Los avances en inteligencia artificial, en robótica y en las llamadas tecnologías “autónomas” han originado una serie de dilemas morales cada vez más urgentes y complejos. Como explica Pere Brunet ingeniero industrial y miembro de la Real Academia de Ingeniería, la mayoría de los esfuerzos se orientan hacia el bien común y para encontrar soluciones a los desafíos éticos, sociales y legales que generan. Un ejemplo evidente es el coche autónomo y sus problemas de regulación. Pero no es el único. Los chatbots han proliferado en los últimos años. Estos dispositivos para chatear en internet se pueden automatizar para ofrecer información o mejorar la atención al cliente. Sin embargo, también pueden ser empleados por empresas y organizaciones políticas para suplantar a seres humanos en las redes sociales y vender las supuestas bondades de sus productos e ideologías o difundir noticias falsas.
Pere Brunet advierte que aún queda mucho para que los sistemas autónomos basados en inteligencia artificial sean fiables. Al académico le gusta emplear lo que denomina indicador Google: Si esta compañía, con las ingentes bases de datos y algoritmos que maneja presenta un elevado porcentaje de error, es de suponer que el resto de los sistemas autónomos tendrán un error similar o superior. Y este es un factor a tener en cuenta.
