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Tras la huella literaria de 'La princesa prometida' (y su secuela sin final)

  • Fue uno de los primeros y divertidos libros que escribió William Goldman, que alcanzó el éxito como guionista
  • El autor, recientemente fallecido, rompió las fronteras de los géneros y creó un clásico de la literatura juvenil

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Imagen de la portada del libro 'La princesa prometida' que fue publicado por primera vez en 1973
Imagen de la portada del libro 'La princesa prometida' que fue publicado por primera vez en 1973

Imaginen a un joven William Goldman, futuro guionista de títulos míticos de Hollywood en los 70 y 80, un poco perdido en la vida. No sabe muy bien a qué dedicarse pero lleva dentro el veneno de la literatura. Se lanza después de un curso de escritura creativa: su primera novela, El templo de oro (1957), fracasa estrepitosamente pero arranca su carrera como autor.

Ahora han pasado unos años. Goldman piensa en un cuento que pudiera gustarle a sus hijas y les pregunta: una quería una historia de una princesa, y la otra, de una novia (bride en inglés).

El resultado de aunar sus deseos es La princesa prometida (The princess bride), que escribió prácticamente de un tirón y se ha convertido en un clásico de la literatura juvenil a la altura de La historia interminable. Y que disparó su popularidad con su adaptación al cine que realizó el propio autor.

El libro publicado en 1973 es una parodia de la novela de aventuras, de las que era devoto el escritor estadounidense, atravesada por un humor desopilante. Un cóctel de fantasía que trasciende los géneros donde hay: “Esgrima. Lucha. Tortura. Venenos. Amor verdadero. Odio. Venganza. Gigantes. Cazadores. Hombres malos. Hombres buenos. Arañas. Muerte y milagros”. Literal.

En este cuento de imaginación desbordante todo es atípico. Desde la tozuda princesa de ideas fijas, Buttercup, una lechera que se convierte en la más hermosa del reino de Florin en virtud del amor por el mozo de cuadra Westley- sí, recuerden esos memorables ‘como desees’.

A partir de aquí el delirio: nunca un romance fue a la vez tan serio y tan cómico. La princesa prometida es el libro más conocido de William Goldman y con el que comenzó a sentirse escritor, dijo,-luego llegarían cinco más, que fluctúan de la narrativa al thriller y varias obras teatrales-; sin embargo su faceta como novelista quedó aparcada por el brillo deslumbrante de sus guiones.

La historia es conocidísima y rememorada paso a paso estas semanas tras su reciente muerte: dos premios Oscar por los guiones de Dos hombres y un destino y Todos los hombres del presidente, a los que se suman su participación en Marathon Man, Poder absoluto, Memorias de un hombre invisible… Media vida consagrada al cine donde su talento fue leyenda.

Para el recuerdo, el autor lega la cita que mejor define las tripas de la industria: "Nadie sabe nada", y que incluyó en sus afiladas memorias Aventuras de un guionista en Hollywood (1983).

“Soy Íñigo Montoya, tu mataste a mi padre prepárate a morir”

Pero volvamos a nuestra princesa. Un relato que aunque a priori no pudiera parecer es puro Goldman: diálogos ágiles, varias capas de profundidad, ingenio sin freno y líneas memorables. “Soy Íñigo Montoya, tu mataste a mi padre prepárate a morir” es el latiguillo con el que miles de niños ochenteros jugaban a espadachines.

Como prueba del furor, el actor Mandy Patinkin (el Saúl de la serie Homeland), que encarnó al español con sed de venganza en la película, ha asegurado que durante años le han parado por la calle para repetirle la frasecita.

El libro en sí es una joya con un modernísimo juego de metahomenajes y guiños que no han perdido brillo con el tiempo. Para empezar, el novelista lo lanzó con el pseudónimo de S. Morgenstern. Nos cuenta en una curiosa primera parte como el tal Morgenstern es el autor real del cuento que el padre de Goldman, florinés de pura cepa, le leía cuando tenía diez años y estaba enfermo de pulmonía. Puro invento.

La novela navega entre la aventura y la fantasía

En una segunda parte, un escritor ya adulto recorta las partes más aburridas y reescribe el relato separando el grano de la paja. Una ingeniosa vuelta de tuerca muy cervantina donde escuchamos su divertida voz en cada capítulo. Le habla al lector y le acompaña en la narración. Todo un ejemplo de cross over para una novela de los setenta, que difumina constantemente la frontera entre realidad y ficción en un laberinto con truco.

“Es una rareza en su producción porque es un género que navega entre el homenaje a la novela de aventuras, a la fantasía y a la leyenda medieval, pero tiene ese extra de punto de ironía muy moderno que Goldman supo darle y le convierte en un libro que por eso se sigue leyendo 40 años después de que se publicara”, afirma a RTVE.es Clàudia Casanova, editora del sello Ático de los libros que rescata títulos descatalogados como era el caso de La princesa prometida.

45 años después de su publicación y tras sucesivas reeimpresiones en español ha vuelto a las librerías en 2018, en una cuidada edición de tapa dura que sigue capturando a los lectores.

“No solo es para nostálgicos. Muchos padres se han interesado porque quieren transmitir a sus hijos la magia que ellos sintieron de pequeños y sigue emocionando. Es un libro que si lo lees a los 14, a los 45 o las 65, cada vez te transmite algo diferente”, asegura sobre una novela que ya suma su tercera reedición.

El bebé de Buttercup

El relato incluye una surrealista introducción en la que se menta hasta a Stephen King- curiosamente Goldman adaptó el guión de Misery-. El prefacio es tan loco que los editores advierten en una nota adjunta que se lea al final porque destripa la historia.

La princesa prometida saltó a la pantalla en 1987. El propio autor adaptó el libreto y colaboró mano a mano con el director Rob Reiner tras casi una década dando vueltas. Para añadir más salsa al asunto, cuenta la leyenda que Truffaut ansiaba dirigirla por “inadaptable”. Nunca lo sabremos.

El proyecto acabó saliendo adelante, en parte, por el empeño de Reiner que idolatraba el trabajo del guionista y casualidad, o no, había leído el libro de pequeño.

El filme, protagonizado por Cary Elwess y una jovencísima Robin Wright, se estrenó con una acogida discreta pero su paso al video lo convirtió en cinta de culto. Este recorrido dotó de una segunda vida a la novela a la que retornaron muchos lectores en busca del texto original. Goldman confesó que recibía decenas de “efusivas cartas” de enamorados de La princesa que se aprendían pasajes de memoria:

"Recibí más respuestas sobre el libro que sobre todo lo demás que hice. Algo en La princesa prometida afecta a las personas", aseguró el escritor.

“Es que el libro y la película recorren todos los temas importantes en la vida de la persona como es el verdadero amor o la lealtad, y consigue que nos identifiquemos con ella. Y [Goldman] lo hace sin ser cursi, aunque sea una historia de amor, y sin dar lecciones ni moralina,” señala Cláudia Casanova.

A través del tiempo, y por lo mucho que le insistían, William Goldman decidió abordar una secuela. Solo completó un capítulo titulado El bebé de Buttercup, que también se incluye en la edición de Ático de los libros.

El ya célebre guionista no quiso o no pudo continuar. Confesó que la obra había volado tan alto que tenía dificultades para aportar ideas a un cuento tan redondo. Es sola una muestra de la humildad de un escritor, que concedía poquísimas entrevistas porque se sentía como “un farsante” ya que no se valoraba a sí mismo como un gran autor.

Me aterroriza que el lector pueda aburrirse

En una divertidísima conversación /entrevista con John Cleese, miembro de los Monthy Python, le dijo: “Hago lo mejor que puedo nada más, y se que tengo un montón de defectos. Soy bueno con los diálogos y eso siempre me echa un cable. Pero me pasa una cosa; en la vida real odio las sorpresas. Y en los libros, la adoro. Estoy aterrorizado pensando que el lector pueda aburrirse, así que prefiero pasarme y bombardearlo con sorpresas”.

-¿El hecho de haber ganado dos Oscar no le ayuda [a reconocer su talento]?, le pregunta Cleese.

-“No. Porque al final, estás tú solo frente a la máquina de escribir, en la habitación”, responde el galardonado Goldman. Pura genialidad.

PD: El nombre de S. Morgenstern, supuesto autor de La princesa prometida es un homenaje al filólogo alemán Johann Karl Simon Morgenstern, que acuñó el término bildungsromano que son novelas sobre los procesos de iniciación de los jóvenes.