50 años de tve • blogs del aniversario 26.03.2006
Un señor llamado censura
26 de marzo de 2006
CARLOS RUSCALLEDA
La historia de la censura en Televisión Española da para escribir un libro. Todo el mundo que vivió aquellos años, los 20 primeros de la tele, tiene alguna anécdota que contar. El realizador Pedro Amalio López recuerda que le prohibieron los primeros planos de trompetas y baterías.

-Realmente se entendía muy poco -me dice-. Llegaban unas órdenes muy curiosas y había que cumplirlas.

A la presentadora Laura Valenzuela no le dejaban usar la palabra bolero.

-Según me explicaron luego –comenta-, era muy excitante esa palabra.

Y José María Iñigo dice que gastaba enormes energías para convencer al censor de que dejara hacer a María Jiménez y, en general, a los artistas que acudían a los estudios.

El censor tenía nombre y apellidos: Francisco Ortiz Muñoz, al que todos conocían como don Francisco. Este hombre, muy serio, de trato educado y correcto, era como uno más de la plantilla. Por la mañana trabajaba en el Ministerio, Sección Junta Central de Censura, y por las tardes afilaba sus tijeras en TVE. Revisaba los guiones, supervisaba el vestuario, controlaba las grabaciones y si se terciaba te decía el tipo de plano que debías hacer. Tenía ojos para todo y para todos, y no dejaba pasar una.

-Uno no se podía enfrentar con el censor -me dice Iñigo-; no había refriegas, él mandaba, él era el árbitro absoluto.

Hoy todas estas anécdotas nos arrancan una sonrisa de incredulidad. Yo creo que no tienen ninguna gracia. Esta pequeña censura, de corte moral, siempre preocupada por el escote y la falda de la vedette de turno, no era más que el reflejo absurdo de un régimen perverso. Un sistema autoritario que decidía por ti los libros que podías leer, las películas que podías mirar, las noticias que podías conocer.

Cuando Franco decidió que la tele podía servir para perpetuar su régimen, comprendió también que estaba abriendo una puerta a la realidad, y ya se sabe que la realidad es peligrosa. Por eso, estableció una férrea censura moral que hoy se queda en pura anécdota, y también una insoslayable censura política, que no podemos dejar caer en el olvido ni banalizar.

-Era como un plasma que nos invadía a todos y que invadía a la Redacción.

Quien así habla es Elena Martí. Lleva 30 años en los informativos de esta Casa y sabe muy bien lo que dice. Ella sufrió en sus propias carnes las garras de la censura, una censura que no le llegaba del censor, sino de sus jefes más inmediatos, de una estructura de poder que penetraba hasta los últimos rincones. Periodistas como ella libraron una sorda batalla diaria contra la censura en una lucha que se prolongó hasta bien entrada la democracia. Y cuando le pregunto qué le diría a los más jóvenes de la Redacción, me contesta sin poder reprimir un gesto de desagrado:

-Preferiría no tener que explicárselo a nadie.

 

carlos.ruscalleda@rtve.es

Carlos Ruscalleda.
REDACTOR
José María Íñigo recuerda cómo el censor intentaba prohibir a María Jiménez contornearse sensualmente
Los escotes de Rocío Jurado también dieron más de un sobresalto a don Francisco a quien algunos guionistas "colaron" algún que otro gol como se ve en este fotograma (abajo) de HISTORIAS DE LA FRIVOLIDAD (1968)
Elena Martí, como otros periodistas, sufrió también las garras de la censura.
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