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Siete de cada diez infraestructuras energéticas ucranianas están dañadas por los ataques rusos y no hay ninguna región del país que se libre de los apagones. ¿Cómo afrontan los ucranianos el que todo apunta que será el invierno más duro de lo que va de guerra? ¿Qué soluciones han encontrado para que los cortes de energía alteren lo menos posible su vida cotidiana? Lo analizamos con Olena Pavlenko, presidenta de Dixi Group y experta en el sistema energético ucraniano.

Además, analizamos la situación política en Rumanía y el impacto que ha tenido la guerra de Ucrania en la sorprendente victoria de Calin Georgescu en la primera vuelta de las elecciones presidenciales que se celebraron hace unos días. Lo hacemos con la ayuda de Gennadi Kneper, profesor de Historia Contemporánea de la Universidad Autónoma de Barcelona.

La presidenta de la Corte Penal Internacional, Tomoko Akane, ha acusado a Estados Unidos y Rusia de estar poniendo en peligro la institución con presiones, amenazas y actos de sabotaje. Habla de amenazas de sanciones económicas draconianas que tratan a la Corte "como si fuera una organización terrorista".

La Cámara de Representantes de Estados Unidos aprobó en junio un proyecto de ley para sancionar a la organización, justo cuando el tribunal anunció que preparaba órdenes de arresto contra el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, y su ministro de defensa, Yoav Gallant, por presuntos crímenes de guerra y contra la humanidad en Gaza. Las órdenes, sin embargo, no se emitieron hasta noviembre.

El fiscal jefe de la Corte y varios jueces también han sido objeto de presiones. Rusia emitió órdenes de búsqueda y captura contra ellos el año pasado, dos meses después de que el Tribunal acusara de crímenes de guerra a Vladímir Putin y a la responsable rusa de derechos del Niño por la deportación ilegal de menores ucranianos. La Corte Penal Internacional ha dicho que rechaza "cualquier intento de influir en su independencia e imparcialidad".

Rebeldes sirios tumban estatuas del régimen como la del hermano de Bachar al Asad en Alepo. Un símbolo de que ahora controlan la segunda ciudad del país y de que su objetivo es derrocar al régimen.

Tras tomar Alepo y expulsar al Ejército sirio, milicianos islamistas recorren este domingo las calles de la ciudad, reencontrándose con familiares y amigos. "Gracias a Dios volvemos a casa después de ocho años. Es una alegría que no se puede describir", dice este retornado.

Otros, en cambio, están saliendo de aquí para escapar de combates y bombardeos que no se veían en Alepo desde 2016. Ya hay unos 10.000 desplazados. Como Salma: "Mis hijos estaban aterrorizados, entre las bombas de aviones rusos, por un lado, y los drones, por otro", cuenta.

Ataques aéreos como este contra una escuela de Alepo están matando a decenas de civiles. También en Idlib, donde el régimen, con ayuda de Rusia, bombardea los feudos en poder de la oposición. Intenta frenar así el rápido avance de los insurgentes.

Irak ha cerrado su frontera con Siria y enviado a batallones para apoyar al régimen de Damasco. La Liga Árabe, que readmitió el año pasado a Al Asad, teme que la violencia y el caos vuelvan a extenderse en Siria.

Detrás del inesperado repunte de esta guerra hay quien ve intereses de potencias regionales como Turquía o Israel. De momento, lo único claro es que la caída de Alepo asesta un duro golpe al gobierno de Al Asad y sus aliados.

Foto: AREF TAMMAWI / AFP

Alepo ha caído bajo control rebelde. No solo han tomado los principales barrios y edificios gubernamentales de Alepo, también el aeropuerto internacional. Una ciudad en la que no ponían los pies desde que salieron derrotados por el régimen en 2016. "Damos gracias a Alá por la liberación de nuestra ciudad", dice un retornado.

El Ejército de Al Asad reconoce que ha perdido terreno ante miles de terroristas extranjeros, dice, con armas pesadas y drones. Turquía, que apoya a los rebeldes sirios, niega estar implicado. El Gobierno turco lleva meses intentando recomponer lazos con el sirio, rotos desde el inicio de la guerra en 2011.

Rusia e Irán, aliados de Al Asad, han salido rápidamente en su apoyo. La aviación de Vladímir Putin ha vuelto a bombardear Alepo, como no hacía desde 2016. Uno de esos ataques ha alcanzado a decenas de civiles en una rotonda, causando una masacre.

La escalada militar no solo afecta a Alepo. Desde su feudo de Idlib, los rebeldes también avanzan hacia el sur, en dirección a Hama, retomando la iniciativa tras años de estancamiento en la guerra. La desbandada de las tropas de Al Asad vuelve a demostrar que su régimen tendría difícil sobrevivir sin las fuerzas de Irán y Rusia.

Foto: OMAR HAJ KADOUR / AFP