Enlaces accesibilidad

Ría grande

  • La extraordinaria concentración de plancton de sus aguas hace de las rías gallegas un ecosistema único en el planeta.
  • Hay más de 3.300 bateas distribuidas en cinco rías. Galicia en la segunda productora mundial de mejillón, tras China.
  • El parásito marteilia ha acabado con el berberecho común en las rías de Vigo, Pontevedra y Arousa.
  • Los investigadores están generando berberechos in vitro resistentes al parásito para repoblar las rías afectadas.
  • El sector cuenta con el apoyo de centros de investigación de vanguardia para garantizar la calidad y sostenibilidad de las especies con interés comercial.
  • La ría de Arousa, la mayor de las rías, reúne a mariscadores, cultivadores de mejillones, de almejas, pescadores de arrastre... y ahora a recolectores de algas.
  • #CRríagrande

Por
Crónicas - Ría Grande

Galicia es, con sus 1.500 kilómetros de costa, la comunidad española más expuesta al mar, con diferencia (le sigue Andalucía con 950 kilómetros de litoral). Con el mar ha construido su historia y en el mar está seguramente su mejor futuro.  El salitre está en su ADN.

Los datos dicen que 120.000 familias gallegas viven de los recursos marinos directa o indirectamente, dicen que cerca del 3% de la riqueza de la Comunidad proviene del sector pesquero, dicen que no hay en Europa zona que los supere.

Y en ese paisaje acodado entre el Atlántico y el Cantábrico hay zonas tocadas por la mano de Dios. La leyenda cuenta que tras crear el mundo Dios descansó apoyando una mano en el noroeste de la península; cuando la retiró, los dedos dejaron como rastro las rías gallegas. Son divinas. Leyendas al margen, en las rías se conjugan factores que las convierten en un ecosistema único; sus aguas tienen una excepcional riqueza en plancton lo que las ha transformado en una fantástica factoría natural que produce pescados y mariscos de la mayor calidad. Un tesoro, explotado durante siglos, al que cada día acuden miles de personas para recoger su parte del botín. Es su vida, por eso lo cuidan con esmero.

“Sostenibilidad” es una palabra extendida por las riberas, está en las conciencias de quienes trabajan en las rías. Ahora, además, cuentan con la ayuda de la ciencia.

La ría de Arousa es la mayor de las rías gallegas. En su ribera sur está un pequeño pueblo, de calles estrechas y un puerto que tuvo más barcos: Vilaxóan. Hace algo más de un siglo se integró en el municipio de Vilagarcía, hace mucho más que se mantiene fiel a su compromiso con la ría, su mejor aliada. La historia de Vilaxoán es fundamentalmente una historia de pesca y marisqueo, por eso acudimos allí para realizar el reportaje.

Mariscadoras en la bajamar

Charo Patiño fue nuestra guía. Ella lleva 20 años mariscando en los arenales de Vilaxióan; sabe del asunto. Es la forma más tradicional de marisqueo, la imagen más reconocible: mujeres –hay también algún hombre, pocos- encorvadas, escarbando en la arena, recogiendo bivalvos . Dice Charo que es un oficio duro, que la humedad afecta a los huesos y que con los años se resiente toda la espalda, pero sonríe porque, aunque “todo trabajo tiene su lado malo”, ella tiene la suerte de trabajar en la ría, en su paraíso.

Solo hace dos décadas que se regularizó este oficio ancestral. Ahora las mariscadoras a pie –así llamadas para distinguir el oficio del marisqueo en embarcación- tienen sus licencias, se agrupan en asociaciones dentro de las Cofradías y trabajan de una manera pautada, siempre en función de las mareas. Acuden al arenal hora y media antes de la bajamar y terminan hora y media después, tres horas de jornada. No pueden trabajar antes del amanecer, ni después de las 6 de la tarde. Cuentan con el apoyo de los biólogos de las Cofradías para determinar en qué zonas se puede o no se puede mariscar, qué especies se pueden coger y cuántos kilos por especie. Las mariscadoras además realizan tareas de limpieza de los terrenos y siembra de crías. Trabajan unas dos semanas cada mes. Tienen que cumplir el 70% de los días establecidos para mariscar, o pierden la licencia.

Carril. El marisqueo parcelado.

A escasos kilómetros de Vilaxoán, hacia el interior de la ría, está Carril, otra población marinera integrada también en Vilagarcía. Desde hace más de cinco siglos en los arenales de Carril se marisquea por parcelas, perfectamente delimitadas por varas incrustadas en la arena. Cada productor trabaja en su parcela o parcelas, cuida el terreno, siembra las crías –semilla le llaman- de moluscos, controla su crecimiento, las recoge… No tienen cupos. Es una forma de acuicultura acomodada a las condiciones naturales. Hay más de 1.300 parcelas, parques de cultivo, de las que viven más de 650 familias. Con los años han conseguido que las almejas que cultivan tengan el mayor prestigio. Siembran tres especies; las más valoradas son la fina y la babosa, la otra, la japónica, de menor calidad, es bastante más económica.

De vez en cuando la meteorología se pone en contra de los parquistas. Los temporales de lluvia reducen la salinidad de la ría, lo que afecta sobre todo a los moluscos que se crían en los arenales ribereños. La almeja babosa es la estrella de la producción de Carril, es también la especie más débil, la que acusa más mortandad cuando arrecian los temporales. Un mazazo para la economía de los parquistas.

La crisis del berberecho

Se llama marteilia. Un parásito que está fastidiando, y bien, a mariscadores y mariscadoras. El bicho afecta al berberecho común, lo mata. Esa especie de berberecho generaba buena parte de los ingresos de los productores de la ría de Arousa. Ahora ha desparecido, se ha extinguido a causa de la marteiliosis, lo mismo ocurre en las rías de Vigo y Pontevedra. Hay otra especie de berberecho inmune al parasito, pero es mucho menos abundante.

La crisis comenzó hace 4 años cuando se introdujo del exterior algún berberecho infectado, bien para siembra o bien en alguna de las depuradoras que vierten sus aguas en las rías. La epidemia se extendió como el fuego. Los técnicos tratan de evitar que se expanda hacia el norte, a la ría de Muros-Noya, la que concentra en estos momentos la producción de berberecho común en Galicia.  No hay riesgo para la salud pública, el marteilia no causa daño alguno en el hombre.

En el CIMA, el Centro de Investigaciones Marinas, están manos a la obra. Desde que se detectaron los primeros berberechos afectados los investigadores trabajan en una estrategia para combatir el mal. En estos casos lo más indicado es generar en los laboratorios, in vitro, estirpes resistentes, berberechos comunes que se hagan inmunes al parásito. Cuando los consigan repoblarán las rías afectadas.

El CIMA es un centro público, de la Xunta de Galicia, que pone la ciencia al servicio de los sectores productivos. Sus investigadores se centran en especies con interés comercial, tratan de mejorar los recursos marinos y de resolver problemas producción, de crecimiento, o de mortandades como la que afecta al berberecho. Hace tres años comenzaron a trabajar sobre un asunto que preocupa en las rías, las posibles consecuencias derivadas del cambio climático. Han constatado la creciente presencia de especies de aguas más cálidas, algunas pueden llegar a generar problemas a las autóctonas, por eso es conveniente planificar una estrategia adecuada.

El rey mejillón

Aún no había amanecido en el puerto de Vilaxoán cuando nos embarcamos con José Antonio y su cuñado, Capi, en el “Nuevo Escobar”, el mejillonero con el que acuden a faenar en las cuatro bateas que tienen en distintas zonas de la ría, un negocio familiar. El día anterior habían acudido a un acantilado de la costa, donde el Atlántico rompe con fuerza, para recoger mejilla, la cría del mejillón. La operación entraña cierto riesgo ya que debe realizarse preferentemente con mareas vivas. Nos van a mostrar cómo se trabaja en una batea.

Lo primero es el encordado, colocar la mejilla en la soga, rodeada de una red para que se fije. Es lo único que sigue realizándose manualmente, todo lo demás está mecanizado. Una vez cargada la cuerda de mejilla, lo que debe hacerse entre diciembre y mayo para respetar los ciclos biológicos de la especie, se sumerge y se fija a la batea. Máximo 500 cuerdas por batea; la cuerda no puede exceder los 12 metros.

A los 5 ó 6 meses, cuando el mejillón está a medio crecimiento, llega el desdoble. Las mejillas fijadas inicialmente a la cuerda se han desarrollado de tal manera que el espacio se les queda pequeño, entonces se sacan y se distribuyen en otras 3 cuerdas. Y vuelven a sumergirse para, ya con más espacio, seguir creciendo. Dependiendo de la zona, transcurridos entre 12 y 18 meses el mejillón habrá alcanzado el tamaño para el mercado. Con la ayuda de la grúa del mejillonero se sacan las cuerdas repletas de mejillones, con otro mecanismo se desprenden y se pasan al proceso de limpieza, pesado y embolsado. En una mañana se pueden despachar un millar de bolsas.

El Consejo Regulador

Los mejilloneros se organizan en agrupaciones, independientes de las Cofradías de Pescadores. Trabajan por pedidos. Una parte importante del sector mejillonero está agrupada en el Consejo Regulador que inició sus actividades en 1994 con los objetivos fundamentales de garantizar la calidad y el origen del mejillón de Galicia y que los resultados de su explotación reviertan sobre el propio sector, que se queden en la zona de producción. El Consejo Regulador es un firme defensor de la actual forma de producción mejillonera, acuicultura natural, sostenible, ligada al medio, de arraigada implantación social.

En 2007 el Consejo consiguió por parte de la Unión Europea la calificación de Denominación de Origen Protegida para los mejillones comercializados bajo el sello “Mejillón de Galicia”. Fue el primer producto del mar que logró ese reconocimiento. Para sostener el prestigio del mejillón gallego, y garantizar a los consumidores su calidad, el Consejo ha establecido una amplia red de controles que abarcan todos los procesos de la producción y comercialización, desde que la mejilla se prende a la cuerda hasta que llega al mercado en cualquiera de sus presentaciones. Pero además realizan una intensa labor de vigilancia contra el fraude, porque son muchos los que tratan de introducir productos de origen diverso bajo equívocos etiquetados.

La revolución de las bateas 

Desde hace siete décadas conforman el paisaje de las rías. Las bateas han situado a Galicia a la cabeza de Europa en producción de mejillones, entre 200 y 250 mil toneladas anuales que se reparten -60/40- para consumo en fresco y para conserva o congelado. Sólo China produce más.

Las mejores bateas, las más productivas, son las que están más cerca de la mar abierta, pero son también las más expuestas a posibles episodios de mareas tóxicas, además cuestan más que las del interior de las rías ya que han de aumentar sus anclajes para soportar los temporales.

La revolución comenzó en 1945, en la zona del Rial, cerca de Vilaxoán. Allí fondeó la primera batea Alfonso Ozores Saavedra, señor de Rubianes y marqués de Aranda, un aristócrata emprendedor que había visto los primeros prototipos en el puerto de Barcelona. Éxito total. Hoy hay más de 3.300 bateas en la rías, la mayor parte -2.300- en la ría grande, en Arousa. Los artefactos traídos por aquel aristócrata emplean directamente a cerca de 12.000 personas, y a otras 7.000 de forma indirecta.

Muchas familias viven pendientes de las bateas, pendientes de las temidas mareas rojas.

Mareas rojas: la amenaza tóxica 

Son microalgas que filtradas por los moluscos bivalvos pueden resultar tóxicas. Cuando aparecen estas microalgas pueden llegar a teñir el agua, de rojo o de otras tonalidades, pero no necesariamente sucede. El caso es que fueron bautizadas como mareas rojas y así se las conoce. Son la amenaza más temida en las rías, cuando aparecen causan, a veces durante meses, el parón en la recogida de bivalvos. Y es que sus consecuencias para el consumo pueden llegar a ser extremadamente graves: de un simple malestar estomacal, o una diarrea, a episodios de amnesia o parálisis, pueden incluso causar la muerte.

A grandes males, grandes remedios. En Galicia se ha desarrollado un extraordinario sistema de control para evitar que bivalvos afectados por algún tipo de microalga tóxica lleguen al mercado. El centro de ese sistema está en Vilaxoán, a pie de ría, se llama Intecmar (Instituto Tecnológico de Control del Medio Marino), es también un Centro público, dependiente de la Xunta, y es una referencia en el mundo. En Intecmar se realizan controles permanentes, exhaustivos, de agua marina y de moluscos bivalvos, de muestras recogidas a lo largo de todo el litoral gallego, en las numerosas zonas en las que están divididas las áreas de producción, en distintas profundidades de cada zona. En cuanto sus microscopios detectan la mínima señal de alarma, sus responsables decretan el cierre de la zona. Son investigadores que asumen la función de autoridad cuando la situación lo requiere. Cuando las microalgas desaparecen los moluscos tienen la capacidad de desintoxicarse, vuelven a ser aptos para el consumo, entonces Intecmar decreta la apertura de la zona para los productores.

Pescando con “Jobó”

El “Troni” es un pequeño arrastrero que abordamos cuando faenaba cerca del faro de A Illa, en el centro de la ría. Lleva el timón “Jobó”, un Pelonio. Así son conocidos en Vilaxoán, los Pelonios, una estirpe familiar que, como si fueran anfibios marinos, necesitan la cercanía de las mareas para vivir. Lejos de mar se angustian.

Es mediodía y llevan más de 10 horas de trajín. Con “Jobó” están Miguel y Ramón. Antes de enfilar a puerto echan una última red en cerco, la rapeta llaman a este arte que antes se realizaba arrastrando la red desde la playa. Fijan un extremo de la malla a un ancla y navegan en círculo soltando red hasta regresar al punto inicial; entonces recogen tirando de los extremos. La maquinaria hace más fácil esta operación, antes había que subir a mano la red cargada de pesca.

Una algarabía de gaviotas nos escolta de regreso a puerto. Miguel y Ramón van seleccionando las capturas por especies y tamaños, y limpiando el pesquero. No ha sido una jornada de las mejores, pero llevan unos buenos centollos, calamares, chocos (sepias), pulpos, jureles, alguna raya… Pescado de ría; es casi un lujo.

En el muelle de Vilaxoán descargan. Ramón se encarga de llevar el pescado, en su auto isotermo, a la lonja de Cambados para la subasta. Acabó la jornada. El “Troni” descansa amarrado al pantalán. El arrastrero tiene poca compañía, hace algunas décadas se contaban hasta 40 pesqueros en Vilaxoán, hoy no llegan a media docena. También hay menos pesca.

Además, las algas

Dice Daniel que si hay sol en diciembre y enero, antes están las algas listas para recolectar. Daniel y Víctor son buzos. Desde hace años se dedican a la captura de navajas y longueriones en el fondo de la ría, en la zona que tienen asignada en aguas de A Illa de Arousa. En primavera, cuando llega el desove, cuando la bióloga de la Cofradía lo señala, hay que parar. Dejan que los moluscos cumplan su ciclo biológico. Antes esto suponía un contratiempo económico importante, ahora no tanto. En los últimos tiempos varias embarcaciones de A Illa tienen asignada la recolección de algas para consumo, verduras de mar. Es un complemento económico ideal para los mariscadores.

Durante un par de meses Daniel y Víctor cosechan kombu, wakame, lechuga de mar y correa. Uno baja a recolectar mientras el otro controla desde superficie que todo vaya bien. Han dado un pequeño curso sobre la forma en que hay cortar las algas para que sigan produciendo cosechas, aunque la propia ría se encarga de cuidar su huerto submarino.

La recolección de algas se multiplica año tras año. Sus cualidades saludables y su valor culinario se abren paso entre los consumidores y también en fogones estelares. Bastante culpa de ello la tiene un señor de la zona de Castiñeiras, en Riveira, en la orilla norte de la ría de Arousa. Se llama Manuel Loureiro.

Manuel Luoreiro. Ideas en conserva. 

Él se considera siderúrgico, de hecho dedicó buena parte de su andadura laboral al acero, trabajó en Altos Hornos de Vizcaya, en las plantas de Lesaka y Sestao, pero lo que realmente define a Manuel Luoreiro es su carácter emprendedor. Un tipo inquieto, con cierto espíritu aventurero, curioso, conversador, culto. Un personaje.

Antes de hacerse siderúrgico había trabajado en Nestlé, en Suiza. A finales de los 80 sintió la llamada de la tierra, eso que los gallegos llaman morriña, y regresó a su pueblo. Creó entonces una marca de conservas, “Conservas y Ahumados Lou”, y se hizo –en 1993- con la fábrica que había pertenecido a su familia, la que había fundado su bisabuelo, Tomás Martínez Vilar, en 1880 para hacer salazones. El edificio se alza junto a la playa de Castiñeiras, es muy posiblemente la conservera más antigua de España.

Lo de don Manuel con las algas venía de largo. Químico de carrera, ya había dedicado a un alga su tesis, pero la idea de poner algas en conserva para consumir le llegó inspirada por el más puro pragmatismo: su pequeña fábrica no tenía condiciones para competir con las grandes marcas conserveras, así que tenía que explorar otras vías de negocio si quería subsistir. Frente a él estaba la respuesta: algas. La ría estaba llena, y si los japoneses las consumían ¿por qué no nosotros? Comenzó a recogerlas, a hacer probaturas… Al final se decidió a enlatar una mezcla de dos especies de verdura marina, ya cocidas, listas para el plato. Lo siguiente, tal vez lo más difícil, fue convencer a restauradores y distribuidores.

Ya nadie puede arrebatarle el título: Manuel Loureiro ha sido el primer hombre en España que comercializó algas para alimentación. Pero además su ingenio, unido a la necesidad de buscar mercados alternativos, le ha llevado a crear conservas artesanas diferentes: ortigas de tierra, castañas asadas en almíbar, caviar de erizo… Ahora está ahumando esturión. No siempre ha acertado, hay algún fracaso que narra con resignada sonrisa. Ya está jubilado pero sigue acudiendo a la fábrica; allí se entretiene entre papeles viejos y trastos –microscopios, máquinas de escribir…- que le apasiona arreglar.

Otras empresas han seguido por el camino abierto por Manuel Loureiro. La primera que lo hizo fue Algamar. Los hermanos Fermín y Clemente Fernández llevan 20 años dedicándose a las algas. Las venden deshidratadas y también las integran en otros productos (pasta, paté…).

Seguramente las rías guardan aún algún que otro tesoro oculto entre las mareas.

Ría grande

anterior siguiente
35 Fotos 1 / 35 ver a toda pantalla