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Destino: España vuelve a Galicia, un pueblo de emigrantes

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Destino: España - Galicia IV

'Destino:España vuelve a las tierras gallegas en busca de extranjeros que un día decidieron quedarse allí. Quizá sea porque en Galicia está la única muralla romana del mundo que conserva integro su perímetro o por su puerto cantábrico, líder en captura de Bonito del Norte.

Desde Galicia en la edad media ya se exportaba vino blanco a Inglaterra, Italia, Alemania, y Flandes. Este no es solo un pueblo de emigrantes. A Galicia toda la vida han llegado extranjeros a miles.

Volvemos a Galicia de la mano un marroquí de dos metros, un inglés con el coche de un dandy, una abuela con mucho ritmo y un ruso que canta y golpea como el mar en la costa da morte.

Nuestros extranjeros en Galicia

Nuestro primer extranjero es Bebeto, un brasileño que vive en Rivadavia. La llaman Bebeto asi que ya se imaginan de donde viene. Saca al santo en procesión, es el único hombre en el grupo de baile, y toca el bombo en una banda. Es hiperactivo y brasileño.

A continuación Mustafá, que viene de Marruecos, nos enseña Grove, en la ria de Arousa. Aquí vive mustafá, un marroquí de dos metros que no pudo jugar al baloncesto en su país. Sus hijos lo hacen en Galicia.

Antonina vino desde Cabo Verde para quedarse en Burela. Desde los setenta los barcos de Burela estaban llenos de cabo verdianos. Sustituyeron a los marineros gallegos que preferían quedarse en tierra. Con aquellos hombres llegaron sus mujeres.

Nos encontramos con un dandy en el Lugo más romano. Se llama Graham y como no, es ingles. Pero su ciudad es Lugo y aquí están de fiesta. Celebran que también fueron romanos.

Anatoli es boxeador, rapero y trabaja en una empresa de seguridad. Después de entrenar, trabajar y grabar nos va a llevar a la playa de Riazor. Este ruso nos enseñará la noche de San Juan.

Stefan no echa de menos su Suiza natal. Cambió los bosques alpinos por los castaños gallegos. Un hombre tranquilo que recorre aldeas de Pontevedra en busca de muebles que reparar.

Nuestra última extranjera, Sandra, llegó de una metrópolis, Buenos Aires, a una pequeña aldea de Pontevedra, pero no cambió de oficio: el de endulzar los paladares con pasteles de aquí y de allá.