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Elecciones EE.UU. 2020

Los claroscuros económicos de Trump: crecimiento récord, pero también desigualdad, antes y después de la pandemia

  • EE.UU. marcaba cotas récord de crecimiento y empleo antes de irrumpir el coronavirus, y ahora se recupera a buen ritmo
  • Pero la desigualdad aumenta y los más desfavorecidos sufren más por la COVID-19 | Especial elecciones en EE.UU.

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La economía de Estados Unidos, ¿baza electoral?

Es posible que, si el coronavirus no hubiera irrumpido este año como la mayor catástrofe de la humanidad en décadas ni hubiera matado a cerca de 230.000 estadounidenses, Donald Trump estuviera cerca de ratificar un segundo mandato en las elecciones presidenciales a lomos de una expansión económica que hace apenas unos meses marcaba récords de crecimiento y de empleo: pese a los claroscuros que proyectaba -una deuda incontrolable, un déficit comercial siempre al alza y una desigualdad cada vez más acusada-, la economía siempre fue la gran baza del presidente de Estados Unidos, que ahora intenta volver a poner en valor su gestión en otra cerrada carrera por la Casa Blanca con Joe Biden.

Los economistas, sin embargo, conceden poco crédito a la política económica de Trump y no solo advierten que su mérito estriba en haber aprovechado el impulso previo, bajo la administración de Barack Obama, sino que varias de sus medidas profundizan en los desequilibrios que ya acechaban al más prolongado ciclo expansivo de la economía estadounidense desde la Segunda Guerra Mundial, como el endeudamiento externo.

El balance económico de Trump, mirando solo a los resultados macroeconómicos, era excelente

"El balance económico de Trump, mirando solo a los resultados macroeconómicos, era excelente, pero la causalidad entre sus políticas y esos resultados es pequeña", asegura el director de Economía de Analistas Financieros Internacionales (AFI), Gonzalo García, quien recuerda que "la economía puede ir muy bien y no necesariamente por las políticas, sino incluso a pesar de las políticas".

En la misma línea se pronuncia Niclas Frederic Poitiers, economista del Instituto Bruegel: "Trump heredó muchas cosas buenas de la era Obama y supo aprovechar una posición ventajosa; su rebaja de impuestos tuvo algún efecto positivo, pero no ha puesto el acento en el largo plazo", indica, al tiempo que recuerda el abandono de una de las principales promesas electorales del ahora presidente, la renovación de las envejecidas infraestructuras del país.

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Un crecimiento de récord

Pese a todo, entre las promesas cumplidas de Trump durante estos cuatro años se encuentran tanto su reforma fiscal, que permitió una notable bajada de impuestos especialmente a las empresas, pero también a los trabajadores, e incentivo la repatriación de capitales, como la eliminación de regulaciones, sobre todo laborales y medioambientales: a los pocos días de desembarcar en la Casa Blanca aprobó una orden ejecutiva que exige a cualquier departamento que quiera imponer una nueva normativa retirar otras dos a cambio.

Ambas medidas, junto a las políticas monetarias expansivas de la Reserva Federal, insuflaron nuevo viento en las velas de una nave que ya navegaba a gran velocidad. Y las cifras son incontestables: Estados Unidos cerraba 2019 con un crecimiento del 2,3 %, algo menor que el 2,9 % del año anterior, pero aún elevado tras una década completa de expansión de la actividad.

Una expansión que se reflejaba en el desempleo, que marcó su menor nivel en medio siglo con una tasa de paro del 3,5 %, y en el crecimiento de los salarios reales, que aún era del 2,1 % anual en febrero de este año, por debajo del mejor momento de la recuperación -con Obama llegaron a crecer un 2,4 % en 2015-, pero muy elevado.

En febrero, el presidente sacaba pecho: "Somos el país número uno en el mundo en términos de economía. Nadie nos va a coger. Estamos creando la economía más próspera y la sociedad más inclusiva que ha existido jamás". El coronavirus, sin embargo, comenzaba a proyectar su sombra sobre el mundo.

Hundimiento y recuperación parcial

La paralización de la actividad a la que obligó el SARS-CoV-2 en la pasada primavera hundió a la economía estadounidense, como al resto de economías mundiales: en el segundo trimestre de este año, el producto interior bruto caía un 9 % respecto al trimestre anterior y un 32,9 % en tasa anualizada, al tiempo que se esfumaban más de 22 millones de empleos y la tasa de paro rozaba el 15 % en abril.

El rebote tras el verano, como en otros países, ha sido igual de intenso, de forma que el PIB ha crecido un 31,4 % en tasa anualizada en el tercer trimestre y un 3,6 % respecto al trimestre anterior, mientras que el desempleo volvía estar en septiembre por debajo del 8 %. En cuanto a los salarios, la pandemia ha acelerado su crecimiento estadístico: los primeros en perder el empleo son los trabajadores con menos salario, que además se concentran en sectores como la hostelería, muy afectados por el coronavirus, y al salir del cálculo por millones, la media se disparó, por lo que la hora trabajada se situó en agosto en 29,5 dólares, por encima de la situación previa.

La recuperación es vigorosa, pero desigual, porque apenas se han recuperado la mitad de los empleos perdidos y el Congreso sigue sin acordar un nuevo paquete de ayudas como el que sostuvo a muchos estadounidenses que perdieron su trabajo en la primera oleada (de 600 dólares, entre la subvención federal y la estatal). El único indicador que ha vuelto a los niveles previos y que sigue al alza es la bolsa, lo que atiende más al efecto de los estímulos y a los bajos tipos de interés que a la actividad real.

Se está profundizando en la desigualdad, quienes salen perdiendo son los estadounidenses más pobres

"Se está notando más en las cifras macro y en los mercados que en el ciudadano medio. Hay diez millones de empleos menos que en marzo y hay una parte de la población, que además es la que tiene ingresos más bajos porque trabaja en hostelería y servicios, que no tiene apoyos", explica Gonzalo García. "Se está profundizando en la desigualdad, quienes salen perdiendo son los estadounidenses más pobres, que trabajan en servicios y que también son los más vulnerables ante el virus", abunda Niclas Frederic Poitiers.

La desigualdad sigue aumentando

En última instancia, la pandemia está aflorando desequilibrios que ya estaban presentes en la economía estadounidense, como la brecha entre ricos y pobres: en 2019, el 20 % de los hogares más acaudalados acapararon el 51,9 % de las rentas familiares, mientras el 20 % con menos recursos recibía el 3,1 % de las rentas. Es una tendencia que venía de décadas atrás, aunque los economistas creen que la reforma fiscal de Trump ha acentuado esas diferencias.

Eso no ha impedido, en cualquier caso, que todas las capas sociales se hayan beneficiado de la larga etapa de crecimiento económico, porque cuando la economía avanza a buen ritmo durante tantos años, arrastra a todos; de hecho, la tasa de pobreza ha caído durante el mandato de Trump al 10,5 %, cuando superó el 15 % tras la Gran Recesión de 2008, durante la era Obama. Y Estados Unidos prevé cerrar el año con una caída del PIB del 4 %, muy moderada en comparación con las de otras economías avanzadas, si la segunda oleada no pone nuevas trabas.

Pero los desajustes que ya existían permanecen, como la enorme deuda pública, que ya era abultada antes de que Trump llegase a la Casa Blanca, aunque sus bajadas de impuestos han acentuado el agujero fiscal: se estima que han añadido 1,5 billones de dólares a un desfase que ahora debe cargar con otros tres billones de las ayudas por el coronavirus. El resultado es que, cuando acabe el año, la deuda rondará los 20 billones, un 98 % del PIB, la tasa más elevada desde la Segunda Guerra Mundial, y en 2021, según la proyección de la Oficina Presupuestaria del Congreso, alcanzará el 104 %.

En cuanto al déficit comercial, que Trump prometió enjugar mediante la renegociación de los acuerdos multilaterales como el Tratado de Libre Comercio de América del Norte con México y Canadá, en 2018 alcanzó un máximo histórico de 621.000 millones de dólares y en 2020 se espera que se reduzca en unos cien mil millones solo por el parón de la economía global.

El daño al comercio mundial

Más peligroso para Trump, especialmente desde un punto de vista electoral, es que ni la renegociación de los acuerdos comerciales ni las guerras de aranceles en las que se ha enzarzado tanto con China como con la Unión Europea han resultado en un retorno de puestos de trabajo deslocalizados por la industria, tal como prometió en 2016, lo que le granjeó el apoyo de numerosos trabajadores blancos sin estudios superiores, unos de sus grandes caladeros de votos.

No hay evidencia de relocalizaciones, la situación había mejorado para todos por el ciclo, pero no por sus medidas

"Todas las evidencias sugieren que sus políticas no han funcionado en ese sentido, especialmente la evolución del déficit comercial, ni han tenido una evolución positiva sobre industrias como la del automóvil; más bien sugieren que las ha hecho menos competitivas", afirma Niclas Frederic Poitiers, un extremo en el que coincide Gonzalo García: "No hay evidencia de relocalizaciones, la situación había mejorado para todos por el ciclo, pero no por sus medidas, que más bien han tenido efectos negativos".

Ambos señalan que el proteccionismo de cariz nacionalista que propugna Trump perjudica, de hecho, a numerosos estadounidenses, desde los obreros que ensamblan productos fabricados en China a los agricultores que cultivan soja y ven reducidos sus mercados por las represalias comerciales, pasando por los consumidores, que pagan precios más altos por los bienes afectados por los aranceles.

Y aunque creen que la pugna con China se sostendrá gane Biden o gane Trump, consideran que un segundo mandato de este sería más corrosivo para el sistema económico mundial: "Yo estoy preocupado porque lo que ha hecho en los últimos años es socavar las instituciones internacionales, como la Organización Mundial del Comercio", admite el analista del Instituto Bruegel. García, por su parte, también cree que sería negativo: "Cuatro años de Trump, con un ciclo benigno, no se notan tanto, pero ocho años se notarían muchísimo en términos de costes". La economía, como el mundo, contiene el aliento.