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Las claves de la semana

¿Qué países ya no usan mascarilla? España sigue la estela de Reino Unido, Austria o Francia

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Las mascarillas dejarán de ser obligatorias en exteriores a partir del 26 de junio, el primer fin de semana del verano.
Las mascarillas dejarán de ser obligatorias en exteriores a partir del 26 de junio, el primer fin de semana del verano.

Llevábamos más de un mes escuchando el soniquete de una canción, o más bien una profecía: el fin de la mascarilla podría estar cerca; llegará un día en que podremos volver salir a la calle sin tapabocas. ¿Cuándo? "Pronto", se nos decía, y poco más. Hasta este viernes, cuando el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha anunciado que la mascarilla dejará de ser obligatoria en exteriores el próximo sábado 26 de junio, a falta de que lo ratifique un Consejo de Ministros extraordinario el jueves y se conozcan los detalles.

España adopta así una medida que ya se aplicó en países de nuestro entorno y que se había hecho esperar ante las crecientes expectativas de tener un verano, este sí, parecido a la normalidad. Una noticia que, mientras la vacunación sigue trayendo noticias esperanzadoras, se presenta como la medida estrella de la desescalada pospandémica.

Quién ha quitado ya la obligación de la mascarilla

En la carrera por sacarse la mascarilla en los espacios públicos, España se prepara para cruzar una meta que ya han pasado desde el mes de abril países como Israel y Estados Unidos. En Europa, el primero fue el Reino Unido (22 de abril), con un experimento inicial en Gibraltar, cuyos ciudadanos pudieron pasear ya sin mascarilla el 28 de marzo.

Los siguientes en retirar la necesidad de llevar mascarilla en espacios abiertos fueron Polonia (15 de mayo) y Hungría (23 de mayo). Y en junio se ha producido un descorche: Bélgica (9 de junio), Austria (10 de junio), Francia y Andorra (17 de junio).

Dinamarca, además, es desde el día 14 de este mes el primer país europeo en eliminar el uso obligatorio de mascarilla en interiores, y solo la mantiene en el transporte público. En Israel, donde sus ciudadanos no estaban obligados a cubrirse la boca en áreas abiertas desde el 18 de abril, desde el 15 de junio ya no tienen por qué usarla tampoco en el interior de bares, oficinas, comercios o transporte público -donde ya no era usual verlas-.

Nuestros vecinos franceses han sido los últimos en despertar la envidia en este sentido. Desde el jueves, ya no es necesario en el país galo llevar la mascarilla en el exterior, aunque seguirá siendo necesaria cuando se esté en grupo y en lugares concurridos, como por ejemplo una cola, un mercado, las gradas de un estadio y los patios de las escuelas.

¿Patrón geográfico o cultural?

Una ojeada al mapa de Europa muestra que la obligación de ponerse la mascarilla al aire libre se circunscribe a día de hoy a los países del sur: España, Italia, Grecia, Rumanía, Bulgaria, Malta y Chipre. Y, en cierto modo, también Portugal, que el pasado 10 de junio renovó por tres meses la obligación de usar mascarillas en espacios públicos en los que no sea posible mantener la distancia social de dos metros.

En países como Alemania, Dinamarca, Noruega, Suecia y Finlandia nunca han sido obligatorias en el exterior.

En esa pauta hay quien ve una mayor predisposición a interiorizar las medidas preventivas contra la COVID-19 en los países del norte que en los meridionales. Así lo apunta el presidente de la Sociedad Española de Medicina Preventiva (Sempsph), Rafael Ortí, en conversación con RTVE.es.

Ortí considera que en países como España, por carecer de suficiente concienciación y disciplina, se tuvo que hacer una obligación explícita de usar mascarilla en exteriores en lugar de distinguir entre posibles escenarios de más o menos riesgo, en función de la aglomeración de personas y la ventilación. Hemos vivido meses teniendo que llevar una mascarilla en la toalla de la playa o la piscina o paseando en solitario por parques y bosques.

"Con gente responsable y cumplidora de las normas no habría hecho falta, como ha ocurrido en países nórdicos y otras partes del mundo. En España, la ley ha sido necesaria para mantener la homogeneidad y la amenaza de las sanciones a quien no cumplía", señala. Desde el momento en que la mascarilla deja de ser un complemento obligatorio por ley, la prevención apela ahora directamente a la responsabilidad individual y a la concienciación social.

Una decisión política, pero basada en los datos

El uso obligatorio de la mascarilla fue una decisión política amparada en los datos epidemiológicos, así que parece lógico que su abandono también lo sea. Los países que ya han invitado a sus ciudadanos a quitársela en los espacios abiertos lo han hecho como consecuencia de una tendencia favorable en los contagios, las hospitalizaciones y la vacunación, y condicionado a estas. Pero los criterios no han sido siempre los mismos.

Y así ha sido en el caso de Polonia y Hungría. En el primero, se suspendió la necesidad de llevar mascarilla en exteriores siempre y cuando la incidencia acumulada se mantenga bajo control, por debajo de 15 casos. En Hungría se adoptó la medida cuando se superaron los cinco millones de vacunados en un país de 9,8 millones de habitantes.

Si Israel se ha vuelto a la vida cotidiana sin barbijos es porque ha destacado desde el principio en su campaña de vacunación. El día que las mascarillas dejaron de ser obligatorias se habían detectado solo 25 casos nuevos tras realizar más de 30.000 tests (0,1 % de positividad) y contabilizaba más de 5,1 millones de personas vacunadas con la pauta completa, en una población total de 9,3 millones.

Pero detrás de esta decisión política también pueden esconderse motivos políticos. O al menos eso sospecha la oposición en Francia, cuyo gobierno ha decretado el fin de la mascarilla en exteriores y también ha adelantado el final del toque de queda a este domingo 20 de junio, diez días antes de lo previsto.

La situación epidemiológica -con una incidencia inferior a 100 casos y con el número de ingresados en UCI por coronavirus en descenso- es favorable, pero el país aún no llega a un 25 % de la población con la pauta completa de la vacuna. Los partidos de la oposición ven oportunismo político en esta medida, cuatro días antes de la primera vuelta de las elecciones regionales.

En otros países, como Portugal, abandonar la mascarilla en exteriores sigue siendo impensable, en un momento en que los contagios en Lisboa y su entorno no paran de aumentar (la incidencia está en torno a 300 casos y concentra casi el 70 % de los nuevos contagios registrados en el país), en parte debido a la prevalencia de la variante delta. Y en Reino Unido, donde se retiró la obligación de mascarilla en exteriores el 22 de abril, los contagios han reiniciado una tendencia creciente a causa de la variante delta del coronavirus.

Mucha vacunación y poca transmisión

¿Cuál sería entonces un nivel aceptable en el que retirar con seguridad la mascarilla, al menos en los espacios exteriores? El epidemiólogo y profesor en la Universidad de Alcalá Manuel Franco no se atreve a poner "una raya" arriba o abajo mientras la tendencia en casos, hospitalizaciones y muertes se mantenga favorable. El experto cree que "es obvio que se puede permitir" relajar el uso de mascarilla en exteriores, donde el riesgo de contagio es muy bajo, y que hay lugares donde "científicamente no se sostiene" la obligación de llevar esta protección, afirma en declaraciones a RTVE.es.

Tanto él como el presidente de la SEMP creen que es necesario un nivel de cobertura alto de vacunación y bajo de transmisión. Rafael Ortí sí cifra en el 50 % de los ciudadanos con la vacuna completa -a los que se sumarían aquellos que tienen inmunidad por haber pasado la enfermedad- y una incidencia acumulada por debajo de 50 casos por cada 100.000 habitantes en los últimos 14 días.

Bajo ese punto de vista, la retirada de la mascarilla en España llega demasiado pronto.

Aunque el objetivo del Gobierno es llegar a los 15 millones de personas vacunadas con la pauta completa en los próximos días, eso supondría tener a menos de un tercio de la población española inmunizada. Si el umbral ideal para deshacerse de la mascarilla está en el 50 % de la población vacunada, de seguir el ritmo de vacunación actual ese objetivo no se alcanzaría hasta la última semana de julio, según la proyección calculada por DatosRTVE. Por el momento, solo nueve comunidades autónomas han puesto la pauta completa de la vacuna a más del 30 % de su población.

Mientras el Gobierno se resistía en los últimos días a poner fecha al fin de la mascarilla, las comunidades pedían un calendario consensuado, pero no con la misma urgencia. Algunas querían llegar a julio sin la obligación de la mascarilla en las calles y las playas; en especial las que tienen mayor intereses turísticos, como la Comunidad Valenciana y Baleares. Otras como Andalucía, Castilla y León, Cantabria y el País Vasco veían precipitado proponer el debate, y abogaban por esperar a un momento con datos de "nivel de normalidad".

En España la incidencia desciende, pero lo hace lentamente y aunque la mayoría de territorios están por debajo de la media nacional, persiste la variabilidad entre comunidades y se observan los primeros repuntes en regiones como Canarias y Comunidad Valenciana -hasta ahora con baja incidencia-. Unido a la presencia creciente de la variante delta en varias comunidades y a los contagios entre la población menor de 40 años aún sin vacunar, la liberación de la mascarilla en la calle no debe hacer olvidar la prudencia.

Además, si consideramos el criterio marcado por Sanidad como nivel de bajo riesgo una incidencia acumulada inferior a 50 casos, con los últimos datos disponibles tan solo cinco territorios -Baleares, Comunidad Valenciana, Galicia, Murcia, y la ciudad autónoma de Ceuta- se encuentran en esa situación que invitaría a retirar la mascarilla con seguridad.

Sea como sea, podremos dejar en un cajón la mascarilla, aunque sea a veces. Será una imagen de fuerte calado simbólico. Desaparecerá de una parte de nuestra vida la prenda que nos ha recordado todos los días que la pandemia está ahí. Pero, como recuerdan los expertos en salud pública, el peligro continúa en los lugares cerrados, especialmente en reuniones sociales en espacios privados, el interior de bares y restaurantes los locales de ocio nocturno.