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Águila Roja

¿Existían los autómatas en el siglo XVII?

  • Los autómatas han llegado a la Villa de la mano del hermano de Trini, Noel
  • ¿Existieron estos 'robots' en el siglo XVII?

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Águila Roja - ¿Existían los autómatas en el siglo XVII?
¿Existían los autómatas en el siglo de Águila Roja?

En los últimos capítulos de Águila Roja, gracias a la trama de Trinidad, el bandolero interpretado por Jorge Sanz, hemos podido conocer unos ingenios mecánicos inéditos en la ficción, los autómatas. Unas máquinas antropomórficas que recuerdan en cierta medida a los robots y que nos hacen preguntarnos si realmente se dieron estos avances en el siglo en el que se desarrolla la trama del Águila, el XVII.

La respuesta es rotunda: sí, existieron, y de hecho, en esa época no eran ninguna novedad.

Águila Roja - Águila y Trini rescatan a Noel

¿Por qué han llegado los autómatas a la Villa?

La idea fue de la productora ejecutiva y máxima responsable de guión de la serie, Pilar Nadal, que lo considera un homenaje de la serie al mundo autómata: "A mí me encantan los autómatas, es un tema que siempre me ha apasionado, desde hace muchos años", ha asegurado en una entrevista concedida a RTVE.es.

Nadal trabajó el diseño del ingenio mecánico con la directora de Arte, Naiara Cortés. Quería que se pareciese al de 'La invención de Hugo', pero que estuviese de pie, fuese más grande y muy alto, "porque tenía que ser imponente".

"En un principio tenía casco, pero entonces parecía una armadura, y no me gustaba demasiado. Quería que tuviese más esa sensación de robot", explica la productora.

En realidad, se trata de un solo autómata, que "da bastante miedo", según Pilar, pero que ha sido multiplicado con efectos digitales para conseguir el gran ejército que podemos ver en la escena del rescate del hermano de Trini, Noel.

Sin embargo, el fuego es real, generado por un equipo de efectos especiales mecánicos: "Funcionaban con una especie de bombona de gas que accionaban y hacía salir la llamarada".

Tan real, que la capa del Águila sale en llamas y, aunque David Janer hace la mayoría de secuencias de acción, ya que "se mueve muy bien y sabe bastante", en este caso no, debido al riesgo que conlleva.

Pilar Nadal ha afirmado que "fue todo un reto" pero está muy contenta con los resultados obtenidos por el director que dirige la escena, Miguel Alcantud: "Tuvo que tener en cuenta dónde iba a estar el autómata original e ir viendo con cruces dónde iban a ir todas las multiplicaciones -digitales- de donde tienes que rodar la escena".

Los autómatas en la historia

La primera gran colección de autómatas es la del rey Carlos V (1500-1558), un gran conjunto de relojes guardados en el Monasterio de Yuste que fabricaba y cuidaba Juanelo Turriano, ingeniero e inventor hispano-milanés, según explica el profesor de investigación del CSIC Alfredo Alvar a RTVE.es.

El historiador atribuye la aparición de estos ingenios a la "fascinación por la novedad y la capacidad técnica del hombre por encima de toda la naturaleza y de todo lo que tiene alrededor".

Desde tiempos de Felipe II (1527-1598), por lo menos, reitera Alvar, existen patentes de invenciones en la Corona de Castilla y para Indias. El rey concedía al inventor que presentase su artículo un privilegio de explotación de varios años, consiguiendo así los derechos de la invención y su venta, mientras pagaba al monarca una determinada cantidad.

Del siglo XVI es la historia del "hombre de palo" de Turriano, un artificio que, según cuentan, recorría diariamente las calles de Toledo y que era famoso por sus pequeños autómatas. De hecho, la ciudad manchega dedicó una de sus calles a este ingenio.

Felipe IV, "coleccionista moderno"

Durante el siglo XVII se dio un tipo de mentalidad que apreciaba la curiosidad como un valor básico. El propio rey Felipe IV (1605-1665) fue un paradigma del "coleccionista moderno", lo que le impulsó a visitar de incógnito el museo de maravillas de Vicencio Juan de Lastanosa -lo ubicó en su propia casa- hasta en dos ocasiones diferentes, segun explica Alfredo Aracil en 'Juego y artificio. Autómatas y otras ficciones en la cultura del Renacimiento a la Ilustración'.

El escritor Cristóbal de Villalón testimonió la presencia de estos objetos como "algo normal en su momento", así como los hallazgos encontrados en inventarios como el del marqués de Tavara, que incluye una bailarina muy semejante a la de Turriano.

Sin embargo, ingenios de mayor empeño que estos juguetes mecánicos despertaron recelos y suspicacias, como la cabeza encantada que ve don Quijote en Barcelona -réplica de otra existente en Madrid- que fue destruida por la Inquisición doce días después de haberse construido, o los autómatas de don Juan de Espina -poseedor de una de las colecciones más sorprendentes de la corte, con todo tipo de maravillas artísticas-, que se paseaban disfrazados de damas y galanes por los corredores altos de su mansión y le costaron a su dueño una acusación ante el Santo Oficio por brujo y nigromante.

Ingenios fascinantes

En el siglo XVIII destacó el célebre relojero suizo Pierre Jaquet-Droz, que construyó tres autómatas fascinantes: la pianista, el dibujante y el escritor. Según afirma el divulgador del CSIC Emilio J.García, estos tres artificios fueron fabricados con miles de piezas -hasta 6.000, en el caso del escritor- y pueden interpretar una partitura al órgano con sus propios dedos, realizar hasta cuatro dibujos diferentes y escribir a pluma textos en inglés y francés, respectivamente.