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Lucio Dalla nos deja un poco más solos

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Para el público español la figura de Lucio Dalla está vinculada a voces como la de Patxi Andión, que apenas nos insinuó lo profundo que era su mar o nos precipitó en esa inocente y sarcástica utopía del año que vendrá.

Eso… y apenas algo más de la mano de Sabina, Pavarotti,… o del mismísimo Julio Iglesias.

Pero yo tuve la suerte de crecer en italiano, de ver correr por mis venas sangre trasalpina, de mamar al tiempo que la nuestra esa otra cultura que entonces parecía tan lejana, tan prohibida, tan europea…, y en plena esquizofrenia cultural, pude alternar entre mis cassettes, vinilos y partituras de guitarra las canciones de Serrat, de Llach, de Aute, o del propio Sabina con aquellas otras de Fabrizio D’André, De Gregori, Dalla, Branduardi o Baglioni.

Lo que Lucio me enseñó

Dalla me enseñó –como todos los demás- que la belleza puede ser tan ronca como su voz, que bajo las estrellas de los suburbios también crecen los sueños, que la hipocresía de los vencedores se conjuga en todos los idiomas porque en todas partes hay vencedores y perdedores, que el amor, aún creciendo a la vuelta de la esquina, es capaz de recorrer y atravesar un océano de intolerancia…, o que la cotidianeidad de lo humilde es capaz de alzarse a los altares de lo sublime, siempre y cuando, claro está, no caiga en la fácil trampa de la aún más supina estupidez.

Dalla, que -como todos los demás- me emocionó con su canciones, con sus letras, con su voz,.. terminó también -como todos los demás- saliendo de la estantería, del equipo de música, para dejar sitio a nuevas voces, a nuevas sensaciones, a nueva gente que reinventaba la música o la estupidez. Y así, hasta que un triste día como hoy, casi como todos los demás, me entero de que un puto infarto se lo ha llevado para siempre. Y entonces…, se me queda esta cara de imbécil y me doy cuenta de que me acabo de quedar un poco más SOLO. Como todos los demás.