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'Groenlandia-Manhattan', el trágico destino de Minik el esquimal

  • Narra la historia real de un esquimal que en 1897 fue arrastarado a Nueva York
  • Un comic galardonado con el Gran Premio Goscinny 2008

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Viñetas de 'Groenlandia-Manhattan', de Chloé Cruchaudet
Viñetas de 'Groenlandia-Manhattan', de Chloé Cruchaudet

Con un interés cercano a lo antropológico, la dibujante francesa Chloé Cruchaudet reconstruye una biografía trágica en su nuevo cómic, Groenlandia-Manhattan (Norma Editorial), en el que narra la desdichada trayectoria vital de Minik, un esquimal que en 1897 fue arrancado de su mundo y trasladado a Nueva York por la fuerza.

"Es una historia sobre el exilio y el desarraigo. Minik consiguió adaptarse con éxito a un entorno que no era el suyo, donde no se encontraba por propia voluntad, pero luego descubrió que siempre sería considerado como alguien 'diferente'", explica Cruchaudet (Lyon, 1976).

Las últimas décadas del siglo XIX fueron una época dorada para los exploradores, cuyas hazañas ocupaban la primera página de todos los periódicos. Entre los grandes referentes se encontraba el estadounidense Robert Peary, que el 6 de abril de 1909 se convirtió en el primer hombre en alcanzar el Polo Norte.

"Siempre estaba endeudado hasta las cejas. Intentó llegar al Polo en 1897, pero fracasó y, para contentar a las instituciones que habían sufragado la expedición, trajo a un grupo de esquimales como trofeo y medio de pago, como si se tratara de pieles de osos", asevera la autora de Groenlandia-Manhattan).

No es una historia de "Buenos y malos"

"Por lo que he leído acerca de él, Peary era un hombre muy agradable, pero se estableció en su mente que los blancos estaban por encima de los negros, que a su vez estaban muy por encima de los esquimales. No fue algo particular de los estadounidenses; en Francia no se comportaban mejor", lamenta.

Con estilo crudo y directo, Cruchaudet narra la travesía de Minik hacia lo desconocido. "Era como tener un rompecabezas formado por todos los archivos que había podido encontrar; me puse en sus zapatos para reconstruir las partes que faltaban", afirma.

La ilustradora no pretendía hacer "una historia de buenos y malos", sino plasmar una mirada desapasionada de los diferentes personajes. "Evité caer en la simple denuncia para entender mejor el sistema de pensamiento del siglo XIX. Las jerarquías humanas parecían eran algo natural, socialmente establecido", señala.

De los seis inuits trasladados a Nueva York, solo dos sobrevivieron a la tuberculosis: un adulto que regresó a Groenlandia y el propio Minik. Los cuerpos de los demás fueron expuestos en el Museo Americano de Historia Natural, con sede en La Gran Manzana.

"Es una historia de soledad"

"No he utilizado un discurso condescendiente o moralizante, a pesar de que este es el tipo de actitud que llevó a los excesos descritos en el libro. Traté de ponerme en el lugar de los personajes con la esperanza de que el lector comprenda el carácter trágico de sus destinos", plantea Cruchaudet.

Asqueado por el trato dispensado a los restos mortales de su padre, Minik volvió a su tierra natal, pero la vida allí tampoco fue sencilla. "Soñaba con un regreso idílico, pero la vida en el Polo Norte era tan cruel como en Nueva York. En todas partes se sentía fuera de lugar: en Nueva York era el buen salvaje polar, y en Groenlandia un yanqui fantasioso", opina la dibujante.

El esquimal retornaría a Estados Unidos en 1916, donde una gripe acabaría con su vida dos años más tarde. "Es una historia de soledad. El ser humano tiene una extraordinaria capacidad para adaptarse, pero un cambio de entorno nos hace preguntarnos quiénes somos realmente. Minik no lo supo nunca", sentencia Cruchaudet.