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Los Goya 2020

Nominados a mejor dirección: El recuerdo del fuego

  • Almodóvar, Amenábar, Laxe, y el trío formado por Arregi, Garaño y Goenaga, optan al Goya
  • Todos indagan en el pasado en busca de alguna verdad íntima del presente

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El director Oliver Laxe en la presentación de 'O Que Arde'.
El director Oliver Laxe en la presentación de 'O Que Arde'.

Un año más esquivo quinielas, pronósticos, apuestas, rifas… Si hay algo que pueda ser relevante en los premios no es tanto quién gana. sino las tendencias que anuncia la selección de finalistas. En este curso, como es norma, conviven ejercicios de dirección muy distintos; estilos casi antagónicos que hay que celebrar como síntoma de una cinematografía compleja y despierta.

Pero, curiosamente, existe un inesperado lugar de encuentro entre los cuatro aspirantes: todos ellos, de una manera u otra, echan la vista atrás para descifrar el día de hoy. Todos indagan en el pasado en busca de alguna verdad íntima del presente.

Aitor Arregui, Jon Garaño, José María Goenaga, por La trinchera infinita

El clan “Moriarti” (nombre de la productora que reúne a este heterogéneo grupo de cineastas) lleva una década dándonos buenas noticias. Desde la valiente, conmovedora e injustamente desconocida 80 egunean, hasta esta última entrega que es La trinchera infinita, donde por primera vez colaboran los tres amigos que hasta ahora se alternaban en la dirección.

Y no se lo ponen fácil: abandonan su hábitat natural y viajan al sur en busca de otros acentos, otras tonalidades, huyendo de su zona de confort y poniéndose a prueba con un reto mayúsculo: un relato de encierro que transita por más de treinta años de nuestra historia. Un argumento que vimos apuntado en títulos como Mambrú se fue a la guerra o Los girasoles ciegos, pero que aquí ocupa toda la función. Una apuesta suicida. Bravo por ellos. Un director en peligro es un director alerta.

Luz elegante, encuadres precisos, sentimientos en sordina, palabras medidas. Estas han sido hasta la fecha las señas de identidad de la factoría, un lenguaje académico que se debería estudiar en todas las escuelas de cine, para luego olvidarlo a la hora de rodar.

RTVE.es estrena el tráiler de 'La trinchera infinita', la premiada película sobre un 'topo' encerrado 30 años

Y eso es lo que parecen haber hecho en el arranque de La trinchera infinita, una primera media hora vibrante, desatada, hipnótica. Una cámara liberada del rigor de la composición y un montaje sincopado para plasmar el caos, el espanto de la guerra en su primer momento. Todo un disfrute previo al encierro del resto del metraje donde, ahora sí, volvemos a sentir el cálculo milimétrico de sus minuciosos creadores.

Absortos por su esplendor visual, poco hemos aclamado otra de las grandes virtudes en la dirección de Arregui, Garaño y Goenaga: su ojo, y su mano, para descubrir actores. Pasó con las protagonistas de 80 egunean y Loreak, y pasa aquí. Porque todos sabíamos que Belén Cuesta y Antonio de la Torre eran actores superlativos; lo que muchos no adivinábamos, por ejemplo, es el enorme potencial de Vicente Vergara, el temible vecino siempre al acecho. Sin duda uno de los hallazgos de la temporada. Encontrar nuevos tesoros también es dirigir.

Alejandro Amenábar, por Mientras dure la guerra

También al primer minuto de la guerra mira la película de Alejandro Amenábar, un director que ha hecho del salto al vacío el principio rector de su carrera.

Mientras dure la guerra tiene la enorme osadía de asomarse a un contexto que algunos consideran cliché (la Guerra Civil española) para constatar que aún hay mucho que no nos hemos contado, o no nos hemos querido contar, de aquel abismo. O tal vez hemos tendido a contarlo de forma esquemática, con blancos y negros, sin grises.

Por eso resulta muy acertado rescatar la figura de Miguel de Unamuno, intelectual admirado y denostado intermitentemente por ambos bandos, que representa en sí mismo la complejidad y la urgencia de aquellos días.

Entrevista íntegra con Alejandro Amenábar (Solo en rtve.es)

Amenábar respira y se expresa con los códigos del cine clásico, es su lengua materna. Un dominio absoluto que dota siempre de solidez a sus cintas, así como les resta capacidad de vuelo, de sorpresa.

Mientras dure la guerra resulta por momentos algo teatral y por momentos demasiado didáctica, pero triunfa en su doble objetivo: ilustrar y alertar. No sea que ciertos tonos y modos de la actualidad se decanten, aún más, hacia tonos y modos de aquel treinta y seis nefasto.

Para el recuerdo quedarán los enfrentamientos entre Miguel de Unamuno y Millán Astray, extraordinario choque de egos curtidos en bien distintas batallas. Karra Elejalde y Eduard Fernández, dos gigantes en pleno esplendor. Y sacar lo mejor de los mejores también es dirigir.

Pedro Almodóvar, por Dolor y gloria

No debe ser fácil ser Almodóvar.

Si tu obra ya ha sido aclamada en todo el mundo, ¿qué es lo nuevo que puedes ofrecer? En esa búsqueda lleva algunos años Pedro Almodóvar: tratando de reencontrar la voz que una vez fue la suya (Los amantes pasajeros), buscándose a sí mismo en textos de otros (La piel que habito, Julieta)… Al final la solución estaba de puertas adentro.

Dolor y gloria, la más aclamada de sus últimas películas, es un espectáculo que se contempla con emoción, estupor, rubor y agradecimiento por su extraordinario ejercicio de sinceridad. Un desnudo integral rodado con la delicadeza, la sabiduría y el gusto de un maestro artesano y con la ambición y el brillo de una gran estrella.

Tráiler de 'Dolor y gloria', la película más íntima de Pedro Almodóvar

Así, el recuerdo de una infancia de miseria en un pueblo perdido de La Mancha, en la cámara de Almodóvar es una cueva con una bellísima luz blanca y cortinas pop. Una madre abnegada, golpeada por la vida, tiene el rostro de Penélope Cruz. Las lavanderas cantan en el río con Rosalía y Antonio Banderas hace de Pedro en la pantalla. Todo es lujo: el cine como espectáculo íntimo y glamouroso.

Almodóvar ha firmado su Fellini, ocho y medio, su All that jazz, su Stardust memories, su La noche americana, su Caro diario,…

Intuíamos que no era fácil ser Pedro Almodóvar. Ahora lo sabemos. Nos lo ha contado él mismo. Y contarse a uno mismo también es dirigir.

Oliver Laxe, por Lo que arde

Si hay algo que ninguno hubiésemos adivinado a principio de curso es que una película de Oliver Laxe tuviese una acogida del público como la que ha obtenido Lo que arde. Sin duda el milagro de la temporada, también por su presencia en las nominaciones de los Goya, como ya ocurriese hace unos años con La soledad de Jaime Rosales.

Celebremos que un cine voluntaria y heroicamente situado en los márgenes, normalmente relegado a citas como Locarno o Un certain regard, salga de su reserva Sioux y tenga alcance más allá de los círculos especializados.

Ciertamente Lo que arde es la película más accesible de la carrera de Laxe, pero sin traicionar su decidida forma de entender el cine. Un cine desnudo en busca de esencias, liberado de tramas, de puntos de giro, de suspenses, de McGuffins, de plano contraplano…, de todo artificio más o menos homologado que se interponga entre su cámara y la verdad escondida en lo que capta.

Los incendios de Galicia llegan a Cannes

Laxe no alude a un pasado histórico o autobiográfico como los otros nominados, pero reflexiona sobre la influencia de nuestros actos del pasado en el aire del presente. Hasta qué punto somos capaces de desactivar un estigma, como individuos, como sociedad.

Sólo dos apuntes para ejemplificar la ambición y la grandeza de Oliver Laxe como director. El arranque majestuoso de la película, una pieza maestra en sí misma. Unas máquinas atronadoras violentan el silencio de un bosque en la noche, derribando cuanto árbol encuentran a su paso. Pero se detienen ante la presencia monumental de un roble centenario que emerge como un castillo. Ese árbol que rueda Laxe no es un árbol. Ese árbol es un Dios, un tótem con latido propio, la naturaleza entera…. lo que quiera imaginar el espectador. Todo eso nos regala la propuesta de Laxe: leer más allá de la apariencia, detrás de la forma.

Y el otro gran pilar que sostiene el conjunto es Benedicta, la madre. Una mujer discreta, hacendosa, cuidadora, silenciosa, integrada en el paisaje, bellísima,… Una mujer que todos creemos conocer pero que nunca había ocupado el centro del relato. Y poner en primer término lo que normalmente está al fondo también es dirigir.

Concluyendo; cuatro propuestas muy diferentes donde letra y estilo, fondo y forma, encuentran buen encaje, tal vez la principal y más compleja tarea de un director.

Y, finalmente, cuatro formas distintas de mirar por el retrovisor para observar un paisaje en llamas: por el fuego de la guerra, por el fuego que devora bosques y almas, o por el fuego del primer deseo.