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'Velocidad moderna', un cómic con una atmósfera inquietante

  • Su autor es Blutch, uno de los dibujantes de 'La Mazmorra'
  • Nos propone una historia surrealista tan extraña como fascinante

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Viñetas de 'Velocidad moderna' de Blutch
Viñetas de 'Velocidad moderna' de Blutch

Blutch (Christian Hincker)

Estudió artes decorativas y a finales de los 80 ganó un concurso de cómic. Pronto se reveló su talento en series como 'Pecos Jim', 'Waldo's war' o 'Mademoiselle Sunnymoon'. Y en los últimos años se ha dejado llevar por la creatividad salvaje en libros como 'Velocidad moderna'. Ha hecho ilustraciones para periódicos como 'The New yorker' y destaca su intervención como dibujante en 'La Mazmorra', de Sfar y Trondheim.

Asegura Blutch, en el epílogo de Velocidad moderna (Ediciones La Cúpula), que su objetivo con esta obra es "dar toda la importancia a la atmósfera". Y realmente lo consigue, porque crea un universo inquietante, a veces de pesadilla, y otras más cercano de lo que creemos.

Incluso en ocasiones no sabemos si nos está tomando el pelo, pero no podemos dejar de leer ni un sólo momento. Crea un universo extraño pero fascinante, como extraído de una película de David Lynch.

Velocidad moderna cuenta la historia de Lola, una joven estudiante de danza que es abordada en las calles de París por una desconocida que le propone escribir un libro sobre ella, para lo que tendrán que pasar juntas el día entero.

Lola dice que sí, sin pensarlo demasiado, y a partir de ese momento comienza una pesadilla que nos recuerda, a ratos, a Jo que noche (Martin Scorsese, 1985) en la que Griffin Dunne quería ligar con Rossanna Arquette y en una noche le pasaban las cosas más extrañas.

Espera lo insperado

Como en esa magnífica película, y como en la vida real, nunca sabemos hacia donde nos va a llevar la historia, y ese es su mérito.

Blutch asegura que "cuando una historia comienza de manera misteriosa  o angustiante, la resolución del misterio casi nunca funciona. Uno se dice: "Ah, era eso, un tío disfrazado de fantasma con una sábana..."

Por eso se deja llevar por las emociones y por las cosas surrealistas que les pasan a los protagonsitas: miedos, amores ridículos, sectas, arañas enormes, y neurosis de raíz sexual. Sin explicar nada... Todos sabemos que no se puede explicar la vida.

Leer esta obra es un reto, que nos resultará fascinante si entramos en ese mundo en el que cualquier cosa es posible. Blutch asegura que también se ha inspirado en esas películas de cine negro "que se vuelven abstractas y no se entiende nada de la historia, como La Jauría humana (Arthur Penn, 1966) o A quemarropa (John Boorman, 1967). Como no se entiende nada, sólo nos queda interesarnos por los aspectos más físicos, como la violencia"

Lo curioso es que, cuantas más cosas averiguamos de los personajes, parece que más nos ocultan.

Blutch confiesa que esta historia surge de su libro de apuntes en el que toma notas y acumula imágenes. "Me consagro a menudo a él y después renuncio" Y que lo que le gusta "Lo incongruente, alternar lo frío y lo caliente, hacer aparecer una faceta inesperada..."

Incluso se inventa una especie de epílogo en el que nos descubre otro fragmento de la vida de la protagonista, que no tiene principio ni final y no guarda ninguna relación con la historia principal. Como si nos volviesemos a encontrar con ella sólo para volverla a perder, como pasa en la vida real.

Una obra de arte

Para ilustrar este libro, que los surrealistas habrían aplaudido pero que también resulta fascinanante para todos a los que nos gusta el cómic, Blutch realiza algunas de las páginas más bellas de su carrera, tanto las que reflejan a las protagonistas en su vida cotidiana, como las oscuras ensoñaciones de una noche de pesadilla.

A destacar esa portada en que las dos protagonistas sueñan tranquilamente sin sospechar lo que les espera en el interior del libro, un sueño que nadie querría experimentar pero que nos atrapa sin remedio, y nos plantea la eterna pregunta ¿La vida es sueño?