Volvemos a nuestros enamorados preferidos, Clara y Robert, y revisitamos la más soberbia de las sinfonías de Schumann, compuesta en 1845, tras una grave crisis personal y depresiva. Schumann parece conjurar sus fantasmas (como Beethoven) por medio de embriones o crisálidas musicales, que despiertan lentamente en la Introducción y luego cobran vida y se expanden: el tema majestuoso, el tema de “la solemnidad quebrada”, el tema de “la fuerza unánime” (Dörfel)… Se desarrollan como organismos con intención propia. Esto de los temas-crisálida lo practicaba Schumann desde muy joven (Variaciones Abegg, Carnaval opus 9). Incluso uno de los temas-retrato de Clara asoma en el Adagio, tras uno de los momentazos más intensos del Romanticismo. Y en el Finale, Schumann homenajea al Mendelssohn más vitalista, y luego opera una metamorfosis del tema doloroso, hasta que quiebra la estructura para hacer cantar otra vez ¡¡al tema de la Amada Lejana de Beethoven!!… ¿Por qué?… ¿Quién se estaba “alejando”?… Son transformaciones musicales que reflejan los anhelos de metamorfosis de un hombre extraordinario pero castigado por su destino. Amor tan feliz como ese Finale (y metamorfosis) es lo que les deseamos hoy.
