China puede presumir de rápido desarrollo social y de grandes logros económicos. En pocos decenios, el mundo ha contemplado una transformación radical de uno de los países más extensos y el más poblado. Se asegura que nunca antes en la historia de la humanidad una nación ha alcanzado tal grado de desarrollo en tan corto espacio de tiempo. Y, ahora, el presidente Xi Jinping ha anunciado el cumplimiento del objetivo largamente deseado: el fin de la pobreza extrema. 770 millones de chinos han dejado de ser pobres en el transcurso de poco más de 40 años, de acuerdo con el mandatario, quien se ha atribuido parte del éxito en una ceremonia con mucha pompa y de exaltación del partido único.
China dejó de ser un país eminentemente rural y atrasado para convertirse en mayoritariamente urbano e industrial, la "fábrica del mundo". Y aunque es realmente digno de elogio tanto cambio, no deja de ser evidente el lado oscuro del progreso con características chinas, sobre todo en lo que respecta al deterioro medioambiental.
