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Asier Etxeandía, al arte por amor

  • "Ha sido el año más fructífero de mi vida", reconoce el actor
  • Tras participar en La Chunga, protagoniza El intérprete
  • CONTENIDO EXTRA: Mira la entrevista completa no emitida en TV

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Entrevista a Asier Etxeandía: "El teatro me ha hecho explorar algo muy cercano al rocanrol"

Dicen que la música amansa a las fieras y el alma de Asier encontró una vía, la posibilidad de ser, cantando en su cuarto, inventando amigos invisibles, imaginando mundos.

Asier Etxeandía nos contó, lo cuenta en su web, que de pequeño lo pasó muy mal. Le costaba más hacer amigos que enemigos. No sabemos las razones, igual él tampoco las conoce bien. Lo importante es que su dolor se abrió paso a ritmo de canciones y, en vez de estancarse, hizo camino.

Su empeño por adentrarse donde se encontraba incómodo le ha permitido conmover a los demás

Asier Etxeandía siempre quiso ser cantante aunque la vida le hizo actor, un actor que canta. Se ha inventado un espectáculo para hacer realidad el sueño del niño que fue. Dicho así podría rechinar. ¡Cuánta gente cree que por el hecho de querer ser una estrella ya lo es! Pero no, Asier no ha sido un hombre autocomplaciente.

El dolor le acostumbró a coger los caminos más costosos. La posibilidad de ridículo, aquello que le incomoda, que le hace tambalear su mundo, le parecen buenas pistas para empezar a crear. Tampoco se deja arrastrar por la vanidad del virtuosismo. Él sabe que el arte va de otra cosa porque fue el arte el que le ayudó a seguir adelante.

Por eso, seguramente, Asier ha podido compartir su sueño con el público, el sueño de interpretar canciones, de prestarle la voz y el cuerpo a las palabras y melodías de otros. Su empeño por adentrarse donde se encontraba incómodo le ha permitido conmover a los demás.

Ya no le hace falta inventarse amigos invisibles porque, gracias a ese ritual religioso que se inventaron los griegos (el teatro), Asier dice que, a veces, consigue “hacer el amor con el público”. Se trata, nos explica- de dejarte a ti mismo a un lado, y ponerse al servicio del encuentro con el otro, de ofrecerle la historia y la compañía que ha venido a buscar, porque el público -nos recordó- va al teatro para sentirse acompañado.