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Hack-and-leak en las elecciones de EE.UU: Filtraciones que también pueden desinformar

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Los candidatos Trump y Biden durante el último debate televisado.
Si en 2016 los bulos coparon la campaña electoral en EE.UU., en 2020 la desinformación da una vuelta de tuerca con filtraciones interesadas.

Las elecciones de 2016 en EE.UU. pasarán a la historia como las de las “noticias falsas”. En las de 2020 la desinformación es más compleja y sigue pasando por los bulos, pero también se teme la filtración de materiales robados comprometedores (los llamados hack-and-leak) que puedan impactar en la opinión pública antes del voto.

Los estadounidenses eligen a su presidente el 3 de noviembre, Donald Trump por el Partido Republicano o Joseph Biden por el Partido Demócrata, en una cita llena de incertidumbre que RTVE.es te está contando aquí. Uno de los bulos que más se ha movido antes del primer debate electoral a dos es que Biden lleva puesto un pinganillo para recibir información. El rumor ya se difundió sobre la demócrata Hillary Clinton en 2016 y trata de subrayar la presunta incapacidad intelectual o edad avanzada del candidato.

Además de bulos o “noticias falsas” (una expresión que desaconsejan los expertos), tanto en 2016 como en 2020 se han producido filtraciones electorales. En 2016 hubo dos muy llamativas. La primera significó la aparición de un vídeo en el que Trump se refería en términos soeces a las mujeres. Menos de una hora después, Wikileaks empezó a publicar correos electrónicos de John Podesta, responsable de campaña de Clinton, que perjudicaban la imagen de los demócratas. Es el método conocido como “hack-and-leak”, piratea y filtra, que deja a la gente sorprendida por la aparición repentina de datos chocantes y que se da sobre todo en campaña electoral.

Hack-and-leak

Facebook ha advertido sobre el peligro del “piratea y filtra” en estas elecciones y a algunos especialistas les parece una opción cada vez más posible porque la tecnología lo facilita. “El efecto de una operación de hackeo depende realmente del contexto político subyacente y en este caso EE.UU. está ahora mucho peor que en 2016”, le explica el investigador del Atlantic Council James Shires a MIT Technology Review en un artículo sobre cómo se han preparado los expertos en ciberseguridad frente a este problema.

La inteligencia de EE.UU. atribuyó a Rusia el robo de los emails de Podesta en 2016 (aquí su informe oficial). Según algunos análisis, pudo ser más perjudicial para la campaña de los demócratas que las falsedades en la Red.

Del robo y publicación de los emails de Podesta partió el gran bulo del “Pizzagate”, que te explicamos en este programa de Los Desayunos (min. 59). Era un supuesto círculo de pedofilia promovido por demócratas y poderosos de Washington y Hollywood que nunca existió, como se hizo creer distorsionando aquellos documentos. Todavía hay gente que cree que el círculo pedófilo es real.

Un reciente informe de una comisión del Senado de EE.UU. narra que el equipo de Trump aceleró la publicación de aquellos correos para contrarrestar la primera filtración, la del vídeo soez. Tras otros intentos de pirateo y filtración en distintos países, los medios aprendieron la lección. En las elecciones de Francia en 2017 aparecieron documentos personales de Emmanuel Macron (#Macronleaks), pero no se publicaron análisis hasta después de la votación.

En principio los medios estadounidenses también se han preparado ahora contra el peligro del hack-and-leak. Martin Baron, editor de The Washington Post, ha marcado pautas para materiales pirateados o filtrados. Recomienda consultar su publicación a un editor senior, no dejarse llevar por las prisas, no enlazar al material pirateado y evitar amplificar críticas que procedan de una potencia extranjera.

Investigar, filtrar, desclasificar

Pero la línea entre filtraciones y exclusivas puede desdibujarse, sobre todo si son entidades respetables y nacionales las que impulsan la aparición de datos inesperados, y no potencias extranjeras. El domingo 27 de septiembre, The New York Times desveló las declaraciones de impuestos de Donald Trump de hace más de 20 años, una información ocultada por el presidente aunque es tradición que los dirigentes de EE.UU. la publiquen. Según el periódico, en 10 de los últimos 15 años Trump alegó haber perdido dinero y no pagó ningún impuesto mientras presumía de ser buen empresario. El año que ganó las elecciones, y su primer año de presidencia, sólo abonó 750$, lo que ha generado críticas.

The New York Times no desvela cómo obtuvo la información, ha evitado difundir los materiales en bruto para “proteger a las fuentes” y defiende su trabajo porque “los ciudadanos deberían conocer todo lo posible a sus líderes y representantes: prioridades, experiencias, y también sus finanzas”.

El lunes 28 de septiembre, el canal británico Channel 4 reveló que en 2016 la estrategia digital del equipo de Trump pasó por identificar a 3,5 millones de ciudadanos negros estadounidenses con el objetivo de enviarles publicidad personalizada en Facebook que les desincentivara para votar. Channel 4 sólo dice que ha tenido acceso a esa base de datos (#DeterringDemocracy), sin explicar cómo. Incluye detalles de casi 200 millones de estadounidenses.

Ambas exclusivas suponen información perjudicial para Trump, pero el martes 29 de septiembre el director de Inteligencia Nacional, John Ratcliffe, decidió desclasificar un documento secreto que perjudica a los demócratas. El documento sugiere que, según la inteligencia rusa, fue Clinton quien en 2016 organizó una campaña para que todos creyesen que Trump estaba vinculado al robo ruso de los emails demócratas.

Lo que ha despertado críticas es que el propio documento referido a Clinton subraya que “se desconoce el rigor de estas acusaciones y hasta qué punto el análisis de la inteligencia rusa puede ser exageración o invención”. De hecho, la comisión del Senado antes mencionada, que es bipartidista y ha investigado el papel de Rusia en aquellas elecciones, descartó recientemente ese “documento Clinton” por no estar basado en datos, según reporta Politico.com. Por el contrario, su informe evidencia que la relación del equipo Trump con Rusia en aquella época pudo ser mayor de lo creído.

Filtraciones y su impacto

Miquel Pellicer, autor de “La comunicación en la era Trump” y director de Innovación Digital de Interprofit, cree que las tres exclusivas/filtraciones son dispares: “Las filtraciones siempre son interesadas pero no es menos cierto que la que fructifica en la investigación de The New York Times cumple un proceso de verificación diferente a lo que el director de la Inteligencia Nacional de Estados Unidos, John Ratcliffe, reveló sobre las supuestas intenciones de Hillary Clinton de vincular a su rival, Donald Trump, con Rusia”.

Pellicer considera que las filtraciones sí podrían convertirse en un elemento desestabilizador en estas elecciones y recuerda que los periodistas siempre han sido objetivo para aquellos que quieren difundir determinadas estrategias de comunicación política: “Tenemos como ejemplo el asunto de los falsos documentos sobre George W. Bush que anticiparon el fin de la carrera del prestigioso periodista Dan Rather. En 60 Minutos (CBS), Rather acusó a Bush de ‘esconderse’ en la Guerra de Vietnam tal y como se argumentaba a través de unos documentos supuestamente oficiales. Posteriormente se demostró que dichos papeles filtrados habían sido falsificados. Por otra parte, en la polarización ideológica extrema que estamos viviendo, los medios de comunicación están acentuando su ideologización y las filtraciones se convierten en armas útiles para determinadas audiencias militantes”.

Gabriela Ortega, consultora política y profesora en la Universidad Camilo José Cela (UCJC), entiende que la filtración de la renta y la de la base de datos electoral “no son grandes investigaciones periodísticas que desvelen información que realmente pueda influir, no se tratan de un Watergate”. Opina también que si hay filtraciones ahora pueden no tener tanto impacto: “Creo que el misil de las filtraciones se lo gastó el partido republicano en las elecciones de 2016 contra Hillary Clinton. Y ha desgastado la posibilidad de volverlo a utilizar ya que el índice de confianza de los republicanos en los medios de comunicación es menor que el de los demócratas. Esto se debe, en gran parte, al discurso de deslegitimación que ha tenido el presidente Trump durante sus cuatro años de mando”.

Toni Aira, profesor de la Barcelona School of Management (Universidad Pompeu Fabra) y autor de “La política de las emociones”, cree que en los tiempos que vivimos las filtraciones se han metabolizado como parte del habitual cruce de artillería intensificado entre partidos durante las campañas, especialmente al final: “O la filtración va muy al núcleo de la credibilidad del candidato y genera un punto de inflexión muy claro, que impacte emocionalmente y rompa algún estereotipo instalado, o no superan eso que llamamos “cámaras de eco” o “burbujas” en las que nos movemos.

Aira destaca que, en el debate con Biden, “Trump se ha ventilado las revelaciones sobre su renta diciendo que no es cierto que pagara sólo 750$ y que ha pagado millones. Y ya está. Y sus seguidores se lo creerán. Nos quedamos encallados en aquellos ‘hechos alternativos’”.

A los lectores, la profesora Ortega les recomienda lo siguiente ante las filtraciones: “Formarse, no solo informarse. Saber que existen las filtraciones no solamente como formato de publicación de investigaciones, sino que en periodo electoral suelen ser tácticas para persuadir votantes. Como diría el refranero, ‘al inteligente se le puede convencer, al tonto persuadir’. Es imposible no caer alguna vez, por los sesgos políticos y la polarización, pero hay que intentarlo”.