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Más Isabel - La lucha por el poder entre el duque y el marqués y otros problemas de Sevilla

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Isabel - Los reyes pacifican Sevilla

Isabel viaja a Sevilla, ansiosa por incorporar Andalucía a su pleno dominio. "Estamos hablando de un período de guerras, de afianzar el poder, de legitimar el poder… Tienen que ir haciéndose presente en todas las tierras, en todas desde Norte, Este y Oeste… Y también en el Sur", apunta Teresa Cunillera, asesora histórica de Isabel.

La lucha por el poder

Aunque había otras razones, como bien explica Manuel Fernández Álvarez  en su libro 'Isabel La Católica': "[...], poderosas razones políticas,  pues en Andalucía vivían muy a sus anchas, y sin duda más libremente de  lo que hubier querido la Reina, dos casas nobiliarias poderosísimas: la  del duque de Medina-Sidonia y la del marqués de Cádiz".

"El antagonismo del duque y marqués estaba marcado por la codicia de  ambos, que querían más y más", sostiene Ángeles Irisarri. Pero, ¿qué  posesiones tenía cada uno? El Duque de Medina Sidonia controlaba el  Alcázar y el puente de Triana, dos puntos estratégicos de la ciudad.  Mientras que el Marqués de Cádiz se había tenido que retirar, aunque  poseía Jerez de la Frontera y, por supuesto, Cádiz, entre otras plazas.

Los dos nobles mantenían una lucha encarnizada por hacerse con el control de la ciudad; algo que, como nos apunta Óscar Villarroel, era muy común en aquella época: "¿Qué hace la nobleza a lo largo de todo el período Bajo Medieval, es decir, siglos XIII, XIV y XV? Buscan controlar las ciudades, aunque sean de realengo, porque es una forma de presentar su poder y, por decirlo de alguna forma, de presentarse como controladores de la sociedad".

Pero Sevilla tenía algo más: "¿Qué pasa? Que Sevilla es la principal ciudad de Andalucía. Es la principal ciudad de la corona de Castilla, al menos en cuanto a que es la más poblada, sin lugar a dudas; y por todo el control del comercio entre el Atlántico y el Mediterráneo que se está efectuando ya en Sevilla. Por eso es tan importante controlar Sevilla", nos explica Villarroel. Teniendo en cuenta todo esto no es de extrañar que los dos nobles, con sus respectivos leales, llegasen incluso a las armas.

Sin embargo, ni el duque ni el marqués contaban con Isabel, que iba a tener mucho que decir en este tema. "Con mucho estudio y con mucha diplomacia consigue ganarse sus voluntades", afirma Teresa Cunillera, asesora histórica de la serie. Ángeles Irisarri, autora de 'Isabel, La Reina', completa esta cuestión: "Los principales insurrectos, atendiendo a lo que se decía de que Dios bendecía a los soberanos, se amoldaron a la circunstancia, se postraron ante ellos y les entregaron las llaves de sus fortalezas y villas. Tal hizo Enrique, duque de Medina Sidonia, que tenía Sevilla sin que nadie se la hubiera dado desde la muerte de Enrique IV; los 24 regidores de la ciudad y la clerecía prestaron juramento; y, poco después, el marqués de Cádiz se presentó una noche en el Alcázar, llamó al postigo y dijo que quería besar las manos de los reyes. Éstos lo abrazaron y recibieron las llaves de sus posesiones". Así terminaba la lucha por el control de la ciudad del Guadalquivir, sin mucho perjuicio para los nobles, a los que se les devolvieron la mayoría de sus tierras y vasallos.

El otro problema sevillano: la delincuencia

Como hemos visto en el capítulo de hoy, una vez que Isabel se hace con el Alcázar, decide dirigirse a sus súbditos: "Sevillanos. Es por mí conocido que en esta villa se acumulan los agravios no castigados y el hambre que nace del desorden. Durante años, los caballeros que por grandeza debieron guardaros como hijos os han descuidado para atender solo sus riñas y sus patrimonios, insensibles a vuestro sufrir".

Y era cierto, Sevilla tenía un problema de importantes dimensiones: su alto porcentaje de delincuencia. Por eso la reina decide impartir justicia, lo haría todos los viernes. Sería este, un gesto que impactaría a toda la sociedad, ya que algo semejante no se había hecho nunca. "Era una justicia implacable. Es una justicia que tiene como novedad que es en el momento: ahí se establece el juicio, ahí se celebra, y allí mismo se dictamina el castigo, que a veces eran ejemplares y eran muy fuertes", comenta Teresa Cunillera. Para la asesora histórica de la series, ésta era un forma de establecer una especie de igualdad en cuanto a la justicia: "la gente del pueblo que no pueda pagarse un abogado, que no sabía hablar, que no sabía expresarse… pues de ese modo sí que tiene una especie de abogado".

Y "la justicia de la reina" surtió efecto, ya que al celebrarse tantos juicios y aplicarses tantos castigos, los delincuentes abandonan la ciudad en desbandada.