiginosas que se miden en petaflops. Una operación aritmética equivale concretamente a un flop por segundo. 1 petaflop equivale a mil billones --con b-- de operaciones por segundo o 10 elevado a 15. Con su potencia pico de 200 petaflops, el MareNostrum 5 será 10.000 veces superior que el que inició la saga en 2004. Y desde luego --recuerda Mateo Valero--, muchísima mayor que la del primer superordenador, el CRAY 1, instalado en la década de 1970.
El próximo paso en supercomputación alcanzará cifras de 18 ceros. Se espera que en 2022 o 2023 los superordenadores superen la barrera de los 'exaflops', es decir, un trillón de operaciones por segundo. Para lograrlo, los investigadores e ingenieros deben superar varios retos. Uno de ellos -advierte Mateo Valero-- el consumo de energía para su funcionamiento, pero también para su refrigeración.
La potencia de un superordenador no se dedica de forma integra a una sola tarea. Estas máquinas se utilizan siempre de forma compartida, pueden ser usadas por miles de usuarios a la vez y suelen estar destinadas a investigaciones especiales. El sistema planifica las peticiones y la ejecución de los trabajos para lograr la máxima eficiencia. "Un país que no computa, no compite", asegura Mateo Valero.

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